¿Está Perú maduro para un cambio?

Las acusaciones de corrupción a las que aparece ligada Keiko Fujimori, pueden inclinar la balanza por el cambio representado por Pedro Castillo y una izquierda alejada del poder desde hace décadas.

02/06/2021
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¿Está Perú maduro para un cambio? ¿Optará por el cambio encarnado por el maestro de primaria Pedro Castillo de Perú Libre? ¿Preferirá la continuidad con Keiko Fujimori, de Fuerza Popular? ¿Repetirán la sorpresa del 11 de abril? ¿Romperán con el círculo vicioso de profundización de desigualdades sociales del modelo económico neoliberal de la Constitución de 1993? ¿De la crisis política heredada de la década del Fujimorismo y la seguidilla de presidentes acusados de corrupción y de crisis de partidos?

 

Se trataría de todo un vuelco, inesperado, en un país que eludió el giro progresista que se vivió en otros países de la región en los últimos treinta años. Se está lejos de una contienda entre candidatos de derecha como en 2016.


Los últimos datos oficiales del 31 de mayo, de 180 mil víctimas del Covid-19, ubican a Perú como el país con mayor tasa mundial de muertos por millón de habitantes. Una crisis sanitaria que desveló las profundas desigualdades engendradas por el modelo económico y la crisis de representación política. El antivoto y la indignación contra la corrupción endémica desde hace décadas, asociada ahora al historial de Keiko Fujimori, pueden inclinar la balanza. Por su parte, aunque incierto, el impacto de la campaña del temor de que el país se transforme en Peruzuela bajo Pedro Castillo, puede influir.

 
El debate electoral del 30 de mayo dejó abiertas las perspectivas de un triunfo de Perú Libre y su opción por el cambio en la política peruana hacia un progresismo en términos de derechos económicos sociales, pero no tanto de una tercera o cuarta generación de la nueva izquierda según Héctor Béjar. El próximo 6 de junio, unos 24 millones de electores peruanos en el país y en el exterior disiparán la incertidumbre.

 
¿Se repetirá la sorpresa en la 2ª vuelta?

 

Ante la extrema fragmentación de la primera vuelta presidencial, con 20 candidatos, era fácil perderse. Ninguna encuesta o comentarista pronosticó que el candidato de Perú Libre pasaría a la segunda vuelta.


Ahora, las últimas encuestas permitidas, faltando sólo la de las urnas el 6 de junio, mantienen la incertidumbre sobre quién asumirá la presidencia de Perú el 28 de julio próximo. Tanto Ipsos, como el IEP siguen apuntando a un avance, aunque menor, para el maestro Castillo.

 

Pero, de acuerdo a Ipsos, la distancia entre los dos candidatos disminuyó esta semana. Castillo tendría 51,1% de los votos, en simulacro de votación (sin blancos y nulos), mientras Fujimori, tendría 48,9% de las intenciones de votos. Se calcula en 20% el número de indecisos.

 

Por su parte, la encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) también concluye en un empate técnico, porque el avance de Castillo estaría en el margen de error (40,3% contra 38,3%).

 
Pero, lo que sí confirman las encuestas, tanto IPSOS como del IEP, es la segmentación geográfica entre Lima y el resto del Perú. Keiko Fujimori, sólo lidera en Lima, con 59%. En el resto del país dominaría Castillo: en el Norte con 45%; al Centro con 61%; en el Sur con 63% y en Oriente con 53% de apoyo. Hay una irrupción a nivel nacional de regiones históricamente postergadas, como lo constatan múltiples estudios.


Las encuestas revelan además que el alto nivel de antivoto (45% de acuerdo a Ipsos) contra Keiko Fujimori puede marcar el techo de apoyo a su candidatura. El historial de la candidata de Fuerza Popular juega contra ella. Ciertamente, la campaña del temor y de la prensa mermelera ligada al poder actual, han aumentado el antivoto contra Castillo con 41%, pero este sigue siendo mucho menor.

 

Keiko Fujimori: ¿el mal menor?

 
Ante la perspectiva de una victoria del candidato de Perú Libre, la derecha peruana apoya a Keiko Fujimori como un “mal menor” para evitar el triunfo de la izquierda. Antiguos rivales de derecha como Mario Vargas Llosa, cierran filas con Fujimori, porque Pedro Castillo podría convertir al país en “comunista, autoritario y totalitario”.

 
Otro candidato, Rafael Santos, de Perú Patria Segura (PPS) acusó a Pedro Castillo de pretender instaurar el modelo de Venezuela en Perú. Como en otros países latinoamericanos la derecha usa en este caso el término “Peruzuela” en su campaña del temor. Ello a pesar que Castillo tomó distancia de Venezuela y del “chavismo". Hasta se desplazó al desprestigiado prófugo de la justicia venezolana, Leopoldo López, para participar en un foro y advertir sobre lo que puede pasar en Perú si sigue la senda de Venezuela.

 
Keiko Fujimori, por su parte, hace una campaña sucia basada en el “terruqueo”: vale decir, demonizando a quienes tienen ideas afines a la izquierda o progresistas, o quien cuestione el statu quo.
 

