Congreso Nacional de Paz y País. Bogotá, mayo 9, 10, y 11 de 2002
Carta de Paz y País
10/05/2002
- Opinión
Llamamiento Final
Este Congreso afirma que para la construcción de paz y país no hay alternativa
diferente a la solución política negociada. La guerra no es viable ni humana,
ni económica ni políticamente. Es imperativo continuar y concretar el proceso
de negociaciones con el Ejercito de Liberación Nacional ELN y crear las
condiciones que permitan el pronto restablecimiento de las negociaciones con las
FARC. Ello exige reconstruir la confianza entre las partes sobre la base del
pleno respeto y aplicación de los derechos humanos y el acatamiento del derecho
internacional humanitario. El gobierno debe acogerse a las recomendaciones de
las Naciones Unidades y de la Corte Interamericana sobre de derechos humanos y
cumplir con su obligación de luchar contra los grupos paramilitares.
Atravesamos por una grave crisis social que se expresa en el desconocimiento de
los derechos económicos, sociales y culturales de la población y en la
degradación de las condiciones de vida de los colombianos. Más del 50% de los
colombianos viven en condiciones de pobreza, 20 personas mueren o desaparecen
diariamente por la violencia sociopolítica, cada día una persona es víctima de
desaparición forzada, ocho son secuestradas y casi mil son desplazadas
forzadamente.
La solución en profundidad de estos problemas y la superación de las causas del
conflicto requiere de la participación organizada de la sociedad y la
construcción de poder ciudadano a partir del fortalecimiento de los procesos
locales, regionales y sectoriales y del respeto a la nación pluriétnica y
pluricultural; así con base en una agenda social que sirva de fundamento a las
transformaciones democráticas de la sociedad, es preciso avanzar en la
construcción de un nuevo país.
Una paz estable y duradera, como lo expresó la CUT en la instalación de este
Congreso, sólo será posible si se hacen transformaciones avanzadas que le pongan
freno al enriquecimiento desmedido de unos pocos y redistribuya el ingreso, que
mejoren las condiciones de vida y de trabajo y que democraticen la vida del país
posibilitando la participación de los ciudadanos en las decisiones que los
afectan, más allá de los certámenes electorales.
La paz no debe reducirse a la finalización de la confrontación armada, es decir,
a un asunto meramente militar. El fin del conflicto armado debe abrir nuevos
caminos a la democracia, la justicia social y la superación de la impunidad.
La resistencia a la guerra es un proyecto de esperanza para la sociedad
colombiana que contribuye desde lo local a la construcción de la paz y a la
defensa de los derechos de todos y todas. La insurgencia, el paramilitarismo y
el Estado y sus Fuerzas Armadas deben respetar la decisión de las comunidades
indígenas, negras, gitanos y raizales de mantenerse al margen de la
confrontación, respetar su autonomía, territorios y autoridades. Esta
resistencia a la guerra se ha extendido a sectores del campesinado, pobladores
urbanos, movimientos de jóvenes y de mujeres, lo que expresa la voluntad
colectiva contra la guerra y a favor de la paz.
La paz mediante el dialogo y la negociación es posible
El diálogo en medio de la guerra y la guerra sin diálogo deben ser superados por
un nuevo proceso que desde este Congreso exigimos a las partes a partir de
nuestra condición de expresiones sociales que nos resistimos a aceptar
pasivamente la guerra y que estamos convencidos de que este conflicto sólo puede
terminar en una mesa de negociación. La sociedad demanda a la insurgencia jugar
en un nuevo ordenamiento político democrático y al establecimiento ceder en
privilegios y entrar por la vía de las transformaciones políticas y sociales.
Pero un nuevo proceso de paz entre el gobierno y las FARC y la consolidación de
un proceso con el ELN deben tener en cuenta algunos criterios para reconstruir
confianzas entre las partes contendientes, el país y la comunidad internacional
con miras a emprender nuevos caminos de diálogo. Entre tales criterios están:
1. Manifestaciones inmediatas y unilaterales de acatamiento del derecho
internacional humanitario por parte de la Fuerza Pública y la insurgencia,
expresamente en lo que se refiere a la exclusión de la población civil del
conflicto, la suspensión inmediata del uso de armas de efectos indiscriminados
(artesanales o de alta tecnología), el cumplimiento por parte del gobierno de
Colombia de las recomendaciones de Naciones Unidas en el tema de los derechos
humanos, la impunidad y el paramilitarismo y la libertad de todos los
secuestrados y secuestradas en el país.
