Los marchantes de paz
11/04/2013
- Opinión
Vi salir alegres a los marchantes por la paz. En todo el territorio colombiano, salieron a las calles multitudes de seres serenos, un millón doscientos cuentan los medios de comunicación. Rabiando, se quedaron los hombres que no tienen paz, los que con sus alaridos, vomitan ráfagas de odio invitando a la guerra. En cambio, los marchantes, refrendaron el propósito, el deseo, el mandato constitucional por intentar alcanzar la paz. Sólo alguien que esté por fuera del uso de razón, se le ocurre jugar a Mambrú, persistiendo con la tradición de guerra que nos arrastra.
La historia más reciente suma sesentaicinco años de conflicto y setecientos mil muertos; su fecha emblemática, en conmemoración a las víctimas y escogida por los marchantes, fue el 9 de abril de 1948 con el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. De mucho antes, mientras, durante y después de fundarse nuestra república Colombia en 1819, tenemos sus constantes guerras civiles. Y mucho más atrás, esas guerras de exterminio hacia nuestros ancestros indígenas desde 1492, con la llegada de los conquistadores españoles. Nuestros espíritus han estado perturbados, Entonces ¿Qué razones se tienen para no buscar la paz? ¿Para no poner fin a esta tradición de muerte?
En estas seis últimas décadas que nos ha tocado vivir con el conflicto, hemos aprendido mucho del dolor y de los traumatismos que devastan a las víctimas. No sólo sufren por el asesinato, pérdida, secuestro o desaparición de sus seres amados, sino que sufren destierro, violencia, desapego de su terruño, de todo su hábitat, de todo su pequeño universo construido durante toda una vida. Pero lo que no nos mata, nos hace más fuertes, ley biológica con sus consecuencias sociales en lo que atañe a la resiliencia. Colombia es el único país en el mundo que acomete una Reparación Integral a las víctimas en medio del conflicto. Se echa bala pero también se intenta la paz, aprender haciendo, porque si no es ya, entonces ¿cuando empezamos? No hay excusas que valgan para no hacerlo. En guerra nos gastamos más del siete por ciento del Producto Interno Bruto, y de insistir en ella, se acrecienta en por lo menos al once por ciento.
En su etimología, la palabra víctima es sinónima de vicario, vice, es decir el segundo, el que sustituye, el sustituto, el que está en reemplazo de alguien que es el principal. Una víctima es un chivo expiatorio, es un culpable buscado o encontrado, sobre el cual recaen todas las culpas achacadas por una masa enfurecida, que reclama ferozmente venganza. Frenar esta furia ha sido propio de las técnicas simbólicas de la mitología religiosa, que catalizan o encausan esa violencia desatada por medio de sacrificios o cultos, aliviando o desviando así los deseos de cobrar justicia por las propias manos. Ejemplifica el pasaje bíblico cuando iban a apedrear a la prostituta, y sólo pudo frenarse el linchamiento al preguntar ¿quién está libre de pecado? Todos guardaron silencio. En este caso se dio salvamento a una posible víctima. En suma, lo más importante, la víctima siempre es inocente en tanto que paga por algo que no debe, y tan sólo sacia la sed de venganza desenfrenada por la masa.
Viene la pregunta por el origen fundador del odio, que insiste en la muerte de unos para su regocijo de otros, en pelearse como perros y gatos. Hoy no tenemos una tecnología social que frene la violencia, como en tiempos pasados lo hizo la religión. Tenemos sociedades de paz y amor como los esquimales que nos llevan a pensar en la posibilidad de desaprender o desactivar la violencia, de insistir en el espíritu de paz. No en vano se habla en que el verdadero perdón sale del alma, de un sentimiento genuino de quien ha padecido la violencia, de la víctima. Los Horizontes de la Reconciliación y el perdón son los indicados para salir de la devastadora guerra; es el sentido intencionado que se le debe dar a un clamor que es nacional desde cualquier espacio de participación fuerte y no fragmentado; pensando en las complejidades de lo rural pero también en las tendencias del conflicto intraurbano. El gobierno nacional está jugado. Los marchantes empezaron a abrir trocha para cerrar el Círculo de la violencia.
Mauricio Castaño H. es historiador
https://www.alainet.org/es/articulo/75256?language=en
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