Oaxaca: revuelta, represión, sangre, Fox

30/10/2006
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Los episodios de Oaxaca son un reflejo del gobierno del presidente mexicano, que siempre estuvo lejos de las causas populares, y que ahora, pronto a salir del poder, esconde los muertos bajo la alfombra.

A un mes de dejar un gobierno obsecuente, miope y clasista, el presidente de México, Vicente Fox le puso la frutilla al pastel de sus seis años en el poder, al enviar a la policía federal a reprimir a sangre y fuego la revuelta popular pacífica en el estado sureño de Oaxaca, dejando como saldo al menos tres muertos en las calles y un periodista extranjero asesinado por las fuerzas del orden.

En lo que fue un domingo violento que quedará en la historia negra mexicana, aunque algunos se encargarán de disfrazar de orden y respeto al estado de derecho, más de cuatro mil 500 efectivos de Policía Federal Preventiva (PFP) y de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) tomaron la capital del estado luego de 13 largas horas de batallas en las calles y en el zócalo, la plaza principal de la ciudad.

Las fuerzas federales se enfrentaron con los miles de manifestantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, (APPO) que desde el 16 de junio se encontraban acampando en el zócalo y en zonas céntricas para pedir la destitución del gobernador del Estado, Ulises Ruiz, perteneciente al Partido de la Revolución Institucional.

Lo que empezó como una huelga de maestros a inicios de año, fue tomando aristas que ni los propios integrantes de la APPO pudieron predecir. Miles de personas se fueron incorporando al movimiento popular, a tal punto que fue denominada como una nueva Comuna de Paris por su organización y reivindicaciones que superaron el conflicto gremial y hasta el mismo pedido de renuncia al funcionario que en más de una ocasión ordeno la represión.

Las tanquetas hidrantes –usadas por primera vez desde su compra por el ex presidente Salinas de Gortari en 1994-, las armas largas, los helicópteros, bazucas y bombas químicas, gases pimienta y lacrimógenos que portaban los agentes que ocuparon la ciudad se contraponían con los palos, machetes y piedras de aquellos manifestantes que, desoyendo el carácter pacífico de la protesta, entraron en lucha con los uniformados.

El espíritu de esta proclama era manifestado en “Radio Universidad”, el medio que la APPO utilizó para hacer saber sus propuestas. En esta ocasión, mientras la policía de Fox hacía lo suyo en las calles, desde la radio pedían al pueblo que protestara pacíficamente con flores y pancartas.

El diario Proceso describió de este modo la fuerza que adquirió la resistencia: “El llamado fue todo un éxito. Miles de personas se desbordaron por las arterias y levantaron cientos de barricadas, hasta donde nunca se habían instalado. Es una real insurrección social”.

Aun cuando el gobierno federal se resistía a intervenir y cuando lo hizo dijo que lo haría en forma pacífica, queda la sensación que el clima de guerra que estalló en Oaxaca fue intencional. Analistas dicen que la presión de Washington por la muerte del periodista estadounidense de Indymedia, Bradley Will el viernes, habría decidido a Fox a intervenir en el conflicto, temeroso de la negativa repercusión que podrían tener detrás de la frontera, en Estados Unidos.

El secretario de la Gobernación Carlos Abascal, máxima autoridad en la seguridad interior, había dicho que la toma de la ciudad sería pacífica y juró por Dios que no habría represión. “Abascal no conoce a Dios sino al demonio”, dijo una señora que participó de la protesta.

Queda la sensación que allende las palabras, la administración del gobierno conservador no quería llegar al primero de diciembre, día que asume el ilegítimo presidente electo del partido Acción Nacional (PAN) Felipe Calderón, con una cuidad histórica y turística tomada por los pobladores.

El saldo de la violencia dejó un enfermero, un maestro y un menor de edad fallecidos, se presume por las balas policiales y decenas de heridos y detenidos. Todo esto contado por periodistas que presenciaron los hechos.

Tras la incursión, el gobernador Ruiz se atrincheró en su propia barricada pero no callejera, sino en una cómoda residencia al norte de la ciudad, desde allí dijo que no renunciará ni pedirá licencia porque su gestión “nunca estuvo sujeta a negociación”. Ayer la cámara de diputados le solicitó que dimita o pida licencia, por lo que ya desde las mismas esferas oficiales le resta margen de acción al ya complicado dirigente del PRI.

Ayer las marchas organizadas por APPO continuaban, en clara muestra de que la presencia policial en el centro histórico de la ciudad no los amilana y que seguirán con los plantones cerca de la plaza central.

En tanto, para el presidente Fox, no ha habido muertos por los violentos incidentes, no se han usado armas y se ha restablecido el orden, la paz y la libre circulación de las personas. Los datos objetivos lo contradicen. Lo hizo en la Bolsa de Valores de México, para que no queden dudas de qué lado de la realidad está parado.

Consecuente con un gobierno timorato, regresivo socialmente, que privilegió desde el primer día la relación con los empresarios y los sectores de poder concentrados, las grandes corporaciones económicas y mediáticas –valga la redundancia- y la relación con su par estadounidense George Bush, que sin embargo lo ninguneó aprobando un infame muro que separara a los dos países, el mandato del presidente Fox se va de la Residencia de los Pinos con la conciencia tranquila: hizo lo que cualquier miembro de su muy católico y muy correcto partido hubiera hecho: conservar ciertas formas, hablar de dios y la patria y esconder los muertos debajo de la alfombra.

Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina

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