¿Por qué leer?

22/04/2013
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El 23 de abril es el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. Una celebración declarada por la Unesco en 1995 con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. Se escogió esa fecha simbólica por la coincidencia del fallecimiento de tres grandes escritores en 1616: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega.
 
En una historieta del libro Un minuto para el absurdo, de Anthony de Mello, se narra lo siguiente: “El Maestro se aseguraba de que la biblioteca del monasterio estuviera bien provista de libros de toda clase de materias (…) Siempre estaba con el mismo estribillo: ‘¡Dios nos libre de las personas que no piensan, no piensan y no piensan!’. Y nada le inspiraba tanto miedo, según decía él mismo, como la mente ‘de un piñón fijo’ o el fanático de un solo libro. Lo cual desconcertaba a los discípulos, porque no cuadraba muy bien con la insistencia con que el Maestro defendía la percepción no racional y el conocimiento no conceptual. Cuando alguien le preguntó abiertamente a este respecto, el Maestro replicó de forma ambigua: ‘Un clavo saca otro clavo, ¿no?’”.
 
La respuesta que dio el Maestro hace pensar en una máxima atribuida a Miguel de Cervantes: “El que lee y anda mucho, ve y sabe mucho”. Paulo Freire decía que leer es procurar o buscar crear la comprensión de lo leído; de ello lo decisivo de la enseñanza correcta de la lectura y de la escritura. Y enfatizaba que enseñar a leer es comprometerse con una experiencia creativa alrededor de la comprensión y de la comunicación. En otras palabras, quien lee mucho no solo puede llegar a ser una persona instruida, sino una persona que sabe de la vida. ¿Por qué, pues, leer? Anselm Grün, uno de los escritores de espiritualidad más leídos en la actualidad, nos ofrece tres argumentos: hay que leer porque los libros nos sumergen en otros mundos, son amigos y obran prodigios. Expliquemos.
 
En primer lugar, para Grün, la lectura forma parte de una vida buena. Para muchas personas, representa entrar a un mundo que les hace bien. No es el mundo de la utilidad y la finalidad, sino un mundo que posibilita el encuentro con otros seres humanos, con sus pensamientos y sentimientos. El mero hecho de leer es un acto saludable porque relativiza el rigor, la estrechez y la falta de misericordia que habitualmente se experimenta. Pero no solo entramos en otros mundos. Cuando leemos, entramos también en contacto con nosotros mismos, y esto, según Grün, constituye un gran valor, aun cuando no podamos retener gran cosa de lo que hemos leído. Entrar en la propia interioridad es algo fundamental que puede darse en la acción de leer. Desde luego, puede y debe discutirse qué tipo de literatura es la que genera esta experiencia. Ahora mismo se critica a la literatura light, leve, ligera, fácil, cuya finalidad exclusiva es la distracción.
 
En segundo lugar, hay que leer porque, según Grün, los libros pueden resultar unos buenos amigos. Amigos que consuelan y abren horizontes nuevos. Un proverbio oriental lo expresa de modo magistral: “Una habitación sin libros es como una casa sin ventanas”. En una casa sin ventanas, hay un ambiente desagradable. Los libros arrojan luz sobre nuestra vida y abren ante nosotros una perspectiva más amplia. Cuando leemos, emprendemos un viaje sin necesidad de dar un solo paso fuera de casa. Finalmente, el escritor alemán sostiene que el libro obra prodigios para quien lo lee. Lo fascina y lo introduce en otro mundo, donde encuentra un nuevo gozo de vivir: alegría y agradecimiento por lo maravilloso que hay en su contenido y que el lector descubre de nuevo en sí mismo.
 
Con razón se afirma que la literatura, por ejemplo, obra el prodigio de educar en los sentimientos. A través de ella aprendemos a observarnos a nosotros mismos y a los demás. Aprendemos a sentir como el otro. Algunas figuras universales emblemáticas en ese sentido son Hamlet, que representa la crítica del intelectual; Don Quijote, el destino de los que quieren mejorar el mundo; Edipo, las relaciones de aceptación y rechazo hacia los progenitores; Fausto, la desmedida sed del conocimiento y la violación de los límites que repugnaba el designio divino; Don Juan, el seductor y eterno enamorado del placer y del peligro.
 
Mario Vargas Llosa ha reiterado que la literatura, además de entretener, ayuda a hombres y mujeres a entender mejor la complejidad de la vida humana, estar lúcidos sobre las deficiencias de la vida, alertas ante la realidad histórica circundante e indóciles frente a la manipulación de la verdad por parte de los poderes constituidos. En definitiva, hay que leer porque, entre otras razones, los libros, impresos o digitales, representan una fuerza cultural que puede ser agente del cambio social (por sus contenidos contraculturales); registrar y mantener la memoria histórica (ayuda a entender los procesos sociales); ser fuente de entretenimiento y de reflexiones personales; y reflejar la cultura de cada pueblo.
 
La lectura puede ayudar a que nuestro corazón arda y nuestros ojos se abran, sin perder el sentido del humor. Posibilita escuchar la voz de la razón y dejar hablar al sentimiento. En consecuencia, el tiempo de la palabra escrita sigue vigente. Sin olvidar que la lectura es un arte, que hay que aprender y cultivar.
 
Carlos Ayala Ramírez, director de Radio YSUCA
 
https://www.alainet.org/es/articulo/75558?language=en
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