Stalin y Chávez: La mentira y la difamación como sistema (II)
01/05/2014
- Opinión
Hasta el advenimiento de la Revolución de Octubre de 1917 que creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la plutocracia mundial capitalista y sus perros de presa políticos, religiosos y mediáticos, no sintieron que sobre el sistema que les otorgaba privilegios, riqueza y poder de forma inconmensurable hubiera peligro o riesgo alguno. Hasta ese momento, los trabajos y propuestas sobre el socialismo científico que Marx y Engels habían elaborado les parecían más bien simples disquisiciones académicas, tan utópicas en la práctica como las tesis de Fourier, Saint Simón y Proudhome.
La toma del palacio de invierno por Lenin y los Bolcheviques vino a despertar bruscamente a estas élites de su paradisíaco sueño. El socialismo ya no era un asunto exclusivo de académicos, filósofos, poetas y utopistas; el socialismo era un hecho real. Un país se declaraba socialista, y no cualquier país, sino el más poblado de Europa y el de mayor extensión territorial del mundo!
Desde ese entonces las élites capitalistas y sus lacayos de todo el orbe le han tenido pánico a la presencia del socialismo, y han atacado, militar, económica y mediáticamente, a todo lo que les sea sospechoso de promover, defender o incluso simpatizar con este. Buena parte de los beneficios del llamado “estado de bienestar occidental” se debieron a un movimiento táctico de repliegue de las burguesías europeas y estadounidense, efectuado luego de la II Guerra Mundial, por el temor que el pujante movimiento comunista internacional, representado por la victoriosa URSS y encarnado por Stalin, les producía.
Los medios de difusión masiva de información del mundo occidental se regodearon por décadas en los supuestos fracasos económicos, sociales y militares de la URSS bajo el gobierno de Stalin, ocultando desvergonzadamente que en los años 20 y 30 del siglo pasado, y a pesar de soportar agresiones y sabotajes de todo tipo, la economía planificada soviética presentaba cifras de desempleo cercanas al cero por ciento y tasas de producción industrial, alimentaria y de construcción record en cada año, al igual que alfabetización de toda su población adulta y avances en la sanidad pública que equiparaban en ese aspecto a la URSS con los niveles de los países europeos más avanzados, todo eso mientras el mundo occidental capitalista se hundía en los marasmos de la gran depresión económica y los crack de las bolsas de valores de finales de los años 20. Para 1934 la producción industrial de la URSS era ocho veces superior a la de 1917 y para 1938, en el marco del XVIII congreso del PCUS, Stalin anunciaba que la producción industrial se había quintuplicado con respecto a la de principios de los años treinta, todo esto mientras que la producción industrial de los EEUU caía un 28% y la de Francia e Inglaterra un 30%.
El paralelismo con la Venezuela Bolivariana es más que evidente. En los últimos 16 años Venezuela, enarbolando las banderas del socialismo del siglo XXI, presenta cada año cifras asombrosas de crecimiento económico (salvo en el año siguiente al sabotaje petrolero del 2002-2003); altos niveles de inclusión y seguridad social, disminución de niveles de pobreza, seguridad alimentaria y sanitaria, y construcción y dotación de viviendas para decenas de miles de familias de las clases más desposeídas, logros realizados siempre en medio de brutales campañas de agresión económica y sistemáticas y salvajes campañas de satanización y difamación; todo esto mientras los EEUU y Europa se hunden en el paro laboral, la recesión y eliminan las normas de seguridad social y el estado de bienestar que ¡oh paradoja! fueron creados como cordón sanitario para impedir la propagación del socialismo.
La revolución soviética bajo el gobierno de Stalin logró, en menos de 30 años, otorgar plenos derechos civiles, políticos, económicos y humanos a más de 160 nacionalidades, muchas de las cuales vivían, a comienzos de la Revolución Bolchevique, en condiciones medievales. A las élites de poder de la sociedad estadounidense les ha llevado décadas comenzar a aceptar la integración de los afroamericanos y latinos en su sociedad, y eso sólo después de duras luchas en defensa de sus derechos civiles por parte de estos últimos. En Venezuela la Revolución Bolivariana ha logrado, en menos de 15 años, la inclusión social, política y económica, de millones de personas históricamente excluidos de la riqueza y la participación en la sociedad venezolana. En ambos casos, (soviético y venezolano) el tratamiento a estos procesos de democratización e inclusión por parte de la división mediática de la industria cultural capitalista ha sido falaz, tendencioso y ferozmente hostil.
