Joker (2019): paralelismos entre la violencia estructural y la ficción
El modo de producción capitalista degrada progresivamente los lazos gregarios del ser humano, volviendo habitual lo antinatural en el paraje de lo cotidiano.
- Opinión
Resumen
El presente ensayo explora el film Joker (2019) escrito por Scott Silver y dirigido por Todd Phillips desde una perspectiva crítica fundada en la sociología y la criminología marxista, obviando la desgastada noción que entiende a la naturaleza psiquiátrica del personaje como causa unívoca de su conducta conflictiva con la ley penal, para inspirar nuevos abordajes en torno a la violencia sistémica. La historia ambientada en 1981 permite una mirada integral de la modernidad capitalista, indolencia de los grupos de poder económico y el rol transformador de las clases oprimidas. Su estreno coincidió con el surgimiento de un bloque global en resuelto combate por la defensa de los derechos colectivos, posibilitando el replanteamiento de la manera como concebimos el mundo y reafirmando la importancia de la lucha revolucionaria.
Palabras clave: violencia estructural, resistencia social, lucha de clases, imperialismo estadounidense, Joker.
“El arte no es un espejo para reflejar la realidad,
sino un martillo para darle forma”
-Bertolt Brecht-
Introducción
La convergencia del estreno de Joker con las protestas sociales de Ecuador, Colombia, Chile, Francia, Cataluña, entre otros, permitirá al espectador estadios reflexivos disímiles, algunos de ellos críticos, otros subsumibles a construcciones conceptuales prejuiciadas o dispersas, poco fehacientes a los puntos de valor criteriológicos requeridos para una exploración exhaustiva de los hechos materiales ocurridos en 2019; no obstante, el quehacer artístico comprometido puede darse por satisfecho con el trabajo de dirección del film, por cuanto ha sabido cuestionar con ingenio la perfidia de la democracia burguesa con las clases populares.
El cine describe la realidad a través de símbolos, los cuales adquieren diversos matices según el ojo observador. La fotografía que en términos de Walter Benjamin es el “primer método de reproducción verdaderamente revolucionario”[1] encuentra en el trabajo visual de Lawrence Sher una fiel semblanza de la pobreza de los barrios periféricos. El lenguaje de Joker promete una enriquecedora vivencia introspectiva en sintonía con la memorable actuación de Joaquin Phoenix que encarna con destreza las secuelas del capitalismo en la psiquis y la corporalidad humana.
La película narra la historia de Arthur Fleck un aspirante a comediante que cuida de su madre en una humilde pensión situada en un barrio marginal de Gotham, una ciudad en la que impera la precarización laboral, corrupción y el ejercicio institucionalizado de la violencia. El protagonista padece una gama de síntomas que oscilan entre risas espasmódicas, delirios y alucinaciones; elementos que dificultan su desenvolvimiento cotidiano. A raíz de un recorte presupuestario en sanidad pública que interrumpe su tratamiento médico y un ecosistema desfavorable para su desarrollo socio-afectivo, ingresa en una honda crisis emocional con resultados conflictivos. Con el tiempo sus reacciones viscerales adquieren un carácter crítico al descubrir en el levantamiento de los trabajadores la posibilidad de confrontar con el sistema que ha marginado sistemáticamente a los más desfavorecidos.
La ficción figura en el presente trabajo a modo de marco referencial para una aproximación metodológica a las relaciones estructurales de dominación, desvalorización de la condición humana en el capitalismo y la importancia de la revolución; igualmente es un intento por generar nuevos criterios sobre el Joker, eludiendo en algún sentido la concepción reduccionista que persiste en encerrarlo en un espectro de nihilismo o anarquismo acientífico, negando su valor humano y político hábilmente redimidos en el film. Cabe aclarar que el ensayo procura ser fiel a la representación que Arthur ha hecho de la sociedad en la que desarrolló su plano existenciario, prescindiendo de entrar en revisión de las diversas conjeturas que pueden desprenderse de una interpretación más extensa del guion, como la posibilidad de que ciertos momentos narrativos sean concretamente una proyección del ejercicio fabulativo del personaje.
1. Institución asilar y domesticación social
Entrado el siglo XIX la arquitectura asilar veía la necesidad de ajustarse a las nuevas exigencias humanistas, entonces adquirió mayor presencia el enfoque de cautiverio con fines terapéuticos; y con este, mecanismos más sofisticados de control, principalmente de vigilancia y domesticación; en síntesis, la institución se convirtió en el prototipo del poder disciplinario.
En la conversación inicial con la trabajadora social Arthur reprocha con desidia su libertad, rememorando haberse sentido mejor en el hospital psiquiátrico que fuera de el. El sujeto sometido al patrón de obediencia asilar se vuelve dependiente de un habitus de sujeción por fármacos y otras formas de enajenación del ánimo, mientras una considerable dosis de reproche lo lleva a asumir el rol de “cautivo agradecido”. La neutralización del “transgresor de la normalidad” continúa siendo en nuestros días el punto cardinal de la práctica psiquiátrica, pues ahí donde la red de dominación capitalista regida por estrictos parámetros conductuales no ha podido penetrar, se cultiva la voluntad insurrecta potencialmente peligrosa para el orden sistémico, como indicó Foucault “lo que caracteriza al loco, el elemento por el cual se le atribuye la locura a partir de comienzos del siglo XIX, digamos que es la insurrección de la fuerza, el hecho de que en él se desencadena cierta fuerza, no dominada y quizás indominable”.[2] El componente referido ha logrado incluso que el campo jurídico “le conceda” la figura de la inimputabilidad, permitiéndole cierto grado de inmunidad frente a la violencia más abyecta del Estado: la prisionización.
De modo que se procura contener la corporalidad del “loco” en una arquitectura hermética antes que las moléculas dispersas de su poder se concentren formando un núcleo uniforme;[3] se instaura la idea en el paciente de que el éxito de su tratamiento se encuentra mediado por su desconexión con el mundo externo, asegurándole que su bienestar reside en el interior de la institución, de ahí que se le asista con lo indispensable para su supervivencia, pues su integridad al menos discursivamente es ahora responsabilidad gubernamental. En América Latina la garantía de protección a pacientes psiquiátricos es falaz, pongamos por caso que producto de una negligencia institucional un paciente desaparece o fallece, no sorprendería que los representantes del Estado intenten justificarse ante familiares y conocidos insinuando que la “conducta problemática” del ciudadano rebasó las capacidades de vigilancia y contención del personal, ocasionando el hecho funesto.
