Día Internacional de la Mujer Rural y lucha feminista

17/10/2013
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En el marco de la conmemoración, el martes 15 de octubre, del Día Internacional de la Mujer Rural, la líder de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (Conamuri), Magui Balbuena, manifiesta que no hay nada que festejar, y que las mujeres tienen que tomar conciencia de la importancia de la organización para poder incidir en los espacios políticos de decisión.

A la derecha, la dirigente campesina Magui Balbuena


“Celebramos los 14 años de Conamuri, de experiencias, de luchas y de intervenciones políticas en nuestro país desde el campo hacia la ciudad. Conamuri se identifica como una organización de lucha, de exigencias por los derechos de las mujeres, y se ha insertado en el seno de la sociedad paraguaya, en el campo de la defensa de los derechos humanos, en la defensa del medio ambiente, en el rescate de la semilla, en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, e interviniendo en las políticas públicas para que se nos reconozca, se atienda las necesidades que tienen las mujeres que son inmensas y que siempre han sido postergadas”, manifestó Balbuena.

 
 
Para la dirigente campesina es muy importante que la ciudadanía tome conciencia de la producción de alimentos de las mujeres rurales. “En la ciudad, las personas sufren mucho más las consecuencias de la falta de alimentos, entonces la sociedad no puede opinar ni elegir qué comer si no hay conocimientos, si no hay información, por eso es tan importante una alianza campo-ciudad, para que la gente que produce en el campo traiga sus productos hacia la ciudad y que la gente que vive en la ciudad valore y conozca el origen de los alimentos, dónde se cultiva, cómo se cultiva, cómo se procede”.
 
“Las mujeres organizadas producen alimentos para sus familias y también para la sociedad, sería tan interesante que desde el Estado tomen como un aporte importante, y a partir de ahí preocuparse y generar políticas hacia las mujeres del campo para poder mejorar sus condiciones laborales y de vida, y todo lo que representa la inclusión hacia las mujeres para ir mejorando la situación de ellas y la de sus hijos en todos los aspectos”, indicó Magui.
 
“Sin organización no hay derechos”
 
Para la dirigente, la organización de las mujeres es importante para poder incidir en los espacios políticos, públicos, en los espacios de poder, para que se reconozcan los derechos de las mujeres. “Hay que entender que sin la organización y alianza entre las mujeres del campo y de la ciudad no podemos reclamar derechos. Es tan importante el rol que debe cumplir las mujeres y que debe ir ampliándose”.
 
“Falta mucho todavía por hacer y luchar en nuestra sociedad, hay mucha pobreza, negligencia de parte de las autoridades, por más que se han establecido mecanismos y convenios internacionales, no se valora a las mujeres como productoras de alimentos. El Estado no genera mecanismos para el reconocimiento y apoyo de las que producen alimentos para la sociedad, que es lo más importante, porque forman parte de la vida de la gente” concluye la líder campesina (1).
 
Lilian Soto, candidata presidencial de KuñaPyrendá comenta al Observatorio SELVAS las raíces históricas de esta lucha por la tierra: “La desigualdad en la posesión de las tierras en el Paraguay se produjo a partir de la enajenación de las tierras públicas en la posguerra de 1870, bajo el gobierno de Bernardino Caballero. Desde esa época los campesinos y campesinas fueron perdiendo progresivamente sus posesiones y se convirtieron en arrendatarios, en mano de obra semiesclava de los grandes latifundistas que compraron todas las tierras por monedas. Esto se consolidó a lo largo de nuestra historia, y se perfeccionó en la época de la dictadura cuando Stroessner y sus secuaces se convirtieron en los "herederos" de ese despojo para entregar luego las tierras al agro negocio transnacional. El campesinado, hoy, como ayer, continúa luchando por un lugar donde sobrevivir y alimentar a sus familias. Acaray-mí y sus mujeres violentadas, Marina Cue y sus víctimas, LaterzaCue y el dolor de ver los esfuerzos destruidos. ¿Cuánto más habrá que luchar para que el principal medio de producción de riquezas de nuestro país lo disfrutemos todos y todas, y no una minoría corrupta vendida a los mejores postores y quienes sólo la usan para acumular dinero fuera de nuestro país? A ver si hablamos de verdad de soberanía de una vez por todas”.
 
