Pinochet: la gran paradoja
03/10/2004
- Opinión
El informe del subcomité del Senado estadounidense que sacó a la
luz las cuentas secretas de Pinochet en Estados Unidos, demostró
que el ex general era cliente premiun del Riggs Bank de
Washington y que su final puede ser similar al de Al Capone:
detenido por evadir impuestos y no por sus numerosas acusaciones
criminales.
El subcomité actuó con amplios poderes de investigación, en el
marco de la vigencia del acta patriótica, donde el perjurio o el
ocultamiento de información es severamente castigado. De su
informe se pudo conocer que Pinochet depositó en el citado banco
la suma de ocho millones de dólares y títulos por numerosos
inmuebles, cuyos montos ascienden a dos millones de dólares.
Según la investigación oficial estadounidense, el Riggs actuó
por largo tiempo como banquero personal de Pinochet y
deliberadamente lo ayudó en la tarea de ocultar y trasladar sus
fondos cuando él estaba sujeto a investigación y se hallaba
vigente una orden judicial internacional de congelar sus fondos.
Es decir, que fue cómplice de todas las actividades ilícitas del
ex general, le creó empresas fantasmas y envió sus propios
ejecutivos a entregar cheques a Chile.
Según los antecedentes recopilados en Estados Unidos, entre 1994
y comienzos del 2002, Pinochet transfirió cerca de dos millones
de dólares desde el Riggs a otras dos cuentas bancarias
conjuntas a nombre de él y su esposa, abiertas en dos bancos
estadounidenses, cuyos nombres no fueron revelados por el
momento.
Los balances financieros también muestran desvíos de importantes
partidas de dinero desde los fondos de Pinochet en el Riggs a
una cuenta a nombre de Marco Antonio Pinochet y a dos cuentas a
nombre de la mayor de las hijas del ex general abiertas en una
sucursal de Miami del Citibank.
En una ofensiva con más posibilidades de triunfar que aquellas
acusaciones por violaciones a los derechos humanos que lo
tuvieron detenido en Londres, la abogada Carmen Hertz lo ha
denunciado recientemente por fraude al fisco, exacción ilegal y
cohecho.
En su presentación indica que las cuentas de Pinochet
representan la prueba, que a la violación institucionalizada de
los derechos humanos durante la dictadura militar se unió el
saqueo de gran parte de las empresas estatales. Y, por lo tanto,
la absoluta falsedad de una premisa poco discutida, según la
cual los cuerpos castrenses chilenos asumieron una supuesta
austeridad y transparencia en materia de administración general
del Estado durante los 17 años que usurparon el poder.
Por el contrario, según afirma la abogada, "la investigación del
subcomité del Senado estadounidense reafirma nuestra convicción,
y la de todos los chilenos, de que la dictadura militar
significó también la presencia de una corrupción generalizada
que ha comenzado a develarse".
Inclusive el Consejo de Defensa del Estado presentó una querella
en su contra, por supuesto enriquecimiento ilícito, dando inicio
en agosto último a una investigación destinada a determinar si
los fondos provienen de "donaciones amigas", tal y como lo alegó
un parlamentario amigo del ex general, o si son producto de
manejos fraudulentos en el Ejército.
Resulta así paradojal que quien comandara una política de
exterminio contra un sector de la población de su país, cuestión
mucho más grave que los fraudes y enriquecimientos ilícitos que
ha realizado, enfrente la posibilidad de ser condenado no por
los primeros, sino como consecuencia de sus desfalcos y
latrocinios.
Mientras tanto, el pasado fin de semana, el juez Juan Guzmán
Tapia interrogó al ex dictador Augusto Pinochet en relación con
su participación en la "Operación Cóndor", aquel consorcio
multinacional que unió a los servicios de inteligencia de las
dictaduras militares del Cono Sur con el objeto de eliminar a
sus opositores en los años 70.
Esta fue la segunda vez que Pinochet enfrentó al juez en una
situación similar, después de que en enero del 2001 lo
interrogara y dictara su procesamiento por los crímenes de la
"Caravana de la muerte", una comitiva militar que recorrió el
país por orden suya en setiembre y octubre de 1973, ocasionando
la muerte de muchos disidentes políticos.
Ese primer proceso, sin embargo, quedó archivado en julio del
2002, cuando la Corte Suprema determinó que Pinochet padecía una
demencia moderada que le impedía defenderse ante los tribunales.
En esta última oportunidad, sin embargo, la Corte de Apelaciones
de Santiago rechazó los recursos de los abogados del ex general
para volver a suspender el interrogatorio.
Pronto a cumplir sus 89 años de edad, el general debe rendir
nuevas cuentas ante la Justicia chilena. Mientras tanto, el juez
de la audiencia madrileña, Baltasar Garzón, sigue al frente del
sumario que lo tiene como principal sospechoso de actos de
genocidio, terrorismo y torturas. Por delitos patrimoniales o
crímenes contra la humanidad, lo cierto es que en estos días
parece cerrarse el cerco de una impunidad controvertida.
* Martín Lozada es Juez Penal - Profesor de Derecho internacional
Público, Universidad Fasta, Bariloche- Argentina.
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