La ideología punitiva consiente que reos y pacientes psiquiátricos sean etiquetados como seres “inestables” e “impredecibles”[4] haciendo que la ciudadanía conciba sus tragedias sin asombro; surge de este modo el fenómeno que denomino expectativa de desgracia o desgracia suspendida y consiste en la sensación de que algún suceso desafortunado sobrevendrá eventualmente sobre los confinados, porque es lo que se espera que acontezca a quienes les ha sido atribuible una “naturaleza irrecuperable”. Se trata de un bloqueo de las emociones empáticas que dificulta la comprensión de las necesidades, sentimientos y sensaciones del ser demonizado; la ausencia de protestas para abolir los ecosistemas de inocuización da cuenta de ello, siendo los propios privados de libertad los que desde su encierro han intentado hacerse escuchar con resultados generalmente negativos.[5]
Dadas las limitantes espaciales, presupuestarias y de personal, los hospitales psiquiátricos se ven impedidos de cumplir con las exigencias impuestas por los Estados, volviéndose imperante la renovación constante de residentes; en estas circunstancias los pacientes son sometidos a procesos de estancia periódica vigilada siendo factible su liberación definitiva siempre y cuando exista plena certeza en las autoridades institucionales de que han sido despojados completamente de su “ánimo subversivo”; en síntesis, solo estando lejos del asistencialismo manicomial Arthur logra interiorizar los acontecimientos políticos externos. La personalidad del protagonista es en esencia contradictora de la moralidad burguesa, no es casual que posterior a la medida de recorte del gasto público que le privó de continuar con su tratamiento médico, su actitud conflictiva con la ley penal haya dejado de ser fortuita para canalizarse en acciones premeditadas y selectivas en la línea de un mandato de conducta inflexible frente a todo vicio de indolencia avalado por el sistema.
2. Toda conducta humana es una conducta política
Arthur incorpora conciencia de clase a través de una meditada reflexión sobre los abusos de la burguesía a las clases populares, es así como sus actos lesivos para el derecho penal liberal adquieren un fundamento explícitamente político. “Toda mi vida no sabía si realmente existía, pero ahora siento que existo y que las personas comienzan a notarlo” declara Arthur; las protestas habían inspirado en los sectores invisibilizados de Gotham un sentimiento de pertenencia con una causa uniforme y ética, contestataria con la violencia institucionalizada. Cuando el comediante respondía tibiamente a los atropellos en su contra, la sociedad enajenada y el Estado lo invisibilizaban, no fue hasta que se enfrentó a sus agresores en el metro —los cuales resultaron ser empleados de Empresas Wayne— que renovó por completo su forma de interpretar la realidad y de interactuar en el mundo.
Usualmente quienes adoptan una posición acientífica en el abordaje de la criminalidad congelan el hecho delictivo extrayéndolo de su contexto material e histórico, culpando al infractor por su aparente perversidad sin reconocer los factores estructurales que inciden en las conductas conflictivas. Las descripciones más extendidas del Joker lo pintan como un anarquista vulgar, nihilista o psicópata de quien poco debe importarnos su prisma sociológico; es así que mantener en halo de misterio aspectos centrales de su entorno social, familiar, afectivo se ha vuelto un recurso recurrente en diferentes producciones de Batman, tomemos por caso a The Dark Knight (2008) dirigido por Christopher Nolan, pues en el film el origen ignoto de las cicatrices del Joker responde a la necesidad de representar la peligrosidad del antagonista. Desconocer el pasado del villano facilita su etiquetamiento y enclaustramiento en el inhumano Manicomio Arkham e incluso que Batman lo asesine impunemente, baste leer la novela gráfica Batman: The Killing Joke (1988) de Alan Moore; en orden inverso, la frecuencia con la que se narra en cine, series e historietas el asesinato de los progenitores de Bruce Wayne en manos de un delincuente callejero, devela dos intenciones: por un lado demonizar al lumpenproletariado y por otro sublimar la experiencia trágica de un héroe que personifica los valores de la burguesía, a tal punto que terminemos aceptando sin cuestionamiento una actividad nocturna particular, que de ser practicada por el proletariado resultaría éticamente cuestionable y penalmente relevante.
La inmunidad del personaje reside en su poder económico expresado como filantropía; de modo que Batman vendría a ser un meticuloso trabajo de ingeniería cuya función es satisfacer las emociones más acríticas de una sociedad anómica que exige mano dura con el delincuente común sin cuestionarse que el núcleo criminógeno de Gotham reposa en un aparato político forjado desde sus cimientos en la premisa de perpetuar la hegemonía burguesía.[6] Este particular servicio a la comunidad equivalente a un toque de queda permanente maximiza la vigilancia panóptica y la persecución nocturna sobre todo aquel que emplee “indumentaria delictiva” o posea un “fenotipo facial” que denote “algún parentesco” con el crimen organizado. Batman investido de autoridad policial subterránea concede a Bruce Wayne no solo la facultad de imponer una forma de “justicia callejera” en la línea de un derecho penal de autor, derecho penal del enemigo,[7] derecho penal subterráneo,[8] y neolombrosianismo,[9] sino también la posibilidad de eludir los dispositivos de inocuización pensados para la neutralización de individuos que al igual que él incurren en conflictos con la ley o les son identificables perfiles psiquiátricos complejos, pero que a diferencia suya carecen del dinero y poder necesarios para escapar de ellos.
Pese a rehuir de ella en un inicio, Arthur adopta franca posición política al encarar a Murray Franklin; la frase “yo no soy político, Murray. Solo intento hacer reír a la gente”[10] es reemplazada posteriormente por “ellos piensan que nos quedaremos sentados y toleraremos todo como pequeños niños buenos. Que no atacaremos. Bueno, esto es para ustedes allá afuera”[11] refiriéndose a la clase dominante de Gotham y su indolencia frente a la pobreza y la marginación. El asesinato en el estudio de televisión es un acto explícitamente político, pues desde la perspectiva de Arthur el entrevistador encarna la decadencia moral del orden capitalista; empero, por lo que sabemos del personaje se trataría más bien de una víctima patética del sistema, un sujeto ensimismado en una identidad artificial construida por el poder mediático, que recurre a la comedia para desviar la atención del televidente en aspectos banales,[12] y al que es mandatorio censurarse con miras a no perder el respaldo de los grupos económicos que financian su late night show. La violencia sistémica crea la posibilidad objetiva de que las esferas sociales excluidas dirijan su dominio subversivo hacia los sectores intermedios de la burguesía, esto por tratarse de una clase físicamente accesible, en contraposición a la alta burguesía cuya presencia es menos habitual en las calles, aunque, en algunos casos el hermetismo supra urbano[13] que les caracteriza no ha impedido que el cauce de la indignación popular llegue hasta ellos como ocurrió con Martha y Thomas Wayne en el film.
