La afroderecha también existe
15/07/2013
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 486: Miradas del movimiento afrolatinoamericano 06/02/2014 |
En 2011, año mundial de los afrodescendientes, se realizaron distintas actividades desde los llamados movimientos sociales, organizaciones de la sociedad civil y fundaciones que dicen representar ese sector. Son pocos los balances de esa coyuntura y menos los resultados a favor de las comunidades afrodescendientes en nuestro continente. Pretendemos aproximarnos a un diagnóstico político de lo alcanzado en ese año decretado así por la Organización de las Naciones Unidas. Sin pretensiones de elaborar alguna conclusión, queremos destacar el elemento más importante: el deslinde de los sectores progresistas con la denominada afroderecha.
Nadie pone en duda el protagonismo de los movimientos sociales afrodescendientes en el año 2001 en la Conferencia de Durban; diríamos que marcó una nueva etapa de iniciativas políticas que consolidaron un cierto liderazgo que asimiló ese momento histórico y redimensionó las luchas de nuestros colectivos en el continente. Asumiendo el Plan de Acción de Durban, se impulsó la lucha contra el racismo y la concreción de políticas públicas afirmativas. Ciertamente esta agenda respondía a una realidad avasallante que golpeaba históricamente a los descendientes de africanos; aunque formaba parte de los problemas estructurales heredados del colonialismo, ciertamente no enfrentaba el factor principal que genera pobreza, desigualdad social y desaparición cultural: nos referimos al neoliberalismo, etapa superior del capitalismo salvaje. Entendemos que otra forma de discriminación es la explotación de los trabajadores, la prostitución y la delincuencia, consecuencias de los sistemas inspirados en el modelo capitalista y su rostro neoliberal. Señalamos que la agenda que se asumió después de Durban se convirtió en una camisa de fuerza que la derecha, anclada en los organismos internacionales y las fundaciones que financian programas sociales, no colocó obstáculo para su desarrollo, dirán algunos, como parte del esquema del multiculturalismo neoliberal. Quienes se levantaron y patearon la mesa en Durban debían mostrar cierta sensibilidad social; montaron una estrategia de intervención en los colectivos afrodescendientes y custodiaron su agenda, financiaron y apoyaron institucionalmente las luchas por sus derechos, obviando temas que tocaban intereses profundamente estructurales, como la tierra o la territorialidad la propiedad colectiva o el derecho a su uso autónomo, sin intervención del gobierno, menos de empresas transnacionales.
En ese momento histórico lleno de múltiples contradicciones, hablamos de discursos y prácticas políticas, se montaron las luchas de los afrodescendientes en la dinámica del multiculturalismo neoliberal; mientras no toquen intereses principales se les concede lo necesario, pensaron desde las cúpulas de la Casa Blanca. Las luchas de los afrodescendientes se desarrollaron entre intervenciones de sus liderazgos, convivencia con ciertos gobiernos progresistas, mercantilización del tema y planes concretos de la derecha internacional. El surgimiento de la denominada afroderecha no es casual: es consecuencia de una valoración bien importante que tienen las élites reaccionarias internacionales de estas comunidades, en primer lugar su ubicación geopolítica y económica, pues están asentadas sobre riquezas naturales, valga decir hídricas, minerales y petroleras. Otro factor es el rol que ocupan los movimientos sociales en los cambios políticos que ocurrían en América Latina. Aunque podríamos desmenuzar otros puntos que estimulan su importancia política, concluimos que estos dos elementos empujan a la derecha internacional a utilizar ciertos voceros y liderazgos en la realización de sus planes de intervención política y sus programas mal llamados de desarrollo y progreso económico. El laboratorio por excelencia de lo que afirmamos es la sufrida y maltratada Colombia. El gobierno de Uribe, entre concesiones mineras, paramilitares y represión del ejército, desplazó a miles de familias afrocolombianas. No es casual que el escenario más importante de la afroderecha sea el hermano país.
¿Qué es la afroderecha?
Debemos detenernos a explicar qué entendemos como afroderecha, término que genera reacciones por parte de sectores de matices políticos que se encuentran en este linaje y otros que no comparten su utilización por sectario. No hay un concepto acabado, pero sí algunos elementos que delimitan la práctica de la afroderecha. Podríamos hablar, en primer lugar, de aquellos militantes de partidos de la derecha y, en algunos casos, de la ultraderecha, que por concepción ideológica son reaccionarios; una parte importante de ellos ocupa cargos políticos en gobiernos de orientación neoliberal, esta casta está claramente identificada con los planes de la derecha internacional, su capacidad negociadora la coloca en posiciones institucionales donde se generan planes para las comunidades afrodescendientes. Otro sector está formado por cierta intelectualidad de origen afro, consagrada y ubicada en espacios privilegiados que manejan un discurso de reivindicación de los derechos, fervientes defensores de la identidad sobre la base de un discurso de neutralidad y exagerando prepotentemente sus capacidades individuales. Generalmente lo encontramos en las nóminas como asesores de programas; diríamos que son una elite que vive del tema sin compromisos políticos. Por otro lado, encontramos ciertos voceros y voceras de organizaciones, fundaciones o colectivos, generalmente con residencia en las grandes capitales, reconocidos por sí mismos como voceros de las comunidades afrodescendientes, que montan los eternos proyectos sociales, recibiendo financiamientos de los gobiernos de turno y hasta de la USAID, muy activos, organizadores de eventos, congresos o cualquier tipo de espectáculo que genere ruido ante entes gubernamentales. Son una mayoría importante en el submundo de la afroderecha; generalmente se da una complicidad entre estos gestores, intelectuales y funcionarios para celebrar el mes afro de algún país, una fecha memorable o festividad resaltante. En resumen, el tema afrodescendiente se convierte en un gran negocio dependiendo del subgrupo al que pertenezca o a los contactos que tenga con las elites de poder.
