La OTAN y el peligro que representa para el mundo

En sintonía con la Doctrina Bush, formulada en el año 2002 tras los atentados terroristas a las Torres Gemelas, la OTAN desarrolla planes para derrotar a Rusia en un eventual "ataque preventivo".

04/11/2021
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El contexto geopolítico

 

No obstante lo tiene perdido, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ya trae pleito casado con Rusia. A eso han conducido las hostilidades creadas por los propios afiliados al organismo Atlántico —donde Estados Unidos lleva las directrices desde su creación ¡a finales de la Segunda Guerra Mundial! hasta la fecha—, principalmente el alto mando del Pentágono cuando su gran negocio es la guerra y la venta de armas durante décadas.

 

Es decir, el sector militar del imperio estadounidense es quien ha estado empujando al organismo, la OTAN con sede en Bruselas, hacia una serie de discrepancias en contra de un “enemigo obligado” a vencer en Europa. En este caso se trata de Rusia. Porque en el contexto geopolítico mundial no es el único enemigo, puesto que en otro escenario está China.

 

Pero el acoso a Rusia es de tal magnitud que la OTAN inclusive hace planes de ganarle en un “ataque preventivo”, conforme a la doctrina Bush tras los autoatentados terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, y los aliados al organismo podrían salir victoriosos de una confrontación “nuclear”. (SIC y RE CONTRA SIC). Pero de ese tamaño es el peligro de una intentona militar de los generales del Pentágono y la OTAN como punta de lanza, con su director Jens Stoltenberg a la cabeza.

 

No obstante, podemos hacer por lo menos las siguientes lecturas a dichos planes de guerra del organismo atlántico comandado por EE.UU.:

 

  1. Que al capitalismo estadounidense principalmente —también anglosajón y occidental— hoy en plena descomposición y a punto del estallido, de un caos superior en todas dimensiones a las crisis hasta ahora vistas como el crack del 29 y la crisis financiera de 2008, con secuelas a la fecha; a ese capitalismo de faceta imperialista-especulativa, donde el capital financiero tiene bajo su tutela al sistema bancario-bolsista y a la Reserva Federal, es quien le urge una guerra —dada la utilidad destructiva de las mismas—, porque eso significa reconstrucción-inversiones y ganancias billonarias. El número de muertos no importa; nunca le ha interesado ni a la OTAN, al Pentágono ni a EE.UU. en todas sus guerras en las que ha asesinado a miles de millones de personas.
  2. Que las amenazas en contra de Rusia representan claramente un acto de desesperación, porque dado el punto anterior, EE.UU. necesita por lo menos otro evento geopolítico como el 11/S, tan destructivo como justificante para regresar a la guerra como tal. Solo que ahora bajo el riesgo del uso del armamento nuclear —así lo pone la OTAN por delante ante Rusia—, como parte de la ofensiva al modo de la Guerra Fría: armas disuasivas. La amenaza nuclear dio resultados como parte del equilibrio entre las potencias confrontadas: EE.UU. y la URSS (la llamada “crisis de los misiles” con Cuba de por medio sirvió de ejemplo), solo que como carrera armamentista la cantidad de bombas y misiles nucleares fue parte de la intimidación y la amenaza. Pero es claro que el mundo ni la humanidad aguantan confrontación nuclear alguna; en otras palabras, las amenazas de la OTAN de ahora contra Rusia son de alto riesgo.
  3. El otro punto es que la OTAN siempre ha presionado a los socios a entregar más recursos de su PIB para la compra de armamento, convencional y nuclear; es decir, para el negocio de la guerra. Y este es el otro gran pretexto. Con esto, tanto EE.UU. como la OTAN le apuestan a ganar. Porque más inversión en armas significa dinamizar el jugoso negocio. Con eso EE.UU. ya gana para los generales implicados; con el involucramiento de los países de la OTAN en la presunta confrontación armada que, en el fondo son declaraciones y propaganda mediática, porque el rompimiento de relaciones OTAN-Rusia conlleva embaucar a los “socios” al mayor gasto militar. Por cierto, que los principales fabricantes de todo tipo de armamento están en los países que encabezan esta ofensiva que suena más escaramuza.

 

¿Guerra convencional?

 

No obstante, ante cualquier escenario amenazante de guerra, la reacción rusa no se haría esperar, lo que detonaría una conflagración destructiva y lamentable. Y la clave radica en que la OTAN amenaza con armas “nucleares controladas”, colocando sobre la mesa a las armas nucleares con carácter disuasivo.

 

¿Pero por qué partimos de la afirmación que la pretendida “guerra preventiva” en contra de Rusia la OTAN está perdida para EE.UU.? Basta tener una respuesta a la siguiente cuestión: ¿Sería que la OTAN realmente planea ganar una guerra nuclear contra Rusia? Claramente no lo lograría.

 

Por simple lógica, primero mero elemento territorial. Porque Rusia no podría ser desaparecido como Hiroshima o Nagasaki, sin que el poderío nuclear ruso reaccionara por lo menos en proporciones semejantes a las de un probable ataque.