3. El coro de los invisibilizados
Partiendo de la alegoría de la tragedia griega propuesta por José Num el papel protagónico de la historia ha sido reservado para los “héroes” (clases dominantes) mientras el coro ha sido cedido a los “sujetos ornamentales” (clases subalternas);[14] el coro se encuentra colmado por seres “sin rostro” doblegados por la rutina que supone una vida inmersa en la ideología de lo moralmente correcto, de esta esfera social solo podría esperarse absoluta sumisión frente a las injusticias. Uno de los pasajes más destacables del guion es la manera como Arthur abandona el papel secundario en el coro para vincularse al levantamiento popular; habida cuenta que toda confrontación real con el poder involucra una meditada cuota de violencia legítima, especialmente porque el pueblo no se enfrenta a una entelequia derrochadora de ternura sino a una máquina destiladora de muerte; pues aunque empapelen los ministerios con frases como “El gobierno de todos”[15] es sobradamente conocido que los esbirros de la burguesía reprimirán sin piedad a la gente cada vez que se encienda la llama revolucionaria.
Si partimos del enfoque conservador del derecho la conducta liberadora del personaje constituiría un acto delictivo, en tanto la violencia sistemática ejercida por el aparato de Estado en contra de la clase trabajadora y grupos de atención prioritaria no sería criminal, confirmándose la tesis desarrollada por Friedrich Engels en La subversión de la ciencia por don Eugenio Dühring “son siempre y en todas partes las condiciones económicas y los recursos de poder de que se dispone, los que ayudan a la violencia a triunfar y sin los cuales esta deja de ser violencia”.[16]
En 2012 James Eagan Holmes ingresó fuertemente armado a un cine en Aurora (Estados Unidos) acto seguido perpetró un tiroteo del que resultaron doce muertos y más de cincuenta heridos, frente a este suceso Barack Obama afirmó “estamos comprometidos en hacer llegar la justicia a los responsables, garantizar la seguridad de nuestra gente y cuidar de quienes hayan resultado heridos”,[17] no sin antes descartar a través de su servicio de inteligencia que el acontecimiento ha sido fraguado en el marco de la “vendetta terrorista internacional”;[18] sin embargo, más allá de la demonización del infractor y la promesa de un castigo ejemplar, ningún esfuerzo han emprendido las administraciones políticas por abordar los conflictos sociales desde un plano científico, por el contrario y por absurdo que parezca en 2018 ante un incidente similar en la escuela secundaria de Parkland Donald Trump propuso como “medida preventiva de tiroteos” dotar de armamento a los docentes, cito: “los profesores tendrían un permiso especial, y (la escuela) ya no sería una zona libre de armas de la que puedan aprovecharse los maníacos”,[19] empero, los jóvenes en conflicto con la ley penal a los que Trump llama “maníacos” han alcanzado tal proporción en Estados Unidos, que supone una gran incongruencia aislar el problema en cuestión de su materialidad histórica, política, económica e ideológica, pues en resumidas cuentas los tiroteos no son otra cosa que alertas sintomáticas de una grave ruptura en el tejido social. ¿Es apropiado en pleno siglo XXI reducir los complejos problemas sociales a factores meramente psiquiátricos?, para Trump sí; no obstante, quienes nos vemos interesados en emprender una tarea criminológica rigurosa debemos recurrir a métodos y técnicas de investigación. Muchos jóvenes que planifican tiroteos en USA guardan un paralelismo común con Arthur, esto es la lucha caótica por entablar un puente con una sociedad que se revela nebulosa y difícilmente aprehensible en un nivel afectivo por su individualismo patológico.
4. El sentido materialista de las máscaras
A raíz de las protestas estudiantiles de Quebec el parlamento canadiense aprobó en 2013 la ley C-309 maximizando el poder punitivo sobre todo aquel que hiciese uso de máscaras durante “reuniones ilegales” o “disturbios”; en una entrevista radial en 2016 Patricia Bullrich Ministra de Seguridad de la Nación argentina defendió el “protocolo anti-piquetes” en los siguientes términos “no queremos ni encapuchados ni palos”[20] prometiendo un adelantamiento de las barreras punitivas para quien incurriese en desacato; en 2019 la Jefa Ejecutiva de Hong Kong Carrie Lam anunció la implementación de una ley de emergencia que prohíbe el uso de antifaces en movilizaciones.
Al referirse al crimen de Arthur en el metro Thomas Wayne sentencia “¿qué tipo de cobarde haría algo tan insensible? alguien que se esconde detrás de una máscara”,[21] el temor de los grupos de poder económico a los portadores de máscaras radica en que la fragmentación social producida por el ultraindividualismo neoliberal[22] pierde vigor ante una identidad colectiva contestataria con el sistema; un organismo que procura un fin concreto y frente a la represión policial y militar adopta cualidades incluso autopoiéticas al renovar constantemente sus cuerpos de resistencia.[23]
El estudio de la máscara nos convoca en primer lugar al abordaje del sentido del rostro, debido a que este coadyuva a la construcción de la singularidad del ser, en tanto reflecta el otro, determinándolo. De la persona que ha recibido un insulto podríamos inferir que fue acusada de un injusto, incurrió en una falta, conducta reprochable o antiética; en contraste, es igualmente admisible considerar del sujeto que profirió el agravio que es poco paciente, agresivo o actuó con justa causa; en ambos casos la interacción social ha forjado una imagen preliminar del otro. Lo propio ocurre con los rostros, si el ser amado se aproxima mi expresión denotará felicidad; por otra parte, si aquel que merece mi desprecio se avecina esta mostrará malestar.
