Injerencia abierta de la embajada USA en la política nacional
24/03/2004
- Opinión
La noticia fue transmitida como primicia por la red ERBOL al
atardecer del jueves 18: La víspera por la mañana el embajador
Greenlee había invitado a una reunión a los representantes de todos
los partidos (con excepción del MAS, y se supone que también del
MIP); los temas tratados habían girado en torno al juicio de
responsabilidades a Sánchez de Lozada, al peligro que representa el
MAS para el país, y a la importancia de garantizar la estabilidad
democrática. No quedó claro cómo se filtró la noticia, pero los
corresponsales de ERBOL estaban seguros de lo que decían. Los
representantes de partidos respondían con evasivas (incluso los del
MAS se mostraban incrédulos) y en la Embajada se limitaban a
reiterar que el embajador la víspera había estado en El Alto
(efectivamente había estado, pero por la tarde, después de su
reunión fracasadamente confidencial). Los días siguientes la prensa
en general se hizo eco de la reunión pero sólo se comentaba el punto
tercero de la agenda: "Estados Unidos intenta sacar de las brasas a
Carlos Mesa" titulaba p.ej. Opinión. Y en efecto a partir de ese
momento pareció abrirse la posibilidad de un panorama político más
estable gracias al eventual apoyo de los principales partidos de
derecha al Presidente.
Antecedentes
El 17 de octubre Carlos Mesa asume el gobierno con el compromiso de
gobernar con el pueblo y sin los partidos. Al día siguiente nombra
un gabinete ministerial compuesto por tecnócratas y gente afín a
Sánchez de Lozada (ministros del MBL y otros) o a Tuto Quiroga; en
ningún caso era un gabinete que pudiera representar las banderas de
octubre. Por otra parte se deja chantajear por los partidos de
siempre (por ej. en el nombramiento de algunos prefectos) y de esa
manera empieza a labrar su ulterior soledad.
Su mensaje del 4 de enero (mucho mar, unas cuantas buenas
intenciones y nada del tema central que son los hidrocarburos) no
satisface a nadie pero mantiene abierta la esperanza de la mayor
parte de la población que sigue dispuesta a darle tiempo. Su mensaje
del 1º de febrero (Plan Económico) es más concreto pero por lo mismo
quedan más a la vista las incongruencias y los vacíos (ver Bolivia
Press 05-02-04). Y su último mensaje del pasado 14 de marzo nos
muestra un presidente enojado que no entiende cómo no cuenta con más
apoyo de partidos e instituciones pero que no añade nada nuevo a su
zigzagueante plan de gobierno. El Presidente apareció solito ante la
pantalla, soledad escénica que simbolizaba su soledad política.
Diversos analistas coinciden en explicar esta soledad por dos
motivos: el primero, la concentración de la política gubernamental
en el tema coyuntural del déficit fiscal (ahí la oreja del FMI),
olvidando el fondo de la crisis; y el segundo, la tendencia del
Presidente a contentar a todos, cosa que en política es imposible y
que en la práctica lo llevó a descontentar a casi todos, lo que a su
vez lo hizo cambiar de planes hasta perder credibilidad. El caso
ejemplar son sus leyes impositivas (después de mes y medio todavía
sin promulgar) que apuntaban a cargar el alivio del déficit fiscal
sobre los sectores más pudientes; pero como éstos alzaron la voz
(primero los transportistas y después con mucha más fuerza los
empresarios del Oriente), decidió modificar ambos impuestos,
rebajando el Impuesto a las Transacciones Financieras (IPT) al 2 por
mil y cambiando el Impuesto al Patrimonio Neto (IPN) por una
duplicación del impuesto municipal a los bienes inmuebles; pero
según él mismo dijo, pronto se dio cuenta de que estaba castigando a
los pobres, por lo que volvió a cambiar este último acercándolo a lo
que era el IPN (sólo pagarían los inmuebles con un valor superior a
Bs 400.000), pero como tampoco quiere que se enojen los ricos,
exceptúa del impuesto a los terratenientes del Oriente; y como
mientras tanto los gobiernos municipales se negaban a la
modificación, finalmente se decidió que dichos impuestos los
cobraría el SIN. Por su parte el MAS y la NFR le anunciaban al
Presidente que torpedearían sus leyes mientras no se les cobrara más
a las petroleras y no se redujera los gastos estatales innecesarios
(gastos de representación, consultorías etc.). En todo caso, antes
de que ambas leyes se aprueben en el Parlamento, ya la banca anuncia
que el cobro del ITF (que entre tanto ha vuelto a ser del 3 por mil)
no será posible antes de cuatro meses.
