Les Misérables según Hollywood

22/02/2013
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Víctor Hugo decía que no hay que olvidar que lo bueno no se alcanza nunca sino con lo mejor. Esta frase es certera, en particular en el caso de la versión cinematográfica del musical Les Misérables llevado a la pantalla grande por el laureado director británico-australiano, Tom Hooper, el mismo que el año pasado se levantó con el premio Óscar a la mejor dirección por la extraordinaria película El discurso del rey.
 
No es la primera ocasión en que la obra de Víctor Hugo es llevada a la pantalla grande, aunque sí en la versión musical. En 1935, por ejemplo, vio la luz una versión dirigida por Richard Boleslawski y que recibió nominaciones de la academia de artes y ciencias cinematográficas de Hollywood en las categorías de mejor película y edición. Tras la guerra, en 1952 se hizo una nueva versión, esta vez dirigida por Lewis Milestone. En 1958, una coproducción entre Francia, Alemania Oriental e Italia dirigida por Jean-Paul Le-Chanois irrumpió en la pantalla grande.
 
Tuvieron que pasar varias décadas para que en 1982 los espectadores pudieran presenciar la producción dirigida por Robert Hossein, la que, por cierto, consiguió sendos premios César y en el Festival de Cine de Moscú de 1983. En 1995, otra producción francesa a cargo de Claude Leluche con Jean-Paul Belmondo como protagonista, ubica la historia de Víctor Hugo en la época contemporánea, obteniendo galardones como el Globo de Oro y un premio César.
 
En 1998, el danés Bille August tuvo a su cargo una multimillonaria producción estelarizada por Liam Neeson, Jeffrey Rush, Uma Thurman y Claire Daines. Hasta aquí, todas las adaptaciones de Les miserables en formato estándar, es decir, no musical.
 
De hecho el musical en el teatro fue estrenado inicialmente en Francia, en 1980, basado obviamente en la obra de Víctor Hugo pero en donde se añadieron canciones con música y letra de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil respectivamente. La versión en inglés fue elaborada por Herbert Kretzmer y el estreno de Les Misérables en Londres fue tres años después, recibiendo muy malas críticas de parte de literatos y académicos, quienes señalaban que el trabajo de Víctor Hugo era devaluado con un musical de esas características. No faltó quien comentara que si Víctor Hugo resucitara y viera este penoso espectáculo, se volvería a morir.
 
Sin embargo, la obra fascinó al público en general, factor determinante para que dos años más tarde se estrenara en Broadway convirtiéndose en un enorme éxito, al grado de que tras su debut el 12 de marzo de 1987, se mantuvo en cartelera por 16 años consecutivos hasta el 18 de mayo de 2003, siendo el cuarto espectáculo de mayor duración en la historia de Broadway, y tras 12 nominaciones a los premios Tony, obtuvo 8 galardones. Se le considera uno de los musicales que realmente hay que ver antes de morir y sin duda la película de Hooper ha sido un factor decisivo para que a partir de marzo de 2014, el musical regrese a Broadway, muy posiblemente con Hugh Jackman (protagonista en la versión cinematográfica de Hooper), encarnando una vez más a Jean Valjean.
 
En cualquier caso, para bien o para mal, Hooper hizo lo que muchos habían pensado pero que no se habían atrevido a concretar: llevar a la pantalla grande el musical, algo que tiene sus bemoles. El teatro y el cine son manifestaciones artísticas distintas, si bien el segundo debe su existencia, en buena medida, al primero. El teatro ocurre en tiempo real y hay limitaciones espacio-temporales y tecnológicas que generalmente son suplidas con el talento histriónico de los actores. De hecho es casi un cliché que para saber si un (a) actor (actriz) realmente es “bueno” (a) hay que ver cómo se desenvuelve en el teatro. Asimismo, el teatro es presencial, aun cuando las nuevas tecnologías posibilitan conexiones remotas para disfrutar, eventualmente, de una puesta en escena a distancia. En el cine, en contraste, aun cuando es muy importante contar con buenos actores, la calidad de una producción depende sobre todo del director. El cine además tiene a su disposición la repetición: si una escena sale mal, simplemente se puede volver a hacer con la posible limitante del presupuesto con que se cuenta. Los actores, por su parte, disponen de poco tiempo para desenvolverse, por lo que se torna difícil que manifiesten plenamente sus cualidades histriónicas. Los recursos tecnológicos hacen su parte, lo que al decir de muchos, suple la veracidad histriónica del elenco. Asimismo el cine, si bien se disfruta más en una sala grandota con una enorme pantalla, es más “portátil”, por así decirlo, que el teatro, toda vez que las nuevas tecnologías hacen posible ver una película en casa, en la computadora, en una tableta y hasta en el teléfono celular y en cualquier momento.
 
