El deber de contar es un deber serio

26/03/2003
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Carlos Powell entrevista al novelista Sergio Ramírez en Managua. Aunque lo medular del encuentro es su última novela -Sombras nada más-, el escritor aborda también asuntos del oficio de escribir y la dictadura somocista, el fin de su relación con la política, su cotidiano actual y sus proyectos. Concluye expresando su opinión sobre la crisis internacional. Introducción "...El deber de contar es un deber serio, quién lo sabe mejor sino usted", le dice María del Socorro Bellorín a Sergio Ramírez en su última novela Sombras nada más (p. 376). Pero no nos confundamos: María del Socorro no le está hablando al Sergio Ramírez que yo entrevisté, sino al personaje Sergio Ramírez, que es quien recoge los testimonios, hace las entrevistas, recibe cartas, consulta archivos y organiza todo. El prestidigitador de la novela. Ramírez se desdobla: crea a un escritor que, por esas casualidades, tiene el mismo nombre que él, pero cuya existencia sólo transcurre en la realidad interior de la novela. Por eso, cuando él dice en esta entrevista que en Sombras nada más todo es invención, debemos entenderlo al pie de la letra. Pero no diré más sobre la estructura de la novela, porque parte del desafío de Ramírez es mentirle al lector de tal manera que se trague todo el cuento. Incluso, como dice él, tiene la "arrogancia literaria" de que el lector llegue a reemplazar la realidad con la ficción, cosa que ya sucedió en otros casos, como ciertos episodios narrados por Tomás Eloy Martínez o Gabriel García Márquez, a los que nos referimos también aquí. Para lo anecdótico, apunto que anteriormente había entrevistado a Sergio Ramírez en el año 1987, también en Managua. Pero las circunstancias eran muy diferentes: él era vice-presidente de un país acosado por un ejército financiado por Estados Unidos. Después de pasar numerosos retenes y chequeos (aún siendo yo reportero del periódico Barricada), aquella entrevista tuvo lugar en el cuarto piso de uno de los únicos edificios que había quedado en pie después del terremoto de 1972, una inmensa torre blanca que aún existe, y que el gobierno revolucionario utilizaba como sede. Un edecán gubernamental o personal de seguridad, sin mirarme, había colocado su propia grabadora al lado de la mía y se mantuvo de pie a distancia prudencial durante todo el tiempo que estuvimos ahí el fotógrafo y yo. Esta vez, en cambio, todo es diferente, incluido Sergio Ramírez: un miércoles cualquiera de una tarde de marzo de 2003, me recibió él mismo en la puerta de su despacho con un sencillo "hola, Carlos". Su despacho es un búnker de libros con ventanas que dan a un jardín florido y apacible, donde se oye el trinar de pájaros, en pleno corazón de Managua. "Sentémonos", me dice señalándome un cómodo diván de cuero negro. Y yo, que había llegado nervioso como en visita de novio, de repente tengo la impresión de que voy a charlar con un viejo conocido que no he visto en años. LA ENTREVISTA I: El escritor y sus circunstancias Carlos Powell: Ha surgido en Nicaragua un movimiento político que se propone formular propuestas para reformar el Estado. Hay en él personalidades del espectro moderado, e intelectuales de peso. ¿Su "Adiós Muchachos" era sólo para sus ex correligionarios del FSLN, o era también un adiós a la política en general? Sergio Ramírez: Bueno, los asuntos de la sociedad civil llaman mi atención como cualquier ciudadano, y contribuyo cuando puedo con mi opinión; pero volver a la actividad política directa, como ser dirigente de algún partido o candidato en alguna fórmula, no tengo ninguna tentación. Cuando yo dejé la actividad política sabía que estaba regresando a mi oficio de escritor, y ahora lo cuido mucho. Me parece que cualquier distracción que me saque del oficio de escritor frustraría una etapa definitiva de mi carrera. Yo ya no tengo tiempo para más cambios, ni improvisaciones. Sé que mi oficio es escribir. Lo ejerzo a fondo y trato de hacerlo con la mayor