Nuevo estilo evangelizador del Papa Francisco

26/02/2014
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 492:  Francisco y los signos de los tiempos 10/06/2014
1.  Renovarse para evangelizar con alegría
 
Considero un reto hacer una síntesis de la Exhortación “Gaudii Evangelium” del Papa Francisco.  Pero lo voy a intentar, deteniéndome tan solo en su primera parte, donde aparecen tres aspectos básicos: Renovarse - para Evangelizar - con Alegría.  La extensión de la Exhortación, pese a su estilo vivo y atractivo, abunda en repeticiones y dificulta una visión de su contenido esencial.
 
En este trabajo voy a intentar extraer y precisar lo que el Papa dice en sus 60 primeras páginas.  Es bueno que suenen sus mismas palabras, aunque abreviadas.  Renovase –para Evangelizar– con Alegría.  Sabiendo conjugar estas tres palabras, tocamos la realidad de la Iglesia de Jesús, -humana, histórico evolutiva y, al mismo tiempo, santa y pecadora- que se siente atravesada por la ley ineludible de la reforma o del estancamiento.  En esto, el concilio Vaticano II respaldó al Papa Francisco y le dejó abierto el camino:
 
- “El Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la Buena Nueva” (LG, 5).
 
- “La Iglesia no ignora que entre sus propios miembros, clérigos y seglares, a lo largo de tantos siglos, no han faltado quienes fueron infieles al Espíritu de Dios.  Debemos ser conscientes sobre estos defectos y combatirlos valientemente para no perjudicar a la difusión del Evangelio” (GS, 43).
 
- “El Espíritu Santo renueva constantemente a la Iglesia, pues al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y renovación” (LG, 4 y 8).
 
2.  La alegría, consecuencia de la adhesión a la persona de Jesús
 
No al acaso el Papa Francisco ha elegido como título de esta su primera Exhortación LA ALEGRIA DEL EVANGELIO.  Es importante destacarlo.
 
El mundo actual experimenta el riesgo de una tristeza individualista, en el que caen también los creyentes, convirtiéndose en “seres resentidos, quejosos, sin vida” y que es consecuencia de la opción de una vida cómoda y avara, clausurada en los propios intereses, sin espacio para los demás y que no vibra con el entusiasmo de hacer el bien.
 
Ciertamente, no responde a lo que Dios desea de nosotros ni al espíritu que nos ha comunicado en Cristo resucitado.  Nuestra sociedad tecnológica nos brinda muchas ocasiones de placer y muy escasas para generar alegría.  En cambio, para el Papa Francisco la adhesión a la Persona de Jesús da un nuevo horizonte a la vida y hace vivir la belleza del gozo con sencillez y desprendimiento.
 
Poseer esta alegría está al alcance de todos, basta con encontrarse con Jesús que nos espera con los brazos abiertos, “Nadie puede quitarnos la dignidad que nos comunica este amor infinito e inquebrantable, su ternura nunca nos desilusionará, la resurrección de Jesús está ahí para impedir declararnos muertos”.
 
Con el Mesías Jesús, la alegría humana llega a su plenitud, Dios mismoestá gozoso viendo que nosotros vivimos y lo pasamos bien en alegría y paz.  Y Jesús recalca una y otra vez: mi alegría está en vosotros, nadie os la podrá quitar (Jn 15, 11; 16,22).  Y los discípulos, sabiéndolo resucitado, se mostraban en todo momento (en la comida, en la calle conversando, en la persecución,…) con alegría.  La alegría pasa por momentos duros, pero “siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de sentirse infinitamente amado”.
 
De manera que, quien con Jesús se encuentra, queda rescatado de su conciencia aislada, porque “somos plenamente humanos cuando permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros, para alcanzar nuestro ser verdadero”.
 
3.  La alegría de Evangelizar es para ser comunicada
 
El bien lo llevamos dentro y tiende por sí mismo a comunicarse y es lo que hacemos cuando reconocemos al otro y buscamos su bien.  A más entrega, más vida, más realización personal, más alegría.  El evangelizador avanza por ese camino de dar la alegría recibida de Jesús.
 
El anuncio es el mismo, ayer y hoy: comunicar el inmenso amor de Dios manifestado en Cristo muerto y resucitado.
 
Dios sigue misteriosamente en nosotros, quien mueve y guía nuestras acciones, completando la obra de la creación; una obra que reposa en la memoria de Jesús, crucificado y resucitado y mantenida por multitud de seguidores suyos.  De este amor brota incesante la creatividad, la búsqueda de nuevas formas y caminos para penetrar en el mundo de hoy.
 
