El legado de Salvador Allende

08/09/2013
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Eran las 9:10 A.M. del 11 de Septiembre de 1973 cuando desde Radio Magallanes (ubicada en el Palacio Presidencial) el mártir del socialismo latinoamericano le dijo al mundo las siguientes palabras:
 
“Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra... rota la doctrina de las Fuerzas Armadas.
 
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
 
A pocos minutos entregó su vida con la más severa hombría, con la mayor autoridad moral de un líder, con el ejemplo más digno de un combatiente defensor de sus ideales.
 
La CIA (Central de Inteligencia de los Estados Unidos), y los sanguinarios Nixon y su Canciller Kissinger, desataron una impúdica y descarada guerra contra América Latina, aterrados porque se pudiera repetir una revolución como la cubana y regaron por nuestro continente la serie de dictaduras que lo mancharon de sangre juvenil, asesinando, secuestrando, torturando, robando niños.
 
Por cuatro décadas castraron el desarrollo de todo un continente al que le costó muchísimo recuperar la dignidad y la soberanía aplastada y mancillada, a partir de la dictadura de corrupto y sanguinario Pinochet y de sus esbirros del “Plan Cóndor” desparramados por la Patria Grande.
 
Pero nadie podrá borrar de la historia de esta América mestiza el ejemplar inicio del camino socialista que empezó a germinar con el triunfo de la Unidad Popular, encabezada y orientada apasionadamente por Salvador Allende.
 
Entre el legado positivo del heroico sacrificio de Allende, cuyo asesinato permitió el inicio del nefasto neoliberalismo que puso en venta al territorio continental, está en la enseñanza de lo que puede suceder cuando el anarquismo, el sectarismo, la envidia y la traición, puedan carcomer, debilitar y hundir un proceso limpio y transparente, revolucionario y solidario que se inició y vivió en Chile a partir del triunfo socialista del 4 de septiembre 1970.
 
Tres años duró el proceso allendista y durante ese periodo no faltaron los sabotajes, las deserciones, los boicots, las envidias, los rencores y el trabajo sucio de una quinta columna, como se denomina en las guerras a los agentes del enemigo que socavan las fuerzas al interior de un proceso.
 
Entre los enemigos de Allende no faltaron las fuerzas económicas de la banca mundial, de los poderes mediáticos internacionales, de los poderes armamentistas y de los provocadores, acaparadores y falsos redentores.
 
 Aprendamos la lección.
 
 Alfredo Vera, escritor, periodista ecuatoriano, ex ministro de Educación
 
Publicado en El Telégrafo
 
https://www.alainet.org/es/articulo/79083

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