Falacias y verdades sobre el Plan Colombia
01/11/2000
- Opinión
I.- El origen y el contenido del plan, según la retórica oficial
El discurso oficial del llamado Plan Colombia esta contenido en un documento
de 46 páginas, escrito en inglés y español, en el que se plantea que:
"Colombia se encuentra en el umbral del siglo XXI, orgullosa pero amenazada,
frente al reto histórico de establecer y consolidar una sociedad dentro de la
cual el Estado pueda ejercer su verdadera autoridad y cumplir con sus
obligaciones fundamentales... señaladas por la Constitución: promover la
prosperidad general, garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes...facilitar la participación de todos en las decisiones que los
afectan... defender la independencia nacional,... y asegurar la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo".
El o los autores del documento consideran que "los retos determinantes se han
originado en la proliferación del narcotráfico y en el impacto económico,
político y social de la globalización". Reconocen que Colombia ha asumido el
liderazgo en la lucha mundial contra las drogas, pero que "en el camino hacia
el éxito" se necesitan varias reformas estratégicas:
1. Una reforma económica que genere empleo, fortalezca al Estado y ofrezca
una fuerza económica para contrarrestar el narcotráfico.
2. Una estrategia fiscal y financiera que adopte medidas severas de
austeridad y ajuste... para recuperar el prestigio de Colombia en los
mercados financieros internacionales.
3. Una estrategia de paz con la guerrilla, que fortalezca el estado de
derecho y la lucha contra el narcotráfico.
4. Una estrategia para reestructurar las fuerzas armadas y la policía y
promover los derechos humanos.
5. Una estrategia judicial y de derechos humanos, para asegurar una justicia
igualitaria e imparcial para todos.
6. Una estrategia antinarcóticos... para combatir todos los componentes del
ciclo de las drogas ilícitas.
7. Una estrategia de desarrollo alternativo, que fomente esquemas
agropecuarios y otras actividades económicas rentables para los campesinos y
sus familias... el mismo que incluye actividades de protección ambiental...
8. Una estrategia de participación social.
9. Una estrategia de desarrollo humano que garantice servicios de salud y de
educación.
10. Una estrategia de orientación internacional que confirme los principios
de corresponsabilidad... para el problema de la droga.
En el eje de esta propuesta, como objetivo No. 1 de carácter estratégico
está: "Fortalecer la lucha contra el narcotráfico y desmantelar las
organizaciones de traficantes mediante esfuerzos integrales dirigidos por las
Fuerzas Armadas, (1) combatir el cultivo ilícito mediante la acción continua
y sistemática del Ejército y de la Policía, especialmente en la región del
Putumayo y en el sur del país...". (2) "establecer control militar sobre el
sur del país con propósitos de erradicación"... (3) "restablecer el control
gubernamental sobre las áreas clave de producción de drogas".
Hasta aquí el contenido sumario del Plan. ¿Quiénes son sus mentalizadores y
autores? Es difícil restablecer las desventuras del texto. Lo cierto es que
en l998 Andrés Pastrana parecía convencido de la posibilidad de la paz y
concibió un Plan Marshal para Colombia. Ese proyecto al ser sometido a
consideración de los poderosos Estados Unidos habría cambiado su naturaleza y
fines.[1] El Plan circuló en Washington, en septiembre de l999, fue discutido
primero en el Congreso norteamericano, de su contenido se enteraron en primer
lugar los medios de comunicación norteamericanos. En suma: no fue conocido
por el Congreso colombiano, tampoco por su Comisión de Asuntos Exteriores, lo
ignoró el Consejo Nacional de la Paz, creado por Ley de la República y el
tema no fue parte de la agenda de la Mesa de Negociación y Diálogo entre el
Gobierno y las FARC. ¡Excelente inicio para un proyecto nacional de
democracia participativa!, podríamos decir haciéndonos eco de otro de los
contenidos que aparecen en su redacción.
II. El origen de los actuales problemas en Colombia
Atribuir los retos principales de Colombia, en la hora actual, a la
proliferación del narcotráfico, como lo hace el Plan, implica no sólo
adoptar una visión reduccionista, unilateral y por lo mismo falsa, sino, lo
que es más grave, entraña esquivar el bulto de la responsabilidad que tienen
otros problemas y actores en la génesis de esa dramática historia. Gabriel
García Márquez construyó una fábula colosal sobre esa realidad, pero, incluso
su ficción mítica, podríamos decir, se quedó corta frente a la espantosa
verdad. La república nació trunca por las ambiciones bastardas de caudillos
regionales que no entendieron ni secundaron a los libertadores, a la cabeza
de los cuales marchaba Bolívar. Al final del siglo XIX la reforma liberal se
frustró por el maridaje de los terratenientes y el clero. El siglo de la
inserción plena al capitalismo mundial fue en Colombia el preludio de la
violencia permanente, 52 levantamientos civiles armados lo confirman. La
reforma agraria ha sido un imposible que ha dejado al campesinado en brazos
de las guerrillas, liberales o marxistas, como únicas esperanzas de
redención. La democracia, más que en cualquier otro país de América Latina,
es una relación incestuosa entre conservadores y liberales que se han turnado
en el ejercicio del poder como los caporales en una hacienda. Las rivalidades
entre estas dos fracciones de la clase dominante, en las décadas del 30 al
50, del siglo XX, se saldaron con un costo social de 300.000 muertos. Luego
vino el pacto del Frente Nacional por el que los dos partidos acordaron
repartirse el poder en forma alternativa. Las diferencias ideológicas entre
ellos se esfumaron en brazos del clientelismo y la corrupción. "Desde los
años 60 toda forma de oposición civil o democrática ha sido cooptada,
comprada o asesinada, obligándola ha tomar el camino de monte"[2] Los
militares, que nacieron con los ejércitos libertarios, han devenido en una
fuerza pretoriana al servicio de los peores intereses de los grupos
dominantes y, lo que es peor, de sus propios privilegios. Con razón Alfredo
Vásquez Carrizosa ha dicho de la antigua democracia colombiana que es "una
fachada de régimen constitucional que disimula una sociedad militarizada". El
enorme aparato militar que supera los 400.000 hombres consume más del 5 % del
PIB, sus miembros gozan de un fuero que los hace auténticos blindados de la
impunidad.[3] Los paramilitares, invención de los militares, hacen el trabajo
sucio que a veces no pueden hacer los aparatos oficiales del Estado. Los
defensores de los derechos humanos los han señalado, en diversos estudios,
como responsables de entre el 70 y el 80 % de las violaciones de los derechos
básicos de la población.
