10.000 hacia el Sur

28/05/2014
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 493: Ciencia, tecnología e innovación en la integración suramericana 10/06/2014
Existe en la Amazonia una formidable máquina científica que no valorizamos.  Es equivalente a la del CERN de Ginebra que reveló secretos profundos de la estructura de la materia.
 
Los bosques, los ríos, los acuíferos, las culturas de la cuenca amazónica, que abarca ocho países de América del Sur, es un tremendo ‘acelerador’, es una poderosa máquina que nos permitiría descubrir los secretos de la biodiversidad de la naturaleza.  ¡Una selva exuberante que crece y se multiplica en suelos pobres!
 
Hay mucho interés y se gasta mucha energía para conservar los bosques de la Amazonia, los ambientes biodiversos de América del Sur, pero hay muy poco interés para entender lo que sucede en ese microcosmos, en la naturaleza.  Es como si estuviéramos frente a las galaxias del firmamento y no buscásemos entender lo que pasa en el corazón de las estrellas.
 
Las organizaciones internacionales quieren que nosotros conservemos la Amazonia y los ecosistemas naturales.  Y nosotros permanecemos inertes, paralizados por la complejidad de la tarea y los malos consejos.  No hacemos lo que ellos, en Europa y Estados Unidos, hacen, utilizando ampliamente el conocimiento para dominar la economía del mundo.
 
No sabemos hacer una hoja, que es una tremenda máquina de conversión de energía solar en nutrientes para los árboles.  Para hacer una hoja se necesitaría de cooperación internacional, de mucha ciencia, y sobre todo necesitamos de gente que se quiera dedicar a la investigación científica en los ambientes naturales.
 
Hay otra cosa que creo es importante decir: estamos discutiendo la cooperación científica y la ciencia en América del Sur.  La ciencia en América del Sur tiene más de 100 años de cooperación.  En 1906, en Río de Janeiro, se realizó una primera conferencia dedicada a la cooperación científica y esa cooperación progresó en los últimos 100 años, particularmente en los tiempos de las dictaduras.
 
Es muy interesante observar cómo en los tiempos de las dictaduras, el exilio de científicos de un país a otro fertilizó el intercambio de conocimientos y de ciencias.  Brasileños fueron a Venezuela, argentinos vinieron a Brasil, fue una época en que la cooperación nacía y crecía en el vientre de la tierra, una tierra subyugada por las dictaduras militares.  Se formaban jóvenes, se fertilizaban ideas.
 
Ahora existe una amplia cooperación, que funciona informalmente.  Miles de científicos, académicos, especialistas de salud pública, viajan todos los años a diferentes países de Suramérica, realizan investigaciones científicas, cooperan.  Pero nosotros aún no creamos una institución para multiplicar este intercambio.
 
Nosotros no tenemos una fundación que financie, un instituto que sea capaz de promover la cooperación científica, promover la ciencia de interés común a diferentes países.  Por ejemplo, para estudiar la Amazonia, no tenemos un fondo administrado por los ocho países que pueda poner 300, 500 millones de dólares para promover las investigaciones necesarias para conocer sus secretos.
 
¿Y dónde vamos a buscar este dinero?  Yo creo que hay muchísimos grandes proyectos de donde se puede sacar algún presupuesto para nuestros proyectos científicos.  Por ejemplo, por debajo de la Amazonia, que conocemos por sus bosques y ríos, hay un acuífero que de Brasil llega a Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, inmenso, a 200, 500 metros de profundidad.  Hay más agua en el subsuelo que en la superficie. 
 
Poco se conoce, poco se sabe de este acuífero, y poco se explota para beneficio del pueblo que habita la zona.  Hay gente que muere de enfermedades transmitidas por el agua de superficie, que es abundante pero contaminada, y que vive sobre un inmenso reservorio de agua potable.
 
¿Cómo es posible que no encontremos los 100 millones de dólares necesarios para estudiar este tesoro natural que además de proveer agua potable, puede revelarnos aspectos de los climas de la región y de nuestro planeta?
 
Es un ejemplo, hay otros tan o más importantes; deberíamos convocar una conferencia para tratar sobre los grandes desafíos que América del Sur propone a la ciencia.  Y resolver la cuestión de cómo financiar los estudios necesarios para transformar estos tesoros en riqueza de valor social.
 
¡Poner la juventud en circulación!
 
