Migrantes, la única “mercancía” sin libre tránsito en el TLC
23/02/2014
- Opinión
México. Son 20 millones en Estados Unidos, pero los migrantes mexicanos estuvieron ausentes de la discusión en la cumbre celebrada a veinte años de entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en la que los presidentes de México y Estados Unidos, así como el primer ministro de Canadá, discutieron cómo abrir las fronteras… a las mercancías. El Tratado trajo a México la profundización de la migración y su criminalización en el vecino país del norte, señala el investigador Iván Jiménez Maya, ante la indiferencia de los sucesivos gobiernos.
Aunque en las negociaciones de tratados de libre comercio existe la costumbre de agregar clausulas especiales sobre derechos humanos, democracia u otros temas sociales sensibles, la cuestión migratoria no se tocó en la negociación del TLCAN. “Fue un acuerdo de libre tránsito de mercancías, pero a los migrantes nunca se les incluyó. Se habló de que después se hablaría y se harían convenios”, subraya el doctor Jiménez Maya, especialista en migración.
Las únicas negociaciones sobre el tema son para establecer visas temporales o acuerdos de trabajo temporal, “que son sólo válvulas de escape” para el fenómeno migratorio, explica el estudioso. Se trata de convenios de trabajo por meses determinados, donde el trabajador queda “amarrado” a un patrón en específico y depende de él para salud y vivienda, y al terminar el periodo, son devueltos a México.
Estos acuerdos temporales sólo benefician a los empleadores, señala el geógrafo Jiménez Maya, y ponen a los trabajadores migrantes mexicanos “en condiciones no muy buenas, principalmente en el trabajo en el campo, que es muy desgastante, y en las labores más duras. Por ejemplo, nunca los mandan a la industria de la tecnología”.
Del péndulo a la huida
La llegada de las políticas neoliberales (entre ellas, el TLCAN) cambió la forma en que se daba tradicionalmente la migración, explica el investigador –que en sus estudios siguió a los migrantes de Valle de Tangancícuaro, Michoacán, hasta California, Estados Unidos.
Jiménez Maya explica que durante la época del programa “Bracero” (entre 1942 y 1964), se dio una migración “pendular”: los campesinos iban a Estados Unidos por temporadas, obtenían dinero para capitalizar sus parcelas y mejorar sus condiciones de vida en México, regresaban y se volvían a ir.
Con la reforma migratoria estadunidense de mediados de la década de los ochenta –que otorgó la ciudadanía a cerca de 2 millones de migrantes- y el agravamiento de las condiciones económicas en las comunidades indígenas y campesinas de México, muchos optaron por llevarse a su familia y residir definitivamente en “el otro lado”. Vino entonces del despoblamiento de comunidades, explica el geógrafo, nieto, sobrino y primo de migrantes él mismo.
Desde mediados de los años noventa hasta entrado el siglo XXI se registró un incremento constante del flujo migratorio debido a los cambios estructurales neoliberales, que retiraron las ayudas al campo, lo depauperizaron y dejaron a la gente sin alternativas de sobrevivencia, señala Jiménez Maya. “Donde ya había una historia migratoria, se profundizó. La gente sabe que en Estados Unidos o Canadá es explotada, pero aun así les pagan diez veces más que en México y prefieren irse”, detalla. El fenómeno se dio principalmente en las zonas rurales, pero en la primera década del siglo XXI se extendió a regiones del país donde no había antecedentes tan fuertes de emigración –como estados del sureste y el Golfo de México.
Los mexicanos migrantes (se calcula que son 20 millones en Estados Unidos) no regresan a su país de origen pues no ven oportunidades. “Acá es precario y no ven opciones. Allá hay redes, trabajos y nichos económicos que han creado, además de algunos subsidios, por lo menos anteriormente”, puntualiza.
La violencia asociada al narcotráfico (“hasta el momento en que yo estudié el fenómeno en Michoacán, en 2010, y en esa zona en específico”, precisa en investigador) no fue un fenómeno decisivo para que la gente se fuera al vecino país del norte. “La migración en esta zona ya tenía una historia y una dinámica propia, las comunidades ya estaban despobladas, y el 70 o 90 por ciento de los que se fueron ya eran residentes o ciudadanos”.
Mano de obra en movimiento o criminales
No solamente la negociación del TLCAN no contempló la libre circulación de la mano de obra. Se agregó la criminalización de la migración y el establecimiento de fronteras inteligentes (para dejar pasar solamente lo que necesitan los países receptores), con lo cual los aspirantes a llegar a Estados Unidos se desplazaron hacia cruces más peligrosos –lo que implica una mayor mortandad de migrantes, precisa el investigador.
Jiménez Maya considera esto no es una situación que haya tomado por sorpresa a los gobiernos del TLCAN. “En esto no hay casualidades. Saben por dónde va el asunto y no van a permitir la entrada para todos, porque hay políticas internas de Estados Unidos, además del factor de la derecha y la ultraderecha”, puntualiza.
El gobierno mexicano menosprecia a la gran diáspora que representan los migrantes en Estados Unidos, valora Jiménez Maya. “No hay interés”, resume: Los gobiernos escuchan a los emigrados en los foros que estos organizan, pero no hacen nada más.
A pesar de las promesas de campaña de Enrique Peña Nieto y de los planes enumerados en el Plan Nacional de Desarrollo, en el primer informe presidencial solamente se le dedica un párrafo, denuncia el investigador Raúl Ross, veracruzano residente en Chicago. El informe señala: “Las embajadas y consulados continúan brindando asistencia consular a nuestros connacionales en el exterior. En estos primeros 9 meses se trabajó para incrementar la calidad, calidez y la tecnología en los servicios de documentación y de protección consular. Con el objetivo de apoyar el mejoramiento de las condiciones de vida de la comunidad mexicana en el exterior, se dio especial énfasis a la orientación en temas de salud, educación e integración cívica”.
Ross resalta la “conveniente” vaguedad con la que se enunciaron las promesas de campaña para los migrantes, y la falta de actuación en torno a las mismas, además de la falta de acción ante la reforma migratoria en Estados Unidos, cobijada por un alegato de “no intervención” en asuntos domésticos estadunidenses.
El desprecio mostrado por los distintos gobiernos tiene que ver tanto con su desconocimiento de todo lo que pueden aportar los migrantes, más allá de los programas como Tres por Uno, en el que “nada más se trata de tomar el dinero de los migrantes para cosas que son función del Estado. Ahí se abusa de ellos en ese aspecto”, acusa el estudioso.
Jiménez Maya prevé que la criminalización se mantendrá o empeorará, pues “Obama es el que más ha deportado migrantes: cerca de 2 millones de ellos”. Y sentencia: “No creo que haya un reforma migratoria adecuada en el futuro próximo”.
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