responsabilidad posible. No siento que ninguna tentación me pueda sacar de lo que estoy haciendo, ni la silla de San Pedro. (Risas). CP: Sin embargo, en la página 159 de Sombras nada más se dice que "la historia es tantas veces poco agradecida". ¿Habría en esta expresión algún dolorcillo personal por la manera en que sus compañeros del FSLN lo trataron al final? SR: No creo que la historia haya sido poco agradecida u olvidadiza conmigo. Todavía sigo cargando el peso de protagonista de la revolución, del cual no puedo librarme. En esa frase me refiero al entramado de lo que yo llamo "pequeñas épicas", que vistas en su conjunto, son las que hacen la historia, aunque nadie las conozca, o sean olvidadas. Y vistas una por una sólo significan algo para quienes las vivieron. CP: En una entrevista que le hice en 1987, en pleno período de su vice-presidencia de Nicaragua, me admiraba que usted pudiera conciliar dos actividades tan absorbentes como ser estadista y escritor. Usted me dijo, "tan pronto como la Revolución me releve de mis funciones de estadista, regresaré de lleno a la escritura". El destino quiso que el FSLN perdiera las elecciones del '90. Pero si no hubiese sido así, ¿usted hubiera tomado la decisión, sin esperar a que "lo" relevaran? SR: Creo que a estas alturas yo ya estaría de todos modos en mi oficio de escritor, independientemente de lo que hubiera pasado. Yo nunca concebí el trabajo político como algo que iba a llegar hasta el fin de mis días. Siempre consideré que en política uno tiene que saber retirarse. El único oficio del que creo que uno no se retira es de la escritura. Creo que hubiera cumplido el segundo período de vice-presidente para el que hubiera sido electo en el 90, y hasta allí nomás. No se puede estar montado a la vez en el oficio gubernamental (que es peor que la política) y en el de escritor. Creo que las cosas sucedieron como debían haber sucedido. CP: En una entrevista con el escritor y periodista nicaragüense Erick Aguirre, se menciona la especificidad de la sociedad centroamericana, se emplean expresiones como "realidad alucinante", "pequeños infiernos tropicales" y "situaciones anormales". ¿Podría ampliar? SR: A mí me parece que estas sociedades siguen siendo rurales. La familiaridad que se establece entre grupos sociales se debe a que los grupos de poder son pequeños y muy vecinos, aunque tengan territorios adversos. Todos este juego de los elementos tan precarios de la modernidad en nuestras sociedades, en donde se acumulan distintos estratos sociales conviviendo de manera anárquica, unos que ya deberían haber desaparecido, como el mundo rural y todas sus tradiciones, y otros que apenas están emergiendo, la nueva burguesía improvisada, los nuevos ricos. Todo esto le da a la sociedad centroamericana un carácter bastante particular. Las relaciones de poder siguen siendo arbitrarias, el poco peso que tienen las instituciones, a pesar de que hay elecciones periódicas, los jueces que no tienen independencia de los partidos o de vínculos personales y no respetan la neutralidad en el ejercicio de la justicia. Todo esto pinta un cuadro bastante anormal. Está muy lleno de recursos para la novela. CP: En la introducción a sus Cuentos Completos, Mario Benedetti emplea la expresión "obra aleccionadora". Personalmente me incomoda la expresión, y quisiera saber si hay, como él dice, alguna intención pedagógica en su obra. SR: No hay una intención pedagógica deliberada. No me gusta aparecer como tratando de dar lecciones, o una pedagogía literaria. Cuando uno se apunta a eso, en general fracasa. Una novela es aleccionadora cuando uno es capaz de sacar sus propias conclusiones, dependiendo de lo bien escrita que esté la novela, ésta puede revelar un mundo que el lector puede sentir como real. Pero aleccionar no es una tarea literaria. Quizá Benedetti habla allí como lector, en base a su experiencia personal al leer mi obra. II: El escritor y la dictadura CP: En la literatura latinoamericana hubo un ramillete de novelas sobre la dictadura, como