Los problemas sociales y políticos de Colombia tienen que ver con el destino
de un País grande y poderoso, con más de un millón de kilómetros cuadrados de
territorio, ubicado estratégicamente entre el mar Caribe y el Pacífico,
dotado de inmensos recursos naturales y un pueblo con una de las diversidades
culturales más sugestivas y hermosas del Continente que, sin embargo, al
final del siglo XX, ha condenado a vivir por debajo de los índices de pobreza
absoluta a l8 de sus 40 millones de habitantes. Como sucede en otras
latitudes de América Latina la voracidad de la oligarquía colombiana ha
relegado a la inmensa mayoría de su propio pueblo al desempleo, los bajos
salarios, la desnutrición, la falta de vivienda, las insuficiencias
educativas, la carencia de servicios elementales de salud, la falta de agua
potable en la generalidad de los municipios, la destrucción de la naturaleza,
debida a la superexplotación de los recursos naturales, el abandono y la
desatención de los niños y los ancianos, el ambiente de violencia e
inseguridad permanente, la corrupción institucionalizada. Que los problemas
se parecen mucho a la de otros países de América Latina, es verdad, pero en
Colombia la dictadura del capital ha sido históricamente tan cínica y brutal
que no ha dejado otros caminos de sobrevivencia que los violentos, en sus
versiones negativas o creadoras.
En el ambiente descrito han florecido en los últimos años los cultivos de la
marihuana, la coca y más recientemente la amapola. Para los grupos dominantes
fue el sendero expedito de la riqueza fácil, para los pobres el advenimiento
mágico de la solución a su pobreza endémica. La guerrilla, fuertemente
ideologizada por las ideas socialistas, pensó, en algún momento, que las
drogas eran una treta imperial para restarle bases campesinas. Lo cierto es
que la Colombia del café se volvió inviable por la propia perversión del
estado y en su reemplazo las mafias internacionales encontraron todas las
condiciones sociales necesarias para levantar un paraíso narcotizado:
campesinos miserables, funcionarios corruptos y una clase dominante
acostumbrada a la riqueza abundante y poco trabajada.[4] Los 50.000 millones
de dólares que habrían ingresado a Colombia en los últimos 20 años
permitieron la emergencia de los nuevos ricos y el sostenimiento de una
economía que se dio el lujo de encajar las políticas de ajuste neoliberal sin
mayores traumatismos. ¿Quiénes han sido los beneficiaros fundamentales del
narcotráfico? La clase dominante, en su conjunto, incluyendo a varios altos
funcionarios de los últimos gobiernos, en la lista hay que incluir no sólo a
Ernesto Samper, cuya campaña electoral fue financiada por los capos de la
droga, sino también al actual Secretario General de la OEA, César Gaviria,
cuyo cogobierno con los carteles fue denunciado por el General Gustavo Pardo
Ariza.[5] También los militares y los paramilitares aparecen metidos hasta
las narices en el narcotráfico, ha dicho el lingüista y científico social
norteamericano Noam Chomsky, pero la guerra no se dirige contra ellos. La
violencia en Colombia es una Gorgona con múltiples rostros, pero la clase
dominante, los militares y la élite del poder norteamericana sólo ven dos
adversarios: los campesinos, que viven de las plantaciones y los guerrilleros
que, supuestamente, se benefician de los impuestos que les cobran, aunque los
más extremistas hacen de los dos uno y nos hablan de la narcoguerrilla.
III.- Un plan de guerra contra Colombia
El componente fundamental del Plan, que una lectura atenta del documento no
lo niega, es canalizar recursos para el fortalecimiento de las Fuerzas
Armadas y la Policía con el objeto de presionar a los grupos insurgentes a la
firma de una paz conveniente para la clase dominante. El mecanismo de presión
no sólo es la guerra, con armas convencionales y biológicas, sino además
golpear a las bases sociales y políticas que son la cantera de reclutamiento
de los combatientes y desarticular los mecanismos fundamentales de
financiamiento, que estarían en las propias zonas de cultivo. En las actuales
condiciones de la lucha revolucionaria en Colombia este planteamiento supone
frenar el proceso de paz y pisar el acelerador de la guerra, cuanto más que,
como lo advertía Thomas Hobbes: "La guerra no consiste sólo en batallas, o en
la acción de luchar, sino que es un lapso de tiempo durante el cual la
voluntad de entrar en combate es suficientemente conocida". [6] A las fuerzas
insurgentes no les ha quedado, en esas circunstancias, otro camino que
recoger el guante, como han declarado, con absoluta transparencia, voceros de
las FARC y el ELN. El Plan contempla una inversión de 7.500 millones de
dólares, en el transcurso de los próximos seis años. Cuatro mil millones
serán el aporte del propio Estado colombiano y los 3.500 millones restantes
provendrán de la ayuda de la comunidad internacional. Esta paradójica
circunstancia de que sea una sociedad en crisis, Colombia, la que saca de su
propio presupuesto los recursos mayoritarios para financiar el avivamiento de
la guerra civil y la creciente intervención extranjera, determina la
increíble contradicción de un gobierno que está dispuesto a poner la plata y
los muertos para servir los intereses de la superpotencia y sus asociados
criollos.
