Foro De Los Pueblos - Cancún 2003
Foro de las Comunidades Forestales frente a la OMC
El Ecoturismo: Una amenaza para las Comunidades Indígenas, Campesinas y Forestales o una oportunidad para las Alianzas Solidarias Norte/Sur y Campo/Ciudad
Carlos Meade, Yaxche', Árbol de la Vida, A.C.
Comunidades rurales y recursos estratégicos
Las comunidades indígenas, campesinas y forestales en todo el mundo
están expuestas a intensas presiones ya que las áreas naturales que
conservan implican recursos estratégicos para la viabilidad de las
sociedades humanas en el futuro próximo: el agua y la biodiversidad,
el petróleo, los minerales y el suelo, entre los más importantes.
Pero otra amenaza para estas comunidades está relacionada con la
belleza de sus paisajes y con la cada vez más escasa existencia de
bosques y selvas naturales y de culturas asociadas a estos
ecosistemas.
El llamado Ecoturismo se ha convertido en una nueva forma de
colonización y, por lo mismo, en una forma encubierta de piratería,
de nuevos saqueos, de nuevo pillaje, ahora orientados al despojo y la
apropiación de los paisajes naturales y, también, de los saberes
tradicionales indígenas sobre el uso de los recursos naturales.
Nuevas amenazas y cultura de resistencia.
Desde esta perspectiva, es evidente que el turismo representa una
nueva amenaza para la autonomía de las comunidades indígenas,
forestales y campesinas y para la conservación de su patrimonio
natural y cultural. Sin embargo, es necesario reconocer que las
estrategias de resistencia de los pueblos indígenas les han permitido
preservar, a pesar de 500 años de dominación colonial y neocolonial
(de expoliaciones, de intolerancia y xenofobia barbáricas), elementos
sustanciales de su cultura, como la lengua y el conocimiento aplicado
al manejo del entorno natural. La experiencia histórica en la lucha
por conservar la identidad propia ha sido larga, tortuosa, dramática.
Pero, hoy, aquí están los pueblos. Siguen vivos y manifestándose.
Diversas estrategias han desarrollado para sortear y revertir las
agresiones externas.
Y aquí están también, hoy, los nuevos colectivos bio-regionales, las
nuevas tribus, las redes, las diversidades vivas y reales, aquí
estamos hoy en Cancún, en un esfuerzo de convivencia pacífica, de
mutuo aprendizaje, de construcción de alianzas y vínculos.
Tenemos mucho que aprender de la resistencia indígena en el camino
hacia ese otro mundo que creemos posible, sin OMCs ni guerras
preventivas.
Ahora, ante la amenaza del turismo, los pueblos indígenas y
campesinos en todo el mundo, están haciendo surgir nuevas estrategias
de resistencia, al plantear el turismo como intercambio cultural,
solidaridad y mutuo aprendizaje entre huéspedes y anfitriones; como
una oportunidad para el autodesarrollo, para el aprovechamiento
sustentable de los recursos naturales y para el fortalecimiento de la
identidad cultural.
El reto que representa convertir una amenaza a la soberanía en una
oportunidad para el autodesarrollo comunitario implica una estrategia
con líneas muy precisas. Vamos a proponer las que nos parecen más
básicas.
Para las comunidades que, como en Quintana Roo, están en situación de
inminente invasión, las acciones a emprender son urgentes y riesgosas
pero inaplazables.
Estrategias para un Ecoturismo Comunitario Sustentable
Existen lineamientos y políticas públicas que definen al ecoturismo
como una actividad que debe orientarse a la conservación del
patrimonio natural y cultural de las comunidades indígenas y
campesinas. Incluso, se establece como un principio básico de esta
modalidad del turismo, la participación de las comunidades
involucradas, desde el momento de la planeación. También se reconoce
la importancia de la soberanía y autodeterminación de las comunidades
como elemento esencial de la sustentabilidad de los proyectos.
La Carta de Lanzarote y la Declaración de Québec recogen, de manera
pormenorizada, estos planteamientos. Sin embargo, la realidad nos
muestra que estos principios raramente se cumplen y que el
ecoturismo, por lo general, no es más que un nuevo elemento de la
mercadotecnia turística y herramienta de una nueva forma de
colonialismo.