 

Lo que sí podría intentar la OTAN —recuérdese siempre que es bajo las directrices de EE.UU., criminal también— sería algo que de todos modos resultaría catastrófico para militares y civiles: una ofensiva territorial, una suerte de “guerra convencional” en la cual intente involucrar a los países miembros del organismo con sus ejércitos y en muchos frentes.

 

Pero aún esto sería una intentona fallida, por lo siguiente. Así presione el organismo militar a los países integrantes para convencerles que Rusia es el ogro, y por tanto el enemigo a vencer, tendría que fundamentarse por lo menos en elementos como los siguiente de los que carece o no tiene bajo control, ni la OTAN, el Pentágono, ni los Estados Unidos:

 

I. Primeramente, la OTAN carece de las pruebas necesarias y suficientes —ni siquiera los estadounidenses han podido probar nada— para inculpar a Rusia de su presunto rol como el malo de la película, y además que ese rol ni le compete porque cualquier valoración/inculpación/responsabilidad y castigo, en todo caso deberá pasar por organismos internacionales como Naciones Unidas, con la jurisdicción internacional bajo el brazo, pero nunca por un organismo militar que primeramente ya ni deberá existir porque el Tratado de Versalles murió, y después porque la OTAN carece de la calidad moral necesaria por los tantos crímenes que ha cometido a lo largo de su existencia; solo véase el caso Yugoslavia, para concluir que la OTAN no es quién para erigirse en juez de nada ni nadie, como tampoco el Pentágono ni el propio imperio estadounidense;

 

II. Luego, Rusia es un país permanentemente acosado por varios frentes desde Occidente: acciones diplomáticas, mediáticas, propagandísticos y con sanciones, aun cuando siempre está tratando de limar asperezas, proponiendo y negociando para fincar buenas relaciones con anglosajones y europeos en los escenarios internacionales y en todos los temas; muestra de ello es la construcción del gasoducto Nord Stream 2, para abastecer de energía a la Unión Europea, un tema que precisamente no quiere EE.UU. como presunto y único abastecedor de la vieja Europa;

 

III. La situación económica misma de EE.UU., como del resto de países miembros del organismo militar, derivada tanto de la crisis del 2008 como del mal manejo de la misma, tal que hoy padecen las secuelas, crea un ambiente de capitalismo en autodestrucción de países que les impide, tanto a los Estados como a los gobernantes y congresos locales, aprobar presupuestos elevados para inyectar al armamentismo al viejo estilo de la Guerra Fría y en una aventura contra un enemigo que solo está en los planes de Jens Stoltenberg;

 

IV. Al tipo de amenaza que la OTAN está pretendiendo, “nuclear” y con un ataque de carácter “preventivo”, solo le falta que levante olas de protesta en todo el mundo, porque sería una amenaza tan Apocalíptica como atentatoria de la vida en la Tierra, humana incluida;

 

V. A lo anterior debemos sumar el despertar de la sociedad por el oleaje criminal y el letargo generado por la pandemia, esa “guerra bacteriológica” que nada tiene de “natural”, con protestas en el mundo por el asesinato de millones de personas, pues tarde que temprano se demostrará claramente que el covid-19 ha sido fabricado en laboratorio y “sembrado” en los países —en la culpa lleva la penitencia, EE.UU. ya comenzó a negar que se trate de un virus creado en laboratorios—. Y quedará más que claro que la pandemia responde a los intereses de la elite del poder mundial, que pretende la desaparición de miles de millones de personas en el mundo, porque la riqueza concentrada no podrá resolver las necesidades y demandas de la sociedad global, y por ello acude a lo más fácil pero criminal: a crear las condiciones para la imposición del NOM o Nuevo Orden Mundial, con el chip inyectado para el control de la vida de las personas en todos los sentidos, con el 5 y 6G, el transhumanismo y la inteligencia artificial en acción. Algo que supera la ficción, más allá de los planes fascistoides del Gran Hermano expuestos distópicamente en la novela 1984, por George Orwell en 1949.

 

Los planes antirrusos de Stoltenberg

 

Bajo estos escenarios más que complejos, es que se inscriben las amenazas contra Rusia, como también al otro lado del Atlántico contra China por el asunto de Taiwán. Pero ni lo uno ni lo otro tiene ni tendrá éxito. Todo lo contrario. Además, EE.UU. lo sabe, y los generales del Pentágono lo han reconocido claramente y tras la derrota en Afganistán igualmente bajo el brazo: que el otrora poderoso imperio que durante una década se erigió hegemón, no tiene con qué ganar una guerra a Rusia. Como tampoco a China, el otro “enemigo” a vencer.

 

Además, que ambos frentes contra Rusia o China son escenarios de Guerra Fría desfasada, para la OTAN, para su cabeza el Pentágono, para EE.UU., desde luego para Gran Bretaña y Occidente en general.