La guerra norteamericana contra los cultivadores de la coca se inició hace
muchos años. Sus resultados en la región andina han sido considerables. Así
por ejemplo en Bolivia en l986 se calcula que habían 66.148 hectáreas de
cultivos, las mismas que en l999 descendieron a 21.800 hectáreas. Las
recientes movilizaciones de los campesinos de este País, que obligaron al
gobierno del ex dictador Hugo Banzer a negociar un alto en la destrucción de
esas plantaciones, demuestran que los agricultores no han encontrado cultivos
alternativos y que su situación de miseria se ha visto agravada por las
políticas neoliberales. En el Perú, bajo la dictadura civil de Fujimori y
Montesinos, el área cultivada era de l50.400 hectáreas en l986, en l999
descendió a 38.700 hectáreas. La agudización de los niveles de pobreza en el
Perú explica en buena parte el crecimiento explosivo de la oposición, que
tiene con los días contados a Fujimori. En cambio en Colombia, en los mismos
años, la zona cultivada que era de 24.240 hectáreas pasó a las 122.500 en
l999. Pero en Colombia, adicionalmente, los cultivos de amapola, que eran
virtualmente desconocidos en l985, ocupaban 7.500 hectáreas en l999 y el área
cultivada de marihuana pasó de 2.000 a 5.000 hectáreas, en el mismo
período.[7] Es necesario insistir en que los campesinos que se dedican a
estos cultivos no son narcotraficantes, obtienen ciertamente ingresos
superiores a los que podrían lograr con cultivos tradicionales, pero no
amasan las grandes fortunas que se logran luego del procesamiento con la
utilización de precursores químicos que provienen de Estados Unidos y Europa
y, sobre todo, luego de la venta de las drogas heroicas en sus mercados de
consumo que están en un 80 % en el norte opulento.
La llamada ayuda norteamericana para combatir el narcotráfico en Colombia
solo traera para este pueblo hermano la agudizacion de sus problemas
ancestrales y la guerra, con su cuota de sangre y sufrimiento. Con razón, en
un reciente Manifiesto por la Paz, el Premio Nobel de Literatura José
Saramago, entre otras personalidades, han señalado " que la política
antidrogas que viene afectando a pequeños cultivadores de coca, amapola y
marihuana, desconociendo por completo la profunda problemática social que hay
detrás de esta actividad y militarizando un problema social",
paradójicamente, nada ha hecho ni dicho, contra los poderosos, enquistados en
el Estado, entre los militares y los paramilitares que "han concentrado en
sus manos millones de hectáreas de las mejores tierras" en base a la
violencia, el chantaje y la corrupción que tiene su origen en el
narcotráfico. Pero Saramago, Noam Chomsky, Eduardo Galeano y Danielle
Miterrand dicen, en el mismo documento, algo más duro y grave: "no es
exagerado afirmar que la ganancia del narcotráfico alimenta a gran escala el
sistema financiero del norte".[8] Hasta la fecha el Congreso norteamericano
y el Presidente Clinton han prometido la entrega a Colombia de una ayuda de
1.360 millones de dólares. Como saben que sus socios criollos son bastante
corruptos hay que suponer que esos recursos los irán entregando con cuenta
gotas. La distribución de recursos, según la Ley Act, como se llama el Plan
Colombia en los archivos del Congreso norteamericano, será la siguiente:
705 millones de dólares para el Ejército colombiano.
205 millones de dólares para la Policía y las fuerzas navales.
410 millones de dólares para medidas de seguridad en los países limítrofes.
180 millones para sustitución de cultivos ilícitos en Colombia, Perú y
Bolivia.
100 millones para la reforma del sistema judicial, derechos humanos y logro
de la paz.
El destino de los grandes rubros económicos desmiente la versión de paz y
desarrollo que pretendió difundir Bill Clinton en su visita a Cartagena de
Indias el miércoles 30 de agosto y que Pastrana la repitió en Quito, el
viernes 28 y el sábado 30 de septiembre, con una evidente falta de
originalidad. El Diario paisa "El Colombiano" concluye que por cada mil
dólares de ayuda 700 son para fines militares.
Lo curioso es que un alto porcentaje de la generosa ayuda norteamericana se
quedará en los mismos Estados Unidos, eso es lo que ocurre con la compra de
los 30 helicópteros Backhawk y los 33 Huey, que se hará a la United
Technologies de Connecticut, que fabrica los primeros; y, a la Textron de
Texas, que produce los Bell Huey. Ambas Empresas, según la Revista Newsweek,
entregaron 1.25 millones de dólares a los Partidos Demócrata y Republicano,
por lo que los periodistas se preguntan si el Plan Colombia es una política
elegante, una política sucia o un buen negocio.[9] Más aún, una buena parte
de los recursos destinados a la preparación militar y policial también serán
pagados a los expertos y rangers norteamericanos.
Que este Plan de guerra contra Colombia pueda ser leído como un Plan de paz
sería un sarcasmo propio de los partidarios del humor negro, para quienes
existe también la paz de los cementerios, pero en Colombia la paz negociada
sólo puede ser el resultado de una profunda transformación de las injustas
estructuras económicas, políticas y sociales vigentes o de la victoria total
y definitiva de las fuerzas insurgentes que abra paso a una nueva época de
cambios revolucionarios y fecundos. Pese a todo lo que escriban los epígonos
de la globalización neoliberal, las revoluciones verdaderas, en los últimos
dos siglos han transitado por este segundo camino.