Lévinas decía “en la expresión un ser se presenta a sí mismo”,[24] aclarando que no se trata de un mero acto visual sino de una consecuencia inmanente a la experiencia en alteridad. El rostro y su cualidad reflectante en paralelismo con la alegoría del reflejo del mundo en el espejo[25] y el agua han sido materia de innumerables abordajes filosóficos, políticos, poéticos y literarios; el siguiente fragmento del poema Arte poética de Borges nos refiere a ello “A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara”;[26] igualmente, la consideración que realiza James George Frazer en La rama dorada "Así como muchos pueblos creen que el alma humana radica en la sombra así otros (o los mismos) creen que reside en la imagen reflejada en el agua o en un espejo"; [27] Marx complejiza la indagación filosófica postulando que el reconocimiento de uno mismo comienza por la interacción con la corporalidad del otro:
Como no viene al mundo con un espejo en la mano ni diciendo, como filósofo fichteano, “yo soy yo”, el hombre se refleja ante todo en otro hombre. Sólo a través de la relación con el hombre Pablo como igual suyo, el hombre Pedro se refiere a sí mismo como a un hombre. Pero, con ello, Pablo cuenta para él, enteramente, en su corporeidad paulina, como forma de manifestación del género humano.[28]
En este punto llegué a la conclusión provisoria de que las reflexiones de Marx y Lévinas admiten una lectura ampliada en consonancia con la indagación filosófica de las máscaras, toda vez que estas vendrían a ser nuevos rostros superpuestos que facilitan el reconocimiento ético de uno mismo, pues las expresiones que provocamos en quienes nos observan, además de atestiguar una presencia material describen los atributos reales de nuestra propia esencia.
Al respecto, Jacques Aumont siguiendo a Gombrich manifiesta “la máscara, que tiende a una tipología construida, social, diferenciable, comunicante o simbólica, llega a dificultar la percepción del rostro individual, innato, personal, expresivo, proyectivo, empático”.[29] Las máscaras de clown empleadas por los manifestantes en el film enaltecen el crimen de Arthur en el metro a través de una estética irónica frente al poder, determinando a la clase burguesa como una entidad combatible y vencible; las máscaras de Guy Fawkes inspiradas en la novela gráfica V for Vendetta de Alan Moore utilizadas en las protestas de 2019 en Francia destacaban la valentía de un cuerpo social en lucha legítima contra un gobierno antipopular; mientras las máscaras de los agentes diligenciados por Macron simbolizaban represión; el mismo año durante el paro nacional de octubre en Ecuador, las capuchas, telas, bufandas y mascarillas que cubrían los rostros y resguardaban la salud de quienes resistían, indicaban la presencia de una fuerza colectiva cuestionadora de un modelo político-económico neoliberal restrictivo de derechos, en tanto las máscaras de los policías aleccionados por Oswaldo Jarrín (Ministro de defensa formado en la Escuela de las Américas) para agredir brutalmente a los ciudadanos develaban a un ente indolente provisto de un enorme arsenal de violencia.
¿Por qué es habitual el uso de máscaras en movilizaciones?, más allá del objetivo estratégico de proteger nuestra identidad dificultando las labores de inteligencia de los gobiernos, existe un fundamento filosófico más profundo. La naturaleza comunicativa de la máscara permite teatralizar la virtud contestataria fortaleciendo la transición del pueblo hacia su emancipación, vale aclarar que esta no es imprescindible en la labor identitaria, aunque, contribuye a su consagración, tal es el caso de Bruce Wayne quien inicia su conversión a Batman mucho antes de crear un antifaz, específicamente en el momento en que presenció la muerte de sus progenitores, epicentro de su incesante búsqueda de venganza sustituida en la edad adulta por un vago mandato de justicia erigido a partir de flexibles y subjetivos códigos de ética, como lo confirma la regla varias inobservada de no matar a sus víctimas, del mismo modo, cumple una función intimidatoria, es así que inspirado en su experiencia traumática con los murciélagos incorpora el animal a su representación gótica disuasiva; siguiendo esta idea, Adrian Goldsworthy comenta que en la antigua Roma “portar una máscara de metal puede haber constituido un importante elemento de intimidación: el portador esconde su rostro para infundir temor, ocultando que se trata, sin más, de una persona normal y corriente”.[30]
5. La “locura racional” frente a la “racionalidad indolente”
La sensibilidad de Arthur ha inspirado desde su ánimo artístico hasta su implacable reproche a los ciudadanos de Gotham por su ausencia de solidaridad y empatía; empero, la cualidad referida bajo condiciones materiales desfavorables para su desarrollo socio-afectivo[31] entra en pugna con una gama de pulsiones agresivas con resabios narcisistas y patriarcales, relativos a la necesidad inconsciente o no de Arthur de emanciparse de la figura materna fálica que ejerció violencia sobre él durante su niñez.[32] La paradoja de Nietzsche ilustra la transición del sujeto con potencial revolucionario a uno reaccionario “cuando se lucha contra monstruos hay que tener cuidado de no convertirse en monstruo uno mismo. Si hundes largo tiempo tu mirada en el abismo, el abismo acaba por penetrar en ti”.[33] Debido a la naturaleza narrativa del film no sabremos a ciencia cierta si Arthur fue consumido por el abismo o si logró encausarse hacia un objetivo revolucionario, aunque son más los elementos favorables a la primera posibilidad que a la segunda.
"Pensaba que mi vida era una tragedia, pero ahora, me doy cuenta de que es una comedia"[34] asevera Arthur, la figura arquetípica del “loco” en la historia del arte y la cultura aparece marcada por sufrimiento, pobreza y una particular lucidez humanista, de manera que pese a verse fuera del “margen de la normalidad” termina siendo el ser más lúcido, pues en su estado natural se permite cuestionar al mundo sin mediar condescendencia alguna con la moral ambigua que abunda en él, dicho sea de paso, la “locura” en la antigüedad era considerada un enfermedad sagrada atribuible al designio benigno de dioses o espíritus, favorable a la percepción de una gracia divina desapercibida para los cuerdos, fue con el advenimiento del poder disciplinario que se volvió motivo de estigmatización y reclusión.
El exceso de racionalidad según Nietzsche impide que percibamos nuestro instinto, convirtiéndonos en seres pusilánimes desprovistos de la capacidad de tomar acción. Dicho esto, es menester elevar la filosofía a su estado más puro que es la praxis, caso contrario se convertirá en piltrafa para el banquete de los hedonistas. ¿Y si las acciones de Arthur son la forma más elevada de algún tipo de filosofía de la praxis?, ¿y si la locura que hemos atribuido a Arthur es uno de los procesos de dicha elevación? La cordura entendida como atributo del ser “racional” es constitutiva de un estado equivalente a la muerte, este detalle está presente en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha de Don Miguel de Cervantes, dado que el fallecimiento de Alonso Quijano llega precisamente en el instante en que parece haber recobrado su juicio. Por otra parte, la sabiduría que habita en la locura proclama la reivindicación vital del ser, así lo muestra la icónica escena en la que Arthur desciende las gradas danzando, pues la corporalidad en movimiento es en un sentido profundo la expresión de la conciencia que se regocija al desprenderse del cautiverio ideológico del capitalismo. La anábasis del personaje es palpable en el paso de la estética melancólica y autodestructiva a una estética colorida, esto se plasma en el momento en que descubre sangre en su boca, superponiendo con sus dedos manchados una nueva sonrisa en su rostro, dando a entender que sus risas ya no son propiciadas por su trastorno neurológico, sino porque se siente libre y genuinamente feliz,[35] dicho gesto también puede interpretarse como la constatación táctil de que lo acontecido fue real y no producto de una experiencia fabulativa hilvanada por su mente; finalmente, se aprecia un halo mesiánico en la escena en la que embriagado por el júbilo popular extiende sus brazos evocando la crucifixión de Jesús.