4.  El poder de evangelizar lo vivimos en comunidad y lo trasmitimos
 
Convocados todos, evangelizamos en el día a día, en cada momento, y en nuestra reunión eucarística de la mesa-memoria pascual.  Otros lo hacen de mil maneras aunque les falte la reunión en un lugar concreto.  Y hoy la evangelización la hacemos donde más alejamiento hay o nunca ha llegado.  La vida del Nazareno es una llama que limpia y purifica, que atrae hasta poseerle a uno por dentro, porque dentro estamos clamando por la liberación integral, individual, de todos y de todo.
 
El nuevo estilo evangelizador
 
El Papa Francisco, consciente de los límites de su Exhortación, “se propone optar por proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo” (17).  Y aunque se extiende en diversos temas, “Todos ellos ayudan a perfilar un determinado estilo evangelizador que invito a asumir en cualquier actividad que se realice” (18) (énfasis del autor).
 
Es lo importante y lo que me sirve de pauta en esta mi exposición.  Recojo la cara positiva (lo que es y sirve para evangelizar) y la cara negativa (lo que no es ni sirve para evangelizar).
 
5. Cara positiva: La salida misionera, paradigma de la Iglesia entera
 
Para el Papa Francisco, la nueva evangelización es tarea de todos, y se desarrolla en tres ámbitos fundamentales: el de los fieles que regularmente o solo de vez en cuando frecuentan la vida de la comunidad; el de los bautizados que no cumplen las exigencias del Bautismo y no se sienten en pertenencia cordial a la Iglesia; y el de los que no conocen a Jesucristo y lo rechazan.
 
Unos y otros, todos, tienen el derecho a recibir el Evangelio y los cristianos el deber de anunciarlo.  Deber que alcanza primordialmente y por atracción no proselitista a los alejados.  Como seguidores suyos, sienten la necesidad de que todos puedan conocerlo y creer en El.  Es su mayor desafío.
 
La Evangelización hace que la Iglesia viva el mandato de Jesús “Id”, en actitud de salida misionera, que impulsa a dejar la propia comodidad y llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.  Es precisamente la actitud misionera, llena de alegría, la que se mueve sin cesar hasta llegar a otros.  El anuncio cae como una semilla, que crece por sí, de muy diversas maneras, y supera no pocas veces nuestras previsiones.
 
El vivir con Jesús supone una intimidad individual y comunitaria, que se hace itinerante y muestra la alegría del anuncio del Evangelio: “Os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Lc, 2,10).  Noticia en la que debemos primerear, siempre por delante, brindando a los lejanos y excluidos esa infinita misericordia de Dios que hemos experimentado y que tiende a difundirse.
 
Y este primerear debe convertirse en obras y gestos en la vida cotidiana, en gestos de humildad y servicio, de acompañamiento “que tocan la carne sufriente de Cristo en el pueblo.  Los evangelizadores tienen así “olor a oveja” y éstas escuchan su voz”.
 
Sólo de esa manera, en paciente y larga espera, la comunidad evangelizadora descubre los procesos concretos de la gente, que son duros, pero que ella acompaña hasta lograr frutos de renovación y liberación.  Y que festeja en cada pequeño avance y victoria.  Esta tarea de actividad misionera itinerante, debe ir alimentada de un deseo constante de renovación, que nace de confrontar la Iglesia real con la que Cristo quiso, de donde brota una actitud permanente de apertura y reforma, por fidelidad a Jesucristo: “Cristo llama a la iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad” (Vaticano II, UR, 6).
 
Este llegar a todos, al que Jesús convoca, brota de esa opción misionera, dispuesta a transformar todo hasta dar con la respuesta positiva.  Es un constante salir a otros lugares más necesitados, hacia las periferias o hacia los nuevos espacios socioculturales.
 
 Iglesias particulares, Parroquias y todas las demás instituciones eclesiales deben entrar en este dinamismo de transformación, para seguir siendo espacios de escucha de la Palabra, de diálogo, de la caridad generosa, de crecimiento de la vida cristiana, de comunión y participación, de adoración y celebración.
 
Y hasta el Papado debe entrar por este dinamismo de reforma, porque, dice el Papa Francisco: “Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás (32), también debo pensar en una conversión del Papado”.  (Nº 14 al 32).
 
6.  Cara negativa: actitudes y defectos que no ayudan a evangelizar
 
El Papa va señalando en una y otra parte de su escrito, una serie de defectos que es preciso evitar si se quiere evangelizar.  No se anuncia debidamente el Evangelio cuando:
 
- Actitudes personales incorrectas: “Se anuncia como quien impone una obligación”, “se excluye a alguien”, “nos quedamos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”, “nos quedamos en una pastoral de mera conservación sin pasar a otra decididamente misionera”, “no salimos de nuestra comodidad y no nos atrevemos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”, “no vamos a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo”, o “tenemos reacciones quejosas y alarmistas cuando vemos despuntar la cizaña en medio del trigo”, o “nos llenamos de enemigos, en lugar de soñar con que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora”, (Nº 14-15-16-20-23-24).
 