IV. ¿Es un Plan para destruir el narcotráfico?
De lo que hemos venido sosteniendo resulta que una campaña de fumigación de
cultivos de coca, marihuana y amapola, aún en el caso de ser exitosa, como en
Bolivia y Perú, sólo trae como consecuencia el desplazamiento de los cultivos
a otras regiones o países, como ocurrió, en los tres últimos lustros, en que
Colombia se transformó en la nueva zona de cultivos del mundo andino. Más
grave aún, las áreas de siembra se han multiplicado en los últimos años, pese
a que el gobierno colombiano y la DEA iniciaron en l992 las fumigaciones con
Glifosato para erradicar los cultivos ilícitos. Ocho años de fracasos de esa
campaña han dado como resultado que el área cultivada se duplique.[10] Y es
que la historia demuestra que la penalización del consumo de drogas sólo trae
como consecuencia el florecimiento del negocio.
Así ocurrió en el pasado cuando se prohibió el consumo del tabaco, del
alcohol, del opio.
También la historia del desarrollo del capitalismo muestra que mientras
exista demanda para una mercancía, la oferta se creará, por medios lícitos o
ilícitos. El negocio capitalista de las drogas es demasiado poderoso e
importante para que lo puedan liquidar haciendo de los campesinos que
cultivan las plantas precursoras sus chivos expiatorios. 400 o 500 mil
millones de dólares anuales se mueven en el mundo en esta empresa, a cuya
órbita sucia se han incorporado con fuerza los países de Europa Oriental
"liberados", hace una década, del denominado totalitarismo marxista, que no
conocía ese problema en las magnitudes actuales.
Los Estados Unidos y Europa tienen la grave responsabilidad de ser enormes
mercados de consumo de las drogas, pero además, ellos saben que sin los
aditivos y sustancias procedentes de sus laboratorios sería imposible el
procesamiento químico necesario para obtener la cocaína. "Entonces, ¿de qué
estamos hablando?", se pregunta con razón un prestigioso periodista
argentino. [11].
Sería motivo de un estudio más extenso recordar a nuestros pueblos la
compleja historia de las drogas que hoy se satanizan. Los ingleses desataron
las dos guerras del opio, l839-42 y l856-50, para obligar al pueblo chino a
consumir el opio producido en la India y comercializado por los europeos.
Sólo con la primera guerra del opio el león británico obtuvo Hong Kong, una
parte de Shangay y la apertura de cinco puertos. El puritanismo
norteamericano que prohibió el alcohol, posibilitó con esto el auge de la
mafias en los comienzos del siglo XX, en el propio corazón de la sociedad
estadounidense. En la propia Colombia la expansión del cultivo de la
marihuana aparece vinculada al crecimiento de la demanda por efecto de la
guerra de Viet Nam. Más aún, los gobiernos estatales de la Unión Americana
han legalizado la siembra y el consumo personal de la marihuana en 11
estados, con la mayor discreción y sin hacer olas en la opinión pública
puritana y ultraconservadora. Esto confirma que en la política de las
potencias capitalistas no hay moral, sino tasa de ganancia. La coca, que es
un elemento básico de las culturas andinas, fue un importante sustituto
alimenticio y hasta fines del siglo XIX se elogiaron sus posibilidades
médicas. Por las razones expuestas, consideramos que la guerra que implica el
Plan Colombia sólo conseguirá activar más el poderoso negocio en otras
latitudes del mundo, no es extraño que algunos investigadores piensen que
todo el embrollo se reduce a un choque de carteles del norte contra el sur.
La posición de la insurgencia colombiana frente al problema es mucho más
clara y terminante: El ELN, por ejemplo, insiste en que "hay que buscar un
camino soberano para resolver el problema - de las drogas - en Colombia".
Advierten que es necesario "crear instrumentos internacionales para superar
este problema, en una estrategia que considere la situación diferenciada de
productores agrícolas, en relación a quienes la procesan, la comercializan,
los agentes financieros, consumidores y lavanderías". Respecto a los nexos de
la insurgencia con el narcotráfico buscan el desarrollo de una posición
común, en términos de "diferenciarse categóricamente con el narcotráfico".
Las FARC, sostienen, en uno de sus últimos documentos: "Nosotros rechazamos
el narcotráfico. Pero como el gobierno norteamericano pretexta su criminal
acción contra el pueblo colombiano en la existencia del narcotráfico lo
exhortamos a legalizar el consumo de narcóticos. Así se suprimen de raíz las
altas rentas producidas por la ilegalidad de este comercio, así se controla
el consumo, se atienden clínicamente a los farmacodependientes y liquida
definitivamente este cáncer." Concluyendo: "a grandes enfermedades grandes
remedios". [12] Como lo sabe cualquier estudiante bien informado la tesis de
la legalización ha ganado terreno en los medios académicos y científicos en
los últimos años.
V.- ¿Es una estrategia para derrotar a la insurgencia?
Cuando se derrumbó el campo socialista, muchos se apresuraron en proclamar la
victoria del capital y el fin de las ideologías; más aún, hasta de las
propias filas de los supuestos revolucionarios surgieron voces de pesimismo.
En el mundo de la globalización la lucha guerrillera parecía inviable. Al
menos en América Latina han sido los tercos zapatistas en México y las FARC y
el ELN en Colombia los que han demostrado, con hechos, la falsedad de esas
profecías.
