Fracasa el capitalismo y los Estados ante Covid-19

El conteo de contagios y muertes ha sido tan errático que ya se ve como un tabú, del que todos hablan y opinan, pero nadie tiene la certeza de su exactitud.

16/07/2021
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Foto: Ruhani Kaur/UNICEF
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Una gran ola letal, devastadora, se dice azota al planeta -la tercera en menos de dos años-, así lo advierten al mundo los organismos internacionales encargados de vigilar y regir la salud, el dinero, los mercados y la conducta social globales: se trata del Covid-19, un virus pandémico que ha mutado y amenaza a la especie humana… bueno, como las tantas pandemias que registra la historia y que fueron superadas por la ciencia y -a un altísimo costo en vidas- el sentido común de las masas; no así de los Estados que han reaccionado de manera tardía y errática, sobre todo en los tiempos actuales que hoy ocupan la atención y desesperación de las organizaciones creadas como guardianes del capital después de la Segunda Guerra Mundial.

 

El coronavirus y sus rebrotes desnuda el fracaso de los Estados para proteger la vida humana, prevalece el interés del capital de mantenerse como sistema y el esquema de ganancia, plusvalía, producto del intercambio de mercancías, y el hecho más claro de esto es el negocio de las farmacéuticas con la fabricación de vacunas, en esta primera etapa de la pandemia, que ronda los 225 mil millones de dólares, a un costo promedio de 15 dólares por dosis y se requieren 15 mil millones.

 

La situación de emergencia sanitaria actual, por la que atraviesan todos los países, muestra claramente cómo los Estados y gobiernos hicieron caso omiso de las experiencias pandémicas del presente silgo (2002 y 2009) y de las anteriores como la llamada “Gripe Española” de 1918. Pese a la gravedad de aquellos brotes de influenza, que mostraron la necesidad de contar con una mayor y mejor infraestructura hospitalaria y de producción de antivirales, para enfrentar las emergencias sanitarias como la actual; simplemente se quedaron estancados con la solución coyuntural que les dieron mediante la producción de vacunas.

 

El caso es que los cálculos actualizados de los organismos internacionales hoy exigen una inversión de 50 mil millones de dólares para producir las dosis necesarias para combatir el virus a nivel global, con la urgencia de aumentar la capacidad instalada de los centros de producción, que en la actualidad es de 5,000 millones de ampolletas, es decir, la tercera parte de lo que se necesita.

 

El 26 junio de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lideró una iniciativa para “desarrollar herramientas de prevención, diagnóstico y tratamiento del coronavirus que beneficien a todo el mundo”. En ese momento se requería de un monto de 31 mil 300 millones de dólares (19 mil millones menos de lo que se necesita ahora) que en las estimaciones del organismo la cantidad significaba menos de 10% de lo que la economía mundial estaba perdiendo cada mes por la pandemia, sin embargo, en esas fechas los países donantes que le dan soporte financiero sólo habían comprometido 3,400 millones de dólares: la décima parte.

 

En el proyecto propuesto por la OMS de hace un año, se planteó la necesidad de 500 millones de pruebas para los países de ingresos medios y bajos hasta mediados de 2021, 245 millones de tratamientos y 2000 millones de dosis de vacunas, de las cuales el 50% se destinarían a esos Estados hasta finales de 2021.

 

Pasó el tiempo, avanzó la pandemia y el plan de la OMS para frenarla no prosperó. La crisis sanitaria global se agudizó de nueva cuenta con lo que hoy llaman la tercera ola, y el 1 junio de 2021, los directores del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) “urgieron a la comunidad de donantes una inversión de 50.000 millones de dólares que serviría para generar nueve billones de dólares en beneficios económicos mundiales en 2025 e impulsaría la capacidad de fabricación y suministro de productos sanitarios”.

 

El mensaje va dirigido a los países que integran el G-20, integrado por 19 países y la Unión Europea: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Reino Unido, Sudáfrica y Turquía, que en conjunto representan 85% del producto bruto global, dos tercios de la población mundial y 75% del comercio internacional.

 

En un comunicado conjunto exponen; “los máximos responsables de los principales organismos mundiales encargados de las finanzas, la salud y el comercio instaron a todos los líderes gubernamentales a invertir urgentemente en una nueva hoja de ruta que serviría para acelerar la distribución equitativa de provisiones sanitarias contra la pandemia, y sentaría las bases de una auténtica recuperación mundial, así como de una mayor seguridad sanitaria”.

 

El objetivo de frenar la pandemia es evitar que las mutaciones o aparición de nuevas cepas minen la recuperación económica mundial, por ello ahora les preocupa singularmente la situación de los países en desarrollo concentrados en América Latina, África y Asia, que también son las principales fuentes de provisión de materias primas, reservas agroecológicas y mercados activos y potenciales para el consumo de manufacturas y productos de tecnologías digitales. De hecho, sin éstos la producción industrial de los países del G-20 colapsaría.

 

Kristalina Georgieva, directora Gerente del FMI, afirma que en el Fondo Monetario Internacional “estamos muy preocupados porque una pandemia que cada vez más va a dos velocidades está causando una recuperación a dos velocidades con consecuencias negativas para todos (…) nuestros datos muestran que, a corto plazo, vacunar al mundo es la forma más efectiva de fortalecer la producción global. Dicho de otro modo, la política de vacunas es política económica”

 

A esta situación se suma la imprecisión, deliberada o no, de los gobiernos en el manejo y registro estadístico de la evolución y gravedad de la pandemia. El conteo de contagios y muertes ha sido tan errático que ya se ve como un tabú, del que todos hablan y opinan, pero nadie tiene la certeza de su exactitud.

 

El 7 de julio del presente año, en Ginebra, Suiza, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus dio la voz de alerta ante el incremento de muertes por Covid que en números oficiales superó los cuatro millones a nivel global, cifra que, por cierto, el propio funcionario estimó está minimizada y esa cantidad podría multiplicarse al menos por cuatro. Es decir, los decesos mundiales bien pueden superar los 12 millones de personas y algo similar se presenta en el número de contagiados que las cifras oficiales hablan de 190 millones o serían 760 millones, dada la imprecisión estadística.

 

Y aquí vale citar que en marzo de 2020 el Banco Mundial comprometió su ayuda financiera para cien países pobres para enfrentar la pandemia de Covid-19: “se trata de un hito respecto de la promesa de proporcionar a los países 160 mil millones de dólares en donaciones y apoyo financiero en un plazo de 15 meses. Cerca del 70 % de los programas nacionales anunciados, son operaciones relacionadas con el área de la salud y el 33 % de ellos se lleva a cabo en entornos frágiles y afectados por conflictos, como Djibouti, Haití y Malí”.

 

Los números, estadísticas, declaraciones y llamados urgentes, mostrados por los organismos rectores y custodios del sistema capitalista dejan en claro su fracaso y el de los Estados, ante una emergencia sanitaria recurrente, que no debiera tomarlos por sorpresa, a menos que así lo quieran ver y concebir.

 

- Juan Danell Sánchez, reportero mexicano, director de la revista electrónica sostenible.com.mx

Autor del libro Campanas Rotas, jdanell1@hotmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/213107
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