La pascua cristiana

01/04/2013
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Jesús resucitado, meta y anticipo de nuestra propia resurrección. 
 
1.  ¿En qué se basa la creencia cristiana  de la resurrección de Jesús de Nazaret?
 
Desde los primeros tiempos, los cristianos afirmamos que Jesús es el Mesías y el Señor y que en su resurrección radica  la esperanza de nuestra propia resurrección. Esta verdad cobra claridad y consistencia desde los  hechos concretos de la tumba vacía y los encuentros con Jesús resucitado.
 
Escribe Lucas que las mujeres “entraron  en el sepulcro y no encontraron el Cuerpo del Señor Jesús: no busquéis al que está vivo entre los muertos, ha resucitado. Las mujeres volvieron a anunciar todo esto a los discípulos, pero  lo tomaron como un delirio y se negaban a creerles” (Lc 24, 6-12).
Entre los judíos existía ciertamente la creencia de la resurrección, pero no bastaba para generar la creencia en la resurrección de Jesús; ella surge  a partir de la constatación de dos hechos históricos: la tumba vacía y las apariciones de Jesús a la gente.
Por la sola tumba vacía  nadie habría hablado de la resurrección de Jesús. A lo más se hubiera llegado a pensar que lo habrían robado y no se supiera  dónde estaba escondido.  La tumba vacía indicaba algo, estaban los lienzos funerarios, pero no el cuerpo, que se había liberado de ellos. El cuerpo había desaparecido. La tumba nunca fue objeto de veneración por los primeros cristianos, ni hay indicio alguno de que tras unos meses de descomposición del cuerpo, lo hubieran recogido para darla un entierro secundario. A nadie ciertamente  se le podía ocurrir que Jesús pudiera resucitar.
De la misma manera, si atendemos únicamente a los encuentros  con Jesús resucitado, nadie podía deducir de ellos la resurrección, pues se podían interpretar como visiones o sueños sobre la persona fallecida, como ya había ocurrido más de una vez.
La novedad está en que los cristianos ven que tumba vacía y encuentros van unidos: el Jesús aparecido era el mismo  que como cadáver había sido enterrado en el sepulcro. El cuerpo había desaparecido pero, al mismo tiempo, se había descubierto que  su persona estaba completamente viva de nuevo: hablaba, comía y bebía  con la gente a que se aparecía.
Si la tumba no hubiera aparecido vacía, no hubiera surgido la creencia de la resurrección de Jesús, pues nadie antes que él había resucitado de entre los muertos. Lo relatado como histórico es que a la comprobación de la desaparición del cuerpo (tumba vacía) se unen las apariciones. Las apariciones confirman y complementan  la verdad de la tumba vacía. En este, como en los demás caso, los sueños no bastaban  para inventar o hacer creer que Jesús había resucitado. Se trata de una persona fallecida, ingresada como cadáver en el sepulcro y también de la transformación que ella sufre apareciéndose con verdadero cuerpo, con propiedades sin precedentes e inimaginables.
El Jesús muerto y aparecido son el mismo, hay continuidad, aunque con una transformación innegable. La base, pues de la creencia cristiana en la resurrección de Jesús , la da la circunstancia de esta combinación  de la tumba vacía y las apariciones.  
Todo esto resullta indemostrable desde una perspectiva pitágorica, matemática. Pero con la historia casi nada queda descartado de manera absoluta; después de todo, la historia es en su mayor parte el estudio de lo inusitado y lo irrepetible.
Lo confirma el superdocumentado  autor  N.T. Wright, en su libro (de 1.000 páginas)  La resurrección del hijo de Dios: “Los primeros cristianos no se inventaron lo de la tumba  ni los ‘encuentros’ o ‘vistas’  de Jesús resucitado con el fin de explicar  una fe que ya tenían. Adquirieron esa fe debido a que  esos dos fenómenos se dieron  y se dieron de manera convergente. Nadie esperaba algo así.  Decir otra cosa es dejar  de hacer historia  y adentrarse  en un mundo de fantasía personal, una nueva disonancia cognitiva, en la cual el implacable modernista, desesperadamente preocupado por el hecho de que la  cosmovisión  posilustrada parezca en peligro inminente de hundimiento, planea estrategias para apuntalarla, pese a todo” ( Ed. Verbo Divino, pg. 859).
Qué bien suenan las palabras de Pedro en  los Hechos de los Apóstoles:  “Vosotros sabéis  muy bien  el acontecimiento que ocupó a todo el país. Me refiero a Jesús de Nazaret, pasó haciendo el bien y curando  porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos  de todo lo que hizo , pues hemos comido y bebido  con él después que resucitó de la muerte” (Hch, 10,  37-42)”.
“Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído”  (Hch 4, 20).
2. La resurrección en el Nuevo Testamento
 Los evangelios,  además de las narraciones pascuales, aportan amplias y variadas  indicaciones sobre la resurrección de Jesús.  A modo de resumen, podemos afirmar que la entera tradición evangélica  sobre las creencias relativas a la vida después de la muerte,  conecta con la opinión judía frente a la pagana;  y dentro de la opinión judía, con los fariseos  (y otros que de acuerdo con ellos estaban)  frente a otras opiniones diversas.
  Encontramos, por otra parte,  una evolución y redefinición  de la idea de la resurrección,  no muy diferente de la que encontramos en San Pablo.  “Resurrección” sigue significando el don que Dios, al final, hace de una nueva vida corporal .  Aparece el reiterado sentir de que la resurrección, que a los discípulos les resultaba  incomprensible durante la vida de Jesús,  llegan a entenderla después,  al reflexionar sobre la Pascua. Jesús devuelve a la vida a gente que había muerto. Sin embargo , la resurrección no significa una vuelta al mismo tipo de vida de antes, sino  un dejar atrás completamente a la muerte.
   El Nuevo Testamento recoge múltiples voces sobre la resurrección, pero todas ellas parecen cantar en estrecha armonía.  Si exceptuamos a Hebreos,  todos los libros y tendencias hablan de ella como de un tema central,  que cobra sentido en la estructura del pensamiento judío sobre el Dios uno como creador y juez.
  Un lector imparcial puede recopilar enseguida la novedad de los siguientes aspectos:
 1. La resurrección ocupa un interés central en el primitivo cristianismo, no así en el judaísmo.
 2. Las especulaciones en torno a la vida después de la muerte, eran muy variadas tanto en el mundo pagano como judío. Este abanico de opiniones  no existe prácticamente en el Nuevo Testamento. Sí  que se puede apreciar  como una ramificación unida del judaísmo farisaico.
3. La naturaleza del cuerpo resucitado  no será susceptible de morir ni de corromperse, pues quedará transformado tanto para los que han muerto como para los que aún siguen vivos.  Surge, ciertamente,  un nuevo modelo de corporalidad  difícil de describir, que podemos etiquetarla con el  término de “transfísica”. Tal término sugiere la idea de un cuerpo transformado, pero sin pretender  describir en detalle qué tipo  de cuerpo era  el que los primeros cristianos  suponían que Jesús  poseía ya  y que ellos acabarían por poseer. No pretendían  explicar  el cómo podía ser tal cosa. El hecho realmente demostrable es que los primitivos cristianos imaginaban un  cuerpo  que seguía siendo sólidamente físico pero significativamente diferente del actual. “Como historiadores podemos tener  la dificultad de imaginar tal cosa.  Pero, igualmente como historiadores, no debemos  retraernos de afirmar  que de eso es lo que hablaban los primeros  cristianos.  No hablaban de una supervivencia incorpórea, “espiritual”. De haber querido hablar de eso, lo hubieran hecho” (N.T. Wright, Idem, pg. 590).
 
