En Francia

De Ripley, los socialistas piden a los capitalistas que salven al país

30/08/2014
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El gobierno socialista francés de François Hollande, a través de su Primer ministro Manuel Valls, ha lanzado un llamado a los empresarios capitalistas para salvar al país, para que esa tasa de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) muy cercana a cero comience a despegar; para que el desempleo no siga creciendo, para impedir que los puestos de trabajo se vayan al extranjero…
 
¿Cómo entender? ¿Un socialista pidiendo ayuda a los capitalistas para reactivar la economía del país? ¿Es que el socialismo es solo una ilusión? ¿Por qué se siguen llamándose socialistas, entonces? ¿O es que los socialistas no comprenden todavía cuáles son los elementos de la actividad socio-económica y cómo interactúan?
 
Los empresarios de Francia, agrupados en el MEDEF (Mouvement des entreprises de France), se reúnen cada año en su Universidad de Verano. Esta vez, el Primer ministro del gobierno socialista francés fue a su encuentro para decirles lo siguiente: “Es de uso corriente oponer la izquierda al mundo de la empresa… Dejemos ya de oponer sistemáticamente al Estado y las empresas,los directores de empresa y los asalariados, las organizaciones patronales y los sindicatos… La Francia tiene necesidad de sus empresas. Son ellas las que crean riquezas”[i].
 
En sentido estricto, no son las empresas, en tanto que fábricas, máquinas, que crean riquezas; sino que son las gentes que crean riquezas, actualmente a través de las máquinas, como ayer lo hicieron a través del empleo de la tierra cultivable. Tanto la máquina como la tierra cultivable son la expresión fenomenal de procesos de trabajo (formas de trabajar) diferentes y cada vez más evolucionados.
 
Es incuestionable que, actualmente, la actividad económica de Francia, como de cualquier otro país del mundo, necesita de sus empresas, en su forma de fábricas, para crear bienes económicos. En este sentido Manuel Valls tiene razón cuando dice que “la Francia tiene necesidad de sus empresas, de todas sus empresas”. Y esto por una razón simple. Desde hace aproximadamente seis siglos, lo esencial de los bienes económicos se produce en base a máquinas. Estos productos se venden y compran en lugares llamados “mercados”.  De ahí que, a este tipo de actividad económica hemos convenido en llamar “economía de mercado”.
 
Pero de allí a decir que “La France a besoin de vous! (¡La Francia no puede vivir sin ustedes señores empresarios capitalistas!)”, hay un profundo desconocimiento de la realidad socio-económica. Y esta desinformación se agrava en su frase siguiente: “Cuando las empresas [capitalistas] ganan, es la Francia que gana”. ¿Esto es cierto?
 
Para aclarar esta “confusión” volvamos a lo elemental. Toda actividad socio-económica tiene dos elementos. Uno es el proceso de trabajo, la forma de trabajar, con la cual se crean bienes económicos. En la actualidad, en el proceso de trabajo en curso, su elemento fundamental son las máquinas. Y es a este elemento de la actividad socio-económica que se refiere Valls, y con justa razón, cuando dice que “son ellas las que crean riquezas”. Las gentes a través de las máquinas crean riquezas.
 
El otro elemento es la decisión socio-económica con la cual la sociedad decide quién se apropiará el resultado de la actividad económica. La humanidad en su devenir ha practicado dos tipos de decisión socio-económica. Históricamente, el primero que se practicó fue la Repartición Igualitaria, y por 190 mil años aproximadamente, mediante la cual el 100% del resultado de la actividad económica se “repartía” entre todos los habitantes del país en partes más o menos iguales. Luego, desde hace unos 10 mil años aproximadamente, se instala la Repartición Individualista que substituye a la anterior forma de repartición. Con este nuevo tipo de repartición, el 100% del resultado neto de la actividad económica pertenece únicamente al propietario de la empresa o a sus accionistas.
 
Entonces, una actividad socio-económica concreta cuenta con dos elementos: una forma de trabajar bien definida y un tipo de repartición igualmente bien definido. Así, por ejemplo, la actividad socio-económica actual cuenta, primero, con una forma de trabajar en donde la máquina es el elemento esencial del proceso de trabajo para crear bienes económicos y; segundo, con una decisión socio-económica en la forma de Repartición Individualista, en donde el propietario de la empresa o sus accionistas se apropian del 100% del resultado neto (utilidades). Es a esta actividad socio-económica precisa que llamamos “capitalismo”.
 
Entonces, hacernos creer que “cuando las empresas ganan, es la Francia que gana” es simplemente de la ironía. Cuando las empresas ganan; es decir, cuando las empresas crean utilidades, éstas pertenecen en su 100% únicamente a su propietario o a sus accionistas. Cero euros para sus trabajadores y menos que cero para el resto de la población. Y la decisión de invertir o reinvertir pertenece única y exclusivamente al propietario de ese capital. Muy poco cuenta la intervención ya sea del gobierno o de los trabajadores de la empresa.
 
Y la cuestión se agrava cuando Manuel Valls promete a los empresarios capitalistas una disminución fiscal de 60 mil millones de euros. Y tiene la osadía de decir que “Es absurdo hablar de regalo efectuado a los capitalistas”. El regalo no solamente será en moneda contante y sonante, sino que también se les ha prometido levantar los “trabas” en los contratos de trabajo, realizar obras de infraestructura gratuitas, ofrecer personal cada vez más calificado…
 
Escuchando al socialista Manuel Valls estaríamos inclinados a pensar que los capitalistas son pobres. Pero leamos lo que escribe el economista francés Thomas Piketty[ii]. “En Francia, la utilidad neta y las rentas se eleva del 15% del ingreso nacional en 1982 al 27% en 2010”. “Sin ninguna duda, el hecho más saltante es que… en Francia, de acuerdo a la información disponible para 2010-2011, el 10% más rico de la población detiene el 62% del total de la riqueza, mientras que el 50% más pobre es propietaria de menos del 4%”. Además, remarca Piketty, la realidad es que “casi la totalidad del stock de capital se transmite por herencia”.
 
Pregunto, ¿los socialistas se han olvidado que existe otro tipo de repartición del resultado del esfuerzo de todo un pueblo? ¿Se han olvidado que solamente en una economía a repartición igualitaria es posible vivir en paz, en armonía, en plena cooperación los unos con los otros? Y para que este tipo de repartición sea factible es indispensable que los activos de las empresas sean de propiedad del país. Y esto, históricamente se conoce como la propiedad comunitaria.
 
Sobre estos dos pilares, la propiedad colectiva y la repartición igualitaria, es hora de desarrollar una actividad socio-económica en donde las empresas-país, empresas a propiedad colectiva y a repartición igualitaria, sean su columna vertebral.
 
Lima, sjl, 30 de agosto del 2014
 
- Dr. Hugo Salinas, salinas_hugo@yahoo.com

[i] Université d’été du MEDEF, Mercredi 27 août 2014
[ii] Piketty Thomas, Capital in the Twenty-First Century, The Belknap Press of Harvard University Press, London, 2014
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/102873?language=es
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