6. Lucha de clases y la metáfora de las “ratas gigantes”
La repulsa que la clase pudiente de Gotham profesa a los más necesitados cobra un sentido irónico cuando a causa de una huelga de recolectores de basura[36] emerge una plaga de ratas gigantes cuya suciedad deja una estela de podredumbre solo equivalente a la descomposición moral de Thomas Wayne y los agresores de Arthur, este hecho narrativo devela un metamensaje que se traduce en la interpretación que la burguesía hace de los pobres, concibiéndolos como roedores a los cuales es “legítimo” desplazar a los lugares más recónditos de las urbes; haciendo una analogía con la injusticia social de Estados Unidos, el trabajo Beneath the Neon: Life and Death in the Tunnels of Las Vegas (2007) del periodista Matthew O'Brien y el ilustrador Danny Mollohan visibiliza que en los túneles de drenaje de Las Vegas habitan miles de personas en situaciones infrahumanas, una preocupante realidad que no ha salido a la luz en los medios masivos de comunicación.
La escena en la que Murray Franklin comenta en tono de broma que la propuesta del Alcalde para solucionar la plaga de roedores precisa de la liberación de “super gatos” deduce en un nivel simbólico el proceder despiadado con el que las administraciones políticas afrontan las interpelaciones populares. En las democracias burguesas y más precisamente en las de lineaje neoliberal los derechos más básicos de la población son lesionados; empero, frente al malestar colectivo los sicarios del viejo Estado no conocen otra cosa que liberar en las calles “voraces y enormes criaturas” de las cuales se espera que den por “terminado el problema” en un festín sangriento; este detalle puede examinarse en las expresiones proferidas por la derecha durante los estallidos sociales de 2019, tómese por caso a Marcos López Narváez (delegado del Presidente Lenín Moreno en la Junta de Política de Regulación Monetaria y Financiera) que en un debate radial se refirió al paro nacional en estos términos “Ojalá fuéramos aquí como en Chile; cuando no se respeta a un carabinero, desenfunda el revólver y le pega el tiro y se acabó”,[37] en igual sentido a Cecilia Morel (Primera dama de Chile), que en un audio comparó las movilizaciones de su país con "una invasión alienígena" contra la cual “no tenían herramientas para combatir”.
Para sectores ultrareaccionarios la política debe atender a una función higienista social relativa a liberar las calles de todo aquello que se muestre “ajeno”, “poco conservador”, “inmoral” y “subversivo”; coadyuvando a la construcción de “espacios urbanos asépticos”, Zaffaroni menciona al respecto “el extranjero (hostis alienígena) es el núcleo troncal que abarcará a todos los molestos al poder, por insubordinados, indisciplinados o simples extranjeros, que como extraños resultan desconocidos y como todo lo desconocido, inspira desconfianza y por consiguiente resulta sospechoso por potencialmente peligroso”.[38] La metáfora de las ratas gigantes ilustra a la perfección la dinámica de la lucha de clases en Ecuador, los indígenas que participaron en el levantamiento de octubre fueron retratados por la burguesía como visitantes de remotos espacios territoriales cuyos “hábitos rústicos” disentían de las costumbres de los “ciudadanos de bien”, “alienígenas” descendiendo en la capital en procura de “invadirla”, “ensuciarla” y “destruirla”; “sujetos beligerantes” que atentaban contra la democracia y a los cuales era legítimo marginar por su “falta de correspondencia con la civilización”. La expresión racista y regionalista “los indígenas que se queden en el páramo” de Jaime Nebot ex Alcalde de Guayaquil desnudó la precariedad intelectual de los representantes más visibles de la derecha nacional.[39]
7. Esquizofrenia imperialista
Atípicos operativos a manera de “medidas preventivas de masacres” tuvieron lugar en el estreno del film en Estados Unidos. Así, por ejemplo, en un cine de Brooklyn personal de seguridad revisó minuciosamente los bolsos de los asistentes para cerciorarse que nadie portara armas, en otros establecimientos se prohibió el uso de máscaras que hiciesen alusión al Joker, en tanto se informaba a la ciudadanía que policías vestidos de civiles estarían presentes durante la proyección. Al mismo tiempo que la parafernalia era exhibida, el FBI sugería a las autoridades “estar alerta” insinuando que era la ocasión propicia para que “sujetos solitarios” desaten su locura; hecha esta salvedad, surge la siguiente interrogante ¿a qué se debió tanta preocupación?, a primera vista resultaría comprensible que se fije la atención en una producción cinematográfica cuyo protagonista es el Joker, principalmente por el trabajo de etiquetamiento de varios medios de comunicación en 2012 al calificar a James Eagan Holmes autor del tiroteo en el cine Century 16 como “el Joker de Aurora”, ignorando que el símil con el personaje provino de un simple rumor[40] y que, en definitiva, el único hecho cierto fue que el crimen ocurrió en el estreno de The Dark Knight Returns (2012); no obstante, el problema difícilmente recaería en la figura de ficción, pues en 2016 se estrenó la poco memorable Suicide Squad de David Ayer sin causar conmoción alguna pese a la inflada y engañosa maniobra de marketing que prometía a un estrafalario Joker en el papel estelar; se podría especular entonces que la película activó las alarmas del sistema debido a su violencia explícita, pero no sería la primera vez que un film de estas características es presentado a un público masivo en el país.
Por lo expuesto, la censura parece orbitar un campo más intrincado, hablamos de los protocolos de inteligencia tendientes a la tarea de persecución y neutralización de expresiones sociales contra-hegemónicas, esto en virtud de que el guion presenta un hilo argumental que no vacila en destacar el rol revolucionario de la clase trabajadora. La dominación en Estados Unidos se ejerce prioritariamente desde un abrumador espectro semiótico producido por el poder mediático y cuya función es instalar en la psiquis una realidad artificial en la que los problemas son descomplejizados y desprendidos completamente de su base estructural, complementando esta idea Noam Chomsky identifica que el modus operandi de los medios de comunicación es similar al de una empresa que vende públicos privilegiados a otras empresas.[41] Se fabrican temores con la intención de vender ilusiones a manera de analgésicos, y es a partir de estas percepciones por ejemplo que las invasiones militares a países de Medio Oriente pasan de ser terrorismo internacional a ser “combate legítimo” contra el terrorismo.