4. .Evidentemente, los cristianos eligieron y subrayaron  aquellos textos bíblicos que  mejor expresaban lo que le había ocurrido a Jesús y le ocurriría luego a todo su  pueblo.
 
  5. El uso metafórico de la idea resurrección tal como aparece en el judaísmo es sustituido  por un uso metafórico  de “morir y resucitar” concretos (bautismo, santidad de la vida corporal, testimonio cristiano) pero  con referentes distintos.
Al historiador no deja de plantearle todo esto una  cuestión tremenda: ¿Cómo se explica este movimiento nuevo, que aparece de una manera repentina  y afirma  una única corriente de fe  acerca de lo que le ocurre a la gente después  de la muerte  y es  enriquecida de manera constante en una amplia gama de textos?   “Los cristianos decían que Jesús ha resucitado de entre los  muertos  y este acontecimiento es la condición necesaria y suficiente para que ellos  fueran un movimiento  de “resurrección”  y un movimiento de “resurrección transformada” (N.T. Wright, Idem, pg. 591).
 
3. La resurrección dentro de la cosmovisión paleocristiana 
 
Conviene destacar lo que, en la conducta habitual de los primeros cristianos, reflejaba que ellos estaban ya viviendo la resurrección.  Lo reflejaban en primer lugar comportándose como si en  aspectos importantes  estuviesen ya viviendo en la nueva era, realizando en la tierra  el reino de Dios; su estilo de vida seinspiraba en el triunfo de Jesús sobre la muerte. Esta era una luz nueva  de claridad intensa.
 
El día último de la  semana había pasado a ser el primero, es decir, “El día del Señor” simplemente por la resurrección. El cambio   del sábado, en cuanto séptimo día por el domingo,  se verifica  porque los cristianos  creen que en ese día ha ocurrido algo especial. El bautismo y la eucaristía  se realizaban con referencia a  la condición de Jesús como Mesías y Señor, lo cual hace también  que la cruz  se convierta de signo de degradante opresión imperial en signo del amor de Dios. Jesús muerto y resucitado es el centro de la comunidad cristiana y la comunidad se considera beneficiaria de la resurrección en el presente y en el futuro.
 
