Un poco de esperanza que no venga de Miami
El gobierno estadounidense calcula que la guerra de Afganistán es la más larga en la historia moderna del país. Pero hay dos más extensas que continúan: la guerra contra Corea (desde agosto de 1950) y contra Cuba (septiembre de 1959).
- Opinión
Tras veinte años, el gobierno de Estados Unidos —y las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) — se retirarán de Afganistán. Dijeron que fueron para hacer dos cosas: destruir a al-Qaeda, que había realizado un ataque contra EE. UU. el 11 de septiembre de 2001, y para destruir a los talibanes, que le habían dado una base a al-Qaeda. Después de la pérdida de muchas vidas y de la profunda destrucción de la sociedad afgana, los estadounidenses se marchan —como sucedió en Vietnam en 1975— derrotados: al-Qaeda se ha reagrupado en diferentes partes del mundo, y los talibanes están por volver a la capital, Kabul.
El portavoz del parlamento de Afganistán, Mir Rahman Rahmani, advierte que el país está a punto de entrar a un nuevo periodo de guerra civil, una repetición de la terrible guerra civil que se desarrolló entre 1992 y 2001. La ONU calcula que en el primer trimestre de 2021, las víctimas civiles aumentaron en un 29% en relación al año pasado, mientras el número de víctimas mujeres aumentó en 37%. No está claro si habrá más diálogo entre los talibanes, el gobierno afgano del presidente Ashraf Ghani, los turcos, los qatarís, los estadounidenses y las Naciones Unidas. Afganistán está al borde de un aumento de la violencia, cuyo impacto bien puede describirse con las palabras del poeta Zarlasht Hafeez:
La pena y el dolor, estas tardes negras,
Los ojos llenos de lágrimas y los tiempos llenos de tristeza,
Los corazones quemados, el asesinato de jóvenes,
Las expectativas y esperanzas incumplidas de las novias.
“Salvar” a las mujeres afganas, promover los derechos humanos: estas palabras han perdido su significado tras dos décadas. Como dice Eduardo Galeano, “Cada vez que Estados Unidos salva un pueblo, lo deja convertido en un manicomio o un cementerio”.
El gobierno estadounidense calcula que esta guerra, que entraría en su vigésimo año, es la más larga en la historia moderna del país (EE. UU. estuvo involucrado en Vietnam por catorce años, desde 1961 a 1975). Pero esta guerra en Afganistán no es la más larga emprendida por el gobierno estadounidense. Hay dos guerras que continúan: la guerra contra la República Popular Democrática de Corea (desde agosto de 1950) y contra Cuba (septiembre de 1959). Ninguno de estos conflictos ha terminado, pues Estados Unidos continúa desplegando guerra híbridas contra ambos países. Una guerra híbrida no requiere necesariamente el uso de todo el arsenal militar, es una guerra librada a través del control de la información y de los flujos financieros, así como a través de sanciones económicas y medios ilícitos como el sabotaje. No hay ninguna duda de que las guerras más largas y en desarrollo de Estados Unidos han sido contra Corea y Cuba.
Hace sesenta años, el 17 de abril de 1961, la brigada 2506 de la CIA invadió Cuba en Bahía Cochinos, Playa Girón. El pueblo cubano resistió esa invasión como lo ha hecho durante seis décadas de guerra híbrida contra su proceso revolucionario soberano. Cuba nunca ha amenazado a Estados Unidos, nunca ha violado la Carta de las Naciones Unidas de 1945. Por su parte, EE. UU. ha amenazado sistemáticamente al pueblo cubano. En octubre de 1962, cuando los soviéticos enviaron una base de misiles para proteger a Cuba, el general Maxwell Taylor, Jefe del Comando Conjunto, planeó una invasión a gran escala. En este memorándum ahora desclasificado, Taylor señala que tal iniciativa militar podría producir 18.500 víctimas del lado estadounidense, debido a la determinación de Cuba de proteger su tierra y su proyecto político. El plan era reinstalar a la vieja oligarquía cubana que había buscado refugio en Miami y hacer que Cuba vuelva a ser un paraíso gánster.
Luego de que en noviembre de 1975 el gobierno cubano enviara tropas para ayudar al proyecto de liberación nacional en Angola, el secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger, dijo a su equipo el 24 de marzo de 1976: “si decidimos utilizar el poder militar, debemos tener éxito. No puede haber medias tintas, no recibiremos ningún premio por usar el poder militar con moderación. Si nos decidimos por un bloqueo, debe ser implacable, rápido y eficiente”. Estados Unidos planeó minar el puerto de La Habana y bombardear las ciudades cubanas. “Creo que tendremos que destruir a Castro”, dijo Kissinger al presidente Gerald Ford. Ford respondió “Estoy de acuerdo”. Esa es la actitud del gobierno de Estados Unidos, desde 1961 hasta la actualidad.
Antes de dejar el cargo en enero de 2021, el presidente de Estados Unidos Donald Trump incluyó a Cuba en su lista de los “Estados patrocinadores de terrorismo”. Sesenta y cinco legisladorxs le pidieron a su sucesor, Joe Biden, que revierta esa decisión. El 16 de abril, la secretaria de prensa de Biden, Jen Psaki, dijo que “Un cambio o nuevas medidas en la política en torno a Cuba no está dentro de las prioridades de política exterior del presidente”. En otras palabras, Biden decidió continuar pasivamente con la política de Trump, dictada por personas como los senadores republicanos Marco Rubio y Rick Scott de Florida y el senador Ted Cruz de Texas (así como el senador demócrata Robert Menéndez de New Jersey). Biden ha optado por persistir en esta política de seis décadas para asfixiar al pueblo cubano.