Perla Álvarez es de Paraguay, tiene 42 años y es una conocida defensora de los derechos humanos en su país. Presidenta de la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI), donde forman políticamente a mujeres para que participen en los espacios de decisión, denuncia el acaparamiento de tierras para el cultivo de soja transgénica que está llevando a miles de personas en Paraguay a la exclusión y el hambre.
 
Perla Álvarez enfatiza que “este modelo de producción destruye nuestra forma de vivir y nuestra dignidad, es violencia estructural que genera otros tipos de violencia, y no hay políticas de estado que ayuden a mitigar sus efectos. Este modelo está afectando a la salud de mujeres y niños. Hay pruebas de que en las zonas en las que se ha introducido el modelo sojero, que es la zona sur y este del país, hay malformaciones congénitas entre los niños que nacen, y se vinculan al uso de agrotóxicos. Pero hay otros estudios en el sur de Brasil en los que consta que incluso en ciudades cercanas a cultivos de uso intensivo de agrotóxicos se encontraron restos de estos productos en la leche materna. Es muy grave para la salud humana.
 
Pero, además, es una sobreexposición de las mujeres a una vulneración de sus derechos, porque la primera expulsión que se genera es la de las mujeres. Los hombres se quedan sin empleo en los campos, entonces las mujeres salen a las ciudades a trabajar en el servicio doméstico, y de ahí pasan a fuera del país, a Argentina, a Brasil, a España, a Italia. Y se exponen a situaciones de explotación sexual y laboral. Conocemos casos de mujeres que están en situación de semiesclavitud en las maquilas [fábricas textiles], viven encerradas trabajando durante más de doce horas al día y no tienen acceso a sus propios documentos de identidad. También son vulnerables a convertirse en víctimas de trata, una ruta de trata conocida pasa por Paraguay.
Por otro lado, la destrucción de toda nuestra forma de vida en las zonas campesinas hace que las mujeres tengamos una sobrecarga de trabajo, pero también que sea cada vez menos valorado: no se visualiza, no se ve cuál es el aporte económico de la mujer en la subsistencia de las familias. Por ejemplo, las mujeres son las que resisten en las comunidades, pero no tienen el reconocimiento oficial como lideresas. Es una lucha que están llevando a cabo las mujeres indígenas: la legislación habla de líderes, no de lideresas; no se prohíbe que lo sean, pero tampoco se las reconoce. Una compañera fue elegida en la asamblea comunitaria como lideresa, pero el Estado no la reconoció como tal. Estuvo tres años luchando, logró que los líderes varones de otras comunidades la reconociera y ya logró que el Estado también lo hiciera”, concluye Perla (2).
 
Denuncia a Naciones Unidas
 
En ocasión 24º periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, realizado el día13 de septiembre de 2013, Martina Paredes, de la Comisión de Familiares de Víctimas de Marina Kue, ha hecho un llamado de atención al Consejo y de la Alta Comisionada por “la grave vulneración de los Derechos Humanos que existe en Paraguay como consecuencia de la falta de un proceso efectivo de promoción de la verdad, justicia, reparación y no repetición de los crímenes cometidos históricamente en el país.
 
Es un caso dramáticamente paradigmático el de la masacre de Curuguayty-Marina Kué (2012) donde; de acuerdo a los datos recabados, fueron asesinados 17 personas, hay 63 imputados y doce detenidos en un allanamiento ilegal de tierras malhabidas, con desalojo de facto por las fuerzas de seguridad, en coordinación criminal con jueces, políticos e intereses del agronegocio.
 