Yo, El Supremo, El Otoño del Patriarca, El Señor Presidente, Conversación en la Catedral...En ellas el dictador aparece como un personaje central. Sin embargo, en su obra no es así: Somoza lo impregna todo, es omnipresente, pero no es personaje central. ¿Es una opción deliberada suya? ¿Es porque se trató de una dinastía y no de un solo individuo? ¿Cómo lo explica? Quizá me equivoco... SR: No, no se equivoca, es muy correcto. Yo he escogido el procedimiento de hablar de la dictadura y no del dictador. Creo que el tema del dictador era ya bastante socorrido en la literatura hispanoamericana, desde Tirano Banderas en adelante. A mí lo que me fascina es entrar en la atmósfera oscura que crea la dictadura sobre los seres comunes y corrientes, los que están cerca del dictador o lejos, y cómo el poder de la dictadura corrompe las vidas humanas, aunque no lo quieran. Personas que son inocentes o ajenas al poder dictatorial se ven desplazadas de sus lugares habituales en la vida. Esto es lo que siempre me ha fascinado del poder. Por eso es que desde que yo traté al personaje en mi novela ¿Te dio miedo la sangre?, en Margarita está linda la mar y ahora en Sombras nada más, esa ha sido la posición que he tenido: Ver el fondo del telón. CP: Macario Palacios, personaje corrupto y despótico de la fauna somocista en Sombras nada más, es descrito de manera muy similar al dictador perpetuo en Yo El Supremo: un individuo que conoce hasta los más nimios detalles de la vida personal de sus dominados, una mezcla extraña de paternalismo y paranoia. ¿Reminiscencias de la obra de Roa Bastos? SR: Nunca leí Yo, El Supremo. Sin embargo, hay vasos comunicantes en la literatura, y la figura del dictador se parece bastante siempre. El primero de sus atributos es tener muy buena memoria, interiorizarse de las parentelas de cada quien, los detalles de sus vidas, preguntar por los hijos y los nietos. Porque además los caudillos latinoamericanos son padrinos de los hijos de sus dominados. Eso fue típico de Emiliano Chamorro, Anastasio Somoza García, y de nuestros políticos en general. CP: En Nicaragua han salido en la última década obras que escarban en la historia reciente para entender qué pasó con el proyecto revolucionario, por qué se derrumbó de manera tan estrepitosa. Algunos autores parecen escribir descargando también un dolor, una frustración personal. ¿Cómo valora esta producción? ¿Hay en ella algo de catarsis? SR: Me parece absolutamente natural que esto ocurra, en primer lugar porque la revolución fue el hecho más trascendente en Nicaragua en el siglo XX y el que se suponía iba a crear más transformaciones de fondo en la sociedad. Fue un hecho espiritual también, en el cual mucha gente se comprometió. Por lo tanto las frustraciones, el desencanto, la desilusión o el décalage (desfase, NDP) entre lo que se pensó y lo que fue, todo este choque es el fermento para la creación novelística. Una década ha pasado y comienzan a hacerse intentos de interpretación de todo esto, y ver las vidas humanas dentro de este proceso, porque al fin y al cabo las novelas son sobre seres humanos más que sobre hechos históricos. Muchas vidas humanas resultaron afectadas por esta hecatombe. El dolor es parte de todo ello. CP: Quisiera que comentara esta afirmación: para Nicaragua y su pueblo haber tenido una dinastía dictatorial como la de los Somoza, la más larga de la historia de América latina, fue un verdadero calvario. Pero para un escritor, una mina de oro, una suerte. SR: Para un escritor todo lo que abona su experiencia es una suerte. Sea lo que sea. Mario Vargas Llosa decía que los escritores son como buitres, que se alimentan de la carroña. La verdad es que yo pasé mi vida marcado por la dinastía de la familia Somoza. Nací cuando gobernaba el padre (Anastasio Somoza García, víctima de un atentado en 1956, NDP). Fui a la universidad (en la ciudad de León, donde estudió Derecho, NDP), cuando estaba gobernando el hijo mayor del fundador de la dinastía (Luis Somoza Debayle, fallecido en 1967, NDP). Después