La ESI como pedagogía del cuidado

Todo lo que sea distancia y tendencia a clausurar, aunque prevenga el contagio en pandemia, requiere estemos en estado de guardia permanente

17/09/2021
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La educación sexual integral de las nuevas generaciones debe comprenderse como un asunto estratégico de Estado, que asume, en este contexto de pandemia y luego, el lugar de una herramienta insustituible, en las trayectorias educativas, que siempre exceden las escolares. En este sentido podremos afirmar entonces que el cuidado asume con la ESI estatura política y es su más clara expresión pedagógica. Ya no puede leerse como un programa que debe ejecutarse porque adquiere volumen en las demandas de grandes sectores de nuestra sociedad (siempre bienvenidas), sino como estructurante y al mismo tiempo transversalidad de cualquier política educativa. Su relevancia no puede estar sometida a las presiones, o la visibilidad que le dan los medios o las redes cuando falta o no se cumple, o cuando asumen estado público esas frases de alguien que atrasa. No puede ir a remolque de lo políticamente correcto.  
 
La ESI que necesitamos es la del sólido convencimiento y su traducción constante en propuestas y movimiento. Una ESI que sea Arte y Parte en la redistribución de nuevos espacios y tiempos en las instituciones, también en los roles y responsabilidades de quienes la promueven y generan reflexiones y aprendizajes en torno a ella. Los esfuerzos gubernamentales tienen que asumir la premisa que la ESI no es un asunto de gobierno sino una razón de Estado, por lo que su vigencia debe traspasar los limites de coyuntura electoral y asumir otro tipo de institucionalidad. Cuando el espectador medio se enceguece con los países nórdicos y repite sin pensar (ni conocer), ¡!deberíamos ser como Noruega!!, podríamos explicarle, aun contra su voluntad de creencia mercantil(izada), que, al sostener políticas de Estado durante décadas, se consolidan derechos como identidades que fortalecen subjetividades, culturas institucionales y se tornan medio ambiente en el que crecen y comparten generaciones. Esos aprendizajes son los que podemos aprovechar de algunas experiencias en aquellas democracias, asi como los hay en otras coordenadas geográficas, valiosos aportes para ampliar referencias y tomar nuestras propias decisiones, acorde a nuestros contextos, histórico, federal, cultural, entre otros. 
 

Estado, Pandemia y Mercado 

 
Hemos confirmado el rol insustituible del Estado cuando se trata de preservar el cuidado del conjunto de la sociedad. La única y mejor forma de combatir, morigerar los efectos depredadores de la pandemia están ligados al Estado, a su principalidad y articulación eficaz de todos los esfuerzos y coordinación de sus diversas agencias. Allí donde se ha trasladado responsabilidad al mercado impera el darwinismo social, rige el principio demoledor de la desregulación, que en pandemia multiplica y contagia con velocidad imparables dolor y muertes. Podríamos afirmar que las derechas con responsabilidades de gobierno corroboran esa principalidad estatal, aunque sigan vistiendo y ejerciendo gobiernos de mercado. 

 
En contextos críticos como nos somete el COVID19, el cuidado de lxs otrxs y la solidaridad son condición de supervivencia y nos demuestran que la libertad individual es una mera abstracción o en todo caso una manera de justificar la desigualdad como algo natural. Y digo supervivencia porque en situaciones críticas la ecuación es reunir y potenciar los medios para atemperar el fin cuando este es contagiar y ultimar. En general y más aún en este contexto, no es factible comprender o practicar la idea de libertad escindida de la noción y práctica de la solidaridad.  

 
 

Tomar distancia 
 

En aquellos días que se estrenaban protocolos, hasta el propio CFE (Consejo Federal de Educación) en una resolución se refería al imperativo del distanciamiento social. Lo señalé como un error, ya que no podemos practicar omisión quienes asumimos un rol educador, no nos puede dar lo mismo una palabra que otra. No es lo mismo distanciamiento físico que social. El primero sabemos previene el contagio, pero el segundo es la pregunta vertebral que nos hacemos o deberíamos hacernos quienes estamos en educación. Trabajamos para acortar esa distancia entre los pocos y las mayorías en el acceso al conocimiento, para hacer menos rígida y más permeable la frontera que separa la cultura escolar de otras culturas, como las populares, las juveniles, las científico-tecnológicas, entre otras. Entre el deseo y su concreción. 
 

