Poder? ¿Cual poder?

06/09/2006
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Casi siempre, con la fragilidad que surge de una crasa ignorancia, confundimos poder con gobierno. El cuento del sistema democrático contribuye, en no poco, a esta falta de claridad porque se enmascara una elección como la muestra feliz y sublime de la “expresión ciudadana”. Cuando el guatemalteco común y corriente debe escoger a sus gobernantes y representantes, lo hace entre ilustres y desconocidos aprendices de político o políticos conocidos y corruptos. La democracia en nuestro país no se crea, por lo tanto, no se renueva sino que vulgariza su contenido teórico, lo empequeñece y toma cualquier forma, menos la de un ejercicio cívico de profilaxia social periódica. Cualquiera llega al gobierno; ejemplos abundan múltiples, recientes y vigentes. El poder estático, insolente, fuerte, está allí, mandando por encima y con todos sus tentáculos de succión. Los esquemas productivos no se deciden en Guatemala. Los planifican y seleccionan poderes foráneos. Si hay que suministrar petróleo se recibe el pago por petróleo de tercera para incrementar las reserva de otros. Si es de explotar minerales, se daña permanentemente el ambiente para alimentar los mercados que fabrican joyas y bisutería. Ese es el rollo. El poder y sus adláteres, impulsan sibilinamente esta “conveniencia”. ¿No vimos a Exmibal, de capital canadiense, operador de una transnacional sostener las bondades de estos esquemas? ¿Poder? ¿Cuál poder? Desde siempre y por siempre, los que llegan al gobierno sólo administran la hacienda para los poderes. Detrás de un sillón con mando, aparente, hay otros que cotizan nuestra moneda, tasan nuestros productos de exportación, nos definen como país de riesgo, nos promueven como paraísos de maquilado y lavado, como despensas energéticas, acuíferas o minerales de sus logísticas unipolares y que están tomando las previsiones contra el inevitable dragón chino que despertó con furia multitudinaria. Ante este rugir, procuran que América Latina sea un patio trasero funcional y engrilletado a Estados Unidos, a través de TLCs, tratados bilaterales, Planes Colombia, etcétera. ¿Poder? ¿Cuál poder? Los mandarines, malinchistas siniestros, más papistas que el Papa, serviles orgánicos que no dudan en vender su alma al diablo del norte y pelear el precio centavo por centavo, son los peores enemigos del pueblo. Ellos, de todo signo y plumaje, justifican, intelectualizan y judicializan la sumisión moderna de nuestro pueblo. Y encima fabrican contratos para no tributar honestamente y promueven leyes que les garanticen no ser alcanzados por el brazo de la justicia. En nombre del supuesto respeto a los derechos humanos se nutren de fondos que sólo procuran mantener el status quo de esta oligarquía dependiente, productora y exportadora primaria que convive con un macilento pueblo destinado, unidireccionalmente, a proveer de mano de obra barata y profesionales de muy bajo precio, en un modelo social servil e incuestionable porque el poder impone cánones y no admite discusión de ninguna especie. Para este esclavismo moderno, los medios de comunicación acríticos y matrimoniados con la publicidad a secas, ostentan los más vergonzosos baldones de comportamiento público. Al no discernir, mantienen la oscuridad. Al no formar opinión, mediatizan y mienten. Al autocensurarse modelan un paradigma aparentemente correcto, pero que en la realidad funciona como candado informativo o guillotina para cualquier iniciativa liberadora e iconoclasta. Los medios igual elevan que sepultan, dicen medias verdades y confunden a miles que no tienen cómo saber de verdades que nunca conocerán, porque pandillas enteras están pagadas para no socializarlas. Son también parte del poder. El gobierno es la administración. Cuando, peor aún, carece de una fuerte composición nacional y nacionalista, el régimen adolece de un cáncer terminal que acabará irremisiblemente con sus días hasta antes de haber culminado su teórico mandato, porque declinará cualquier protesta para sumarse al coro uniforme que dictan los poderes. Ganar las elecciones es un hecho que constituye apenas un escalón. Sin dejar de ser importante, no equivale a la toma del poder en el sentido clásico e integral pero, en cualquier caso, el esquema político deviene esencial para definir el poder y capturarlo. En los tiempos actuales, la soledad de los partidos y su falta de representación al interior de nuestra sociedad nacional, sólo producen esperpentos de los que hay muchos ejemplos lamentables. Gobiernos entreguistas, clientelistas, vasallos, venales, de conductas subsociales en forma de peonaje vil, son facetas de su natural comportamiento institucional antipatriótico. ¿Poder? ¿Cuál poder? El poder es, entre muchos otros ejemplos, el de los accionistas del Banco de Occidente que triangularon con una off shore para evadir el pago por la venta de su armatoste. Poder es exigir un arancel proteccionista, en un esquema de “libre comercio”, para mantener alto el precio de un producto de consumo popular que del extranjero ingresará al país veinte veces más barato; poder es, en suma, todo aquello que sirve para prohijar, alentar, fabricar y solidificar un sistema corrupto en el cual no prevalecen la solidaridad, la persona humana, sus derechos o cualquier ley para los más, sino para los chancles insolentes y antishumos, es decir para los menos. - J. Santos Coy, analista invitado de Incidencia Democrática. Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
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