Alfredo Rangel, un analista colombiano al que nadie podría calificar de
simpatizante de la insurgencia dice al respecto: "Es ya un lugar común entre
muchos analistas plantear que a una guerrilla que lleva ya cuarenta años en
el monte se le agotó el tiempo"...Agregando: "el problema no es que la
guerrilla lleve cuarenta años en el monte; el problema es que en los últimos
diez años ha crecido más que en los 32 años anteriores, en términos de
cobertura territorial y de hombres en armas." Las FARC, por ejemplo, pasaron
de cerca de 3.600 hombres y 32 frentes en l986, a aproximadamente 7.000
hombres y 60 frentes en l995; el ELN, por su parte, en ese mismo período pasó
de 800 hombres y 11 frentes a 3.000 hombres y 32 frentes". [13] Un lustro
después se calcula que las FARC tienen 300 frentes y algo más de l8.000
hombres sobre las armas, distribuidos sobre todos los departamentos y
regiones de Colombia, excepto San Andrés. De continuar con los ritmos de
crecimiento de la última década y descifrar el sendero de la unidad las FARC
y el ELN tendrían enormes posibilidades de cumplir sus objetivos
estratégicos. Revertir estas posibilidades debe ser uno de los objetivos
centrales del Plan Colombia. Según cuenta Eduardo Pizarro sólo en los últimos
dos años se habrían efectuado tres reuniones militares de alto nivel en
Washington para planificar las acciones que impidan a la insurgencia
colombiana transformarse en un serio factor de desestabilización de la
seguridad regional. [14] Más aún, la siempre agenciosa OEA, al reelegir en
l999 a Gaviria como su Secretario General, en Guatemala, habría propiciado un
diálogo para planificar las posibles y necesarias intervenciones en defensa
de la democracia y en contra de la subversión. No se necesitan mayores
elementos de juicio para advertir que la subregión andina se ha transformado
en un polvorín, por efectos de las políticas neoliberales.
La Bolivia que en algún momento se presentaba como modelo ha estallado. El
Perú de Montesinos y Fujimori se derrumba. En el Ecuador los militares
patriotas y los indios son una bomba de tiempo activada. En Venezuela el
Coronel Hugo Chávez ha decidido en serio rescatar las tradiciones
bolivarianas. Todo ello es muy nocivo para el capital monopolista, sobre todo
norteamericano, que necesita el petróleo venezolano, que se nutre de los
ingentes recursos de Colombia( petróleo, cobre, carbón, uranio, bauxita,
molibdeno, manganeso, agua y biodiversidad). Y que ha iniciado el desmonte
del estado nacional ecuatoriano para hacerlo simple territorio de voracidad y
saqueo. La guerra contra Colombia no será fácil y por ello el imperio juega
con la zanahoria y el garrote. Por un lado apoya las conversaciones de paz,
por el otro, acelera los preparativos para una guerra de enormes
proporciones. Pero la coalición política militar norteamericana colombiana
tiene al frente "Una guerrilla que tiene una acumulación de experiencia
táctica sobre la guerra irregular como probablemente ya no tenga nadie en el
mundo; con un líder como Manuel Marulanda que en estos asuntos tiene la
dimensión de un Vo Nguyen Giap, el estratega de la guerrilla vietnamita".[15]
VI.- Los contenidos geoestratégicos del plan Colombia
Heinz Dieterich ha señalado, con sobra de argumentos, que el Plan Colombia
busca consolidar la hegemonía de los Estados Unidos en el nuevo orden
mundial. Pero esa hegemonía no significa el mundo unipolar con el que sueñan
los neoimperialistas y sus epígonos. Creo con Kissinger que: "En el mundo
posterior a la Guerra Fría, los Estados Unidos son la única superpotencia que
queda con la capacidad de intervenir en cualquier parte del mundo. Y sin
embargo, el poder se ha vuelto más difuso y han disminuido las cuestiones a
las que pueda aplicarse la fuerza militar". En ese sentido, "los Estados
Unidos, aunque superpotencia militar, ya no pueden imponer su voluntad porque
ni su fuerza ni su ideología se prestan a las ambiciones imperiales".[16] Los
límites de una guerra abierta contra las fuerzas insurgentes en Colombia
tienen el mismo límite que, en su momento, impuso el pueblo de vietnamita: la
posibilidad de la derrota de los agresores.
Los Estados Unidos buscan entonces ablandar a las fuerzas insurgentes, sobre
todo a las FARC, para obligarlas a firmar un acuerdo de paz conveniente para
la oligarquía colombiana. El segundo gran objetivo de los Estados Unidos es
lograr el control social de los movimientos nacionalistas que resisten a las
políticas neoliberales en la región andina, para impedir el probable colapso
de las democracias tuteladas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial y la Organización Mundial de Comercio. El tercer gran objetivo es
pacificar la región para reactivar el Mercado Común de las Américas que haga
del Continente una zona de influencia indiscutida e indiscutible de los
Estados Unidos. Finalmente, y englobando todos éstos aspectos, el Plan
Colombia busca compactar mejor el cemento de las columnas de sustentación del
capital financiero: activar el negocio de las armas, acelerar la dinámica de
la industria, sobre todo del sector químico, y relanzar el propio negocio de
las drogas. Hasta la fecha en que se escribe este artículo la implementación
del Plan sigue encontrando voces de resistencia en América del Sur, así
ocurrió en la Cumbre de Jefes de Estado de Brasilia en donde, pese a la
insistencia de los delegados de los Estados Unidos y Colombia, en la
resolución final no se apoya de modo explícito el Plan Colombia. Al parecer,
según las primeras informaciones, algo similar ha ocurrido en el Cuarto
Encuentro de Ministros de Defensa de las Américas, que concluyó en Manaos el
jueves l9 de octubre, en la que la falta de respaldo al Plan de guerra habría
determinado que los Estados Unidos adviertan que "el Plan se ejecutará con o
sin el apoyo de ustedes", refiriéndose a los militares. Estos mínimos gestos
de dignidad e independencia deben resultar insólitos para la potencia que
supone que todos deben inscribirse en la lógica colonial.[17]
VII.- La base de Manta y el Plan Colombia
Entre Agosto y Diciembre de l999 escribí un librito en el que conté la
historia de cómo Yamil Mahuad, Benjamín Ortiz Brennan y Heinz Moeller
metieron el elefante de la Base de Manta en la delicada cristalería
nacional.[18] El libro cumplió la misión de denunciar lo que ha sido uno de
los Acuerdos internacionales más entreguistas e infames de la historia
diplomática reciente del Ecuador.[19] Sería tragicómico recapitular los
esfuerzos que han hecho y siguen haciendo los emisarios imperiales, a los que
les hacen coro los funcionarios gubernamentales del Ecuador y la despistada
derecha ecuatoriana para tratar de negar los vínculos existentes entre el
obsequio gratuito de la Base de Manta a los guerreristas norteamericanos y el
Plan Colombia.