Valga decir que cuando en el año mundial de los afrodescendientes se realizó la Cumbre Mundial de los Afrodescendientes, en La Ceiba, Honduras, afirmamos que era un evento de la afroderecha; debemos aclarar que lo mantuvimos y lo mantenemos, por los organizadores y las orientaciones ideológicas. Aunque fueron una elite que convirtió la cumbre en una franquicia, una manera de seguir haciendo negocios con el tema afro, muchos de los participantes eran líderes y lideresas que no tenían ninguna vinculación ideológica y venían de prácticas distintas; fueron víctimas producto de los recursos que puso el amo del norte, que envió boletos aéreos, viáticos y adulaciones que sedujeron a una parte importante de ese liderazgo. Como todo negocio y comercio, hoy la afroderecha negocia traumáticamente quién se queda con la franquicia y se debate quién puede quedarse con la mayor parte de los intereses de sus acciones y no se pone de acuerdo en dónde realizar su segunda cumbre, anunciada para España y suspendida. El triángulo de la afroderecha Bogotá – La Ceiba – Madrid espera la intervención de su amo que le ordene reestructurarse y asumir nuevas tareas; las peleas por reparto del botín siempre culminan con el sacrificio de alguien. Esperemos el desenlace.
Fue oportuno para los sectores afrodescendientes progresistas, revolucionarios y antiimperialistas el haber decidido no participar en la manipulada Cumbre en Honduras. Debemos aclarar que quien encabezó la organización de este evento fue invitado a Ecuador por estos sectores, a finales del 2010, donde se le propuso cambiar de lugar la sede de la cumbre; por supuesto sabemos la respuesta. Hay quienes interpretan la ausencia de líderes y lideresas importantes de los afrodescendientes como un acto de soberbia y manipulación ideológica. No cambiaron la fecha ni el lugar, porque eran planes previamente establecidos y obedecía a una orientación política. No compartidos por diferencias ideológicas.
Los sectores progresistas afrodescendientes se congregaron en el mes de junio del 2011 en Caracas, Venezuela. Allí en el denominado IV Encuentro Internacional de Movimientos Sociales Afrodescendientes y las Transformaciones Sociales y Políticas en América Latina, fijaron posiciones en distintos temas, pero fundamentalmente deslindaron terreno con la afroderecha, quien manipuló con esta obligada distancia. La conformación de la Alianza Afrodescendientes para América Latina y el Caribe, como nueva instancia de articulación de los movimientos sociales afrodescendientes, revolucionarios, progresistas y antiimperialistas, deja claro, por definición, su oposición a las prácticas políticas de quienes asumen la vocería de las comunidades afros en el continente. Las propuestas de reconocimiento de los afrodescendientes en la carta fundacional de la Comunidad de Estados de América latina y el Caribe -CELAC-, el Fondo del ALBA para el desarrollo de los pueblos afrodescendientes, el Fondo solidario con Haití y la creación del Foro Permanente de los Afrodescendientes, salieron de este foro, algunas implementadas y otras en negociación con las cancillerías de los gobiernos progresistas que deben marcar las diferencias con los gobiernos neoliberales en las políticas públicas para las comunidades afrodescendientes.
Definitivamente, mensajes como que es una victoria que EEUU tenga un presidente afro, no engañan a nadie; Obama sigue con la misma política guerrerista de su antecesor y los planes intervencionistas del gobierno que encabeza apuntan a países como Venezuela. O que debemos hacer esfuerzo para que la gente se eduque para avanzar en los cambios de mentalidad marginal a ciudadanos, el discurso de la gobernanza y los programas de formación política participativa, que anuncia la afroderecha como logros, no caben. No son justificados, porque las estadísticas marcan que en las comunidades afrodescendientes del continente crece la pobreza, el rostro de nuestra pobreza en América tiene cara afro. La lucha que se plantea hoy es la lucha por el territorio, el desprendimiento de comunidades completas genera consecuencias incalculables, pobreza e impacto cultural, expresados en aniquilación colectiva y desmembramiento de identidad, sentido de pertenencia y posesión de patrones culturales distintos a sus tradiciones.
Luchar por la tierra es colocarse frente a los intereses de las grandes trasnacionales, los círculos de corrupción de los gobiernos y los planes neoliberales. Los afrodescendientes son aniquilados en el uso literal del concepto porque se enfrentan a esos intereses, aquí juega su rol el liderazgo afroderechista de apaciguar la protesta, castrar las iniciativas de defensa del territorio o eliminar físicamente a los líderes o lideresas que defienden el patrimonio cultural que se convierte en sinónimo de defender la vida. No dudamos en decir que el problema que se enfrenta es defender la vida de los pueblos afrodescendientes o aceptar los progresos que vende el neoliberalismo con la complicidad de la afroderecha.
Debemos insistir en articular a todos los sectores progresistas, revolucionarios y antimperialistas del continente y renovar el discurso político, deslindar con esos sectores reaccionarios y empujar la agenda surgida en Caracas del 2011. Asumir los cambios actuales es repensar completamente nuestras prácticas y avanzar en los procesos de transformaciones que vivimos.
- Diógenes Díaz es integrante del Movimiento Social Afrodescendientes de Venezuela.
https://www.alainet.org/es/articulo/80127
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