2. Decisiones inmediatas del gobierno y el ELN para materializar la propuesta
de tregua integral bilateral como un paso decisivo para afianzar un proceso de
paz con este grupo insurgente en la perspectiva de realizar la Convención
Nacional que se propone. Igualmente preservar los valiosos aportes de la
comunidad internacional en este proceso.
3. Recuperación de la agenda acordada entre el gobierno y las FARC y definición
de un nuevo cronograma sobre la base de un compromiso de las partes de no
levantarse de la mesa hasta la firma de un acuerdo final de paz, aprovechando
para este propósito las Recomendaciones de la Comisión de Personalidades que
alcanzaron el carácter de preacuerdo.
4. Acuerdo para que sea posible que un país o países sean sedes de
acercamientos entre el gobierno y las FARC con facilitación y veeduría
internacional en el tema de los derechos humanos y el derecho internacional
humanitario y en el desarrollo de la agenda y el cronograma.
5. Habilitación de espacios de diálogo e interlocución entre las Mesas de
Negociación y diversas expresiones de la sociedad civil para que se conozcan las
propuestas e iniciativas de los sectores sociales que no participan en el
conflicto armado y si sufren sus consecuencias. Negociación bilateral y
nacional, reconocimiento e interlocución con la sociedad civil y política.
6. Los diálogos de paz emprendidos por autoridades locales y regionales son
imprescindibles para el logro de la paz. Con ellos se hacen posibles los
acuerdos humanitarios, la gobernabilidad, la aproximación a la superación del
conflicto. Más que oponerse a ellos el gobierno central lo que ha de hacer es
asumirlos, rodearlos de garantías y liderarlos.
7. Discusión de un modelo de tregua o cese de hostilidades como preámbulo para
que el proceso se adelante en territorio nacional, bajo el monitoreo de la
sociedad civil y la facilitación de la comunidad internacional.
8. La paz necesita el concurso claro y decidido de las Fuerzas Armadas en el
marco de una política nacional y estatal de paz; es preciso acordar la forma de
hacer viable su participación en el proceso de diálogo, negociación y acuerdo
nacional de paz.
9. La construcción de la paz implica la participación de la mujer en las
instancias visibles y definitorias del proceso.
10. En la preparación de las condiciones para el reencuentro y fortalecimiento
de alternativas de solución política, es urgente buscar escenarios de diálogo y
concertación entre el gobierno y los sectores sociales para buscar salidas a la
profunda crisis social y económica que vive el país.
Crisis humanitaria
Los dolorosos acontecimientos de estos días en Bojayá, Barbacoas, Catatumbo,
Sierra Nevada y Putumayo, entre otros de toda geografía nacional retumban en
este Congreso mostrando la magnitud de la crisis humanitaria. En Bojayá se
conjugaron la indolencia e irresponsabilidad del Estado ante las alertas sobre
graves amenazas para la población civil, la complicidad de la fuerza publica con
los operativos de los paramilitares y la acción brutal de la guerrilla que
recurrió a armas de destrucción indiscriminada produciendo la muerte a más de un
centenar de civiles. Los bombardeos desde aviones y los ametrallamientos desde
helicópteros no identificados contribuyeron también a la muerte de civiles.
Cerca de 500 seres humanos entre combatientes y no combatientes son el saldo
monstruoso de los acontecimiento de Chocó, que muestran la imagen exacta del
camino de la guerra que ofrecen a Colombia los promotores del desastre nacional.
A todos los grupos armados irregulares y a las fuerzas del Estado, les decimos
desde este Congreso. La garantía y realización del los DDHH son fundamento para
el logro de la paz. El Estado no se puede excusar en la existencia del
conflicto armado para incumplir sus obligaciones en materia de DDHH y de
aplicación de las normas humanitarias. Ni los grupos insurgentes o
paramilitares se pueden escudar en la existencia de una guerra irregular o en
las acciones de barbarie de otros, para desconocer las normas humanitarias.