Todo lo que sea distancia y tendencia a clausurar, aunque prevenga el contagio en pandemia, requiere estemos en estado de guardia permanente. Porque en clave de ESI puede ser perjudicial. Allí donde impera la brutalidad como cultura vincular, donde la mujer es objeto de sometimientos, la clausura en el hogar es el peor lugar. Es crucial desde el Estado la atención, seguimiento, protección frente a estos peligros que tiene esta clausura como prevención. Y volviendo a la escuela, en tanto parte del Estado debemos entenderla como una ámbito estratégico de construcción de ciudadanía plural y democrática, y por tanto una oportunidad para la pregunta, la empatía, que incluso en contexto de pandemia nos demostró que puede convertirse en una bocanada de aire fresco para que lxs chicxs puedan salir de la endogamia familiar con la confortable excusa de jugar, de hacer cuentas o simplemente de tener un recreo virtual.  
 

Quien nomina , domina, asevera una máxima del siempre esclarecedor Pierre Bourdieu. No reparar en el uso de ciertas palabras omite o debilita la comprensión de algunas formas que tiene la institución escolar en la constitución de subjetividades, y al mismo tiempo en la fuerza de su capacidad performativa, por la fuerza y tradición de su propia inercia. A la escuela le es muy familiar disciplinar, (más allá de su eficacia) rápidamente se cuadra en esas rutinas de ordenar y vigilar, separar y controlar. No hace falta mas que recordar y registrar la dinámica escolar en tiempos que irrumpían totalitarismos en lo político y social. La escuela no tardaba en cuadrarse y ser funcional. Me refiero a su funcionamiento estructural, por supuesto que, con oposiciones y resistencias mediante.  
 

El gesto de “tomar distancia” está en nuestra memoria social, y ha sido constitutivo de la subjetividad escolar y construcción de alteridad que hicimos varias generaciones durante el siglo XX. Jugó un papel crucial en la conformación de la escuela como institución, en el disciplinamiento de los cuerpos, aunque también de las almas. Tomar distancia del otro es un modo de vivir, de estar siendo, de no decir, ni preguntar. De aprender a callar y hacer trampa allí donde es necesario zafar.  
 

Quizás por algo de todo esto requiere especial atención discernir entre la distancia física como excepcional manera de prevenir contagio en pandemia y explicarla como lo contrario al distanciamiento social, y no como sinónimos. Esa distancia para no contagiarnos es, por un tiempo, la mejor manera de estar juntxs, y cerca, para decirlo de otro modo.  
 

Adultocentrismo recargado 

 
Con mis pibes no te metas”ademas de enfatizar la separación del Estado con la vida de las personas (porque separarlo de la iglesia lo vivirían como el mismísimo infierno) es una versión recargada de adultocentrismo, pero en clave de propiedad. De esta manera, lxs pibxs no estarían asumiendo una identidad propia y autónoma, sino parecerían ser para estos sectores una prolongación de sus progenitorxs. Y vale destacar aquí un deliberado rechazo a las leyes que regulan este tema en nuestra sociedad. La misma intensidad de aversión que sienten por el Estado se troca en alta devoción por el mercado, que debería ser junto a instituciones religiosas donde se acceda a los consumos de una ESI “sin pecado”. Y allí es interesante reparar en esa extensión de propiedad con el/la propia/o hija/o, como si se tratara de la extensión de la tarjeta de crédito. Simularle autonomía, pero mantener el manejo de la situación y el ejercicio controlado sobre los actos no deseados de la descendencia.  
 
 

Para cerrar quisiera enfatizar que la ESI debe ser cuestión principal de Estado no solo porque de esa manera protege y concreta derechos para las mayorías de nuestra sociedad, en especial para quienes no logran acceder por cuenta propia (y de sus bolsillos); sino también porque la ESI debe ser una herramienta de emancipación pedagógica. Para comprender la vida de cada niñx o adolescente no como una extensión o prolongación de sus familiares adultxs fijada de antemano, sino como una delegación progresiva de decisiones y autonomía, en la trama de un cuidado que asi como amarra y protege, también va soltando, para que del otro lado se vaya consolidando una manera propia y potente de estar siendo en este mundo, con independencia de quien te parió, crio y ayudó a crecer.

https://www.alainet.org/es/articulo/213874
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