Gravity y la seguridad espacial

31/10/2013
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¿Qué posibilidades existen de que en el espacio exterior, los restos de algún cohete, un satélite en desuso navegando de manera errática u otros remanentes de la actividad que desarrollan las naciones en aquellas latitudes, puedan colisionar con la Estación Espacial Internacional Internacional (EEI), con satélites útiles, o con astronautas que desarrollan diversas maniobras -por ejemplo, para reparar el telescopio Hubble? No faltará quien piense que este escenario es de ciencia ficción. La realidad de las cosas es que las posibilidades, lamentablemente, son reales, y que las mismas sirvieron para que Alfonso Cuarón y su hijo Jonás armaran el guión de la exitosa película Gravedad (Gravity) (2013) que se exhibe en estos momentos en diversos países del mundo, México incluido, siendo ya un éxito de taquilla.
 
Es justo decir que Gravity es más ciencia que ficción. En la película, un grupo de astronautas, encabezados por la Doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) y el Teniente Matt Kowalski (George Clooney), tratan de restablecer el funcionamiento del telescopio Hubble, cuando son sorprendidos por los residuos de un satélite ruso, destruido deliberadamente por Moscú, luego de que este lanzara un cohete con esa finalidad. La basura espacial colisiona con el Explorer, que es la nave de los astronautas y la EEI. La única sobreviviente de esta traumática experiencia es justamente la Doctora Stone, quien hará todo lo posible por trasladarse a una nave china para regresar a la Tierra.
 
Un estudio efectuado por la Agencia Espacial Europea (AEE), que cuenta con una oficina dedicada a la basura espacial (Space Debris Office) revela que en el espacio que circunda a la Tierra hay acerca de 10 mil piezas con un tamaño, en promedio, de 10 metros, que justamente forman parte de la basura espacial –estimada en más de 22 mil objetos. El organismo estima que 52 por ciento de los objetos que orbitan el planeta Tierra son naves obsoletas, restos de cohetes y otros desechos desprendidos durante las misiones espaciales, al igual que satélites inoperantes. Cuando una nave es lanzada al espacio, algunos restos no regresan a la atmósfera y se quedan orbitando a velocidades que superan los 27 mil kilómetros por hora. El espectro de desechos es enorme, desde grandes restos de cohetes hasta pequeñas partículas de pintura.
 
El concepto de basura espacial nació el 4 de octubre de 1957, día en el que la URSS lanzó el Sputnik, primer satélite artificial de la Tierra. Desde entonces más de 4 mil 200 lanzamientos han dejado una estela de desechos en la órbita terrestre. El tamaño y su alta velocidad los convierte en proyectiles muy peligrosos. ¿Qué países son los que “ensucian” el espacio exterior? Además de Estados Unidos y la URSS –y ahora Rusia-, figuran Europa, Japón, y la RP China, entre los principales, que, de manera coincidente, son los países que cuentan con políticas espaciales plenamente establecidas.
 
Desde 1991 se han registrado al menos tres colisiones en la órbita terrestre a causa de la basura espacial. Por lo tanto, existe el potencial de que estas colisiones continúen y sean cada vez más frecuentes y letales. La primera maniobra oficial para evitar un choque espacial fue en septiembre de 1991. Durante 7 segundos se realizó una acción de encendido para evitar un posible choque con restos del satélite 955 de nombre Cosmos. De manera más reciente, en 2009, se produjo la primera colisión espacial al chocar un satélite de comunicaciones y un satélite ruso en desuso, creando miles de nuevos fragmentos de basura. Es sabido que la llamada red de vigilancia espacial de EEUU (Space Surveillance Network) monitorea constantemente la órbita de más de 18 mil objetos en el espacio, no sólo satélites en funcionamiento (poco menos de 500) sino también de otros desconectados o estropeados, y de multitud de fragmentos de otros que se rompieron y de remanentes de algunas explosiones. Esta red es importante. Sin embargo, la basura que registra debe tener cierto tamaño, lo que deja fuera a unos 4 mil remanentes sin monitoreo, que pueden causar un gran daño a la infraestructura espacial útil existente de manera súbita.
 
El peligro es creciente para los activos en el espacio: en junio de 2011, el personal de la EEI fue evacuado de emergencia y se refugió en naves Soyuz estacionadas en ella, debido a que la basura espacial pasó a escasos 250 metros de la plataforma. Esta situación fue detectada muy tarde como para mover a la propia EEI en una maniobra de evasión. Se trata de la segunda ocasión en que la EEI ha debido ser evacuada –la primera vez fue en marzo de 2009, cuando los restos de un satélite en desuso pasaron muy cerca de la estación. Cada vez es más frecuente que los países que tienen presencia en el espacio exterior, realicen maniobras de evasión ante la presencia de la basura espacial. En noviembre de 2009 se dio a conocer la noticia de que la RP China había logrado evitar que un mes antes, uno de sus satélites colisionara con basura espacial, la cual pasó a unos 200 metros del mismo.
 