Por un lado, en el debate del 30 de mayo Keiko Fujimori mostró una piedra para tratar de ligar a Pedro Castillo a gestos de violencia en su contra ocurridos en Arequipa. Por otro, asoció al maestro con el terrorismo, Sendero Luminoso y el Movadef. Fujimori ligó la matanza en el VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) con Pedro Castillo.

 
Esa matanza se la atribuyó el Militarizado Partido Comunista de Perú (MPCP). En panfletos de los autores de la matanza, estos llamaban a boicotear las elecciones presidenciales y al candidato de Perú Libre. No era suficiente para la derecha el que Pedro Castillo condenara la matanza.


Keiko Fujimori: ¿cuál continuidad?

 
Keiko Fujimori tiene experiencia. Fue finalista contra Ollanta Humala (2011) y contra Pedro Pablo Kuczynski (2016). Pero arrastra un pesado lastre de acusaciones de corrupción, de maniobras políticas y de defensa del cuestionado modelo económico.

 
Keiko sufrió dos veces prisión preventiva, entre octubre de 2018 y mayo de 2020, por financiamiento ilícito de Odebrecht en 2011 y 2016. En marzo pasado, la Fiscalía de Perú pidió para ella 30 años de prisión por corrupción. Hace unos días la justicia le prohibió viajar a un encuentro político organizado por Vargas Llosa en Ecuador. La presidencia le otorgaría impunidad, pero su reputación está dañada.


Su elección augura la continuidad de presidencias inestables e impopulares. Su padre, Alberto Fujimori (1990-2000) cumple condena de 25 años de cárcel por violación de derechos humanos. Keiko promete amnistiarlo. También fue el caso de ex presidentes acusados por corrupción; Alejandro Toledo (2001-2006); Alan García (2006-2011), que se suicidó en 2019 para evitar su arresto; y Ollanta Humala (2011-2016).


A ello se agrega su vinculación con una política desprestigiada, que llevó a que pasaran cuatro presidentes entre 2016 y 2021: En 2016 su partido, Fuerza Popular, obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso, con lo que presidió la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) en medio de acusaciones de sobornos y corrupción y; la disputa con su hermano Kenji. La destitución por el Congreso de Martín Vizcarra (2018-2020) por incapacidad moral (corrupción) cuando era gobernador y por el "vacunagate". Siguieron a ello los cinco días de Manuel Merino removido por la ira popular y el interludio técnico, hasta ahora, de Francisco Sagasti.

 
Keiko Fujimori, fuera de medidas puntuales populistas, promete mantener el modelo económico neoliberal constitucionalizado en 1993. Promete imponer en Perú una “demodura”, una mezcla de democracia y mano dura, que no sería una dictadura.

 
Pedro Castillo: ¿resurrección de la izquierda en Perú?

 

El sindicalista Pedro Castillo encarna la resurrección de la izquierda en Perú. Pedro Castillo es un representante del Perú profundo, ligado a la diversidad de las regiones peruanas y al indigenismo representado por más de 46 lenguas autóctonas, invisibilizado durante siglos, como es evidente en este año del bicentenario.


Es un profesor primario, dirigente sindical, marxista, "mariateguista", candidato del socialista partido Perú Libre. Su campaña tiene como logo un lápiz de mina amarillo. Algunos lo presentan como representante de la vieja izquierda marxista y de los peruanos olvidados del interior del país.

 
En 2017 adquirió notoriedad al dirigir una huelga de profesores en varias regiones del país que se extendió por 75 días en demandas salariales. Castillo es de Cajamarca y ex miembro de las rondas campesinas (organizaciones comunales de autodefensa) contra el abigeato y el robo menudo ante la ineficacia gubernamental en zonas rurales. Castillo promueve usar las rondas campesinas para combatir la corrupción: tiene las manos limpias. Es un ardiente partidario de la descentralización.

 
También cabe destacar que el progresismo en Perú se unificó tras la campaña de Pedro Castillo. En la izquierda quien sobresalía durante la campaña era la candidata de Juntos por el Perú, Verónika Mendoza: una representante de la nueva izquierda. Ella llegó sexta en la primera vuelta presidencial del 11 de abril.

 
Verónika Mendoza suscribió un acuerdo de 10 medidas llamado Compromiso con el Pueblo Peruano. Se trata de un pacto entre la nueva izquierda y la izquierda tradicional de Perú Libre, que es conservadora en temas de género y de seguridad ciudadana.

 
Otros partidos progresistas también entregaron su apoyo a la candidatura de Pedro Castillo: Frente Amplio, Democracia Directa, Unión por el Perú y Renacimiento Unido Nacional (RUNA). El perfil de cambio de la política peruana encarnado por la posibilidad de una victoria de Pedro Castillo es evidente.

 
Cuál cambio para el Perú


El Plan de Gobierno de Perú para el bicentenario sin corrupción cuenta con medidas urgentes para los primeros 100 días. Castillo propone una lucha contra la pandemia basada en que la salud es un derecho, además de responsabilidad del Estado. Creará un consejo de científicos y técnicos de salud pública e investigadores para enfrentar la pandemia. El plan incluye la gratuidad del oxígeno, de camas UCI y vacunación.