Territorios invadidos, pueblos desplazados, imposición de leyes
discriminatorias, convenios amañados e inequitativos, fuertes
impactos ambientales, culturales y sociales: eso es lo que ha
provocado el ecoturismo en la mayoría de los casos. Esto no es una
simple apreciación. Se documenta profusamente en diversas
investigaciones hechas por especialistas en Asia, África,
Latinoamérica y Oceanía.
Ante nuevas armas de penetración y dominio, nuevas estrategias de
resistencia.
Especialmente en lugares como Quintana Roo, donde la frontera del
turismo de masas se expande a gran velocidad, las comunidades están
bajo una fuerte amenaza. La avasallante economía invasora destruye
las economías locales tradicional, socavando la sustentabilidad
social y cultural de las regiones bio-culturales.
La asimetría tan pronunciada entre el valor de los productos de la
selva y el campo y el valor de los servicios y los productos
manufacturados convierte al campesino en pobre pero sólo por una
disposición perversa y deliberada de las reglas del mercado. Esta
inequidad de origen del actual sistema económico dominante (ahora con
pretensiones globalizadoras) es lo que obliga a la emigración. En
muchos pueblos de Yucatán y Quintana Roo los hombres son
prácticamente expulsados hacia las zonas turísticas, donde existen
posibilidades de empleo, aunque siempre en los niveles más bajos de
ingreso y con las condiciones más precarias de vivienda y servicios.
Los precios que rigen en el mercado para los productos de campos,
bosques y selvas sólo sirven para que los más pobres subsidien a los
más ricos y al desarrollo urbano e industrial, mismo que sólo
favorece los intereses de grupúsculos oligárquicos. Decimos
grupúsculos no sólo porque son colectivos pequeños y cerrados que
tienen controles específicos sobre algunos segmentos de la economía,
las finanzas, la política, la geopolítica, las comunicaciones, la
educación, la industria y la guerra en todas sus vertientes
(invasiones, prevenciones, suciedades, cacerías, bajas intensidades,
atentados, guerrrillas y contraguerrillas, entre los más conocidos);
decimos grupúsculos porque en su diversidad hay intereses y visiones
divergentes y la discordia ha sido una constante en su accidentada
convivencia, desde que Colón globalizó las rutas de comercio a favor
de los intereses de los reyes de Castilla y Aragón pero con
financiamiento de los banqueros alemanes (por mencionar a los
grupúsculos inicialmente involucrados en esta empresa).
Pero la nueva amenaza que viene ahora con el turismo es aún peor que
una economía regional que expulsa a la gente de sus pueblos. En la
frontera de esa expansión invasiva del turismo debemos leer la
dramática historia del Tulum contemporáneo, apenas hace 20 años una
pequeña comunidad maya macewal compuesta por 80 familias y ahora con
casi 10 mil habitantes, en su mayoría inmigrantes, y ante la
expectativa de convertirse en una ciudad de más de 100 mil
habitantes, a costa de 8 mil hectáreas de selva, de un acuífero de
200 kms. de cavernas sumergidas y de lo poco que queda de la
organización tradicional y de la cultura de los habitantes
originales.
¿Esto es lo que le espera al resto de la bio-región?
La inminente invasión puede verse también, desde la visión perspicaz
de un pueblo que nunca se ha rendido, como una oportunidad para
defender el patrimonio natural y cultural propio, haciendo del
interés del visitante el arma para sostener la soberanía, fortalecer
la cultura y proteger el medio ambiente. Para que esto sea posible,
la relación huésped – anfitrión se debe establecer en base a acuerdos
explícitos, alianzas estratégicas locales, regionales y globales, en
base a solidaridad, simpatía, fraternidad y amistad. Y es claro que
esta oportunidad sólo es viable si las comunidades pueden tener el
verdadero control sobre los proyectos, sobre la cantidad y el tipo de
visitantes, sobre las actividades que estos realicen y sobre la
distribución y destino de los recursos que la actividad genere.
Es esencial que la actividad turística se integre de una forma
apropiada y comunitaria con el resto de las actividades productivas y
que no desplace, sustituya o elimine a ninguna de ellas. Toda
actividad turística debería insertarse en la visión amplia e integral
de un plan de vida comunitario. El ecoturismo no es ninguna panacea.
Es sólo una herramienta, entre otras, en la búsqueda de la
sustentabilidad local.
También es necesario que se integre y consolide un mercado de
visitantes responsables, sensibles, inteligentes y solidarios, que se
comprometan a ser aliados de las comunidades locales en la lucha por
la cultura y por la naturaleza.