Justo después de la Revolución Cubana de 1959, el gobierno estadounidense dejó claro que no toleraría una Cuba soberana a solo 145 kilómetros de la costa de Florida. El compromiso de Cuba con el pueblo y no con las ganancias es un desafío permanente a las hipocresías de los gobernantes de Estados Unidos. Esto hizo patente una vez más durante esta pandemia, en la que las tasas de contagio y muertes por millón de habitantes son muchísimo más altas en EE.UU. que en Cuba (las cifras recientes indican que EE. UU. ha registrado 1.724 muertes por millón, mientras Cuba registra 47). Mientras el primero se mantiene encerrado en el nacionalismo de la vacuna, la Brigada Médica Henry Reeve de Cuba continúa su trabajo en los países más pobres del mundo (por esto, por supuesto, merecen el Premio Nobel de la Paz).
Incapaz de invadir exitosamente a Cuba, Estados Unidos ha persistido con el férreo bloqueo a la isla. Tras la caída de la URSS, que había ofrecido a Cuba formas de eludir el bloqueo, EE.UU intentó reforzar su control. Los legisladores estadounidenses atacaron la economía cubana a través de la Ley de la Democracia Cubana (1992) y la Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana (1996), ambas con nombres que vacían el significado de sus palabras. Desde 1992 en adelante, la gran mayoría de la Asamblea General de la ONU ha votado para que Estados Unidos termine con el embargo. Un grupo de expertos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU escribió una declaración llamando a EE.UU. a retirar estas medidas, que solo han hecho más difícil el intento de Cuba por combatir la pandemia.
El gobierno cubano informó que entre abril de 2019 y marzo de 2020 Cuba perdió 5.000 millones de dólares en potenciales acuerdos comerciales debido al bloqueo. Durante casi las últimas seis décadas, ha perdido el equivalente a 144.000 millones. Ahora el gobierno estadounidense ha profundizado las sanciones contra las compañías navieras que lleven petróleo a la isla. El jefe del Comando Sur de EE.UU., el almirante Craig Faller, describió el internacionalismo médico cubano como una “influencia regional corrosiva”. Washington es cruel.
Lejos de la amargura del gobierno estadounidense, lxs comunistas cubanxs celebraron su octavo Congreso del Partido, en el que la discusión se centró en cómo mejorar las empresas estatales y cómo innovar para satisfacer las aspiraciones del pueblo. La vice primera ministra Inés María Chapman dijo que lxs miembrxs del partido deben tener una actitud activa en sus comunidades para construir y defender el socialismo. Rafael Santiesteban Pozo, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, dijo que la clase trabajadora debe producir más con los recursos disponibles. El ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, señaló la necesidad de una mayor eficiencia del sistema empresarial estatal, la expansión del trabajo por cuenta propia y de las cooperativas.
Estas son personas serias que reconocen los problemas pero no se dejan sobrepasar por ellos, son parte de un proyecto que ha luchado por defender su soberanía contra enormes obstáculos desde 1959. La derrota no está en su vocabulario. Su agenda es esperanzadora, a diferencia de la agenda biliosa que impulsan el gobierno estadounidense y la oligarquía cubana de Miami.
En este Congreso Raúl Castro dejó su cargo. Castro, uno de los revolucionarios cubanos históricos, fue encarcelado por su rol en el asalto al cuartel Moncada de 1953. Al ser liberado, fue a México junto a su hermano Fidel y luego regresaron en el Granma a dirigir la rebelión contra el dictador Fulgencio Batista, quien era apoyado por EE.UU. Tras la victoria de la Revolución, Castro trabajó en el gobierno y como líder del Partido Comunista, guiándolo junto a Fidel y otrxs durante el difícil Período Especial (1991-2000), y luego continuando al frente del mismo tras la muerte de Fidel en 2016. Su silencioso rol en la defensa y el desarrollo de la Revolución Cubana ha sido inmenso.
Tras el ataque de la CIA en Playa Girón, el poeta español Jaime Gil de Biedma escribió un poema sobre Cuba llamado “Durante la invasión” (recogido en Moralidades, 1966).
Sobre el mantel, abierto, está el periódico de la mañana. Brilla el sol en los vasos. Almuerzo en el pequeño restaurante, un día de trabajo. Callamos casi todos. Alguien habla en voz baja —y son conversaciones con especial tristeza de las cosas que siempre suceden y que no acaban nunca, o acaban en desgracia. Yo pienso que a estas horas amanece en la Ciénaga, que todo está indeciso, que no cesa el combate, y busco en las noticias un poco de esperanza que no venga de Miami. ¡Oh, Cuba, en el veloz amanecer del trópico, cuando el sol no calienta y está el aire claro: que tu tierra dé tanques y que tu cielo rotosea gris de las alas de los aeroplanos! Contigo están las gentes de la caña de azúcar, el hombre del tranvía, los de los restaurantes, y todos cuantos aún buscamos en el mundo un poco de esperanza que no venga de Miami.
La esperanza viene del sol tibio de Cuba.
- Boletín n°16 del Instituto Tricontinental
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