De cuerpo entero

04/11/2013
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Usando el argot presidencial tendríamos que afirmar que los gringos no solo son “care-tucos” (o descarados), sino que son tucos de cuerpo entero: espiar al Papa Francisco y justificar el uso del espionaje aduciendo que es para defenderse de los terroristas, permite concluir que el Sumo Pontífice es considerado por ellos, junto con otros 35 personajes del mundo político, como amenaza a su sistema imperial. 
 
Los pretextos que ellos utilizan para justificar sus fechorías por lo general los dejan mal parados: así sucedió con la invasión a Irak porque nunca aparecieron las armas de destrucción masiva.
 
Tampoco han podido responder racionalmente para justificar el intervencionismo descarado y audaz que se puso de relieve cuando WikiLeaks denunció al mundo la forma en que las embajadas del imperio intervenían en los asuntos internos y soberanos de casi todos los países del mundo.
 
Pero si hay algo descabellado y nauseabundo es el desprecio a los Estados y a los pueblos que representan esos Estados cuando por 22 años consecutivos y cuando ya casi completan la unanimidad, en el seno de la Asamblea Anual de las Naciones Unidas, excepto 2 ridículos votos, el Pleno de la institución condena el inhumano, genocida, perverso, inútil y vergonzoso bloqueo a la heroica isla de Cuba que por más de 50 años ha resistido ese y otros embates del poderoso imperio.
 
Pero al imperio le resbala el desprecio que le propinan los Estados cada año, cuando se produce la votación, y aunque nadie les pida cuentas si tuvieran 2 centavos de vergüenza se ahuyentarían de la sala de sesiones.
 
Por eso, cuando los pillan espiando hasta al Papa ni se sonrojan porque han perdido desde hace muchos años el pudor.
 
Con o sin bloqueo Cuba sigue siendo una insignia universal que enseñó al mundo a defender su soberanía y su destino, mientras el imperio pierde el respeto hasta de sus más allegados incondicionales, que se mueren de las iras cuando Snowden revela la desleal y abominable intromisión al pinchar su vida íntima.
 
Hay gobernantes que no le temen al espionaje porque no tienen que rendir cuentas de lo que hacen o dejan de hacer con soberanía y dignidad.
 
Pero hay otros a los que sí les debe doler que, encima de que son incondicionales, los tratan como a los terroristas. ¡Qué pena!
 
* Para EL TELEGRAFO del lunes 4 de noviembre
 
https://www.alainet.org/es/articulo/80613

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