La Comisión de Verdad y Justicia de Paraguay en 2008 presentó una investigación sobre la adjudicación fraudulenta de tierra rural y títulos de propiedad entre 1954 y 1989 , concluyendo que el 20 % del territorio paraguayo “ha sido adjudicado con graves irregularidades de la legislación agraria ”.
 
Entre los casos denunciados están las tierras donde se produjo la masacre en litigio entre campesinos sin tierra y una conocida familia política del país.
 
De acuerdo con las investigaciones, en Marina Kué hubo ejecuciones extrajudiciales, tortura, amenazas de muerte, imputaciones y detenciones arbitrarias, omisión de auxilio a personas heridas.
 
Posteriormente, negación de Habeas Corpus a menores, omisión y alteración grave de pruebas periciales, demostrada prevaricatio en jueces y fiscalía, criminalización y estigmatización de las organizaciones campesinas, asesinatos a defensores de la causa campesina como Vidal Vega .
Apelamos al documento A/HRC724742 presentado por el Relator Especial en sus conclusiones A.91 y A.100 referente en el caso de Paraguay, al reclamo por una verdadera Reforma Agraria y al importante rol de la sociedad civil.
 
Recordemos que en Paraguay se contabilizan al menos 113 dirigentes y/o militantes de organizaciones campesinas que han perdido la vida en incidentes represivos vinculados al reclamo por la reforma agraria desde 1989”, concluye Martina Paredes.
 
Por un feminismo revolucionario
 
Magui Maguiorina Balbuena analiza que “el tema del feminismo es bastante polémico. Y ahora que incluimos socialismo y feminismo, sigue siendo polémico; porque en nuestras organizaciones -tanto organizaciones sociales como políticas- éste no siempre es un tema de interés y de prioridad. El tema de la discriminación, de la opresión de las mujeres, de la falta de participación y de estar en los espacios de decisión, nunca es una preocupación real en los movimientos sociales ni en los movimientos políticos. Se da siempre como un aspecto secundario. Se dice que hay otras cosas más importantes, la lucha por la reforma agraria…
 
Yo puedo hablar del sector campesino, donde la lucha por la reforma agraria es lo más importante, pero se está dejando un aspecto tan importante que tiene que ser abordado que es la opresión, la discriminación de las mujeres en estos espacios y en la misma sociedad, en el modelo patriarcal, donde somos consideradas de segunda categoría, inferiores. Hay acusaciones incluso de que los movimientos de mujeres son movimientos que dividen la fuerza, o movimientos que luchan en contra de los hombres.
 
Es eso lo que queremos deslindar justamente. No podemos mirar solamente desde un ángulo y meter en una misma bolsa todo lo que es la lucha de las mujeres. Es necesario diferenciar un poco las clases sociales, y cómo se da en este contexto también la lucha feminista. Por eso estamos empezando en CONAMURI a trabajar un poco este tema. Es un desafío muy grande que tenemos para poder avanzar en esta lucha.
 
CONAMURI es la única organización de mujeres que abre sus puertas a los varones. Hace más de un año hemos decidido que los varones participen en las discusiones políticas, en los cursos de formación, y están incorporados en los debates. En los cursos de formación tenemos un 20\% de varones jóvenes, justamente para poder debatir este tema con ellos: el por qué de la lucha de las mujeres, y por qué es necesaria una sociedad distinta al patriar- cado, al capitalismo.
 
Nuestro análisis es que existen distintas corrientes de pensamiento del feminismo. Un pensamiento burgués, que plantea la desigualdad existente en la sociedad como un problema entre hombres y mujeres solamente, y se encierra ahí. Este sector pertenece generalmente a las clases altas. Hay una confrontación entre mujeres y varones, porque las mujeres pueden ser reprimidas en una sociedad capitalista, pero en cuanto a su posición como sector, pertenecen a la clase alta, son lo mismo. Tanto se alegraron algunas de esas feministas cuando Margaret Thatcher subió al poder, por ejemplo. Decían: “una mujer por primera vez en Europa en el gobierno”. Pero Margaret Thatcher es una mujer que está con el imperialismo, que está apoyando las guerras, que nos encadena más todavía. O sea, no es que ser mujer cambia las cosas, sino dónde se encuentra y a quién representa.
 