El trabajo interno del imperio depende en mayor medida de la efectividad con la que se logre diseminar el arquetipo de la maldad en la conciencia colectiva, un chivo expiatorio al que se le atribuyen todos los problemas que en sentido objetivo manan del sistema de producción capitalista; para ilustrar mejor este punto cabe retrotraernos a 1999 cuando grupos ultraconservadores culparon al músico Marilyn Manson y a los creadores del videojuego Doom de haber “estimulado negativamente” a los jóvenes Eric Harris y Dylan Klebold, autores de los tiroteos en la escuela secundaria de Columbine. Las observaciones pasaron por alto dos puntos focales que pudieron trascender en los crímenes: a) el “American way of life” propugnado asiduamente por “héroes populares” como Charlton Heston[42] o John Wayne demanda que exista en cada hogar un arma de fuego para proteger la familia y la propiedad privada de los “peligrosísimos intrusos” de piel oscura y trigueña; b) el mismo día del incidente en el contexto de la conspiración geopolítica de la OTAN contra Yugoslavia, Estados Unidos ejecutó una de las maniobra militares más sangrientas que se recuerden del conflicto, dejando una estela de horror y muerte que al día de hoy continúa cosechando repudio.
En concreto, mientras se cuestiona a determinadas expresiones artísticas por su aparente capacidad enloquecedora, el sistema ha perfeccionado una tecnología esquizoide configurada desde sus cimientos por una red mundial de poderes financieros, políticos, militares y económicos. Dicha red perfila cada día nuevas estrategias de acumulación por desposesión,[43] acompañadas de la destrucción acelerada de los ecosistemas y el sometimiento brutal del proletariado; hechos materiales que contribuyen a la descomposición precipitada del planeta y la esencia humana, en la medida que se somete a la sociedad a una erosión intensiva de su ethos gregario, solidario y empático. Serviles a la agenda imperialista una nueva estirpe de políticos reaccionarios administra los Estados en función de los intereses de sus amos, divulgando sin pudor alguno premisas ultraindividualistas, conspiracionistas y anticientíficas, tal es el caso de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Boris Johnson.
Es bien conocido que las arengas “anti-establishment” de Trump fueron meticulosamente construidas en el paradigma del marketing de lo políticamente incorrecto,[44] un recurso cada vez más habitual en el campo político y que en el contexto del debilitamiento de la izquierda reformista brasileña supo beneficiar a Jair Bolsonaro en su carrera presidencial en 2018; dicha puesta en escena, se ensambla a la perfección con las pulsiones reaccionarias de sectores ultraderechistas compuestos mayoritariamente por supremacistas blancos, fascistas, neonazis, sionistas, facciones evangélicas y élites económicas. En Estados Unidos su núcleo ideológico reside en el Partido Republicano, mismo que ha preponderado entre su amplio catálogo de expresiones alienantes la exaltación de un patrioterismo cowboy estilo Ronald Reagan y la necesidad de la “guerra preventiva” en contra del comunismo; a través de sendas peroratas que proclaman sin pudor alguno la importancia de portar armas de fuego, asediar inmigrantes indocumentados, encubrir a los policías que cometen delitos raciales y perpetuar la geopolítica imperialista en el mundo.
Si retrocedemos diecinueve años advertiremos que la psicopatía de Trump hábilmente disfrazada de “extravagancia mediática” no ha mermado en el tiempo la consolidación de su carrera política; por el contrario, parece haberla estimulado aun cuando sus pronunciamientos carentes de toda sensibilidad racional no han cesado ni siquiera ante sucesos devastadores para su pueblo; habida cuenta que en la jornada de los ataques del 11 de septiembre de 2001 periodistas del programa UPN 9 News preguntaron al empresario si el “Trump Tower” al encontrarse dentro del radio de los acontecimientos resultó afectado, a lo que respondió que no se reportó daño alguno y que más bien producto de lo ocurrido su inmueble había vuelto a ser “el más alto” de Manhattan.[45] La censura a Joker (2019) en una nación a la que se le prometió “ser grande nuevamente”[46] ha fisurado más aún las ya desgastadas costuras de una plutocracia que se resiste a permitir un mínimo ápice de genuina libertad a sus ciudadanos; en síntesis, es claro que debajo del discurso preventivo de “ataques terroristas” pervive el hondo temor de una élite que emprende esfuerzos inagotables para evitar que eventos similares a los de la ficción adquieran una presencia material en las calles comprometiendo severamente sus intereses de clase.
Conclusiones
El modo de producción capitalista degrada progresivamente los lazos gregarios del ser humano, volviendo habitual lo antinatural en el paraje de lo cotidiano. El sistema ha tornado a los olvidados de la modernidad en formas geométricas abstractas;[47] tal como enuncia el establishing shot del guion original de Joker “La división entre los "que tienen" y los "que no tienen" es palpable. Los sueños están más allá del alcance, cayendo en alucinaciones”;[48] dicho esto, la reprimenda callejera a los enemigos de clase más accesibles (pequeña burguesía) aunque se revele inspiradora en el film puede adoptar fácilmente una presencia alucinatoria en la vida real, en la medida en que los manifestantes olviden que el objetivo primordial de la lucha social es fisurar los cimientos estructurales del orden capitalista, vale aclara esto pues el levantamiento popular en Gotham parece por momentos caótico y desprovisto de rumbo cierto, el asesinato de Thomas y Martha Wayne en su contexto es un hecho reprochable que resulta provechoso para las empresas periodísticas serviles a los grupos de poder económico y su función de deslegitimar los fundamentos éticos de la resistencia ante la opinión pública.[49] Desgastar esfuerzos en actos meramente coyunturales obviando la importancia de impulsar procesos de largo aliento no logra sino fortalecer el sistema y sus dispositivos; finalmente, de cara a la tercera década del siglo XXI es menester esquivar todo vicio alucinatorio que nos quieran imponer los vampiros del proletariado, canalizando el ánimo combativo cultivado en 2019 en una lucha global encendida por la emancipación de los pueblos.
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Renato Molina Galarza
Criminólogo ecuatoriano.
Su investigación se enfoca en estudiar los dispositivos punitivos de dominación.
[1] Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (México D.F: Itaca, 2003), 50.
[2] Michel Foucault, El poder psiquiátrico. Curso en el Collège de France (1973-1974) (Buenos Aires: Fondo de Cultura económica, 2005), 23.
