En el espejo de la cotidianidad
El arte de seguir construyendo
14/05/2001
- Opinión
Uno
Construir siempre es difícil y mucho más cuando se está acosado. Construir
es una forma de soñar, pero a veces los sueños se chocan con la realidad y
hay que adaptarlos a ella o adaptar la realidad a los sueños, lo que puede
provocar alguna que otra pesadilla. Algo de eso esta sucediendo en Cuba.
Los cambios que se han producido con la explotación masiva del turismo son
una consecuencia de adaptar la realidad a los sueños para seguir soñando,
para intentar soñar mejor. Y es en la cotidianidad donde más golpean esos
cambios, en las imágenes diarias de La Habana, en las calles de una ciudad
donde para muchos habitantes ser latinoamericano o latinoamericana no
significa lo mismo que una década atrás cuando era sinónimo de hermandad y
existía un mayor interés en el devenir de los otros países de América
Latina. Ahora es sinónimo de turista. Entonces, alguien que estuvo en Cuba
en la década del 80 por vínculos de solidaridad se choca. No logra entender
muy bien esa reacción meramente comercial de un sector importante de
ciudadanos cubanos, para los cuales el latinoamericano es un extranjero más,
y el extranjero es sinónimo de dólar. Una periodista chileno-cubana que
hace más de veinte años vive, sufre y sueña con la revolución me decía que
el mayor golpe que tuvo es cuando en la calle la empezaron a tratar como
gringa. "Fue como un cambio repentino que empecé a percibirlo sin estar
consciente de su significado", comenta. Eso produce una reacción inmediata
de rechazo y una serie de sensaciones contradictorias que pueden llevar a
confusión. No en quienes, como mi amiga, sabemos que el desarrollo del
turismo era necesario para seguir viviendo, o sea para seguir soñando.
Para quienes conocemos las conquistas intactas de la revolución a nivel de
educación, de salud, de seguridad social, de solidaridad con los otros
pueblos, de dignidad ante el poder norteamericano, las sensaciones
contradictorias no nos impiden seguir viendo el bosque. Y en ese sentido
vale la pena hacer un paréntesis en un interesante y actual ejemplo de
solidaridad. Desde hace dos años la Escuela Latinoamericana de Ciencias
Médicas beca a representantes de decenas de comunidades étnicas de distintos
países para que puedan estudiar medicina. Son 5.011 jóvenes de cuatro
países de Africa y de 20 de América, incluidos 12 de Estados Unidos, que,
imposibilitados de asumir el gasto de la carrera con recursos propios,
obtuvieron una beca del gobierno cubano. "Acá nos dan todo: uniforme,
material de estudio, incluidos los libros que son caros en cualquier país,
albergue y alimentación, y hasta dinero para el bolsillo", comenta la
guatemalteca Victoria Vázquez, de origen maya-quiché. Otra muestra es la de
los cientos de médicos cubanos desparramados por distintos países como Haití
o Guatemala, donde aportan a mejorar las condiciones de salud de su
población.
Dos
La cotidianidad cubana también depara otras sorpresas. Si bien muchos se
asustan con el aumento de la prostitución, no creo que ese sea un tema
fundamental, sin dejar de ser preocupante. Es más importante la diferencia
social que se está generando entre los que tienen acceso al turismo mediante
sus trabajos, por lo tanto acceso al dólar y a la posibilidad de comprar
determinados productos que para muchos cubanos son casi inaccesibles, y los
que no tienen vinculación a la industria turística. Pero, sobre todo, es
más preocupante el resentimiento que se puede estar creando en ese cubano
común. No porque pase hambre o viva en la miseria, porque eso no ocurre,
pero sí por una falta de posibilidades que él o ella no tienen y el o la
otra sí. Eso lleva a que muchos jóvenes que terminan la secundaria piensen
en hacer carreras que tienen alguna relación con la industria turística
porque "es el sector en el que se puede hacer dinero". Un amigo me decía
"lo peor que le puede pasar a la revolución es dejar que el capitalismo nos
robe la esperanza de los jóvenes con cosas que supuestamente podrían tener
si no estuvieran en un modelo socialista". No creo que eso esté sucediendo
pero es una preocupación importante, digna de tener en cuenta por parte de
la dirigencia cubana.