Aunque las declaraciones del Ministro de Defensa de Colombia, Luis Fernando
Ramírez, reconociendo que la Base de Manta dará información a Colombia,[20]
confirma nuestra denuncia de que en Manta se han instalado sofisticados
equipos de espionaje satelital electrónico, que antes estaban en la Base
Howard, en Panamá, los hechos, que siempre son más testarudos, nos han dado
la razón. Manta es un puesto estratégico avanzado no sólo en esta forma de
lucha contra el narcotráfico, como lo han reconocido públicamente los jefes
militares yanquis, sino también punto de espionaje y base de operaciones
aéreas, que irá cumplimiento diversos papeles cruciales en la evolución del
proyecto agresivo contra Colombia. Si hubiese un mínimo de dignidad en los
actuales gobernantes ecuatorianos y en el Congreso Nacional del Ecuador, el
Acuerdo del l2 de noviembre de l999 que entregó la Base de Manta, por un
período de l0 años, ya habría sido denunciado y anulado, pues han sido los
propios norteamericanos los que han violado la letra del texto suscrito. El
Acuerdo que se suscribió "para el único y exclusivo propósito" de luchar
contra el narcotráfico, ha sido violado al intervenir los Estados Unidos,
desde las instalaciones en Manta, varias veces, en barcos que salieron desde
puertos ecuatorianos llevando migrantes a los Estados Unidos. ¡ El Acuerdo
nada tiene que ver con los problemas migratorios, por tanto, la ingerencia
norteamericana, desde nuestro propio territorio en esos asuntos, es una
violación abierta de lo firmado!. [21] Más aún, como sucede en todos los
conflictos bélicos, se han iniciado las operaciones aéreas clandestinas de
aviones norteamericanos desde y hacia la Base de Manta. ¡ Es bueno y
saludable reconocer que oficiales de la FAE tuvieron la entereza y la
dignidad de detener a los cinco aviones yanquis que incumplieron las normas
mínimas señaladas en el Acuerdo!.
La actitud del Canciller Heinz Moeller ha sido de un sometimiento y un
cinismo sin precedentes. Primero maniobró en la Comisión Especial de Asuntos
Internacionales y Defensa Nacional para lograr que el infame acuerdo se
tramite y firme sin el conocimiento de la Junta Consultiva de Relaciones
Exteriores, organismo que tiene un importante peso moral en decisiones de
trascendencia, del Congreso en Pleno y del Tribunal Constitucional, que
debieron pronunciarse de modo obligatorio, porque así lo establece como
procedimiento la propia Constitución Política del Estado vigente. Luego se ha
dedicado, a tiempo completo, a tratar de implicar a las FARC en una serie de
actos delincuenciales o de abierta provocación, montados seguramente por la
CIA, en las provincias amazónicas. Así ocurrió en el incidente producido en
Cononaco el sábado l3 de mayo, en la provincia de Orellana, que Moeller, sin
ningún fundamento, lo atribuyó a las FARC, aunque luego su versión fue
desmentida por la Policía y el Ejército del Ecuador. Con su asesoramiento,
el doble discurso ha sido también característico en la conducta del
Presidente Gustavo Noboa. Cuando visitó Bogotá habló de la paz, dando la
impresión de que ponía distancias con el Plan Colombia. En la Cumbre de
Brasilia, el viernes 1 de septiembre, fue más allá al enfatizar: "Que es hora
de atacar el consumo en todos los países". "Reveló, dice la nota de prensa,
cómo una familia ecuatoriana afectada por problemas de drogas en un barrio de
Los Angeles, Estados Unidos, no mereció la protección policial de ese País,
por el único hecho de ser latinoamericanos".[22] Pero el discurso, al
parecer, lo dejó colgado en Brasilia, pues durante la visita de Pastrana al
Ecuador, el 29 y 30 de septiembre, se evidenció que el Presidente Noboa y el
del Congreso, Hugo Quevedo, son socios firmes y convencidos del Plan Colombia
en la región andina.
Los primeros resultados de esta asociación infame y fratricida han sido
negativos para nuestro pueblo, confirmando las previsiones de Monseñor Luis
Alberto Luna Tobar, quien había advertido que : "Es evidente que el País es
parte del Plan Colombia a través de su colaboración con Estados Unidos en la
Base de Manta." Advirtiendo, con la ecuanimidad y madurez que le caracteriza:
" Este es un momento muy grave para el Ecuador. No creo que el país deba
intervenir directamente en el problema colombiano; no es prudente tomar parte
ni a favor ni en contra de ninguno de los sectores involucrados en el
conflicto". Razonamiento cristiano que lo comprendo perfectamente.