Mientras tanto la calificadora internacional FITCH RATINGS (son
empresas de la globalización financiera que se permiten calificar la
solvencia de cada estado) le otorga a Bolivia la nota "B", que
supone una mínima capacidad de pago de la deuda externa y amplia
debilidad ante eventuales variantes financieras. Por su parte el
Banco Central de Bolivia advierte que ya ha llegado al límite de su
capacidad de préstamos al Tesoro General de la Nación (Bs 1.405
millones, 80 más de lo establecido).
A este panorama se sumaban las incipientes y amenazadoras
movilizaciones de maestros, médicos, choferes, universitarios,
panificadores, aspirantes a normalistas, incluso invidentes, todos
apretados por una crisis que no da muestras de mejorar. Ante
semejante panorama los inexpertos ministros del Sr. Mesa creyeron
oportuno amenazar a los sectores movilizados con la renuncia del
Presidente, cosa que sonaba a chantaje y que el Presidente tuvo que
desmentir. Por su parte Paz Zamora, aparentemente desesperado por
ser protagonista de algo, propuso que el Congreso otorgue poderes
extraordinarios al Presidente para que pueda gobernar por decretos
(flaca ayuda, que el mismo Presidente se apresuró a descartar).
¿Pacto social o injerencia extranjera?
En su último discurso el Presidente casi imploró un pacto social
para sacar a Bolivia del atolladero, clamor que cundió en muchos
sectores de opinión pública y en instituciones tradicionalmente
idealistas como la iglesia Católica. De lo contrario se viene el
fantasma del golpe de estado… ¿Pero qué tipo de pacto social es
posible? Un acuerdo entre partidos sería cualquier cosa menos un
pacto social, tanto menos si precisamente el MAS no participa (por
los consistentes desacuerdos que está mostrando con la política
gubernamental). ¿Será posible un pacto entre los sectores sociales
que verdaderamente actúan en el escenario nacional, por tanto la
banca y de las transnacionales capitalizadas, junto a los diferentes
movimientos sociales? Los que piensan en serio no lo creen, entre
ellos la Embajada de Estados Unidos.
Para la Embajada la única solución es la injerencia extranjera (vale
decir norteamericana), tal como ocurrió en Haití y como quisieran
que ocurra en Venezuela. Por eso el Embajador convoca a los partidos
y los conmina a no poner en riesgo la democracia, y eso significa
tres cosas: la primera apoyar al Presidente para que siga adelante
con las medidas que aconseja el FMI, la segunda no dar ocasión a que
el MAS se fortalezca, y tercera (consecuencia de las dos anteriores)
dejar de molestar al único presidente que realmente gobernó cien por
cien en la línea marcada por los EE UU, el Sr. Sánchez de Lozada.
Por su parte el Presidente (que sigue contando con la confianza
mayoritaria de la población, pero que al paso que va está condenado
a defraudar esa esperanza) no parece percatarse de que sólo tiene
una salida, que es volver al 17 de octubre y gobernar verdaderamente
con ese pueblo que por su parte sí lo quiere apoyar. Y en todo caso
cabría esperar de un hombre como él que no acepte una estabilidad
política ordenada desde Washington y la avenida Arce…
* Bolivia Press 2004, Nº 3 (22 de marzo)
Boletín electrónico quincenal del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB)
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