[3] La burguesía ha emprendido inagotables esfuerzos para disgregar el poder de los sujetos en los que ha sido identificable un asomo de “naturaleza cuestionadora del orden”; por esta razón las instituciones psiquiátricas han venido operando en el curso histórico como máquinas de secuestro de “individuos problemáticos” y no como centros de salud mental en sentido objetivo.
[4] En enero de 2004 Luis Guachalá Chimbó fue ingresado por su madre en el Hospital Julio Endara, lugar en el que desapareció. En 2007 el caso llegó a conocimiento de la CIDH, en fase de alegatos los representantes del Estado ofrecieron respuestas evasivas sobre el paradero del paciente, en tanto los peticionarios alegaron que lo ocurrido constituye desaparición forzada.
[5] En 2003 reos de la Penitenciaría del Litoral (Ecuador) se crucificaron en reclamo por las condiciones precarias del complejo penal y la detención en firme una “innovación jurídica” contraria a derechos humanos impulsada por el Partido Social Cristiano (PSC) en el Congreso Nacional, que produjo la reclusión indefinida de cientos de ciudadanos sobre los que todavía no existía sentencia condenatoria, produciéndose un incremento nunca antes visto de la población penitenciaria en el país.
[6] Gotham City vio la luz en 1940 a manera de retrato de las asimetrías sociales, violencia y corrupción de ciudades emblemáticas de Estados Unidos como Detroit, Chicago o Nueva York, con el tiempo tales elementos se volvieron parte de la atmósfera gótica de los comics de Batman, aunque, difuminados detrás de hilos argumentales policiales más banales en los que Bruce Wayne se asemeja bastante a un perito docto en criminalística.
[7] La primera versión militar del caballero de la noche apareció en la serie de comics Batman: The Dark Knight Returns (1986) de Frank Miller. En ellos se ve al protagonista montado en un vehículo de guerra, enfrentándose a un grupo de personas desclasadas que conocemos por el apelativo de “mutantes”.
[8] Massimo Pavarini supo advertir en su momento que la fuerza del derecho penal del enemigo podía militarizar al derecho penal nacional; véase el ensayo La guerra a las “no-personas” (2009). Dicho esto, la presencia de Batman en Gotham lejos de garantizar seguridad desborda la violencia delimitando una zona de combate donde todo está permitido; del mismo modo su peculiar comunión con el poder político y la agencia policial solo logra que grupos en conflicto con la ley penal emprendan alianzas con miras a deshacerse de un enemigo en común, como ocurre en The Dark Knight (2008) de Christopher Nolan. El estado de anomia que atraviesa la ciudad es perfecta para la instauración de un régimen penal de guerra producto del cual Batman adquiriría facultades militares, mientras la policía en su afán de proteger a sus agentes y la identidad de su líder en el curso de la “guerra contra el crimen organizado” adoptaría incluso sin planificarlo prácticas subterráneas, participando en ejecuciones extrajudiciales, tratos crueles y degradantes, etc.
[9] Es común encontrar en películas y comics de Batman a antagonistas provistos de deformidades faciales y corporales, habituados a vivir en cloacas u otros lugares inmundos; tales atributos destacados a manera de rasgos criminógenos están presentes en Harvey Dent, El Pingüino, Cazador de ratas o Bane.
[10] Todd Phillips y Scott Silver, Joker an origin. Final shooting script (United States: 2018), 90; la traducción me pertenece.
[11] Ibíd., 95.
[12] ¿Has visto lo que ocurre afuera?, ¿alguna vez sales del estudio?, las preguntas formuladas por Arthur a Murray exponen la percepción que los manifestantes tienen acerca de los emisarios mediáticos de la burguesía, por cuanto su labor aparece desconectada de las necesidades más básicas de la ciudadanía.
[13] La alta burguesía experimenta una corporalidad estacionaria que se desenvuelve en espacios urbanos herméticos y elevados, proyectando una sensación de lejanía o ausencia, aunque, esta característica no merma su presencia en el imaginario colectivo debido a que cuentan con una asidua exposición en redes sociales, afiches políticos, publicidad, prensa escrita, televisión, etc.
[14] José Num, La rebelión del coro. Estudios sobre la racionalidad política y el sentido común (Buenos Aires: Nueva Visión, 1989), 11.
[15] Frase difundida por el equipo de comunicación de Lenín Moreno para posicionar en el imaginario colectivo que el distanciamiento con el grupo de Rafael Correa sería fructífero por cuanto permitiría una participación social más homogénea.
[16] Friedrich Engels, Obras filosóficas, trad. Wenceslao Roces (México: Fondo de Cultura Económica, 1986), 150.
[17] Aamer Madhani, “Obama: There will be other days for politics”, Usa Today, 20 de julio de 2012, párr. 15, https://bit.ly/3ehwrWq; la traducción me pertenece.
[18] Jay Carney Secretario de Prensa de la Casa Blanca tuvo que salir a aclarar que el suceso no formaba parte de trama terrorista externa alguna, reduciendo la zozobra que medios de comunicación como Fox News infunden deliberadamente en la población cuando ocurren este tipo de acontecimientos.
[19] Telesur, “Trump propone armar a los maestros para "combatir" tiroteos”, Telesur, 22 de febrero de 2018, párr. 3, https://bit.ly/323He1w
[20] Patricia Bullrich, entrevistada por Luis Novaresio, Empezando el día, Radio La Red, 18 de febrero de 2016, min 8:32.
[21] Todd Phillips y Scott Silver, Joker an origin. Final shooting script (United States: 2018), 38; la traducción me pertenece.
[22] “No existe la sociedad, solamente individuos”. La frase expresada por Margaret Thatcher en 1987 expone a breves rasgos los fundamentos anti-gregarios y por ende, anti-antropológicos de la ideología neoliberal.
[23] En Ecuador el poder mediático difundió la idea de que el estallido social provino de un minúsculo grupo de indígenas descontentos; no obstante, las manifestaciones contaron con la participaron activa de miles de indígenas, campesinos, estudiantes universitarios, estudiantes secundarios, trabajadores de sectores populares, etc.
[24] Emmanuel Lévinas, Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, trad. Daniel Guillot (Salamanca: Sígueme, 2002), 213.