Hay otro feminismo también, “pequeño-burgués”, que generalmente está instalado en la clase media. Ellas ven como un problema el tema de la des- igualdad y han planteado en el seno de las organizaciones de la sociedad este tema. Generalmente es orientado desde muchas ONG’s, no todas, pero muchas. Han llevado este tema al seno de las organizaciones, porque existe la desigualdad de participación de las mujeres dentro de las organizaciones. Pero nosotras analizamos esto como un aspecto muy simple, muy superficial, porque buscando alternativas nomás, ya nos empantanamos con las ideas de esta clase porque no ve que la lucha de clase es una forma de generar nuevos cambios y nuevos roles dentro de la sociedad. Ahí ya no hay mucho acuerdo ni avance.
 
La tercera categoría que nosotras definimos es el feminismo de clase o el feminismo revolucionario, que tiene una concepción totalmente distinta. Plantea que los problemas de la desigualdad solamente se solucionan con una revolución, con un cambio profundo. ¿Y qué es ese cambio profundo? El cambio del pensamiento burgués de hombres y mujeres, el cambio de pensamiento de un sistema patriarcal manejado por los varones, pero que también las mujeres aceptan.
 
Muchas mujeres, sin darnos cuenta, somos portadoras del pensamiento patriarcal. No estamos dimensionando la opresión, la discriminación en sus diferentes formas. La que sufrimos las mujeres en la familia, en la sociedad, en las organizaciones, en todos lados. Entonces, para nosotras, el feminismo revolucionario, el feminismo de clase, es compatible con llevar a debate el pensamiento feminista, de transformar radicalmente la sociedad en términos de relaciones de desigualdad existentes. O sea, es compatible, no es una cosa aparte. Ahora ya está surgiendo una crítica de que el feminismo es una cosa, el socialismo es otra cosa… ¡Pero para nosotras no! Estas dos ideas para avanzar en nuestro proceso tienen que ir juntas.
 
El feminismo es transformador, y plantea radicalmente esta transformación. Es un pensamiento que surgió en el seno de las luchas de las mujeres, de la indignación por tantas desigualdades. Tenemos experiencias de las décadas pasadas en la lucha armada, en la lucha sindical, en la lucha campesina también; en luchas sociales tenemos experiencias, en las cuales las mujeres han sido el convidado de piedras, donde las mujeres han tenido un protagonismo increíble, pero no son reconocidas.
 
Cuando están en el poder, cuando avanzan los espacios de lucha, se olvidan de las mujeres. Ellas van a las cocinas nuevamente. A lo mejor fueron grandes dirigentes, grandes luchadoras o guerrilleras, o cualquiera que fuera el espacio donde estaba actuando esa mujer.
 
El feminismo es un pensamiento profundamente transformador, ante la oprobiosa desigualdad que sufren las mujeres entre la misma clase. Es eso lo que no se quiere aceptar: que entre la misma clase hay discriminación, hay opresión, hay doble explotación de la mujer. Es eso lo que muchos compañeros y dirigentes no quieren aceptar, y dicen, no, nuestro privilegio… Porque toca el privilegio, el privilegio falso de los varones en sus cabezas y en las cabezas de nosotras. Muchas de nosotras no nos damos cuenta de que el privilegiado es el varón. El abordaje, la discusión, la reflexión sobre este tema no puede estar ausente de los grandes lineamientos políticos, y deben ser encarados por los dos sexos.
 
Nosotras decimos que es imposible pensar que un movimiento pueda avanzar sin que estén incluidas estas temáticas, discutidas profundamente, e irlas incorporando en todos los programas de las organizaciones sociales o políticas.
 
