La economía de cara a la reinvención de la democracia y al Buen Vivir

28/02/2013
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 482: Para las nuevas izquierdas: Qué otra economía? 06/02/2014
Resulta molesto la cantidad de mitos que desde las doctrinas dominantes del capitalismo se nos han ido inculcando buscando la naturalización del sistema, es decir, aquella condición impuesta por la señora Margaret Thatcher de “there is no alternative”se ha ido entrando por los poros, a través de la educación, de los medios masivos de comunicación.  En la construcción de esas categorías naturales del capitalismo, es decir, las concernientes a las doctrinas del libre mercado, se han generado “verdades” que poco a poco se han venido resquebrajando por la propia realidad de los hechos, pero en especial por el cansancio de los pueblos al ver vulnerados sus derechos a una vida digna, a una economía que les procure las condiciones necesarias para construir un buen vivir.[1]
 
Algunos países de América Latina se han venido incorporando de los golpes recibidos por la implementación,  a sangre y fuego,  del neoliberalismo, realizada a través de dictaduras, por imposiciones del Fondo Monetario Internacional al renegociar la deuda externa o por voluntad propia, como el asombroso caso colombiano.  Después se le llamó Consenso de Washington a una serie de pautas, de normas que se debían seguir so pena de no llegar nunca a la meta del desarrollo y salirse del tren de la globalización.
 
Hoy y tras el nombre dado por el Presidente Hugo Chávez a estos procesos alternativos al modelo dominante: El Socialismo del siglo XXI, los países, los pueblos del Sur siguen buscando caminos distintos, acuerdos que les permitan internamente salir de la miseria estructural, humana y ambiental dejada al paso neoliberal.  El que se propone, lejos está entonces de ser un modelo único, acabado y con propósitos coloniales.  Sur América, ante tantos y tantos años de soledad, ha encontrado en los procesos nacionales y de integración formas no exploradas de complementación, de apoyo, de pensarse a sí misma y de encontrar en la cooperación y la solidaridad formas viables de construcción social y regional.  
 
A la par con todo esto, la molestia de estos procesos alternativos al modelo dominante en las huestes más conservadoras del planeta, proveniente de los gobiernos de las potencias mundiales y las direcciones de las empresas transnacionales, se produce por las redefiniciones dadas al Estado y la no primacía del libre mercado, es decir, el diseño de políticas públicas que contribuyan a la idea de que “otro mundo es posible” para los países del Sur.  Por último, este ensayo mostrará que en estas apuestas de nuevas economías, los procesos de integración regional y desarrollo local, son complementos y fundamentos para lograr avances en los procesos de Buen Vivir para todas y todos.
 
1.                   Los fundamentos de otro modelo
 
El modelo imperante se cimentó sobre las ideas liberales, sobre el laissez faire, donde este, el dejar hacer, dejar pasar, se constituyó en la esencia de su funcionamiento.  Se parte de la idea del individuo racional que procura su propio bienestar (considerándolo un ser egoísta), así, la búsqueda de la satisfacción de cada individuo tiene como resultado el bien colectivo.[2]  De esta manera, el sistema económico del libre mercado se construye bajo las premisas de la racionalidad, del interés individual y de la igualdad de los agentes en los mercados.  Frente a la primera, es necesario recordar la imposibilidad para que el comportamiento humano se esquematice, se racionalice y mucho menos se modele, además de que se puedan negar las subjetividades, individuales y/o colectivas dadas por la cultura.  De la segunda, aceptarla es negar la condición humana de seres sociales, de construcciones territoriales a partir de los consensos y de las puestas en común de las sociedades.  Frente a la tercera premisa, la igualdad si bien es una condición importante, lo es mucho más la equidad; la igualdad en el mercado, conduce a inequidades de consideración, por ejemplo la igualdad en la competencia deja a las grandes empresas por encima de las micro, pequeñas y medianas empresas.
 