[25] En un ensayo de 1908 Lenin se refiere a Tolstói como espejo de las flaquezas de la insurrección campesina, habida cuenta que la prédica del escritor de “no oponerse por la violencia al mal” reflejó las posiciones timoratas que un sector del campesinado adoptó cuando una facción minoritaria se levantó en armas para hacer frente a los servidores del zar. En palabras de Lenin “La parte mayor del campesinado lloraba y rezaba, peroraba y soñaba, escribía solicitudes y mandaba “emisarios” a las autoridades, ¡todo ello en un espíritu a lo León Tolstói!”. Vladimir Lenin. Acerca de la religión. Recopilación de artículos (Moscú: Progreso, 1965), 14.
[26] Jorge Luis Borges, "Arte poética”, en Obras completas. 1923-1972 (Buenos Aires: Emecé, 1974), 843.
[27] James George Frazer, La rama dorada. Magia y religión. Segunda edición (México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1951), 233.
[28] Carlos Marx, El capital. Proceso de producción del capital. Tomo Primero. Libro I, trad. Cristián Fazio (Moscú: Progreso, 1990), 61.
[29] Jacques Aumont, El rostro en el cine (Barcelona: Paidós, 1998), 26.
[30] Adrian Goldsworthy, El ejército romano (Madrid: Akal, 2005), 141.
[31] No es baladí recordar cuan lejana le parecía la idea de conquistar Europa a un introspectivo Adolf Hitler interesado en formarse como pintor en la Academia de Bellas Artes de Viena. Los dos rechazos que recibió de la institución en 1907 y en 1908 sumados a factores personales, políticos, económicos, materiales e históricos le motivaron a emprender “nuevos rumbos”. Su frustración quedó retratada en el siguiente extracto del Mein Kampf “Abatido, abandoné el suntuoso edificio de la Schillerplatz, por primera vez en mi joven vida sintiéndome en conflicto conmigo mismo”. Adolf Hilter, Mein Kampf (München: Eher-Verlag, 1943), 19; La traducción me pertenece.
[32] El carácter fálico-narcisista de Arthur se expresa en el homicidio de su madre y la actitud amenazante con Sophie Dumond en la escena del departamento. Wilhelm Rich indica “sobre la base de una identificación materna fálica, resultará por lo común un carácter fálico-narcisista, cuyo narcisismo y sadismo están dirigidos especialmente hacia las mujeres (venganza contra la madre estricta).” Wilhelm Rich, 136.
[33] Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal (Madrid: Edaf, 1985), 104.
[34] Todd Phillips y Scott Silver, Joker an origin. Final shooting script (United States: 2018), 73; la traducción me pertenece.
[35] En las primeras secuencias del film, se puede distinguir en la sonrisa de Arthur una tonalidad opaca enmarcada por una línea negra, esta adquiere un color más llamativo cuando comienza a vincularse a la lucha de los trabajadores.
[36] Ocurrió algo similar en noviembre de 2019 cuando recolectores de basura de la Región Metropolitana de Santiago en Chile anunciaron el cese indefinido de sus labores en reclamo por mejores condiciones laborales.
[37] Grupo El Comercio, “Desenfunda el revólver y le pega el tiro; la Defensoría del Pueblo de Ecuador rechaza esa declaración y exige rectificación al Gobierno”, El Comercio, 2 de noviembre de 2019, párr. 2, https://bit.ly/2HWpXAk
[38] Eugenio Raúl Zaffaroni, El enemigo en el derecho penal (Buenos Aires: Ediar, 2009), 23.
[39] La frase desbordó el rechazo del pueblo hacia la burguesía, en el film pasa algo similar cuando Thomas Wayne emplea el apelativo de “payasos” para referirse a los manifestantes, encolerizando a la clase trabajadora e intensificando la confrontación callejera entre estos y las fuerzas policiales.
[40] Raymond Kelly comisionado de policía de Nueva York fue el primero en hacer la comparación, indicando en una rueda de prensa que el joven se identificó como “Joker” al momento de la aprehensión; tal afirmación resulta altamente cuestionable debido a que la jurisdicción de Kelly se circunscribía en aquel entonces a Nueva York no al condado de Aurora, de manera que los detalles de lo ocurrido llegaron a su conocimiento a través de meras habladurías, no a través de hechos fácticos contrastados; a su vez, el departamento de policía de Aurora —responsable del levantamiento de la información— nunca confirmó que James se presentara con el apelativo que se le atribuye.
[41] Noam Chomsky. Ilusiones necesarias. Control del pensamiento en las sociedades democráticas (Madrid: Libertarias-Prodhufi, 1992), 20.
[42] Charlton Heston, protagonista de cintas inolvidables, aunque, de capacidades actorales poco destacables, es conocido por los más jóvenes como el Presidente de la Asociación Nacional del Rifle. En 2003 durante su acto de despedida empuñó un Winchester modelo 1866 y dirigiéndose a las fuerzas que según él querían arrebatarle la “libertad” al pueblo estadounidense vociferó “solo me lo quitarán de mis manos frías y muertas”.
[43] David Harvey recurre a este concepto para explicar que la acumulación originaria de la que hablaba Karl Marx en el capítulo 24 de El Capital es un proceso de rapiña que no ha dejado de renovarse a la luz de las nuevas transformaciones que ha sufrido el capitalismo.
[44] (Vox) partido político español de extrema derecha ha recurrido asiduamente a esta estrategia con resultados poco satisfactorios en la puja electoral.
[45] Donald Trump. Entrevistado por Rolland Smith y Brenda Blackmon. UPN 9 News, WWOR TV, 11 de septiembre de 2001. min 1:43.
[46] El eslogan “Make America Great Again” promocionado en la campaña presidencial de Trump en 2016 propugnaba en una de sus líneas retóricas el resurgimiento de un Estados Unidos caucásico y el restablecimiento del eje imperialista norteamericano en el mundo.
[47] En una ilustración del dibujante Liniers se retrata la manera en que los transeúntes al estar habituados a mirar personas viviendo en situación de indigencia comienzan a percibirlas como “formas geométricas abstractas” de las cuales uno pasa largo sin siquiera mirarlas y sin importarnos lo que ocurra con ellas.
[48] Todd Phillips y Scott Silver, Joker an origin. Final shooting script (United States: 2018), TP/SS; la traducción me pertenece.
[49] En el paro nacional de Ecuador el periodista de la burguesía Freddy Paredes sufrió una agresión con piedra, el hecho fue usado por los medios de comunicación alineados al gobierno de Lenín Moreno para reforzar la demonización que la derecha venía haciendo de los indígenas, difundiendo la idea de que las acciones gravosas contra los derechos humanos ejecutadas por la Ministra de Gobierno María Paula Romo y el Ministro de Defensa Oswaldo Jarrín eran legítimas por cuanto prometían el “retorno a la normalidad”.