Para la década de los años treinta del siglo pasado la campaña de criminalización, mentiras, calumnias en contra de la URSS y Stalin era iniciada por el jefe de propaganda de la Alemania nazi Joseph Goebbels y su jefe de inteligencia y espionaje para el frente oriental Reinhard Geheln, y difundida por todo el mundo a través del imperio mediático de William Randolph Hearst, el multimillonario estadounidense creador del periodismo sensacionalista y basura, pionero en utilizar contemporáneamente este tipo de periodismo como arma de guerra. La utilización manipulada de imágenes e informaciones para producir ideas, sentimientos y emociones con fines de control político es la base de la guerra de cuarta generación, hoy convertida en pieza fundamental del arsenal de los ejércitos imperialistas del capitalismo.
Las primeras décadas del siglo XX fueron los tiempos de los grandes capitalistas, de lo que sus hagiógrafos (The History Channel, Biographic Channel) han dado en llamar “Titanes de la Industria), pero hoy esos mismos consorcios transnacionales ya no están representados por la figura individual de un magnate (Hearst, Rockefeller, Mellon, Morgan, Carnegie, Harriman) sino que, por el contrario, se presentan ante el público como una intrincada e impersonalizada red de compañías, aunque estas sigan estando bajo el control de las mismas familias.
La campaña en contra de la URSS y Stalin fue dirigida casi en forma personal por William Randolph Hearst; la campaña que en los últimos años se han lanzado en contra de Fidel, de Chávez y la Revolución Bolivariana, de Evo en Bolivia y de Correa en Ecuador la lanzan los herederos de Hearst y de las familias oligopólicas de los EEUU que poseen y controlan los grandes medios difusores de noticias e ideas, esto es: The New York Times, The Wall Street Journal, Reader´s Digest, National Geographic, USA Today, Forbes, Foreing Affairs, Fortune, El Nuevo Herald, CBS, NBC, RCA, AOL Time Warner, AT&T, News Corporation, Viacom, Bertelsmann, Disney Company, Liberty Media Corp y Sony entre otros, y sus lacayos en cada respectivo país.
Aquí cabe preguntarse: si quienes fomentan y dirigen la actual guerra desinformativa en contra de la Revolución Bolivariana, con toda su carga de mentiras, montajes e infamias, son los mismos que hace 80 iniciaron la satanización De Stalin, de la URSS y del Socialismo ¿Habría que creer lo que sobre estos esa gente dijo? ¿Habría que alinearse contra Stalin y el Socialismo con quienes repetidamente han demostrado su absoluta falta de principios, de honestidad y compromiso con otra cosa que no sea sus intereses y su poder?¿No logramos encontrar paralelismos, similitudes y coincidencias entre las campañas contra Chávez , Allende, Evo y Fidel con las que desde hace 80 años se han promovido en contra de Stalin? ¿Podemos hoy construir el Socialismo del siglo XXI rechazando y abominando de las experiencias del primer país socialista de la historia? ¿Podemos los venezolanos aceptar mansa y dócilmente las matrices de opinión que la división mediática de guerra del capitalismo mundial han creado por décadas en contra de Stalin cuando nuestro principal líder, el Comandante Hugo Chávez ha sido objeto de las mismas difamaciones y ataques?
En el caso de Stalin los ataques, difamaciones y mentiras han sido más virulentos y feroces aun porque en su caso no se trataba de un país, un líder o una revolución del tercer mundo, se trataba ni más ni menos que de una sociedad socialista que se levantaba y retaba de tu a tu al capitalismo mundial, de una superpotencia construida por trabajadores en menos de treinta años que servía de ejemplo y apoyo a los movimientos revolucionarios del mundo, por ello, a esta había que atacarla con todo, y lo hicieron! Y siguen haciendo hoy! Con el lamentable resultado de que muchos auténticos revolucionarios, personas con honradez intelectual se siguen horrorizando ante la sola presencia de la palabra “Stalin”; siguen utilizando el término “stalinista” como sinónimo de antidemocrático y contrarrevolucionario, sin detenerse a estudiar los hechos concretos de la historia, descontextualizando sus análisis, con actitudes que contradicen todos los principios de la dialéctica y del rigor histórico.
A Stalin le tocó vivir una etapa especialmente dura y compleja de nuestro tiempo. Él fue protagonista principal de dos de los grandes procesos sociales del siglo XX: La Revolución Bolchevique de Octubre de 1917 y del triunfo sobre el nazifascismo en 1945. Fue un hombre duro e inflexible porque duras y terribles fueron las pruebas y situaciones por las que tuvo que atravesar. De él dijo un anticomunista radical como Winston Churchill: “Stalin es un hombre de imponente personalidad, apropiado a la época sombría y tormentosa que le ha tocado vivir”!
- Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela. Joesanp02@gmail.com
https://www.alainet.org/es/articulo/85246
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