El Obispo Gonzalo López de Sucumbios ha denunciado que el comercio bilateral
con Colombia en esa provincia se ha reducido en un 65 % como resultado de los
primeros incidentes, agregando que unos 8000 trabajadores ecuatorianos
perderán sus puestos de trabajo en Colombia con las fumigaciones. También el
Prefecto del Carchi, General René Yandún, se ha pronunciado en el mismo
sentido. En un Foro efectuado el 8 de septiembre en Sucumbíos, al que
concurrieron las principales autoridades de elección popular de Esmeraldas,
Carchi y Sucumbíos pidieron al Gobierno Nacional que declare a las provincias
del norte del País zona de neutralidad frente al conflicto colombiano. Esto
demuestra que en el pueblo y en algunas de sus autoridades democráticas
existe sensatez y realismo.
La Embajadora de los Estados Unidos y Heinz Moeller, preocupados por el
continuo crecimiento de las voces que se oponen a la participación del
Ecuador en el Plan Colombia, han tratado de calmar las protestas de esos
sectores diseñando en el papel un plan de contingencia y desarrollo del norte
del País que se financiaría con un aporte de l5 millones de dólares que ha
ofrecido la Secretaria de Estado norteamericana. Los refugiados colombianos
siguen su movimiento hacia el Ecuador, aunque la ola más grande se producirá
cuando el bombardeo con el hongo Fusarium Oxisporum, elaborado en los
laboratorios del Servicio de Investigación Agrícola de los Estados Unidos,
herbicida mutante y migrante, que ha sido denunciado como un arma biológica
letal, empiece a dispersarse en la Amazonía y suenen los tiros de la guerra
real de agresión, así como también los de la resistencia, que la insurgencia
unida y el pueblo de Colombia levantará contra los traficantes de la muerte.
Si el hongo llega a utilizarse, desoyendo la creciente condena de la opinión
pública mundial, no sólo estaremos frente al peligro de una destrucción
terrible de la biodiversidad, sino que también podrían agudizarse los
problemas del hambre y la insalubridad, que soporta la mayoría de nuestro
pueblo, pues se ha comprobado que el hongo destruye los cultivos básicos y
causa graves efectos sobre la salud humana y animal. Es lamentable decir que
existen múltiples evidencias de que esta tragedia multiplicada será el regalo
que han preparado para nuestros pueblos el Imperio y sus aliados para la
próxima navidad y el año nuevo.[23]
VIII.- ¿Debemos dejarnos subir al carro de la guerra como reses que llevan al
matadero?
El secuestro de l0 técnicos petroleros extranjeros, realizado en la madrugada
del jueves l2 de octubre, en Pompeya, en el límite entre Sucumbíos y
Orellana, a l00 kilómetros en la línea recta de la frontera colombiana,
demuestra que la guerra sucia se ha instalado en el Ecuador, con sus
imprevisibles y nefastas consecuencias. Las Fuerzas Armadas del Ecuador, en
un comunicado, y el Vicepresidente de la República se apresuraron en atribuir
el hecho a las FARC. Los insurgentes, una vez más han desmentido esa versión,
denunciando el hecho "como una maniobra de la CIA para buscar que todos los
países de la frontera se unan al Plan Colombia".[24] Las FARC han aprovechado
la oportunidad para ratificar su política de principios, adoptada en la
Conferencia Nacional Guerrillera del 2 de abril de l993 que convierte en
norma obligatoria para todos sus combatientes la "decisión de no intervenir
militarmente contra los ejércitos de los países fronterizos en sus
territorios". No sería la primera vez, en cambio, en que los aparatos de
espionaje norteamericanos multipliquen provocaciones de esta índole para
tratar de justificar lo que hasta hoy no tiene justificación ni explicación
alguna: ¿Qué hace el Ecuador, metido de aliado en esta guerra, si no somos ni
cultivadores, ni procesadores, ni grandes consumidores de drogas? ¿Qué
intereses oscuros le movieron primero a Yamil Mahuad, y luego a Gustavo Noboa
para comprometer a nuestras Fuerzas Armadas y al pueblo ecuatoriano en una
guerra que no nos pertenece? ¿Con qué argumentos se pretende justificar la
movilización de más de 4.500 hombres de nuestro Ejército a las provincias
fronterizas del norte, en medio de la profunda crisis económica que nos
golpea a todos y a un costo insostenible?[25] ¿Cuál es el contenido de los
compromisos secretos que tiene el Gobierno de Gustavo Noboa con el Gobierno
de los Estados Unidos para apoyar el Plan Colombia? Ojalá estos interrogantes
puedan aclararse antes que nos lluevan los hongos y el lenguaje brutal de la
guerra comience a imponer su lógica inexorable y dolorosa.
En esta terrible circunstancia, ¿cuál es el deber de los ecuatorianos?
Primero, exigir la suspensión inmediata de los Acuerdos de Manta que nos
transforman en Base de espionaje y agresión contra las fuerzas insurgentes y
democráticas de Colombia. Segundo, impedir que los soldados y oficiales de
nuestras Fuerzas Armadas, mediante actos de provocación, sean comprometidos y
utilizados como carne de cañón en una guerra de agresión contra un pueblo al
que nos unen los títulos históricos rubricados con sangre en las faldas del
Pichincha y en el Portete de Tarqui. Tercero, exigir al Gobierno ecuatoriano
declare la neutralidad frente al conflicto colombiano, a fin de que pueda
desarrollar desde el campo diplomático todas las acciones necesarias para
apoyar la búsqueda de una solución negociada y pacífica, de ese largo y
doloroso problema, pero sin intervención extranjera de ninguna índole.