Para afrontar la situación de barbarie, los crímenes de guerra que se vienen
cometiendo, las graves violaciones a los derechos de la población civil, es
fundamental el levantamiento pacifico de los ciudadanos en contra de la guerra y
la violencia. El Estado, como lo reclama el Senador Edward Kennedy e
importantes organizaciones de Derechos Humanos en el mundo, debe combatir
efectivamente a las llamadas autodefensas ilegales, romper en forma definitiva
todo tipo de vínculo con los paramilitares; debe superarse la impunidad y
someter a la justicia ordinaria a los oficiales implicados en violación de
derechos humanos.
Hechos como los de Bojayá o el Naya, no pueden quedar en la impunidad.
Tribunales ad hoc y misiones internacionales deben contribuir con las instancias
nacionales al esclarecimiento de estos crímenes y a la vigilancia para que se
establezca la verdad y opere la justicia.
Este es un llamado a la efectiva solidaridad con las víctimas de la barbarie y
la confrontación violenta. Con los desplazados que requieren respuestas prontas
e integrales, con las comunidades amenazadas y sitiadas que se ven sometidas al
hambre, al racionamiento arbitrario y al abandono. Con los huérfanos y
huérfanas de esta guerra inútil. Con las personas secuestradas y desaparecidas
y sus familias que reclaman vida y libertad inmediata.
Reforma política y democracia
El congreso Paz y País plantea la urgencia de una reforma política y social
incluyente, que tenga en cuenta la división de los poderes públicos (ejecutivo,
judicial y el control público); la relación fuerza pública estado y sociedad, el
ordenamiento territorial y administrativo, el sistema de participación política,
partidos y régimen electoral, en el camino de la construcción democrática de
nación desde nuestros propios acumulados históricos y culturales.
Así mismo esta reforma debe reconocer las múltiples formas de discriminación en
términos de clase social, étnica, genero, generaciones, orientación sexual y
tomar medidas concretas para superarlas.
Política social
Existe una crisis general de la política social como resultado del modelo
económico vigente. Se acentúa la crisis en campos como el empleo, la salud y la
seguridad social. Ante la exclusión se produce una dinámica muy activa hacia la
participación de grupos que representan minorías étnicas, sexuales o sectores
como las mujeres, los jóvenes y ancianos que buscan mayor visibilidad de
reconocimiento social para poder acceder al desarrollo social y económico.
Como estrategias principales se plantean cese inmediato a las hostilidades
sociales, cambio al modelo de desarrollo económico por un modelo alterno
democrático con equidad y justicia social, acciones unificadas de los sectores
sociales, sindicales y organizaciones políticas y de la sociedad civil,
interesados en superar la crisis social.
Fortalecer procesos particulares existentes o que se están gestando para
elaborar entre todos una reforma con contenido social en los modelos laboral,
educativo, de salud y seguridad social, lo cual implica cambios legales e
inclusive constitucionales (Ej. Reforma o derogatoria de la ley 30, ley 100,
ley 115, ley 715, ley 60, ley 27, entre otras).
Generar espacios, foros, eventos u otros mecanismos o acciones a nivel local,
regional y nacional que permitan a los grupos minoritarios y a los sectores más
vulnerables de la sociedad civil la visibilización que persiguen y que
democráticamente les corresponde.
Política agraria, soberanía alimentaria y cultivos de uso ilícito
Hay que hacer del campo, del campesino y de la soberanía alimentaría un
propósito nacional. La reconstrucción democrática del campo choca con el
proyecto de ley general agraria del gobierno y con las fumigaciones aéreas de
cultivos proscritos. La propuesta alternativa es la reforma agraria con
nuestros campesinos, planes de vida regionales y protección y fomento de la
producción nacional.
Política antidrogras y plan Colombia
La actual política prohibicionista antidrogas, basada en las fumigaciones,
impuesta por los Estados Unidos muestra un estruendoso fracaso.