- Una Pastoral incorrecta
 
El Papa Francisco conoce bien lo que es la pastoral de cada día y por eso estimula a superar hábitos de siempre sin sucumbir al cómodo criterio de que “siempre se ha hecho así”:
 
“En la pastoral debemos ser creativos, audaces, tratando de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades”, “hay que denunciar los defectos frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí”, “admitir que la Iglesia vive en permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo”, “que existen en ella estructuras que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador”, “que se deja caer presa de una especie de introversión eclesial”, “que no evita que las parroquias se conviertan en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo selecto que se mira a sí mismo”.
 
“Cada Iglesia particular, sujeto primario de la evangelización, no obra bien si no se preocupa de anunciar el evangelio en otros lugares más necesitados o de salir hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales” o “si el obispo no fomenta los mecanismos de participación y otras formas de diálogo con el deseo de escuchar a todos y no sólo a algunos que le acaricien los oídos”.
 
“Yo mismo como Papa fallo si no acepto las sugerencias que vuelvan mi ministerio más fiel al sentido que quiso darle Jesucristo, que lo abre a una situación nueva y que hace que el afecto episcopal colegial tenga aplicaciones concretas como sujetos que son de atribuciones concretas, pues una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera” (Nº 25 al 33.).
 
- Modos incorrectos de comunicar el mensaje (Nº 34-39)
 
El Papa Francisco apunta a corregir y perfeccionar nuestra manera de exponer y anunciar el Evangelio.  En nuestro mundo especialmente, hemos de cuidar mucho de no presentar como principal lo que es secundario y atender a lo que es el corazón del Evangelio, que es lo que le otorga sentido y atractivo.
 
Anunciar el Evangelio nos obliga a seleccionar lo esencial en la multitud de doctrinas, destacando entre las más importantes “el núcleo del amor salvífico de Dios en Jesucristo”.  Lo más propio de Dios es la misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo y, por eso, la ley nueva principal es el amor, que es expresión de la fe.
 
Se trate del dogma o de la moral, no todas las doctrinas tienen el mismo rango.  Y esto hace que sepamos enseñar guardando la proporción entre unas y otras verdades: no podemos hablar más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la palabra de Dios.
 
Guardando esta proporción es cuando descubrimos que “la moral cristiana no es una moral estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía, ni un catálogo de pecados y errores”.  En definitiva, todas las virtudes cooperan para que demos una respuesta de amor, porque “sin el amor, el edificio moral de la Iglesia puede convertirse en un castillo de naipes”.
 
- Un puritanismo que ignora los límites humanos
 
Si entendemos bien lo que dice el Papa, no estamos preparados para anunciar el Evangelio si no percibimos y respetamos los avances de las diversas ciencias y, sobre todo, de la investigación bíblica y teológica.
 
En medio de los cambios culturales de nuestro tiempo, sería absurdo volver al lenguaje y fórmulas del pasado, aferrándonos a una verdad monolítica, sin atender al contexto actual y a las circunstancias propias de nuestra época y de cada sujeto humano, que marcan su ritmo y el grado de su crecimiento.  Una actitud abierta le hace alejarse de una rigidez autodefensiva, le lleva a fomentar la comprensión y el discernimiento y la firmeza de no renunciar nunca al bien.
 
La Iglesia, al actuar de esta manera, se mantiene con las puertas abiertas: escucha, acoge, acompaña, no niega los sacramentos por una razón cualquiera.  La Iglesia es facilitadora de la gracia, no controladora; puerta abierta, no aduana; su misión es llegar a todos y sobre todo a los pobres que son los destinatarios privilegiados del Evangelio: “El vínculo entre nuestra fe y los pobres es inseparable”.  (Nº46-49).
 
Buen punto final para esta parte, son estas palabras del Papa Francisco: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.  No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.  Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida.
 
“Más que el temer a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite: ‘¡Dadles vosotros de comer!’” (Mc 6,37).  (Nº 46-49)
 
- Benjamín ForcanoesTeólogo por la Universidad de Sto. Tomás de Aquino y la Academia Alfonsiana de Roma, profesor de Teología Moral (Roma, Salamanca, Madrid, Bogotá, etc.), cofundador de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, codirige Exodo, director de la editorial Nueva Utopía y autor de numerosos libros, escritor en revistas y periódicos.
https://www.alainet.org/es/articulo/83505?language=en
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