Lo que pasó en el 2021

Muchas economías ya están en niveles de producción y empleo prepandemia, pero otro de los grandes resabios de la crisis es el elevado endeudamiento. Se viene una dinámica parecida a lo anterior pero con mayor deuda, con importantes consecuencias sobre el futuro gasto público y la política fiscal.

10/01/2022
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  • Análisis
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El rebote de la economía mundial fue el gran rasgo del año 2021. Anticipados como rebotes fuertes, resultaron menos fuertes para unos que para otros. Los gobiernos que inyectaron dinero a la inversión púbica mejoraron su recuperación más que los que no lo hicieron. En esto, Europa se recuperó, Estados Unidos igualmente, y en América Latina algunos lograron remontar el año 2019, como Chile y otros están cerca, como Colombia y el Perú, mientras otros ven el regreso al nivel del 2019 aún distante.  Los países asiáticos de su lado no cayeron gran cosa y se recuperaron muy fuertemente. China que no había decrecido, observó un rebote a su desaceleración de más de 8% de crecimiento, el más alto del mundo.

 

Lase tendencias de la recuperación han marcado cambios en las proyecciones de crecimiento. Mientras las trayectorias proyectadas antes de la epidemia iban en un sentido, después de las contracciones económicas del año 2020, se han ralentizado mientras que la de China se mantiene en la misma curva. Este cambio de dinámicas ha convertido a China en el nuevo motor mundial, consolidándose un rasgo que se aprecia desde la década anterior. Lo excepcional es que el Océano Pacifico se ha convertido en el nuevo centro de la economía mundial liderado por China y seguido por los demás países asiáticos, con el mercado de materias primas centrado en América del Sur y el mercado de bienes finales en Estados Unidos. China domina las cadenas globales de valor desde el primer escalón y son las asincronicidades entre las empresas chinas y las occidentales que las están detrás del alza de precios de los bienes finales electrónicos.

               

La inflación observada el año 2021 en el mundo tiene varias causas. La primera es la asincronicidad entre las empresas chinas que dan origen a las cadenas globales de valor en los sectores de telecomunicaciones, electrónico, automotriz, aeronáutico y farmoquímica. Es decir, después de haber cerrado todas las fábricas del mundo por primera vez en la historia económica, se reabrieron a ritmos distintos y volver a echar a andar todo el aparato productivo requiere que se sincronicen bien las ofertas y las demandas de las demandas de las fábricas entre sí. Esto aún no ocurre a fines del 2021 y se espera que a mediados del 2022 se restablezca la normalidad. 

 

Un segundo elemento es la creación de cuellos de botella en el transporte de los bienes desde un continente a otro, por la demanda reprimida creada por el cierre de la demanda, también por primera vez en la historia económica, cuando las personas fueron encerradas en sus casas para evitar los contagios. Al salir a la calle y retomar la demanda de bienes algunos prefirieran comenzar a hacer inventarios de algunas cosas, por si acaso, y eso ha empujado una demanda por encima de lo normal de bienes finales lo que ha llevado a problemas de transporte y desembarco. La capacidad instalada de transporte y desembarque está construida sobre la demanda previamente existente y este exceso de demanda ha tomado los mecanismos de transporte por sorpresa. Hay largas colas de barcos para desembarcar en ambos lados del Pacifico, en California y China, hay escasez de contendores y hay escasez de camiones para llevar los bienes finales a los distribuidores.

               

Un tercer elemento es el de la distribución. Derivado de los dos anteriores, hay un problema de falta de distribución, Los bienes no terminan de llegar al mercado final en los volúmenes demandados lo que incide en la formación del precio final. En el campo alimenticio se ha estudiado el impacto de las sequías del año 2021 en los precios de algunos alimentos lo que podría tener una retroalimentación en el 2022 en caso de repetirse la sequía global.

               

El último elemento, pero no el menos importante es la inyección de liquidez de la FED a las bolsas de valores y de commodities en Estados Unidos en marzo del 2020, al mismo tiempo que mantienen tasas de interés negativas muy fuertes. Eso ha distorsionado el precio de las materias primas cuyo comercio, en volumen, se mantiene estable, pero en precios se ha disparado. Las alzas de los precios de las materias primas han inyectado alzas de precios finales de bienes. Todo sumado el año 2021 ha sido el de mayor inflación en el mundo desde la década del 70 con Brasil, Turquía y Estados Unidos a la cabeza, pero seguido por todos los demás. 

               

La consecuencia es que los bancos centrales en todo el mundo iniciaron alzas de las tasas de interés como manera de contener la inflación, con lo que la tasa de crecimiento del PIB en el 2022 será muy baja en general. Las proyecciones de las OCDE y del FMI serán nuevamente muy optimistas. La interrogante es cuánto van a subir las tasas de interés. Si lo hacen en Estados Unidos hasta regresar a tener tasas reales positivas, tendrán un costo fiscal muy alto. En otros países es más posible. En Europa no es posible tampoco. Tanto Estados Unidos como los países europeos y Japón tienen más de 100% de deuda en el PIB y alzas da niveles reales los estrangularía fiscalmente. Entonces la recuperación de las tasas de interés será todavía a tasas menos negativas, pero de ninguna manera a tasas positivas. Actualmente las tasas de corto plazo de la FED en Estados Unidos están debajo de 5% negativo. Fue un buen año de rebote económico, pero al costo de alta inflación mundial que los bancos centrales deberán enfrentar en los años venideros.

               

Muchas economías ya están en niveles de producción y empleo prepandemia, pero otro de los grandes resabios económicos de la crisis es el elevado endeudamiento que azota a los países desarrollados. Los déficits fiscales se dispararon en 2020 y 2021 como resultado de las políticas de apoyo gubernamental para combatir al Covid-19 y la baja recaudación. Todo ello contribuyó a la deuda bruta: según los datos del FMI, para el total de los países desarrollados la relación paso de 103% a 121% del 2019 al 2021, y en las economías emergentes subió de 54% a 64% en los mismos años.

               

Aunque estos estímulos pudieron ablandar la caída del 2020 y favorecer a la recuperación del 2021, no significa que puedan hacer nada más. Después de la gran recuperación del segundo trimestre del 2021 para los países del G7, el cual fue alto debido al repunte mundial, el optimismo ha bajado después de dar a conocer los datos del tercer trimestre, siendo crecimientos de entre 2% y 3% para Estados Unidos, Francia e Italia, y tasas menores en el caso de Reino Unido, Canadá, Japón y Alemania. La recuperación fue rápida debido a los aumentos de déficits y deuda del gobierno, y aun así, el gasto sigue sin contribuir al crecimiento económico. Lo que sigue más bien es una dinámica parecida a la anterior, pero con mayor deuda, lo que tendrá importantes consecuencias sobre el futuro gasto público y la política fiscal.

https://www.alainet.org/es/articulo/214687?language=en
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