me fui al exilio a Costa Rica y regresé a la hora que había que derrocar al último de los Somoza (Anastasio "Tachito" Somoza Debayle, NDP). La dictadura somocista es insoslayable en mi vida. Todo lo que yo escriba sobre Nicaragua estará marcado por esa sombra, por esa presencia. Muchos lo ven como un asunto del pasado, al que no se puede volver, y eso es cierto en un sentido, pero el escritor siempre está regresando al pasado. CP: ¿Quizá saltando del presente al pasado y viceversa? Porque si bien no se nombra a Arnoldo Alemán, en la página 220 de Sombras nada más se alude a su canción favorita, "Sigo siendo el rey"... SR: Las situaciones de la novela pueden leerse de manera contemporánea. La atmósfera de corrupción y de servilismo, muy propia del somocismo, es parte de una cultura que volvió a repetirse en tiempos de Alemán. La escena de la piscina también lo demuestra. III: El escritor y Sombras nada más CP: Usted formó parte del gobierno revolucionario sandinista de los años 80. Era una época -que yo también conocí- en donde no había muchos matices para interpretar toda la complejidad social e individual, digamos que las cosas se veían en blanco y negro, y el gris era sospechoso. Con esta última novela, desde el título nomás y luego de modo recurrente, aparece la palabra "sombra". ¿Se trata de esa zona indefinida del alma, ese gris, ambivalente, donde se acumulan todas las contradicciones humanas, todo el potencial de lealtades y traiciones? Dista mucho de ser una visión maniquea de la realidad. ¿Qué ha cambiado en el análisis social de Sergio Ramírez? SR: En primer lugar, reconozco que escribir una novela como ésta en los años 80, no hubiera sido posible. En cambio sí pude escribir Castigo Divino (una novela de intriga policíaca y amorosa, situada en la ciudad de León, Nicaragua, NDP). Había en los 80 una polarización en la sociedad que hacía imposible en la literatura -y más siendo yo parte del poder revolucionario- hacer una aproximación integral de los personajes y sus situaciones. Tuvo que haber pasado bastante tiempo para que yo pudiera, desde lejos, tomar esta visión que soy capaz de profundizar en esta novela tantos años después de que se dieron aquellos acontecimientos. El tiempo hace que las visiones se vayan moderando, modificando, sobre todo cuando se trata de un escritor que estuvo involucrado en la política y que tuvo necesariamente que tomar partido, que tuvo que actuar en nombre de decisiones colectivas, representar una posición oficial. Me parece que en ese momento no hubiera resultado el intento de escribir una novela como Sombras nada más. Esta novela aparece en mi carrera literaria cuando tuvo que aparecer, esto no es gratuito. Estoy aliviado de cualquier carga política y no tengo ningún compromiso con ningún partido, ni con una posición política concreta. Por lo tanto puedo hacer uso de mi libertad creador sin tener que responder delante de ninguna entidad política. CP: Entonces, ¿estamos hablando de una evolución en su manera de analizar el ser social? SR: Bueno...Oliverio Castañeda (personaje central de Castigo Divino, NDP) también es un ser de una complejidad humana muy grande, de terribles ambivalencias, pero no está inmerso en una situación política. Me parece que esa es la diferencia que deberíamos hacer. En términos reales yo hubiera sido el adversario político de Alirio Martinica, entonces allí la cosa se dificulta más, porque estoy situándome yo mismo, retroactivamente, en una situación humana y política mucho más compleja. Para resolverla hay que desprenderse de ese contexto real y verse en un escenario imaginativo donde no haya ningún prejuicio ni impedimento para asumir al personaje y llegar a hablar por su boca, desde su propio punto de vista, sin traicionarlo. CP: Podríamos decir que las intrigas policíaco-amorosas de Castigo Divino, en Sombras nada más son "intrigas socio-políticas", en un micro-mundo nicaragüense... SR: Sí, aunque esto no resta responsabilidad en cuanto a los actos individuales, pero sí permite tratar a los