 

Claro que EE.UU. no quiera perder supremacía y control hegemónico mundial, como en la Unión Europea, Asia o América Latina y África, en todos los espacios donde predominó en la segunda posguerra. De ahí los planes antirrusos de la OTAN, siguiendo las declaraciones de Stoltenberg, como si ignorara que se trata de un potencial enemigo nuclear y muy avanzado para una respuesta de minutos o segundos.

 

Pero su tiempo ya pasó y los nuevos escenarios plantean precisamente otros retos para la hegemonía estadounidense. El siglo XXI se disputa entre el unilateralismo y la multipolaridad, esos son los escenarios internacionales lejos ya del siglo XX. Con todo y el XXI comprenda lo más perverso del proceder en materia de guerra que el siglo anterior.

 

Precisamente por ello las formas y estrategias de la guerra han mutado a raíz de todas las guerras en las que han participado Pentágono-OTAN. Por eso la guerra ha “(in)volucionado” hacia las formas modernas de la misma como la ciberguerra.

 

Es por ello que el esquema de Guerra Fría no le dará resultado a la OTAN. Si bien Rusia es el reducto de la URSS de modelo socialista, hoy se trata de una Rusia capitalista. Además, ninguna de las “pruebas” como presunto enemigo han resultado fundadas, como el ciberespionaje, la presunta intromisión en asuntos internos, en los procesos electorales presidenciales y el Rusiagate ya tiene contrademandas.

 

Por tanto, resulta insuficiente suponer que EE.UU. puede abrogarse el derecho de crear guerras ahí donde no hay más motivos que sus propios intereses. Tampoco que su Congreso puede legalizar cualquier intervencionismo cuando de entrometerse en asuntos de terceros se trata. Ese es precisamente el escenario de la Guerra Fría, que ahora ya no le resulta.

 

Por lo anterior, con Rusia y con China como “rivales”, EE.UU. tiene frente a sí a las dos potencias —una geopolítica y la otra geoeconómica—, que nada más y nada menos representan las principales banderas de la multipolaridad; reconocidas por el mundo, potencias que están poniendo en jaque en este siglo XXI, al país dominante del siglo XX, a los EE.UU. y sus secuaces.

 

No obstante, la OTAN necesita azuzar guerras bajo presiones y pretextos ahí donde no los hay, a beneficio de los fabricantes de armas de todo tipo: convencionales y atómicas. Solo que el organismo tampoco está preparado para una guerra de grandes magnitudes. Se verá.

 

Una economía, la estadounidense, en plena inanición

 

Desde que abandonó sus sistemas productivos al migrar numerosas empresas, corporativos estadounidenses, hacia el mercado laboral chino en busca de mano de obra barata —es ley que a mayor abaratamiento de la fuerza productiva más plusvalía y grandes ganancias—, en la década de los 90, la economía estadounidense se debilitó.

 

Y con el nuevo siglo, la dinamización económica china alcanzó las tasas de crecimiento más elevadas que en el mundo capitalista puro, aquellas economías centrales occidentales. Creció entonces la invasión china “por todo el mundo”.

 

Con un sistema financiero en jauja, boyante solo en materia de rescates con tasa cero y préstamos sin intereses gracias a la impresión de dólares de la Reserva Federal, la economía de EE.UU. se sostiene con alfileres: el dinero que se entrega gratuito a las empresas de la Bolsa de Nueva York, y a los especuladores para que no quiebren, solo han deprimido más la economía real.

 

Por eso EE.UU. busca una guerra, solo que no sabe ni cómo ni justificarla ni cómo comenzarla. Por lo mismo, las amenazas constantes de las últimas semanas contra Rusia, pero también contra China. Pero ni el Pentágono ni la OTAN pueden contra dos frentes, así le apuestan a sacar ventaja con el primero de los dos.

 

Pero EE.UU. no está en condiciones de entrar a una guerra, por mucho que la necesite, menos ganarla siendo de grandes proporciones. Ni militar ni económicamente el imperio tiene las condiciones, ni la OTAN que solo presiona desde Bruselas a los “socios” para que participen.

 

De ahí que el manejo en el escenario internacional estos últimos meses de una guerra son escarceos que ni prosperarán. Peor aun cuando la OTAN está perdida.

 

Fruto de los acuerdos del fin de la Segunda Guerra Mundial, la Alianza Atlántica surgió tras la firma por el presidente estadounidense Harry Truman el 4 de abril en 1949 del así llamado Tratado de Washington, no era otra cosa que un sistema de “defensa colectiva” en la cual los estados miembros acordaban protección ante cualquier ataque por otra potencia externa.

 

Pero no se olvide que Rusia no está orquestando dicho ataque contra Occidente, es EE.UU. quien pierde credibilidad como imperio quien está operando las amenazas de la guerra. Ni la llamada “anexión de Crimea en 2014”, o “la invasión del este de Ucrania” o la participación de Rusia en Siria en 2015, con justificante alguno para una confrontación nuclear, llámesele como se quiera.

 

El caso chino camina por los mismos senderos de la ex Guerra Fría. De ahí también la precepción de que la OTAN es una amenaza para la paz que debe ser extinta ¡YA!

https://www.alainet.org/es/articulo/214280?language=en
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