Una nueva economía para otro mundo posible, requiere entonces de unos postulados diferentes, unos fundamentos que contribuyan a elevar la calidad de vida de las personas sin poner en peligro los ecosistemas naturales, privilegiando el bien común sobre los intereses de individuos o grupos económicos dominantes.  De esta manera, los postulados de una propuesta alternativa al modelo neoliberal, deben basarse en la solidaridad, la cooperación, el desarrollo de fuerzas productivas a partir de intereses y consensos sociales, teniendo al Estado como garante de derechos y acceso a las condiciones propias de crecimiento y desarrollo.  Es decir, la sociedad se construye con base en el entender que los seres humanos somos seres sociales por excelencia, que vamos al mercado como resultado de procesos sociales de producción, con información histórica y cultural.
 
Pensada así, se trata de una lógica distinta, donde la producción se realice con base en las necesidades colectivas y en la confluencia de las sinergias de los distintos agentes partícipes en la producción; procurando, además, el aprovechamiento de los recursos para establecer un comercio justo, sea dentro del territorio donde se realice la producción y los intercambios, o bien por fuera de él, en contextos globales.  En esta dimensión es necesario que confluyan distintas formas de producir, de comercio y de consumo, es decir, no se trata de una única forma de economía, se trata de potenciar las sinergias de las poblaciones en sus territorios, en sus culturas donde lo local y lo global se constituyen en uno solo para potenciar las fuerzas productivas en el territorio.
 
2.                   La insurgencia del Estado
 
Una de las condiciones esenciales del modelo neoliberal ha sido la idea, fantasiosa, de un Estado mínimo, es decir, la forma de garantizar la primacía del mercado es hacer del Estado una figura insignificante.  Sin embargo, tras cuatro décadas de implementación del modelo y ante el estallido de la crisis actual, los apologistas del modelo han salido a defender la acción del Estado para proteger los intereses de las grandes empresas, por encima incluso de las familias que han debido soportar el peso de la crisis a través de la pérdida de sus empleos y de sus ahorros.
 
Entre las diversas apuestas que hoy hacen los neoliberales en la salida de la crisis, están las de asumir el control a través de la privatización de los Estados de bienestar europeos.  En América Latina esto ya se realizó con la implementación de los programas de reformas estructurales y han sido los gobiernos alternativos quienes han rescatado la acción del Estado, de las políticas públicas, para garantizar condiciones de dignidad a las poblaciones.
 
Ahondar en esto debe ser un propósito general y particular, es decir, el fortalecimiento de los Estados y su institucionalidad, no de las burocracias ni de la corrupción, sino del accionar para soportar los derechos de ciudadanía, debe ser una estrategia que los pueblos asuman desde los cambios que se vienen dando en los países; pero también a partir de la integración y del fortalecimiento como región, dándole vigor y legitimidad a instituciones supranacionales que posibiliten la garantía de derechos no sólo en el país sino en Sur América (para el caso de Unasur).
 
Esto debe realizarse bajo condiciones estrictas: primero, garantizando el establecimiento de derechos y el acceso a ellos de todas y todos, sin distingo alguno.  Segundo, logrando consensos sobre sectores y grupos poblacionales a privilegiar, es decir, como sociedad se deben definir los escenarios de presente y futuro, las apuestas productivas y de vida que como colectivo se van a desarrollar, haciendo que la política pública asuma la responsabilidad para hacer de estos propósitos vehículos y vínculos sociales de Buen Vivir.  Tercero, procurar a través de la acción del Estado la eliminación de asimetrías económicas, sociales y políticas, haciendo sociedades de mayor inclusión y equidad.
 
Atrás debe de quedar la idea de un Estado al servicio de las élites.  El nuevo Estado en América Latina, en el Sur, debe constituirse en el baluarte de mejores condiciones de vida para las poblaciones, de acceso a bienes y servicios básicos, de la garantía de derechos económicos, sociales, culturales, políticos y humanos, de los derechos de la naturaleza, del posibilitar procesos económicos incluyentes donde las políticas públicas garanticen el derecho a producir y a consumir de manera digna y responsable.
 