personajes con más compasión... CP: En la página 83 el Comandante Nicodemo, juez del tribunal revolucionario, le dice al reo Alirio Martinica: "Si nos vamos demasiado atrás en tu vida es porque uno no puede evitar preguntarse de dónde salió este hombre que tenemos frente a nosotros, cómo se transformó en lo que llegó a ser, porque te digo una cosa: acepto que fuiste un revolucionario en tu juventud." ¿Esta frase expresa lo medular de la novela, ese juego fatal de contradicciones y complicidades? SR: Lo que pretendo es exponer la condición humana, que es siempre cambiante, y contradictoria. Lo que Alirio Martinica sufre es una metamorfosis, como Ignacio Corral sufre otra, y los planos de sus vidas vuelven a encontrarse cuando han recorrido órbitas contrarias. En la vida, dos antiguos compañeros de estudio pueden volver a encontrarse, aunque estén en planos antagónicos. Sólo en el discurso político esto no es posible. CP: En la página 330, Martinica dice, "está de por medio mi dignidad, no quiero que me utilicen como trapo de piso" y Judith (también miembro del tribunal revolucionario) contesta "perdone si lo he hecho sentirse así". ¿Se le está concediendo a Martinica, en el contexto novelado, una dignidad a la que su modelo real no tuvo derecho? SR: Acosado, solo, sin cambiarse de ropa, sin dormir, Alirio Martinica vuelve por la palabra dignidad, y Judith le reconoce este derecho a usarla. Esa palabra resulta extraña en los labios de un hombre de semejante trayectoria, pero sigue siendo un ser humano, pese a todo. ¿Y si usara esa palabra sin ninguna sinceridad, sólo por astucia de presentarse más humillado de lo que ya está? También seguiría esta actitud siendo parte de su condición humana. CP: Usted ha afirmado que absolutamente todo en esta novela es ficción. Cuando sabemos que hay un marco referencial histórico tan evidente, la dictadura, ¿es esto posible? SR: Todo es fabricado. Todo se hace atando cabos. Aparenta ser una novela testimonial porque inserta testimonios que también son ficticios, y luego se da noticia detallada de estos testimonios, de dónde han sido tomados, en qué circunstancias fueron conseguidos, para terminar de convencer al lector. Yo creo que en la medida en que el lector queda convencido de que lo que le estoy contando es real, yo estoy desempeñando mi papel. Mi papel es buscar cómo engañar al lector. CP: Me hace pensar en casos como La Novela de Perón, o Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez, de las que se han llegado a tomar ciertos párrafos como citas históricas. O aquél alcalde colombiano que erigió un monumento a la memoria de los muertos en una masacre bananera, tomada de una obra de Márquez. ¡La ficción viene a suplantar la realidad! ¿Podría ocurrir lo mismo en Nicaragua? SR: ¡Mi intención es precisamente que eso suceda! Además, ya ha pasado. Por ejemplo, cuando en Margarita, está linda la mar, yo cuento que Rigoberto López se acerca bailando con su pareja para dispararle a Somoza García, es una invención mía; y ese pasaje ya ha aparecido en otros libros mencionado como un episodio verdadero. No me citan, pero citan el episodio. Si ocurriera esto con Sombras nada más, quiere decir que voy por buen camino. CP: También están esos escenarios que usted describió antes de conocerlos, y que luego, al visitarlos, prefirió la descripción hecha por usted. SR: Sí, es el caso por ejemplo del sitio donde se desarrolla el interrogatorio de Martinica. Cuando fui a Tola y vi el sitio de los hechos reales, me gustó más el que yo había imaginado, de modo que me quedé con él. A veces la novela corrige ciertos aspectos de la Historia para adaptarlos a su historia interna. Esto es una gran arrogancia del escritor, pero funciona en términos literarios. CP: Hay en esta novela muchas técnicas de escritura que no había en las anteriores, superposición y simultaneidad de diálogos, múltiples voces femeninas, invención de fuentes ficticias, diálogo del autor con personajes pretendidamente reales, correos electrónicos, mezcla de interrogatorios con sueños, transcripciones de escuchas telefónicas...