Las alianzas con actores externos debe estar basada en convergencias
de fondo y en relaciones comerciales con principios de justicia y
equidad. Imposible trabajar bajo estos principios con agencias
mayoristas, franquicias o cadenas hoteleras. Pero, por otro lado, es
una buena oportunidad para tejer alianzas Norte/Sur y campo/ciudad
Los puntos críticos en estos proyectos son: poder generar y manejar
una oferta completa de productos a nivel regional y microregional y
vincular la oferta de una madera directa con un mercado de visitantes
adecuado; muy diferente al que se asocia con el turismo de masas que
se oferta en Cancún, la Riviera Maya y demás destinos de sol y playa
en México y en el resto de los países tropicales. Es fundamental una
estrategia que se oriente a la comercialización directa y a la
eliminación de intermediarios
Este visitante selectivo está, principalmente, entre las clases
medias de los países desarrollados y de las grandes ciudades en
cualquier parte del mundo. Se trata de personas cultas y sensibles,
con interés por la diversidad cultural, la conservación ambiental y
la justicia en las relaciones entre los pueblos. No son grandes
masas de gente, desde luego, pero nadie que no tenga afanes de
dominio y control necesita grandes masas de gente. Visitantes con
este perfil son gentes como las que han llegado en estos días a
Cancún, desde diversas partes de México y del mundo.
El acceso a un mercado así lo dan las redes que se están tejiendo a
nivel planetario entre organismos civiles. Redes donde convergen
productores, comercializadores, consumidores, investigadores,
comunicadores, luchadores sociales y que se mueven a través de
canales propios y relaciones directas y horizontales. Estas redes
deben de promover y operar las nuevas alianzas, alianzas Norte/Sur,
alianzas Campo/Ciudad, que deben ir creciendo y fortaleciéndose. Un
turismo solidario y responsable puede ser un vehículo para alianzas,
vínculos y trabajo conjunto con objetivos compartidos.
Si no se puede hacer viable una alternativa de comercio ambiental,
cultural y socialmente justo, la OMC seguirá minando las bases de la
sustentabilidad humana a una escala planetaria. En la OMC predomina
la fuerza de los intereses de Estados Unidos y sus filiales (ya sean
gobiernos de países o consejos de administración de empresas
transnacionales). Esta ruta es la de las reglas del mercado
impuestas por esa camarilla, la de la guerra por los nuevos botines
(petróleo, agua, bosques, control geopolítico) y del exterminio
colectivo. No parece que dé para mucho este modelo hoy dominante.
Por ello, las estrategias de la resistencia indígena tienen ahora una
dimensión también planetaria. La defensa de las condiciones de las
sustentabilidades bio-regionales es la única posibilidad de sustento
de la viabilidad planetaria de nuestra especie.
Reflexiones transversales desde lo local
Los problemas de los pueblos forestales forman parte de una
problemática mundial muy compleja y que puede ser abordada desde una
gran multitud de ángulos y perspectivas. Aquí planteo un eje
transversal para pensar acerca de las causas de la problemática
local. Este enfoque intenta remitirnos, desde luego, a la
problemática global, en diferentes planos y niveles.
Como vimos, la amenaza de un nuevo espejito que se nos quiere cambiar
por oro se llama ecoturismo, pero éste es sólo uno más de los
intentos neocoloniales maquinados desde los centros de poder
económico.
Es necesario pensar desde una perspectiva amplia -donde se entretejen
ámbitos económicos, socioambientales y culturales- para ubicar las
causas de los problemas que están minando las bases ambientales,
culturales y sociales que han dado sustento y larga permanencia a los
pueblos indígenas, forestales y campesinos en todo el planeta.
Propongo 9 temas de reflexión que sólo pretenden enmarcar la
problemática y esbozar algunas líneas estratégicas para la acción.
1.- Pensar globalmente, actuar localmente (Significa que, desde una
perspectiva de la problemática global, actuemos en consecuencia y de
forma local concreta)
La fórmula complementaria es igualmente importante:
Pensar localmente, actuar globalmente (Significa que desde una
perspectiva de la problemática local, actuemos en consecuencia y de
forma global tejiendo redes de relaciones, que es lo que estamos
construyendo en foros como este)
2.- Pensar la diversidad desde la identidad
No se puede pensar y aceptar la diversidad sino desde la identidad
propia. No puedo reconocer y aceptar al 'otro' si no lo miro desde
algo que soy, diferente de él.