Los clérigos del ambiente quieren hacer de la Amazonia un gran santuario donde se conserven las aguas y la selva.  En una conferencia internacional yo escuché decir: “Ustedes conserven la Amazonia, que las investigaciones, protegidas por las leyes de la propiedad intelectual, para entender lo que sucede allí, las hacemos en Londres, New York, en París…”.
 
¡No, mis amigos, les respondí!  Ustedes vengan aquí a la Amazonia y pasen unos meses en la selva, y si no se pierden, y sobreviven más de tres días, les daremos como premio un vaso de agua, si no, vuelvan a su tierra porque nosotros necesitamos de gente que sepa caminar por la floresta y nos ayude a entender, a hacer las hojas, y no solo a conservar los arboles.  De clérigos conservadores tenemos suficientes, y de nuestra producción.
 
¿Entonces, cómo encontrar el dinero?  Todos los días vemos en los periódicos 2000 millones para el gaseoducto de Caracas a Recife, etc.  5000 millones para la hidroeléctrica tal, bueno, son importantes pero nosotros necesitamos de un cerebroducto que conecte nuestros países amazónicos, no solo de un gasoducto.
 
Para hacer un cerebroducto necesitamos de 2% de lo que ustedes gastan en el gasoducto, 2% de los presupuestos de las hidroeléctricas que ocupan los países de la región, Bolivia, Perú, Brasil, etc.  Dos por ciento de las carreteras que unen el Pacífico al Atlántico.
 
Bueno, con dos por ciento de todo eso, hacemos unos 400 o 500 millones de dólares que pueden financiar, sí, la cooperación regional y hacer que los secretos de la inmensa biblioteca natural de América del Sur, de Amazonia, puedan ser revelados y estudiados por nuestros jóvenes que tanto reclaman por más espacio para el conocimiento.
 
Observo que Chile vivió en estos meses un cambio de política  ¡Y sabemos que fue gracias a los estudiantes que salieron a las calles!  ¿Y salieron para qué? ¿Para tener más McDonalds en Santiago?  No lo creo: lo hicieron para saber, conocer más.  Ellos y los estudiantes de Perú, de Venezuela, de Brasil, de Colombia, de Argentina, quieren conocer más.  Si nosotros no somos capaces de darles la oportunidad de conocer, ellos la tomarán.
 
No podemos responder a ellos mostrando los tímidos intentos de crear un Mercosur que insiste en el comercio de vinos y quesos, coches y refrigeradores.  Es un proyecto pequeño, en las ideas y propósitos, para responder a los ideales de los jóvenes.  Una juventud que está reclamando por más conocimiento.
 
Para concluir, propongo, que ofrezcamos a 10.000 estudiantes de Suramérica la posibilidad de circular por Suramérica.  Debemos crear los instrumentos para dar 10.000 becas a estudiantes chilenos, brasileños, argentinos, colombianos, venezolanos, para que circulen, que vengan a Brasil a estudiar, que los brasileños vayan a Chile a aprender con los chicos y maestros chilenos.  ¡Debemos poner la juventud en circulación!
 
Crear diez mil becas no es un problema complejo.  Brasil creó un programa “Ciencia sin Fronteras” de 70.000 becas o más, para hacer que los estudiantes brasileños viajen a Europa, a Estados Unidos, a estudiar ingeniería y ciencias exactas.  Yo propongo que 20% de estas becas, 10.000, sean destinadas a estudiantes que busquen conocimiento en los países de América del Sur, viajen para estudiar en Buenos Aires, en Santiago, en Bogotá, conozcan Bolivia, Venezuela.
 
Es muy importante que se produzca esa circulación para el ‘cerebroducto’.  La integración científica y cultural en América del Sur es estratégica y no puede tardar.
 
Es necesario que los jóvenes de los países de América del Sur recuperen el ideal de integración de América Latina y de Suramérica, que tanto influenció nuestra generación en los años 60 y 70.
 
Son ellos quienes deben escribir las nuevas páginas de la historia de América del Sur.  Recién lo empezaron en Chile.  “¡Que viva América Latina!” no es un mote del pasado, no es solo –como dice el tango–  “una luz de almacén”, es un ideal aun muy vivo, y los ideales, sabemos, mueven las montañas que necesitamos mover.
 
- Ennio Candotti es Director del Museo de Amazonia Musa, Manaus.
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/85923

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