¿Qué influencias hay en todo esto? SR: Esta es una novela donde hay muchas conversaciones, en distintos planos. Hubiera sido imposible manejarla de principio a fin con guiones únicamente, es decir, con una técnica muy socorrida. Por eso tuve que recurrir a tantos subterfugios narrativos. Pero no estoy tomando de alguien en particular, sino de muchas lecturas acumuladas. Es la novela misma la que impone las técnicas narrativas que se van a emplear. CP: Precisamente, yo la he leído como una sinfonía de voces: ¿no es también una manera de darle voz a personajes que en su momento no la tuvieron, de uno y otro bando? SR: No hay un proyecto deliberado de darle voz a quienes no la tuvieron. Yo he querido recordar cosas que están sucediendo mientras Anastasio Somoza Debayle está cayendo, ciertas atrocidades como la masacre de los niños de Belén perpetrada por la Guardia Somocista, y al mismo tiempo esta atrocidad que unos hombres, hechos prisioneros por las fuerzas revolucionarias, sean juzgados y fusilados sin ninguna legalidad, sólo con el aplauso o el silencio del público. Esos contrastes están creados deliberadamente para producir un choque en la conciencia del lector. CP: Y tantos personajes femeninos, siete quizá, es algo inédito en su obra... SR: Sí, era un desafío que me impuse, es lo más difícil para un novelista masculino hablar desde el alma femenina.... CP: Pero, ¿por qué quiso enfrentar ese desafío? ¿Por experimentación o porque la historia se lo exigía? Me imagino que no es por equidad de género... SR: (risas) ¡No, eso sólo en las listas de candidatos de los partidos políticos! Yo necesitaba voces femeninas también para contar, porque como dije, la novela es un conversatorio. Era necesario que la viuda de Martinica contara las cosas desde su perspectiva, era necesario que hablara una de las madres de los niños masacrados en Belén, o el informe de Cristina, que ella hace en Cuba a solicitud de Carlos Fonseca...me parecen piezas esenciales de la novela. Fue un verdadero tour de force, porque se trataba para mí de asumir distintos registros femeninos. Una cosa es el registro de una mujer campesina que se expresa oralmente, otro muy diferente el de una mujer burguesa que escribe un email desde su apartamento de Miami...Tuve que pasarle estos textos a mujeres, incluyendo a mi hija, para que me los aprobaran o desaprobaran...en algunos casos tuve que rehacerlos, porque seguía hablando yo, no ellas. CP: Hay varias alusiones a "compañeras revolucionarias" que tienen que hacer las tareas domésticas o servir a los hombres en la clandestinidad. ¿Machismo manifiesto dentro del FSLN? SR: Esa es una situación que nunca cambió ni durante la lucha, ni durante los años en el poder. Recuerdo a compañeras guerrilleras, o aguerridas, diciendo al referirse a su varón: "le voy a tener un hijo", como si fuera una tarea doméstica más. Es algo muy antiguo y profundo en la cultura nicaragüense, y los hombres siempre son "corridos" de las cocinas... CP: Martinica asegura haber visto una vez, en su juventud, a Carlos Fonseca y dice: "Una vez nada más lo vi y me aburrió con su fanática letanía". Es una opinión casi iconoclasta del líder máximo del FSLN. ¿Quién está hablando? SR: Yo me cuido de dar opiniones en mis novelas, sino, le quitaría ese papel a mis personajes. Yo me encontré con Carlos Fonseca por lo menos en unas diez ocasiones, una vez en Nicaragua, y las restantes en San José, y hablamos siempre de muy variados temas, de literatura, historia política. Era un hombre intransigente en sus opiniones, y cerrado a la hora de defenderlas. IV: El escritor y su cotidiano CP: ¿Qué está leyendo en este momento? SR: Un libro de Stendhal, que se llama Del Amor. CP: ¿Por placer, como lee cualquier lector? SR: Es que mi próxima novela quiero que sea una historia de amor. Pero es un libro muy bello y lo leo con placer, es sobre los mecanismos del amor o el "oficio amoroso". CP: ¿Quiere decirnos qué está escribiendo ahora? SR: Estoy preparando