Permanecer impasibles y callados frente a las maniobras norteamericanas y a
la conducta de sometimiento gubernamental significaría dejarnos embarcar en
el carro de la guerra como reses que van al matadero, actitud inadmisible en
el pueblo de Píntag y Rumiñahui, Manuela Saénz y Eloy Alfaro.
Notas:
[1] Alfredo Molano Bravo en un artículo intitulado "El Plan Colombia y el conflicto armado" sostiene que: Presentado en Washington, un equipo del
Departamento de Estado, Planeación Nacional de Colombia -y un técnico de la
OXY- reelaboró el proyecto definiéndole como objetivo la guerra contra el
narcotráfico".
[2] Alfredo Molano Bravo. Artículo citado, p. 3.
[3] Mientras reviso el texto, desde El Tiempo de Bogotá, nos llega la noticia
de que el Ministro de Defensa de Colombia, ha destituido a 388 uniformados(
89 oficiales y 299 suboficiales) en un intento por depurar a los implicados
en la violación de los derechos humanos. El Comercio de Quito, miércoles 18
de abril, A 6.
[4] Carlos Trujillo Restrepo ha escrito un libro sugestivo "Del café a la
coca", que se mueve entre la novela y el relato testimonial, en el que se
describe ese tránsito. Editor CAR TRES, Calí, Colombia, la. Edición, l996.
[5] General Gustavo Pardo Ariza, Cogobierno desde la Catedral, Editorial
Grijalbo, Santa Fé de Bogotá, la. Edición, l997. El libro denuncia el poder
político adquirido por el capo Pablo Escobar, su influencia durante l7 años
en la política nacional y su connivencia con el Presidente César Gaviria que
fue promovido luego, por el imperio, a la Secretaría General de la OEA.
[6] Thomas Hobbes, Leviatán, Tecnos, Madrid, l987, Cap. 13.
[7] Este modesto crecimiento del área cultivada de marihuana puede explicarse
porque los Estados Unidos se han vuelto autosuficientes en la hierba, según
ha declarado la Sra. Embajadora norteamericana en Bogotá.
[8] Manifiesto por la paz y los derechos humanos en Colombia, difundido por
Alai-amlatina en Ecuador.
[9] Plan Colombia, Documento difundido por la Agencia Latinoamericana de
Información, p. 10.
[10] Juan Carranza Coronado, Cuando lluevan hongos, Enfoque Internacional,
Diario El Comercio, Quito, Domingo 6 de agosto del 2000, A 5.
[11] Carlos O. Suárez, Globalización y mafias en América Latina, Dirple
ediciones, Buenos Aires, l997, p. 75.
[12] Boletín Informativo del Pleno del Estado Mayor Central de las FARC-EP,
21 al 25 de marzo del 2.000, p. 14
[13] Alfredo Rangel Suárez, Colombia: Guerra en el fin de siglo, Editores
Tercer Mundo S.A. Bogotá, tercera reimpresión, junio de l999, p. P. 11-12.
[14] Eduardo Pizarro León Gómez, Colombia en el ojo del huracán, Revista
Nueva Sociedad No. 163, p. 5.
[15] Alfredo Rangel Suárez, Ob. Cit. P. 85.
[16] Henry Kissinger, La diplomacia, Fondo de Cultura Económica, México,
Tercera Reimpresión, l996, p. 802 - 833.
[17] Según el cable de la AFP, el Ministro de Defensa del Ecuador, almirante
Hugo Unda Aguirre, es partidario de una solución regional al problema
planteado por el narcotráfico y la guerrilla en Colombia. ¡Al fin asoman los
cuernos de la verdadera posición del Ecuador, lo dicho por el Ministro
implica un apoyo total a la postura de la alianza militar norteamericana con
Pastrana!.
[18] La imagen fue rescatada de una idea del editorial de Juan Fernando
Salazar, intitulado El Plan Manta, del Domingo 6 de agosto, A4
[19] Manuel Salgado Tamayo, ¿Guerra sucia en Ecuador? Los documentos secretos
de Manta, Ediciones La Tierra, Quito, abril del 2000.
[20] Entrevista realizada por Dimitri Barreto, enviado Especial a Bogotá,
Diario El Comercio, martes 29 d agosto del 2000, A 2.
[21] El Diario El Comercio del sábado l de julio del 2000, informa que desde
febrero de l999, por seis ocasiones distintas fueron detenidos, en aguas
internacionales, barcos ecuatorianos por guardacostas norteamericanos que
habría sido detectados desde Manta. P. A3.
[22] El Comercio, Domingo. 3 de septiembre, A3.
[23] Como las guerras, sobre todo las revolucionarias, son como los
terremotos, llegan sin aviso previo, el viernes 20 de octubre, en los
departamentos de Antioquia, Chocó y Putumayo, las FARC desataron una violenta
ofensiva contra el Ejército que dejó un saldo de l02 muertos.
[24] La sospecha de las FARC parece confirmarse, pues funcionarios
norteamericanos no dudaron en atribuir los hechos a las FARC, pero el
Director del Area Andina en Washington, Philip Chicola ha declarado que "este
secuestro nada tiene que ver con Colombia". El Comercio, miércoles 18 de
octubre del 2000, A 2.
[25] Esta es la cifra que maneja el Diario "El Comercio" de Quito, del martes
17 de octubre del 2000, Primera Plana, A 6.
(*) Manuel Salgado Tamayo es profesor de las Universidades Central del
Ecuador y Católica de Quito. Ex Vicepresidente del H. Congreso Nacional del
Ecuador.
https://www.alainet.org/es/active/993
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