Hablando de México, el 10 de febrero de 2010, testigos presenciales -mexicanos- afirmaban haber visto un bólido que surcaba por el cielo y un poco después se escuchó una explosión. A primera vista parecía un meteorito que cayó en los límites de los estados de Hidalgo y Puebla. Un día después se supo que el misterioso objeto era simple y llanamente chatarra espacial, correspondiente a los restos del satélite rusoCosmos 2421, puesto en órbita en 2006 y que al averiarse generó unos 15 fragmentos de distintos tamaños en 2008, uno de los cuales cayó en territorio nacional (se calcula que entre 1961 y 2006, unos 190 satélites conocidos han sufrido percances similares, generando desechos, muchos de los cuales ingresan a la Tierra y colisionan en su superficie). Al margen del suceso descrito, las autoridades mexicanas vivieron verdaderas horas de angustia en septiembre de 2010, ante el paso de un satélite averiado, el Galaxy 15, muy cerca del satélite Satmex 6, el más importante de los satélites mexicanos y el único con cobertura continental en América Latina.
 
El Galaxy 15 es un satélite de comunicaciones geoestacionario, lanzado al espacio en el año 2005. Desde el inicio de sus operaciones y hasta el año 2006 fue utilizado por PanAmSat, pero luego su operación fue transferida a IntelSat. El Galaxy 15 tiene una masa de dos toneladas, y su tiempo de vida útil se estima que puede prolongarse hasta el 2022. Sin embargo, el 5 de abril del año de 2010, el Galaxy 15 dejó de responder a los comandos enviados por sus controladores en la Tierra, vitales para mantenerlo en su posición original. Hasta diciembre de 2010, el Galaxy 15, cuyas funciones le fueron transferidas al Galaxy 12, se encontraba navegando sin control por la órbita terrestre, y estaba sujeto solamente a las fuerzas gravitacionales de la Tierra. Si se considera que esta chatarra navegaba a razón de 25 mil kilómetros por hora, es posible imaginar el daño que podría generar a otros satélites, no sólo en caso de colisión, sino que bastaría con que transitara cerca de ellos, para provocarles alguna avería. Otro problema que generó el Galaxy 15 es que a pesar de estar averiado, seguía emitiendo señales de gran alcance, lo que podía interferir en el funcionamiento de satélites útiles.
 
Para la mala suerte de México, se estimaba que el Galaxy 15 pasaría muy cerca del satélite Satmex 6 entre el 15 y el 16 de septiembre de ese año, en pleno festejo del bicentenario del inicio de la lucha por la independencia del país. Aun sin producirse un choque, habría sido fatal para el satélite mexicano, dado que las poderosas señales que emite el Galaxy 15 podrían haber afectado gran parte de las comunicaciones en el norte del país, interrumpiendo, inclusive, la transmisión de la ceremonia del “grito.” Felizmente este percance no se produjo, pero para un país como México que posee una infraestructura satelital tan pobre, la importancia de la basura espacial no pasó inadvertida.
 
La seguridad espacial es un concepto que se origina con la incursión de las sociedades tanto al aeroespacio como al espacio exterior. Conviene aclarar, asimismo, que hay una diferencia fundamental entre el aeroespacio y el espacio exterior o ultraterrestre: el primero es controlado, en buena medida, por los Estados, en tanto que el segundo, aunque en principio es una suerte de patrimonio de la humanidad, es un ámbito al que tienen acceso, en la práctica, unos cuantos países. Las implicaciones que esto tiene para la seguridad nacional e internacional, son de la mayor importancia. Al espacio aéreo lo pueden amenazar fenómenos naturales como las erupciones volcánicas y/o los huracanes; los sistemas portátiles de defensa anti-aéreos (MANPADS); el terrorismo y la piratería; y las nuevas tecnologías de la comunicación y la información (TICs) en manos de personas que quieren hacer daño, entre otros. En el caso del espacio exterior, las amenazas que se ciernen incluyen, además de la basura espacial, la ausencia de una normatividad adecuada de cara a la incursión creciente, no sólo de más países al espacio, sino de intereses privados; la saturación de la órbita geoestacionaria; y claro, las TICs, dado que desde la Tierra se pueden realizar ataques en el ciberespacio para deshabilitar la infraestructura espacial de las naciones.
 
La agenda de seguridad nacional de México no contempla puntualmente, ni en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 ni en otros instrumentos existentes, las vulnerabilidades, los riesgos y las amenazas a su seguridad aeroespacial (en este tenor sólo existen menciones tangenciales a la posibilidad de que se vulneren instalaciones estratégicas), y menos aún, al patrimonio que posee en el espacio exterior, que incluye a cuatro satélites (Satmex 5 y 6, Solidaridad 2 y el satélite Bicentenario), algunos de los cuales (el Solidaridad 2 y próximamente el Bicentenario) cumplen funciones importantes en materia de seguridad. A pesar de que el país ya cuenta con una Agencia Espacial Mexicana, aún está muy lejos de tener una política espacial en forma, la que, lejos de ser un tema exclusivo para las grandes potencias, es una necesidad cada vez más básica para el desarrollo y el progreso social de los mexicanos.
 
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/80569
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