La vida cotidiana también demuestra que la economía cubana creció y se
estabilizó gracias al turismo. Una especie de "foco" de mercado en medio
del socialismo, con relaciones comerciales diferentes, pero sin llegar al
capitalismo. Un sistema que no deja de ser muy particular porque el 51 por
ciento de las acciones de los hoteles o empresas donde hay inversión
extranjera siguen en manos del Estado. Peculiaridad que también se nota en
el hecho de que distintas entidades estatales son propietarias de grandes
empresas nacionales de taxis que alivian el presupuesto y ayudan en el
sentido de tornarse organismos autosuficientes. Entonces una empresa
pertenece al Poder Popular, otra a las Fuerzas Armadas, otra a la empresa
reconstructora de La Habana Vieja, que dicho sea de paso vale la pena verla,
tocarla y caminarla porque hace que la ciudad sea una de las más cautivantes
y hermosas de Latinoamérica. Pero ese campo de la actividad económica
también está abierto a taxis individuales-privados que pagan un impuesto
para circular. Los bares, restoranes y comercios siguen siendo estatales,
aunque se permiten pequeños restoranes familiares, conocidos como
"paladares", que se especializan en comida cubana y también pagan su
impuesto.
No hay una privatización masiva de bienes y servicios como propugna el
neoliberalismo. No hay playas privadas para los hoteles como en República
Dominicana, aunque la oferta hotelera tiende a ser mayor que en ese país
caribeño. Pero además, y lo que es más importante, es que con esos ingresos
que tiene el Estado se pueden mantener los beneficios de educación, salud y
seguridad social para todos.
En los últimos años, con el turismo hubo una inyección de dinero proveniente
del capitalismo que fortaleció la economía y modificó la vida cotidiana. La
crisis posterior al quiebre del socialismo en Europa comenzó a quedar atrás.
Las modificaciones en la cotidianidad se siguen procesando. Hay más
circulante y un aumento del comercio producido por un consumo mayor. Aunque
el bloqueo sigue perjudicando porque no permite adquirir en el exterior
muchos productos necesarios, ya no se siente como antes. Fastidia pero no
mata. Conversando con personas que por estar vinculadas al turismo obtienen
réditos de éste en taxis, tiendas, hoteles o restoranes surge otra paradoja:
muchas creen fundamental que los gobiernos de Estados Unidos y Cuba "cedan y
hagan las paces porque sería beneficioso para que llegue más turismo" a la
Isla.
Sin embargo hay una postura enfrentada. Quejándose de que en un terreno
baldío de su barrio no habían permitido hacer una cancha deportiva, un joven
decía: "De repente vienen mañana y te instalan un negocio para turistas.
Están convirtiendo al país en una tienda". Hablaba de un casi-imposible
porque estaba en un barrio alejado del movimiento turístico, pero a la vez
pintaba el sentir de otros cubanos. Esa prohibición saca a relucir otro
problema, el de cierta burocracia de cuadros medios que todavía no fue
extirpada totalmente, a pesar de los esfuerzos. Pero el cubano común no la
entiende y cree que medidas como esa vienen de arriba.
Tres
A pesar de todas las pesadillas que produce adaptar la realidad al sueño
para seguir soñando, Fidel no pierde su capacidad de convocatoria. Y no la
pierde porque mantiene ese respeto que dan cuarenta y dos años sin claudicar
al frente de un proyecto que pone énfasis en el ser humano. Eso se percibe
en el diálogo con el más crítico, pero también cuando se concurre entre la
gente a cualquier acto donde habla. En abril el acto por el aniversario de
Playa Girón me colocó de lleno en esa realidad que se volvió repetir el 1 de
Mayo. Hay una identificación de la mayoría de los cubanos con su líder, y
eso creo que ni Estados Unidos lo pone en duda. Pero a la vez "El
Comandante" se ha transformado en una especie de reserva moral para la
revolución que de alguna manera también pone en duda un posible futuro sin
él.