Este recuento de algunas de las diferencias entre el teatro y el cine es relevante cuando se analiza el caso de la película de Tom Hooper, quien decidió hacer algo distinto respecto a las producciones cinematográficas preexistentes de Les Misérables, con resultados, en opinión de quien esto escribe, mixtos. Por una parte, la película de Hooper tiene importantes problemas de edición, dado que cuando terminan ciertas canciones se hacen cortes abruptos en vez de darle continuidad y fluidez a la historia. Por otra lado están los actores: la selección de Jackman y de Anne Hathaway es afortunada, no así la de Russell Crowe. Es posible que Hooper haya contemplado al genial Jeffrey Rush –aun cuando para quien esto escribe sus cualidades vocales son desconocidas-, a quien dio el rol de coach del rey de Inglaterra en la fabulosa película El discurso del rey –que él dirigió-, para encarnar al persecutor de Valjean, Javert.
 
El problema es que Rush ya había encarnado a Javert en la versión de Bille August de 1998 –y se robó la película, hay que decirlo. Independientemente de que habrá que darle gracias a Australia por generar tantos y tan buenos actores y directores (Rush y Jackman proceden de la tierra de los canguros, en tanto Crowe es nacido en Nueva Zelanda, aunque tiene la nacionalidad australiana y el propio Hooper tiene doble nacionalidad, esto es, británica y australiana), parece un desacierto que el carácter de Javert recayera en Crowe, quien, supuestamente, tuvo una carrera musical en Australia, integrando incluso, un grupo de rock, además de que a menudo canta en conciertos con Alan Doyle y sus interpretaciones están disponibles en iTunes -claro, en el caso de que alguien en su sano juicio tenga la curiosidad de saber qué es lo que le pasó en la película Les Misérables. Sin embargo, por más atractivo que pueda ser anunciar Les Misérables con Crowe como protagonista, e independientemente de si las melodías que debía interpretar en la película no eran adecuadas para sus capacidades vocales, su desempeño, en general, está por debajo del de Jackman y Hathaway, nominados ambos a sendos premios Oscar –Jackman como mejor actor, y Hathaway como mejor actriz secundaria.
 
Como dato importante para quienes piensan que Les Misérables puede alzarse con el Oscar a la mejor película, hay que recordar que el género musical ha sido escasamente premiado por Hollywood. En 1929, una película considerada como el primer musical, Melodía de Broadway obtuvo el codiciado premio, pero de ahí en adelante, no es lo que más laureado. Lo sucedido en 1964 con My Fair Lady y en 1965 con The Sound of Music es más bien excepcional –que dos musicales obtengan sendos galardones por dos años consecutivos. En 1968, el musical Oliver! también fue galardonado. De ahí viene un salto hasta 2002, cuando Chicago hizo lo propio. Como se ve, salvo lo ocurrido en la década de los 60 del siglo pasado, no es frecuente que los musicales sean reconocidos o considerados siquiera para un galardón. En opinión de quien esto escribe, la película de Tim Burton, Sweeney Todd merecía todos los premios, y, sin embargo, ni siquiera entró a la lista de las cinco nominaciones para mejor película. En general, para fines de galardones, se observa una preferencia por temáticas biográficas, o bien películas donde el protagonista es un discapacitado, o una persona que triunfó frente a la adversidad.
 
Ni Evita, Hairspray, Singing in the Rain, Grease, Mary Poppins, Moulin Rouge, Mamma Mia, ni A Star is Born, han obtenido el citado premio –aunque claro, algunas de estas películas, carecen de la calidad para ser tomadas en serio. Con todo, su influencia en la cultura popular de Estados Unidos y el mundo es incuestionable. Quizá por esta reiterada omisión es que la próxima entrega de los premios Oscar que será transmitida a todo el mundo el domingo 24 de febrero, rendirá un merecido homenaje a los musicales, lo que al menos remotamente le da la posibilidad a Les Misérables de darle la batalla a Lincoln –de Steven Spielberg- y a Argo ­–de Ben Affleck- ambas fuertes candidatas para la categoría de mejor película. Por lo tanto hay que hacer las quinielas.
 
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
etcétera, 21 de febrero, 2013
https://www.alainet.org/es/articulo/73882?language=es
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