Para esto, también es necesario que se avance hacia la generación de políticas particulares, concretas, es decir, el nuevo Estado debe de estar caracterizado por la promulgación de políticas de corte industrial, agrario, educativo, minero, entre otras, no de corte general, que es lo que ha primado en el modelo neoliberal, sino de políticas con propósitos, con instrumentos claros de intervención y apoyo a las empresas, a las personas que, de otra manera, quedarían expuestas a libre albedrío de los grandes capitales.
 
3.                   Corolario: lo local y la construcción social de un Buen Vivir
 
La globalización, entendida como la aldea única que homogeniza culturas a través de modelos de producción y de consumo, ha sucumbido ante la realidad de las localidades, de los territorios como construcciones de vida; es más la llamada competitividad de las naciones no deja de ser sino una vaga ilusión, quienes compiten son las empresas que se nutren de sus entornos tecnológicos, naturales y de conocimiento.  En la localidad convergen los distintos agentes del territorio para trazar los senderos, para aprovechar sus propias sinergias y construir los futuros deseados.
 
En esta medida, el nuevo modelo de desarrollo deberá dejar de soportarse en el gran capital y con ello en una estructura productiva basada en empresas transnacionales.  La realidad de los pueblos, de las estructuras económicas de los países del Sur, es exactamente lo contrario a lo que el modelo dominante ha fortalecido: son las micro, pequeñas y medianas empresas quienes soportan el empleo, la subsistencia de las familias e incluso los escasos niveles de consumo que tiene gran parte de la población.  Y deben ser ellas quienes gocen de los privilegios y del fortalecimiento que la sociedad les pueda brindar a través de las políticas públicas.
 
Pero Sur América deberá aprender que la integración regional es un instrumento fuerte para contrarrestar las asimetrías en temas cruciales como infraestructura, recursos humanos, energía y el aprovechamiento sustentable de sus recursos naturales.  En las complementariedades, pero también en las contribuciones en procesos y producciones semejantes, estarán las nuevas fuerzas para que estos países cobren el lugar que se debe en los contextos mundiales, por fuera del sometimiento a las grandes potencias.
 
Toca entonces seguir reinventando la democracia, hacer de la economía un instrumento para el logro de mejores condiciones de vida en estos pueblos cansados del sometimiento y la desigualdad.  Lograr un Estado capaz de generar condiciones de equidad y justicia, haciendo de la economía, la participación social, la gobernancia y la construcción social de los territorios, un proceso de inclusión y de garantía de derechos que posibiliten el goce efectivo para un Buen Vivir.
 
Jaime Alberto Rendón Acevedo es Doctor en Economía Internacional y Desarrollo. Director del Centro de Estudios en Desarrollo y Territorio. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales Universidad de La Salle Bogotá. Grupo interdisciplinario de investigación en Desarrollo, Estructuras Económicas, Políticas Públicas y Gestión (ULS) y del Grupo de Investigación sobre Globalización y Desarrollo Económico Mundial, Universidad Complutense de Madrid.


[1] Chang plantea “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”, precisamente rebatiendo las mentiras más usuales que el sistema procura para naturalizarse. Este mismo autor en su libro Retirar la escalera muestra como los países hoy llamados desarrollados para llegar a serlo hicieron precisamente lo contrario a los recetarios que hoy le proponen a los países subdesarrollados.
[2] Esto, que es todo el soporte de la teoría microeconómica se ha constituido en el principio filosófico del capitalismo y del libre mercado.  No obstante, tanto Adam Smith como Alfred Marshall tienen enfoques mucho más elaborados y complejos, como es el caso de la teoría de los sentimientos Morales de Smith o la idea de Marshall frente a las ventajas de la aglomeración para facilitar situaciones de cooperación entre los agentes. 
https://www.alainet.org/es/articulo/74651?language=en
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