Pensando en ese futuro posible, que para muchos ojalá no sea nunca, y para
contrarrestar los efectos negativos de esos "focos" de mercado que trajo el
turismo, es necesario apostar a una mayor vinculación de la dirigencia con
las bases, o sea con la población, para que ésta a nivel subjetivo perciba
una relación de ida y vuelta. Eso se tuvo en cuenta en el último año al
implementar las Tribunas Abiertas, una especie de cabildos que se están
realizando en todo y cada municipio con importante participación ciudadana,
donde Fidel y la dirigencia brindan una especie de rendición de cuentas
sobre lo económico, político y social. Es parte de una apertura a la
participación popular, de reconvocar a la gente para seguir construyendo una
sociedad distinta entre todos y todas, y una forma de dar la lucha
ideológica en rincones más cercanos a la gente, porque muchos de los cuadros
medios del partido en esos rincones no lo logran.
Durante algunos años la vinculación de Fidel con la gente común pasó a
construirse mediante los mítines puntuales en recordación de fechas
históricas, y se instaló así una especie de distancia que sólo se eliminó
con la irrupción de la sociedad cubana para reclamar contra el secuestro del
niño Elián González. Las Tribunas Abiertas, son un medio para que esa
distancia no vuelva a aumentar. Es importante apostar a ellas porque
representan simbólicamente una forma de bajarse de la superestructura y
volver a la calle, o sea a las masas. Pero habría que sumar a eso la
necesidad de profundizar en la participación activa desde lo micro, en la
capacidad de decisión de los municipios, de los poderes locales. Una
participación que debería ser entendida más allá de los delegados al Poder
Popular y la periódica rendición de cuentas que brindan. Hoy más que nunca
es necesario revitalizar lo micro, lo municipal, lo barrial, y generar así
un movimiento social constructivo que aporte en la solución al problema de
vivienda o de transporte, que discuta el sentido político de su actuación y
no espere todo de la dirigencia. Un movimiento social mucho más vivo que la
estructura de los Comités de Defensa de la Revolución o la Central de
Trabajadores Cubanos, sin que eso signifique desconocer el papel que estos
juegan. Eso permitiría fortalecer la base social y, sobre todo, reforzar el
espíritu colectivo que en algunos casos se ha visto resquebrajado con brotes
de individualismo y despreocupación del individuo por el conjunto, como
ocurre en muchos condominios donde sus habitantes ya no se preocupan de la
mínima tarea común de mantener los parques limpios y en condiciones
decorosas. Hay una especie de "quemeimportismo", de burocratización de
ciertos sectores de la sociedad que dicen: "eso debe hacerlo el Estado". O
se dan casos como el de una señora, ferviente defensora de la revolución y
con cierta conciencia política, que dice: "pensamos que nuestros hijos o
nietos disfrutarían de otra sociedad, pero eso se sigue postergando y a
veces entra el agotamiento".
Cuarenta y dos años de resistencia ante el acoso permanente de Estados
Unidos es, sin duda, mucho tiempo para un pueblo, y sin embargo no es nada
en la construcción histórica de un país. Pero eso es muy fácil decirlo para
alguien que llega de afuera. En todo caso, para aquel visitante que estuvo
otras veces en Cuba, los golpes de la nueva cotidianidad pueden en principio
ser duros, pero si uno se queda en esa reacción primaria, que es la que
tiene alguna gente, puede caer en equivocaciones, puede desilusionarse
rápidamente y dejar de ver la obra construida que permanece, la dignidad
viva de un pueblo sin niños en la calle, con el mayor índice de salud en
América, que mantiene latente la rebeldía como se nota ahora en la clara
posición de rechazo a la denominada Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) por la intención anexionista de Estados Unidos hacia el resto de la
América Latina.
Siempre que se transita por un largo camino hay avances y retrocesos, solo
la justicia de la construcción puede mantener la voluntad de continuar. Lo
que uno se sigue admirando de Cuba es esa capacidad casi artística de
construir una sociedad mejor.
Migail Batin definió el carnaval como "una forma concreta de la vida misma,
que no se representa sobre un escenario sino que se vive en la duración de
la fiesta". Aplicando esa frase a la Revolución Cubana se podría decir que
es una forma concreta de la vida misma que se vive mientras se construye.
Algo así como una frontera entre el arte y la vida. Ojalá exista la
capacidad de comunicación a nivel de dirigencia para que todos y todas
los/as cubanos/as sigan comprendiendo el significado de ese arte de seguir
construyendo sueños.
https://www.alainet.org/es/active/1235
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