mi discurso de ingreso a la Academia de la Lengua, es un trabajo sobre la narrativa de Pablo Antonio Cuadra, que va a servir también de prólogo a sus obras completas de narrativa teatral. También tengo que escribir un prólogo a El Poder y la Gloria, de Graham Greene, para una serie de literatura contemporánea inglesa que va a editar el Club del Libro de Barcelona. Cuando salga de eso, voy a sentarme a escribir esta próxima novela, para la que estoy haciendo por el momento lecturas preliminares. Quiero que sea una historia de amor. CP: ¿Me está dando una primicia? SR: (risas) Bueno, puedes ponerlo así, pero de pronto mañana se me ocurre otra cosa. Por el momento ése es el proyecto. Quiero hacer un experimento con dos personajes y una historia de amor. CP: ¿Tiene algún vínculo de exclusividad con Alfaguara? SR: No, pero soy autor de esa casa y estoy muy contento con ellos, por lo tanto les someto de primero a ellos mis libros. Digamos que es una exclusividad escogida. CP: ¿Cuál es su rutina diaria? SR: Salgo muy temprano a caminar, como una hora, después entro a Internet para leer los periódicos. A eso de las 8 ya empiezo a escribir, hasta mediodía. Por la tarde me dedico a asuntos administrativos generales y también de la literatura, que tiene muchos, contratos y cosas así. Por la tarde contesto también la correspondencia electrónica. Y al final de la tarde veo amigos, salgo con mis hijos, hago vida que se llama "social"... V: El escritor y la sociedad literaria nicaragüense CP: ¿Quisiera mencionar algunos escritores jóvenes de Nicaragua a los que usted les ve futuro, o le parece improcedente? SR: No, no quisiera...Siempre que uno hace eso queda mal, porque nombraste a uno y no al otro, siempre hay uno de más o uno de menos...Lo que sí estoy viendo yo es que en este país tradicionalmente de poetas, están surgiendo narradores prosistas, novelistas. Hasta dónde va a llegar cada uno, no sé. Pero me entusiasma mucho que se estén escribiendo novelas, como tú decías antes, sobre el filón más rico, que es escarbar en la revolución. CP: Hay casos como el de Jorge Luis Borges que jamás escribió novela, o Ernesto Sábato que jamás escribió poesía o cuento. Usted, que nació en el país de Rubén Darío, ¿jamás escribió poesía? SR: En la colección de la revista Ventana están algunos de mis poemas. Pero es algo del pasado, nunca le di mucha importancia, me convencí rápido que yo quizá tenía los sentimientos pero no la habilidad y la técnica para la poesía. Lo que pueda tener de poeta queda en mi prosa. Mi primer libro publicado, en 1963, fue un libro de cuentos. CP: ¿Qué consejos le daría a un joven nicaragüense que quiera ir por la senda de la narración? SR: No jugar a ser escritor, actuar por impulsos, sino escribir con disciplina, todos los días del mundo, no distraerse de la escritura. No se nace escritor, es un oficio que se aprende y se practica como cualquier otro, muy artesanal y tiene responsabilidades éticas considerables. Parte del oficio es leer, leer mucho. También hay que tener mucha paciencia para corregir, desechar y volver a empezar. Y por fin, tener humildad, un escritor joven no tiene que escribir con la idea de que los lectores y los editores están esperando que él termine su libro, o que el mundo no va a estar bien si no lo leen. VI: El escritor y la crisis internacional: "Estados Unidos está profundamente equivocado" CP: Para terminar, usted que fue miembro de un gobierno que tuvo que enfrentar la ira de Estados Unidos, cuando estaba Ronald Reagan, ¿podría darnos su opinión sobre la crisis internacional actual, la invasión a Irak? SR: Creo que cuando se abre una caja de Pandora, no se puede saber qué saldrá. Los norteamericanos creían que ellos iban a entrar en Bagdad en unos días y que las masas iban a salir a aclamarlos como libertadores. Esto no ha sucedido y las cosas se están complicando cada vez más. La regionalización del conflicto es más que una posibilidad. No dudo que haya muchos en Irak en contra de Hussein, y a mí mismo este personaje no me merece