 
El plan de reactivación económica busca dar reconocimiento a los empresarios locales que invierten en el país, pagan sus impuestos y respetan los derechos de los trabajadores. Perú Libre aumentará el presupuesto agrícola. Promete una segunda reforma agraria y defender el medio ambiente, contrarrestando el neoliberalismo actual. Propone además el aumentar el presupuesto educacional del 3,5% al 10% del PIB y crear un sistema nacional de pensiones. Pedro Castillo es también portador de un proyecto de descentralización, en respuesta al descontento de los peruanos del interior del país olvidados por el centralismo de la capital.


El maestro del Perú profundo propone convocar un referéndum constituyente y una Asamblea Constituyente que cambie la Constitución neoliberal de 1993. Una constitución que prioriza los intereses privados y el lucro por encima de la vida y la dignidad.


El objetivo es cambiar el modelo neoliberal de “economía social de mercado”, por una “economía popular con mercados”. Cambiar el Estado “supervisor”, por un Estado “interventor, planificador, innovador, empresario y protector”, y renegociar el reparto de utilidades con las empresas transnacionales.

 
Su plan incluye la lucha contra una corrupción enquistada en todos los sectores del estado. Ello incluye la amenaza de muerte civil para funcionarios públicos implicados en corrupción.

 
Desde una perspectiva latinoamericana, la propuesta de Pedro Castillo sintoniza con las protestas populares contra la desigualdad social y la creciente bancarrota de las políticas neoliberales.


Elecciones bajo el signo de la pandemia


Con 180 mil víctimas del Covid-19, los últimos datos oficiales de la crisis sanitaria ubican a Perú como el país con mayor tasa mundial de muertos por millón de habitantes. Una crisis sanitaria que desveló las profundas desigualdades engendradas por el modelo económico y la crisis de representación política.


La economía cayó en un 11%. 3 millones de personas más cayeron en la pobreza. En una nota técnica, la organización Internacional del Trabajo (OIT) estimaba en octubre pasado que la población ocupada disminuyó en 6,7 millones y aumentaron la desocupación y el empleo informal.

 
Además, la pandemia dejó al desnudo las brechas de desigualdad de la sociedad peruana de acuerdo al Banco Mundial. En el gubernamental "Resumen del informe Anual del Empleo" de 2019 se señalaba que solamente 27,3% de los peruanos tenía un empleo formal. El Instituto Peruano de Economía (IPE) constataba que 7 de 10 peruanos de la Población Económicamente Activa (PEA) tenían un empleo informal antes de la pandemia. Ellos son trabajadores que laboran en unidades no registradas en la administración tributaria (SUNAT). Son asalariados que no cuentan con seguro social pagado por el empleador. Son los trabajadores familiares no remunerados (TFNR). Se trata de trabajadores informales que ganan 63,2% menos que los trabajadores formales.


Es así como la crisis creada por la pandemia del Covid-19 causó estragos en el mercado laboral y aumentó el empleo informal. La informalidad aumentó a 75,03% en 2020. De acuerdo al INEI, 11 millones tienen un empleo informal a causa de la pandemia. Además, un estudio de Oxfam señalaba que la disminución de la desigualdad ya se había estancado antes de la pandemia.

 
Ello apela al cambio necesario para muchos, en un país crecientemente fragmentado, polarizado social, cultural, económica y éticamente.

 
¿Está Perú maduro para un cambio?


¿Está Perú maduro para un cambio? ¿Optará por el cambio representado por Pedro Castillo de Perú Libre; o nuevamente, por la continuidad, esta vez con Keiko Fujimori?

 

A la insatisfacción cada vez más generalizada con el modelo económico, se agrega la persistencia desde hace décadas de una crisis de representación, una crisis de partidos. Las acusaciones de corrupción o abusos contra sucesivos presidentes, a la que aparece ligada Keiko Fujimori, puede inclinar la balanza por el cambio ético representado por el outsider Pedro Castillo y una izquierda alejada del poder desde décadas.

 
Según el Barómetro del Latin American Public Opinion Project, Perú es "el país más preocupado por la corrupción” de toda la región. El 36% de las personas entrevistadas estiman que es el problema más importante del país. El 95%, "cree que la mitad o más de los políticos está involucrado en corrupción".

 
En esa perspectiva, más allá del plan de gobierno, fue crucial que en el debate presidencial del Jurado Nacional de Elecciones  (JNE) del domingo 30 de mayo, el candidato de Perú Libre afirmara: “Esta noche estamos al frente del Perú dos líderes: uno del magisterio y otra, jefa de una red criminal”. Preguntó allí: “¿No les suena a ustedes que hablar de corrupción es sinónimo del fujimorismo?”. De acuerdo a la encuesta del periódico La República, ganó el profesor cajamarquino. Según El Comercio ganó Keiko Fujimori. ¿Quién ganará en las urnas?


El 6 de junio, unos 24 millones de electores en el país y en el exterior disiparán la incertidumbre sobre las perspectivas de un posible cambio histórico en Perú.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/212489
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