Los cristianos son, por tanto, el pueblo de la resurrección, un pueblo nuevo  que empezó en la Pascua  y que, por el Espíritu, integra a todos en el bautismo y en la fe. Este pueblo es parte de la creación de Dios, restaurada y redimida, aunque un día haya de morir. La derrota  del pecado y de la muerte , iniciada por la Pascua,  está todavía por concluir, y se llevará a cabo cuando  Jesús reaparezca. Ahora estamos  entre la era venidera que ha empezado ya y la era presente.
 
“ La resurrección de Jesús  y la poderosa obra del Espíritu que los cristianos  primitivos  veían en ese acontecimiento y en sus propias vidas,  reconfiguró la visión del dios  único y del mundo,  al proporcionar la respuesta a los problemas de Israel y del mundo: queda demostrado  que Jesús es el  Mesías representante de Israel  y que su muerte y  resurrección es la realización anticipada  de la restauración de Israel  y, por tanto, de la restauración del mundo”(N.T, Wright, Idem, pg. 711).
 
Esto significa que los cristianos están comprometidos a vivir y trabajar dentro de la historia  y no a vivir en un mundo de fantasía.  El futuro prometido  daba sentido y validez a  la presente  vida corpórea.
 
Se toca con esto algo que contradice la posición de quienes han sostenido que con el cristianismo no había sucedido nada especial , dando por supuesto que  la resurrección corporal no había  ocurrido. No pocos daban como válida e importante  -y es lo que había que esperar-  la  “segunda venida”  sin admitir que ella  descansaba  sobre algo que había sucedido ya. La resurrección corporal es la que daba significado  a la segunda venida.
 
Esta visión del mundo generaba una espiritualidad modelada por la resurrección de Jesús, la cual daba un fuerte impulso a un estilo de vida  que se difundió rápidamente y que alentaba un claro enfrentamiento con el imperio. La preocupación de los  cristianos por este mundo, lejos de disminuir, aumentaba con la creencia de que Jesús había resucitado de entre los muertos y que, con él, había comenzado una nueva era. El Señorío de Jesús sobre la tierra iba a generar un conflicto contra las presiones del Cesar. Si Jesús era el Mesías, él  era el verdadero  señor del mundo . Los cristianos creían que la “resurrección” había empezado ya  y  la única persona a la que le había sucedido era el señor a cuyo nombre se doblaba toda rodilla.
 
4. ¿Qué significa, en definitiva, resucitar?
 
 SIGNIFICA   
Que Jesús, en la muerte y desde la muerte, entró en el ámbito mismo de la vida divina, realidad primera y última. El Crucificado continúa siendo el mismo, junto a Dios, pero sin la limitación espacio-temporal de la forma terrenal.
 
La muerte y la resurrección no borran la identidad de la persona sino que la conservan de una manera transfigurada, en una dimensión totalmente distinta. Para hacerlo pasar a esta forma de existencia distinta, Dios no necesita los restos mortales de la existencia terrena de Jesús. La resurrección queda vinculada a la identidad de la persona, no a los elementos de un cuerpo determinado.
 
Resucitar significa, pues, entrar a través de la muerte en el ámbito mismo de la vida de Dios. Nuestra fe nos asegura que el Dios del comienzo es también el Dios del final, que el Dios , Creador del mundo y del hombre, es también el que consuma a  éstos en su plenitud.              
 
Resucitar significa que la persona que muere, continúa, y  el cuerpo  se disuelve pero entra  en una dimensión nueva. Hay continuidad y discontinuidad.
Resucitar significa apostar, como Jesús, por la vida, por la justicia, por el amor, por la libertad, llegando incluso a soportar en esta lucha el vituperio del fracaso de este mundo, pero seguros de que la inocencia del Justo será reconocida y premiada por Dios. Dios tiene siempre la última palabra, no la iniquidad.
Resucitar significa que estamos ya, en una marcha hacia la plenitud de la vida,  en lucha contra todo lo que bloquea, merma y mata la vida. El tiempo que se nos da no es para volverse pasivos, indolentes, excépticos, sino para trabajar,  ahora, en el minuto a minuto, e ir haciendo que esta tierra sea cada vez más un cielo, el cielo de Dios. La resurrección de Jesús es la meta final, la anticipación de la plenitud que nos aguarda. Y esa plenitud no hay otra forma de hacerla más real y operativa que comprometerse con aquellos que más vida, amor y libertad necesitan: los pobres.
 
- Benjamín Forcano es teólogo y sacerdote
 
https://www.alainet.org/es/articulo/74986?language=en
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