La globalización no es sino el proceso complejo y ancestral de la
articulación de una abigarrada pluralidad de pueblos, tribus y
colectivos humanos diversos, articulación cada vez más enredada,
violenta e ineficiente.
Los que están pensando globalmente de manera concreta es porque
tienen los medios para incidir en las fuerzas que dominan en el
mundo. Y usan ese poder a favor de sus intereses particulares. Así,
los beneficios de corto plazo que ofrece el modelo de mercado
globalizado, recaen en un puñado de familias de la mafia político-
financiera-industrial-militar transnacionalizada; un limitado
conjunto de grupúsculos olígárquicos, que quiere extender su dominio
sometiendo a los pueblos del mundo con la imposición de reglas
comerciales o con la guerra preventiva de ocupación y saqueo, según
se juzgue conveniente en cada caso.
Es necesario que una nueva identidad planetaria surja y que un
pensamiento global diferente crezca y se empodere para detener la
globalización de las invasiones militares, de la rapiña disfrazada de
tratados y negocios, de la injusticia social y de la depredación
ambiental.
3.- La espiritualidad de los pueblos de las selvas y los bosques
remite a un respeto y a una humildad frente a las fuerzas de la
naturaleza, a unos valores que se comparten y se cultivan. Remite a
una cosmogonía que ubica a los seres humanos como parte orgánica del
universo. Estos valores, saberes y prácticas contrastan con sus
equivalentes occidentales, donde prevalece el afán de dominio, el
complejo de superioridad y el individualismo, que se derivan de la
visión judeo-cristiana donde el hombre es concebido como el amo de la
creación cuyo destino es dominar a la naturaleza. La mujer es aquí
un malogrado subproducto hecho para la recreación del hombre.
La espiritualidad indígena, en cambio, es también una fuente de
sabiduría invaluable que incluye técnicas de conocimiento y
aprendizaje no limitadas al razonamiento. Esta espiritualidad
promueve, también, una actitud social y cultural que da vida a un
modelo biocultural, a un tejido socioambiental que se sustenta en
valores enraizados y en normas propias, claras y socialmente
aceptadas para el acceso, aprovechamiento y manejo de los medios de
vida que la madre naturaleza nos ofrece.
Si ese sistema de normas se pierde, el patrimonio natural
desaparecería pero si la biodiversidad se degrada, si el medio
ambiente se deteriora, la cultura, en la misma medida, se degrada y
deteriora. Relaciones muy dinámicas de interdependencia entre la
naturaleza y la sociedad definen a una región biocultural. La
defensa de la cultura y de la naturaleza es, en este sentido, una y
la misma lucha.
4.- Desde lo global, es obvio que lo que aún queda de los bosques y
las selvas de este planeta debe ser protegido como una de las
prioridades para la sobrevivencia de nuestra especie en las próximas
décadas.
¿Quién ha pagado y quién pagará los costos de esta conservación?
¿Sólo las comunidades, que tienen altas exigencias y limitaciones
para aprovechar sus propios recursos y bajísimos precios a sus
productos, con lo que subsidian buena parte de los costos de los
servicios ambientales de que gozan las ciudades?
¿Sólo el consumidor responsable de productos forestales? Sería mucho
cargarle la mano a este consumidor que, además, es escaso.
Lo lógico es pasarle la cuenta a todos los consumidores y,
principalmente, a las ciudades y a sus habitantes, que gozan de
servicios ambientales hasta ahora gratuitos, que son brindados por
las áreas rurales y, muy especialmente, por las selvas y los bosques.
Los servicios ambientales insustituibles que ofrecen selvas y bosques
deberían ser valorados y retribuidos en justicia a quienes han
mantenido y mantienen esos ecosistemas. Agua, suelo, oxígeno, clima,
biodiversidad, equilibrio ecológico, hábitats humanos; todo eso nos
ofrecen las selvas y los bosques. Sin ello, las ciudades no son
posibles. El precio actual del agua sólo considera el costo de su
conducción a las ciudades. El mantenimiento de las zonas de recarga
no se considera. Por eso, hay que repensar las ciudades desde su
relación con los ecosistemas bio-regionales y bio-culturales
(incluidos de manera particular los agroecosistemas). Las ciudades
son una de las peores plagas que el sistema dominante impulsa,
dejando a campos, bosques y selvas en manos de un aparato agro-
industrial transnacionalizado y depredador, a todas luces inviable.
5.-¿Cómo transferir el costo de los servicios ambientales?
