Agotamiento del modelo de ajuste en América Latina
17/10/1999
- Opinión
A partir de la crisis de la deuda mexicana en 1982, la mayoría de países de
América Latina, han impuesto una política económica cuyo diseño,
conceptualización y monitoreo ha sido realizado por las organizaciones
internacionales de crédito, sobre todo, el Fondo Monetario Internacional y
el Banco Mundial. La aplicación de estas políticas, llamadas de ajuste
macroeconómico, fueron la causa del grave deterioro económico de la región
en los ochenta, conocido como la "década perdida".
Estas políticas de ajuste fueron concebidas e instrumentalizadas de tal
manera que pueda garantizarse la transferencia de recursos desde la región
hacia los mercados financieros internacionales. Sin embargo, la imposición
del ajuste y el peso de la deuda externa provocaron serios problemas en las
economías de la región e incumplimientos en los compromisos suscritos con
los acreedores internacionales. Frente a los problemas de incumplimiento de
pagos de la deuda externa se concibió por parte de los Estados Unidos, el
Plan Brady, y, frente a las incoherencias entre la condicionalidad exigida
por el FMI, por una parte, y el Banco Mundial, por otra parte, se propuso el
"consenso de Washington" por el cual el FMI se concentraba en los problemas
del corto plazo y en mantener el equilibrio entre los indicadores
macroeconómicos, mientras que el Banco Mundial se concentraba en las
"reformas estructurales" del Estado, esto es, en garantizar los cambios
jurídicos y políticos que hacían posible las privatizaciones y la reducción
del tamaño del Estado.
De esta manera y producto de la aplicación del ajuste, las economías de la
región dedicaron por concepto de transferencia de recursos un volumen
equivalente a 400 mil millones de dólares entre mediados de los ochenta y
mediados de los noventa. A pesar de esta gigantesca transferencia de
recursos, la región ha visto crecer su deuda externa, de 450 mil millones a
inicios de los ochenta, a cerca de 900 mil millones a fines de los noventa.
Para garantizar tales volúmenes de endeudamiento, los países
latinoamericanos se han visto obligados a transferir al sector privado,
manejado principalmente por la finanza corporativa mundial, áreas
estratégicas del sector público, como son las comunicaciones, la energía,
los servicios básicos, del transporte, etc. Ha sido, justamente, gracias a
las políticas de privatizaciones que los países latinoamericanos lograron
"regresar" al mercado mundial de capitales y ser considerados nuevamente
como "sujetos de crédito".
Por otra parte, las políticas de ajuste han vuelto vulnerable a toda la
región a las viscisitudes de los mercados mundiales de capitales. Los
riesgos de contagio de las crisis financieras se han convertido en un factor
sistémico en todos los países de América Latina. La crisis asiática de 1988
golpeó rudamente a Brasil y generó un efecto de dominó en toda la región.
La crisis mexicana, conocida como el efecto tequila, se debió también a un
contagio financiero externo. Esta vulnerabilidad otorga un gran poder de
decisión a la finanza corportativa mundial y reduce las capacidades de
acción y de maniobra de todos los países latinoamericanos.
De hecho, el diseño y la aplicación de cualquier política económica están
sometidos a la aceptación y visto bueno del mercado mundial de capitales y
de la finanza corporativa mundial. Lo evidenció, por ejemplo, la reciente
controversia entre el Ministro de Economía de Brasil, de tendencia
neoliberal, y el Ministro de Planificación y Desarrollo, de tendencia
cepalina. El Presidente Cardoso, aceptó la renuncia del segundo, mientras
que mantuvo en su puesto al Ministro de Economía que gozaba de la confianza
de los mercados financieros internacionales.
A pesar de todas las distorsiones económicas y sociales que han provocado
las políticas de ajuste, es evidente que ha existido un acelerado proceso de
concentración de capitales y la formación de poderosos grupos económicos que
controlan la economía latinoamericana. Los antiguos grupos industriales,
comerciales o bancarios, que dominaban en la región, han entrado en una
nueva dinámica cuya lógica es la financiera, esto es, la rentabilidad
generada en los circuitos de la acumulación financiera, es más alta que la
rentabilidad industrial, comercial o simplemente bancaria.
A las actividades tradicionales se suma el manejo financiero de la cartera
de las empresas, (cash flow). Este manejo financiero otorga una nueva
racionalidad a los grupos económicos, al mismo tiempo que los integra a las
dinámicas y lógicas de los mercados mundiales de capital. La transformación
de estos grupos económicos en grupos financieros es un aspecto clave para
comprender la vinculación entre la política económica neoliberal, las
privatizaciones, y el pago de la deuda externa, así como para comprender el
carácter corporativo que ha asumido el Estado en América Latina.
Empero de ello, es evidente que existe un agotamiento del modelo de ajuste y
de reforma estructural preconizado por el FMI, y el Banco Mundial. Ningún
país ha logrado, en efecto, y en casi dos décadas de ajuste, resolver sus
problemas de endeudamiento externo, de crecimiento, de desarrollo
industrial, de políticas sociales. Por el contrario, los indicadores
muestran señales alarmantes de deterioro de las economías de la región. De
hecho, existe un claro proceso de desinversión y desindustrialización de
toda la región. Por el lado de las políticas sociales, el incremento de la
pobreza, de la conflictividad social, etc., muestran claras señales de
regresión en relación a la década de los setenta.
Las señales del agotamiento se expresan por ejemplo, en la crisis
ecuatoriana, país que se ha visto obligado a renegociar parte de los bonos
Brady, y que ha declarado una moratoria tácita sobre otro tramo de su
endeudamiento externo. También existen signos de crisis en Argentina y
Brasil. A pesar de las recientes recuperaciones de los valores de la deuda
externa, es indudable que se está gestando una profunda crisis en la región.
Los países de América Latina, privilegian el servicio de la deuda externa
comprometiendo toda posibilidad de desarrollo, imponen y radicalizan el
modelo neoliberal del ajuste económico, profundizando la recesión y
agravando las condiciones de vida de sus pueblos. Transfieren al sector
privado las áreas estratégicas de su economía y vuelven vulnerable a la
sociedad en su conjunto frente al poder de los monopolios y de los grupos
financieros. Cierran los espacios de participación democrática cuando
aceptan las condicionalidades de los organismos internacionales de crédito
por sobre las prioridades de su soberanía nacional.
Es entonces conveniente preguntarse por la vigencia y por la pertinencia que
tiene el actual modelo económico de ajuste ¿Pueden postergarse las
necesidades de pueblos enteros por satisfacer los requerimientos de la
finanza corporativa mundial? ¿Puede hipotecarse el futuro de nuestros
pueblos ante un modelo que profundiza y agrava la pobreza?
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