Integración o zona franca
24/07/2000
- Opinión
El MERCOSUR (Mercado Común del Sur) es el único proyecto de integración sin
la participación de las grandes potencias capitalistas -que articulan los
tres megamercados del hemisferio norte. El inicio modesto se transformó,
cuando la crisis mexicana de 1994 bloqueó la capacidad norteamericana de
incorporar nuevos países al TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del
Norte) -como Chile, que ya había sido electo como el próximo candidato-,
tanto por el desistimiento de éste, cuanto por el retiro de la "vía rápida"
por el Congreso norteamericano para el que el presidente Bill Clinton
negociase nuevos acuerdos comerciales.
Con eso, el Mercosur ganó tiempo y espacio. Tiempo para consolidarse y
espacio para la adhesión de Chile y de Bolivia, así como para el inicio de
negociaciones con los países del Pacto Andino en crisis. En la reunión del
ALCA (Área de Libre Comercio en las Américas), en Santiago de Chile, en
1998, el Mercosur consiguió negociar como bloque, así como definir que
ningún acuerdo del ALCA entrará en vigor sin que todos ellos hayan concluido
y empujar hasta el 2005 la vigencia de estos acuerdos. Fue el momento de
mayor fuerza del Mercosur.
Desde entonces, la crisis brasileña y la desvalorización del real
introdujeron una cuña entre los dos principales socios, poniendo en cuestión
el futuro de la integración propiciada hasta allí por el Mercosur. La
paridad cambiaria pasó a funcionar abiertamente con un peso para la
Argentina, profundizando sus déficits públicos, de la balanza comercial y de
la balanza de pagos y colocando la economía del país ante un dilema: ¿cómo
salir de la paridad, sin perder la estabilidad?
Dos alternativas se presentan a ese dilema: dolarización o moneda única
regional. El gobierno brasileño señala su oposición a aquella, pero no da
ningún paso en dirección alternativa, sin darse cuenta que la dolarización
liquidaría de una vez el Mercosur y aplanaría definitivamente el camino para
el ALCA, que tiene en la reunión de abril del año próximo, en Quebec, la
decisiva oportunidad para firmar los acuerdos que entrarán en vigor en el
2005.
La carta mexicana
Es en este cuadro que se da la elección de México que ya era presentado por
los organismos financieros internacionales -nuevamente- como el ejemplo a
ser seguido. Después de dejar de serlo, a partir de la crisis de 1994, el
acoplamiento de la franja norte del país con el boom de la economía
norteamericana sirvió como palanca para un nuevo ciclo expansivo, que
presenta los mejores resultados macroeconómicos del continente, aunque
acompañado del deterioro de los indicadores sociales. No obstante, todavía
más ahora, empacado con la marca de la tercera vía -que ya domina el
continente, a partir de Argentina, Chile, México y Brasil, a juzgar por las
invitaciones de sus líderes- el modelo mexicano surgirá como aquel que
habría superado el estancamiento por el acoplamiento con la economía de los
Estados Unidos, apareciendo como el sello que legitimaría las ventajas de
adhesión a un proceso de integración continental hegemonizado por la mayor
economía del planeta.
¿En que consiste el proceso expansivo mexicano de los últimos años? Cuatro
características marcan las transformaciones operadas en México: la
modificación de los criterios para el uso de sus recursos estratégicos (del
petróleo, en primer lugar); la reconversión de la industria a la producción
llamada "maquila"; una reorganización del mercado del trabajo y de los
mecanismos de distribución de la renta; y el rediseño económico del
territorio mexicano.
Para recuperarse de la crisis de la deuda del comienzo de los años 80,
México hizo del petróleo el nuevo motor de la economía, favoreciendo el
encadenamiento productivo con el exterior, en particular con los Estado
Unidos, en el lugar de la consolidación del sistema productivo y del mercado
interno. Paralelamente el petróleo se abrió al capital norteamericano,
permitiendo a los Estados Unidos garantizar reservas próximas y más seguras
que las de Oriente Medio.
Valiéndose de una diferencia salarial que llega a siete veces, las empresas
norteamericanas hicieron del norte de México una especie de gigantesca zona
franca, donde la mano de obra es explotada sin ningún tipo de derecho
sindical y con importación de más del 90% de los insumos utilizados. Esa
misma disparidad no disminuye, sino que aumenta aún más la emigración de los
mexicanos hacia los Estados Unidos, provocando el mayor flujo migratorio del
mundo.
Tras el fin de la reforma agraria de la revolución mexicana, con la
autorización de la venta de los lotes donados a los campesinos, se
incrementa una reorganización económica del territorio mexicano, conforme a
los proyectos geopolíticos de los Estados Unidos, que incluyen, más allá del
control del petróleo, el de la biodiversidad, siendo que México posee las
más ricas reservas del continente, y la construcción de un nuevo canal que
unirá los dos océanos, a través del istmo de Tehuatepec. Esa obra
representa la delimitación de una nueva frontera económica de desintegración
interna de México y de integración subordinada de los Estados Unidos.
Al contrario de lo que los grandes medios informaron, México ya había estado
una vez dividido en las elecciones: en 1988, cuando Cuauhtemoc Cárdenas
ganaba al candidato del PRI, el sistema cayó y, a su regreso, ganó el hoy
fugitivo de la Justicia Carlos Salinas de Gortari. Todos los observadores
testificaron que Cárdenas había ganado, hubo protestas, pero se trataba de
una superación del PRI por la izquierda, a las vísperas de entrada en vigor
del TLC y entonces quedó por eso mismo.
Ahora se trata de una salida "confiable", por la derecha, con un candidato
que ya aceptó la privatización de la empresa estatal petrolera mexicana,
Pemex. Ahí el coro internacional no se hace esperar, con la CNN anunciando
que "México hizo la gran revolución democrática del siglo XXI" y el propio
Fox diciendo que va a gobernar con el sector "honesto" del PRI.
Fernando de la Rúa mantuvo la misma política económica, sin Menem. Salió
mal y su popularidad descendió rápidamente. Fox promete la misma política
económica, sin el PRI. ¿Será ese el proyecto de la tercera vía para el
Brasil? ¿La misma política económica sin Fernando Henrique Cardoso?
Brasil y América Latina están, así, entre la dolarización y la moneda única
regional, esto es, entre un Mercosur ampliado y profundizado o el ALCA. A
fines de enero se anuncia la realización de un Foro Social Mundial
alternativo a la reunión de los magnates de la especulación mundial en
Davos. En los primeros días de febrero se realizará en la Universidad
Estatal de Río de Janeiro, un seminario para la formulación de un proyecto
alternativo de integración latinoamericana, que se realizará en la
perspectiva de confrontar los acuerdos que serán discutidos en Quebec en
abril de 2001 y que comprometerán el futuro del Brasil y del continente en
una u otra dirección. Consolidación de la integración internacional
subordinada (convertida en una inmensa zona franca) o lanzamiento de un
proyecto internacional alternativo, a partir de una integración
latinoamericana que apunte a una amplia alianza con todo el hemisferio sur
- gran mayoría de la humanidad, excluida de los tres megamercados que dominan
el mundo: ese es el desafío que tenemos por delante.
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