Estas problemáticas siguen como grandes desafíos de las mujeres. No sentimos que se hayan superado. Al contrario, se han agotado en cierto aspecto, en la práctica de los militantes, en la participación en condiciones de desigual- dad, en la concepción discriminatoria en el lenguaje, en la actitud machista de los propios compañeros, y en la permisividad de las compañeras, porque muchas veces nosotras permitimos que se nos trate así, que ellos nos estén excluyendo. A veces nosotras aceptamos la desvalorización hacia las mujeres en los espacios, en la discusión política, y en la distribución del poder.
 
No hay necesidad de profundizar mucho sobre esto, porque es lo que se ve en la realidad. El feminismo y el socialismo no son cosas aisladas.
 
Debemos asumirlas y desarrollarlas en todo el proceso de construcción del modelo de sociedad que planteamos. No se puede obviar, en un proyecto socialista, el feminismo revolucionario, y empezar a desarrollar el proyecto de cambio sin tener claros estos conceptos fundamentales para la práctica socialista. Porque de eso depende cuál es nuestra práctica, qué estamos haciendo varones y mujeres.
 
El socialismo sin feminismo engendra otra vez capitalismo, y ése es nuestro miedo: que estemos avanzando en un proceso nuevo de construcción, de de- bate, de armar estrategias, programas, y ahí nuevamente estemos avanzando sin las mujeres, sin sus propuestas, sin esa idea de transformar profundamente el sistema patriarcal. También la lucha por el socialismo ha resultado dañada por excluir de sus parámetros la insistencia en la crítica del patriarcado, y el debate sobre la verdadera relación entre hombres y mujeres, entre capitalismo y patriarcado, propiciando la frustración de muchas mujeres ante la parálisis de los debates del feminismo en las organizaciones políticas bajo direcciones machistas. Eso ha ocurrido tantas veces, que muchas mujeres se han desilusionado y han dejado la lucha. Se han apartado de la lucha, o han creado grupos más pequeños donde puedan expresarse, porque no encuentran un espacio donde puedan discutir profundamente qué es el patriarcado y cómo daña nuestro proyecto futuro. Son negadas en muchos sectores, no sólo en las organizaciones campesinas. En las organizaciones sindicales, campesinas, sociales, y también en organizaciones políticas.
 
Uno de los efectos más graves del patriarcado es la violencia de todo tipo sobre las mujeres. Es parte del pensamiento que la mujer es propiedad del hombre y le permite actuar libremente y hacer uso de su poder, y eso estamos sintiendo todos los días.
 
No debemos repetir los mismos errores en este nuevo proceso que estamos queriendo desarrollar. Hoy, tras la derrota histórica de los intentos revolucionarios del siglo XX, tratamos de entender los aciertos y errores del socialismo real, y tratamos de reformular un socialismo para el futuro, que integre los problemas desdeñados en fases anteriores y conflictos nuevos en el imparable desarrollo del capitalismo. La liberación de las mujeres merece ser uno de ellos.
 
Las organizaciones políticas deben asumir el feminismo socialista y contribuir al desarrollo del frente feminista, para que el socialismo que logremos no sea patriarcal. Los compañeros han de reconocer que los hombres gozan de privilegios a costa de las mujeres, y que esos privilegios deben desaparecer. Debemos asegurar que el socialismo por el que luchamos hombres y mujeres, es el socialismo sin clase y sin género. Es la idea que nosotras pensamos y queremos compartir, como un proyecto de sociedad incluyente y no excluyente”, concluye Magui.
 
 
NOTAS
 
 
 
 
Cristiano Morsolin, operador de redes  para la defensa de los derechos humanos en Latinoamérica, es co-fundador del Observatorio sobre Latinoamérica SELVAS. Trabaja en Latinoamérica desde 2001 con experiencias en Paraguay, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Brasil. Investigador, panelista y autor de varios libros.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/80215
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