Días atrás el periodista puertorriqueño Xavier Serbia -analista del programa “CNN dinero”, de la versión en español de la cadena norteamericana-manifestó su enojo con los últimos dichos del Papa Francisco sobre el libre mercado. Allí, en el segmento “medalla de cartón”, Serbia comenzó afirmando que “el libre mercado no es una tiranía”, en respuesta a la caracterización que, sobre este tema, realizó el Papa en su primera exhortación apostólica.
“La vida con el libre mercado es difícil. Pero sin él, la vida sería imposible” fue la conclusión simplista –y apresurada- de Serbia ante la voz del pontífice argentino, quien había sentenciado que “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”.
¿Qué modelo económico para qué modelo social?
El debate no es inocuo. Hay intereses en juego -de ambas partes-. El intento de reproducción de un ideario de matriz neoliberal por parte del monopolio informativo de CNN no sorprende. Tampoco sorprende que lo haga desde allí un analista como Xavier Serbia, autor de un libro llamado “Cuatro pasos para la riqueza”, donde explica cínicamente las posibilidades de “ascenso” en la escala social en base al “esfuerzo personal” –como si no hubiera condiciones materiales previas que puedan influir allí- . Serbia, y por ende CNN, son deudores del tan trillado “sueño americano”, incomprobable para alrededor de 1500 millones de seres humanos que, hoy en día, viven en asentamientos informales en todo el mundo.
Si puede sorprender, y de forma positiva, hay que decirlo claramente, el hecho de que un Papa -con todo lo que ello implica en términos políticos, económicos y sociales- se atreva a cuestionar un status quo abiertamente injusto a escala mundial. De ahí el enojo de CNN, que no presuponía que la máxima referencia para más de 1.200 millones de católicos en todo el mundo se pudiera atrever a afirmar que la famosa “teoría del derrame” –que jamás ha sido confirmada por los hechos- “expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”.
Algunos gobiernos latinoamericanos (posneoliberales) han entendido esto, aumentando la inversión en desarrollo social, viviendas, trabajo, y salud y educación pública, y cuestionando el (no) tratamiento social que tuvieron nuestros países durante el periodo neoliberal. Los más radicales de esta nueva época –Venezuela, Bolivia, Ecuador- han sido a su vez los más duros frente al “recetario neoliberal”, cuestionando su matriz de origen, y afirmando que una ruptura radical con el orden vigente es la única solución eficaz para resolver estos problemas. No es casualidad que en ellos se hayan dado reformas constitucionales con ampliación de derechos para las mayorías populares.
Otros, los “neodesarrollistas” –Brasil, Argentina, Uruguay- más allá de no romper definitivamente con la institucionalidad previa también desarrollaron una mayor inversión social, con medidas particulares (Bolsa Familia, o Asignación Universal por Hijo, por ejemplo). De esta forma también cuestionaron –aunque más tímidamente que los países del ALBA- la confianza en que el mercado es quien resuelve todos los problemas económicos.
¿Y los excluidos? Sobre “los que caben y los que no”
Acá está el otro punto en cuestión, no menor. Para decirlo de forma resumida: según la visión que se desprende de la realizada por el analista de CNN, el “excluido” tendría cierta “responsabilidad” en su situación. Es decir: no ha hecho el esfuerzo suficiente y, por ende, está en peores condiciones materiales, económicas, que algún par suyo -que sí hizo un esfuerzo mayor, siguiendo el análisis-. Este cínico argumento peca de un voluntarismo abstracto, y además, no da cuenta de las condiciones previas que vive cada comunidad (en términos económicos, sociales, de formación, etc.). Es un argumento individualista al extremo: sobrevive “el más apto”.
A su vez, la emergencia en América Latina de diversos movimientos sociales y populares que luchan contra la exclusión en todas sus formas es un interesante argumento para rebatir la “individualidad” que se desprende del análisis de Serbia. La respuesta, en ellos, no es sino colectiva. Se trata de organizaciones que proponen planos reivindicativos concretos –desde la posible obtención de alimentos para la subsistencia, hasta la construcción de viviendas populares, y la pelea por mejores condiciones laborales- y también una visión crítica al sistema político, económico y social hegemónico.
El Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, por ejemplo, logró por su histórica lucha –desde su fundación, a mediados de los ´80- la recuperación de miles de hectáreas de tierra improductiva, con el fin de poder distribuirla entre los campesinos. Así, fundó cooperativas donde funcionan a diario emprendimientos productivos, a la vez que jamás cesó en la exigencia de reforma agraria. En Argentina, tras la formación del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), se avanzó en la organización de miles de recicladores, quienes no sólo mejoraron las condiciones de trabajo en el sector, sino que además promovieron la organización de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), donde confluyen diversas organizaciones sociales y políticas del país que se plantean un horizonte emancipatorio. Infinidad de historias similares podemos encontrar a lo largo y ancho de nuestro continente en los últimos quince años.
¿Y para adelante qué?
La profundización de medidas de carácter inclusivo -en lo social y económico- por parte de los gobiernos posneoliberales se hace más que nunca necesario frente al avance de otra forma de tratar “lo social”: hablamos aquí de los países que componen la Alianza del Pacífico (México, Perú, Colombia y Chile), quienes –por ser gobiernos conservadores- se inclinan a un “dejar hacer” a los mercados, frente a una posible –y no deseable, según ellos- “injerencia” estatal, y apuntan, por acción u omisión, a una desatención gubernamental de las problemáticas de las grandes mayorías (conocemos el triste desenlace que estas experiencias han tenido durante los años ´90).
Del otro lado, los ejemplos que mencionábamos con anterioridad (concretos y tangibles) muestran que una economía popular “desde abajo” es no sólo posible sino también necesaria para los próximos tiempos. Demuestran que la salida al status que exige el propio Francisco con el ataque a la teoría del “derrame” sólo se podrá lograr con colectivos sólidos, organizados, que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores precarizados en nuestros países, y que, de acuerdo a su aprendizaje colectivo, puedan ir más allá de las cuestiones netamente reivindicativas en sus reclamos.
Creemos, para concluir, que ambos casos –el de los movimientos sociales que mencionábamos, y el de los gobiernos posneoliberales en nuestro continente- demuestran que, mal que le pese a Serbia y CNN, si hay vida “más allá del libre mercado”.
Juan Manuel Karg
Licenciado en Ciencia Política UBA
Investigador del Centro Cultural de la Cooperación