ningún respeto. Pero otra cosa es ver a su país invadido por una fuerza extranjera. Como se trata además de una guerra de imágenes, me parece que la peor que se les puede haber ocurrido fue izar una bandera de Estados Unidos en la ciudad de Umm Qasr. Ya han tenido que reconocer que se equivocaron en los cálculos, hay más envío de tropas, esto no augura nada bueno, porque hay una resistencia feroz, están calculando varios miles de muertos entre las fuerzas anglo- norteamericanas. CP: Nicaragua tuvo que poner sus propios muertos para sacarse de encima a Somoza. SR: Sí, yo rechazo que otro país se arrogue ese derecho, esa libertad, bajo cualquier pretexto, por muy idealista que parezca o pretenda ser esa "liberación" de Irak. Nadie le ha dado ese papel a Estados Unidos, además de estar subvirtiendo una vez más el orden internacional, violentando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Todo esto va a traer muchas consecuencias. Estados Unidos siente que es el único poder mundial estratégico-militar y puede ordenar el mundo de acuerdo a sus objetivos y a su voluntad., como lo ha dicho Bush. Y de estos extremismos parten siempre las grandes equivocaciones históricas. CP: ¿No diría ahora, como en otras épocas, "yanqui, enemigo de la humanidad"? SR: No, yo no me guío por lemas que reflejen odio. No soy enemigo de los Estados Unidos. Pero sí estoy señalando que están profundamente equivocados. Managua, Nicaragua, 26 de marzo de 2003 Breve biografía y obras de Sergio Ramírez Sergio Ramírez nació en 1942, en Masatepe. Escritor y político nicaragüense. Graduado en Derecho por la Universidad de León. En sus años universitarios participó en movimientos estudiantiles y en el grupo literario de la revista Ventana (1960). Luego se incorporó a la oposición política contra el gobierno de Anastasio Somoza Demayle, realizando tareas de propaganda internacional en Costa Rica y en la entonces República Federal de Alemania. En 1979 formó parte de la Junta de Gobierno que tomó el poder a la caída del dictador. Fue elegido vicepresidente del gobierno (1984) por el Frente Sandinista de Liberación, cargo que ocupó hasta 1990, año en que la fórmula del FSLN (en la que él iba otra vez como vice-presidente de Daniel Ortega) fue derrotada por la coalición de partidos UNO (Unión Nacional de Oposición), teniendo como candidata a Violeta Chamorro. Sergio Ramírez integró el disidente Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), del que posteriormente también se separó. En su libro Adiós Muchachos Ramírez relata su experiencia política personal y los mecanismos que, desde su punto de vista, condujeron al alejamiento del FSLN de sus auténticas raíces sandinistas. Hoy, sin embargo, Ramírez se encuentra dedicado exclusivamente a su actividad de escritor. Su obra literaria se inicia en 1963. En 1967 publica Nuevos cuentos y prosigue con Tiempo de fulgor (1970), De tropeles y tropelías (1972), Charles Atlas también muere (1976) y ¿Te dio miedo la sangre? (1976), libros en los que practica libremente ciertas fórmulas realistas para abordar temas de la historia social de su país. Con Castigo divino (1988) ensaya una parodia del lenguaje de cierto cine estadounidense de los años cuarenta, y en Un baile de máscaras (1995) hace una reconstrucción novelesca y autobiográfica de un personaje supuesto. Publicó asimismo libros de artículos de índole política (Balcanes y volcanes, El alba de oro, Seguimos de frente, Estás en Nicaragua, Adiós Muchachos), algunos de los cuales se reunieron en Las armas del futuro (1987) por Reynaldo González. En 1997 ganó la primera edición del premio literario Alfaguara, con su novela Margarita está linda la mar (1998). Ese mismo año la editorial publicó sus Cuentos Completos, y en 2002, lanzó la novela Sombras nada más. Ramírez hará pronto su ingreso a la Academia de la Lengua con un discurso sobre la narrativa de Pablo Antonio Cuadra. Actualmente (2003) trabaja sobre una novela centrada en el tema del amor.
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