En principio, requerimos:
Precios justos a los productos agrícolas, precios justos a los
productos forestales y pago de servicios ambientales.
Para el pago de servicios ambientales proponemos:
- vía impuestos ambientales, las zonas urbanas pagan a las
comunidades por los costos de conservación de zonas de captación
de agua, mantenimiento de suelo y biodiversidad, captación de
carbono y producción de oxígeno, equilibrio climático y
ecológico.
- multas por los daños al ambiente vía emisiones de humos, gases y
calor, vertimiento de aguas contaminadas, residuos sólidos y
radioactividad.
- compensaciones especiales a beneficio de los afectados por
desmontes para expansiones urbanas, industriales, militares o
por la degradación ambiental derivada de obras civiles en
beneficio de las ciudades.
- a los culpables de destrucción ambiental por motivos militares
(bombardeos, armas químicas, incendios, movilización de
artillería pesada, etc.) debería aplicárseles penas muy fuertes
y multas especiales.
6.- Hemos llegado al absurdo de que en esta sociedad de consumo todo
tiene un valor reflejado en un precio en el mercado. Todo se ha
convertido en una mercancía. Y lo más valioso, lo que en realidad es
el único sustento de la supervivencia de nuestra especie, eso está
infravalorado, como los productos del campo o, como los servicios
ambientales, que ni siquiera figuran entre los bienes que circulan en
el mercado. Necesitamos esperar que alguien los patente para que
entonces, habiendo el 'genuino interés' de un propietario individual,
estos bienes puedan entrar en un mercado donde las mercancías deben
tener un dueño, un propietario privado que se apropie de las
utilidades, con lo que la mecánica del sistema capitalista se sigue
retroalimentando, en una espiral que ya ha llegado a las puertas del
infierno.
7.- Mientras no surja con fuerza una nueva eco-economía política que
impida que el campo siga subsidiando a las ciudades y que logre
introducir, en su justa dimensión, las variables ambientales en el
sistema económico, la maquinaria perversa dominante –que sólo anima
la globalización de un apocalipsis en oferta especial y con acciones
a la venta- nos ofrecerá cada vez más escasas posibilidades de
sobrevivencia. Por eso decimos no a la OMC, no a la política del
'libre mercado'.
8.- ¿Sería válido que alguien patentara el aire de la selva maya
cerrando un frasco con certificado de origen y pretendiendo cobrar a
todo el que, por vivir en esa región, lo respira 20 veces cada
minuto?
Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las
aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos?, se preguntaba el jefe
Lakota, en famosa contestación al jefe de Washington, hace más de 150
años. Ahora sabemos que para vender la frescura del aire y el fulgor
de las aguas sólo tenemos que seguir los lineamiento de los llamados
TRIPS (Tratados para el registro de Patentes de Propiedad
Intelectual), promovidos, claro, por la OMC.
9.- La biodiversidad y los pueblos indígenas.
Primero, la biodiversidad la 'descubrieron' los científicos
occidentales, aunque ya estaba descubierta hace miles de años por los
propios pueblos. Pero ahora, esos científicos que son empleados de
grandes empresas, no se conforman con descubrir lo que ya se conocía
sino que se atreven a patentarlo como propio.
En un nuevo intento de saqueo colonialista, la furia del capital
transnacionalizado pretende despojarnos de nuestro saber ancestral
para lucrar con él, mientras, al mismo tiempo, arremete contra las
formas tradicionales del pensamiento indígena, las que, entre otras
cosas, dan sentido pleno a los saberes de un pueblo y los reproducen
y socializan con justicia y equidad.
¡Patentar la vida! ¡Patentar un saber que me acabo de robar! ¡Qué
perversa nueva forma de piratería!
Colofón
Es muy claro que fuerzas divergentes se polarizan en nuevos
escenarios, donde permea el paradigma de la visión globalizada. La
pregunta es si el movimiento altermundista, en alianzas de
colectivos, organismos civiles, tribus, grupos de intelectuales y
artistas, minorías de toda naturaleza, pueblos indios, comunidades
forestales y campesinas, si todos nosotros, en consenso, alcanzaremos
a tejer un modelo viable para la sobrevivencia planetaria antes de
que el destino que nos tienen prometido la OMC y las mafias que se
disputan el gobierno mundial termine por aniquilarnos.
Una propuesta que intenta desarrollar el ecoturismo comunitario en la
región biocultural maya macewal, como oportunidad de autodesarrollo
con identidad, se puede conocer en
www.ecoturismomaya.com