Como estrategia de seguridad, aplicada a través del Plan Colombia y de la
Iniciativa Regional Andina, viola nuestra soberanía, incrementa la guerra y
tiene altos costos humanitarios sobre todo para los campesinos pobres e
indígenas.
Exigimos su suspensión y la definición de una política antinarcóticos de
corresponsabilidad en concordancia con la construcción de la paz.
Cooperación internacional
Entre la sociedad democrática de Colombia y la comunidad internacional -
gobiernos y sectores sociales de los países - debemos confluir en la promoción
de todas las formas de cooperación internacional que contribuyan a la solución
política del conflicto colombiano a partir del principio de soberanía nacional
basada en la justicia social, la democracia y la equidad.
Con la Señora Danielle Miterrand compartimos, para el caso colombiano, su
afirmación sobre que la lista del terrorismo elaborada por los Estados Unidos no
es aceptable: "No debería, dice ella, haber una lista, con la justicia es
suficiente".
Los pronunciamientos de la comunidad internacional no deben chocar con la
necesidad de solución política y del papel facilitador de los organismos
internacionales y al mismo tiempo éstos deben ser implacables con cualquier
violación en los derechos humanos y el DIH.
Para hacer frente a la impunidad y buscar la verdad y la reparación en el camino
de la paz es de trascendental importancia el esfuerzo mancomunado para poner en
vigencia el Tribunal Penal Internacional y su acción efectiva en contra de los
crímenes de guerra, genocidios y delitos de lesa humanidad.
Esas voces unidas al rechazo al Plan Colombia y a la Iniciativa Regional Andina,
y la posición europea de no apoyar el militarismo es el camino de la esperanza y
de la solución política.
Este Congreso Nacional de Paz y País reitera al Gobierno la exigencia de que se
adopte una política seria y coherente que garantice la vigencia de los derechos
y el ejercicio de las libertades democráticas, que combata eficazmente el
paramilitarismo y acabe la impunidad, que proteja a las viudas, a los huérfanos,
a los desplazados y a todas las víctimas del conflicto. También pedimos un
cambio de rumbo en la política económica y social. Que cesen los atentados
contra los derechos de los trabajadores y del pueblo y que se ponga en marcha
una política orientada a resolver los más apremiantes problemas de la población,
pues la miseria y la desesperanza en nada contribuyen a la paz.
Movilización ciudadana por la paz
Desde este Congreso nos comprometemos a fortalecer los procesos locales y
regionales y regionales que avancen en la construcción de la convivencia, la paz
y la resistencia a la guerra a partir de sus propias dinámicas e intereses en el
marco de la construcción de un nuevo país.
Llamamos a la movilización directa y efectiva de todos los sectores y de los
colombianos y colombianas en pro de la paz y a favor de propuestas políticas y
pacíficas.
El movimiento de paz acoge la afirmación de soberanía, de poder ciudadano
autónomo y el proceso constituyente que se insinúa por todo el país y que
incluye la voluntad de reformas económicas, sociales, políticas e
institucionales a fin de hacer posibles los cambios en profundidad que requiere
la nación, la convivencia cotidiana y la solución pacífica del conflicto social.
El movimiento de paz deja abiertas las posibilidades de articulación y unidad a
través de diversas formas de coordinación, el impulso al parlamento ciudadano,
las Redes por la Paz, las Asamblea Por la Paz, las Mesas Ciudadanas, los
Territorios y Comunidades de Paz y expresiones de resistencia a la guerra. Así
mismo el movimiento apoya las diversas formas y dinámicas de participación, en
particular la planeación y los presupuestos participativos y el control social
de la gestión pública.
Desde este Congreso Nacional de Paz y País, con participantes provenientes de
todas regiones y sectores, con nutrida presencia de la comunidad internacional,
llamamos a los colombianos y colombianas a levantar las banderas de la esperanza
y a decirle al mundo que en Colombia la paz es posible porque millones nos
comprometemos con la vida, la democracia y la justicia social.
Bogotá, 11 de mayo de 2002
https://www.alainet.org/es/articulo/105909