No a las “trabajadoras sexuales” y no al trabajador prostituido. Sí al ecomunitarismo

En la casi totalidad de los casos la prostitución resulta del hecho de que la sociedad no ofrece a muchos individuos las posibilidades de estudio y trabajo que les permitan tener una vida con las necesidades básicas satisfechas, de forma estable y permanente.

30/03/2021
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Foto: la5tapata.net
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Adoptando una moda venida de la Europa capitalista, varios movimientos sociales, sindicatos y Partidos supuestamente de izquierda han asumido en A. Latina la defensa del carácter legal y protegido de la actividad de las “trabajadoras sexuales”, o sea, de las prostitutas. Incluso se encuadra esa reivindicación en la supuesta defensa de los derechos de la mujer y del rechazo al patriarcalismo.

 

No niego que tratar de evitar los abusos y la represión policial que sufren esas mujeres, impedir (mediante el derecho de asociación) que sean explotadas por vividores que les sacan casi todo lo recaudado, proporcionarles el acceso a un servicio de salud público de calidad, y garantizarles el derecho de defensa contra la agresión de “clientes”, son causas paliativas loables de y en defensa de esas mujeres (y lo mismo vale para los hombres y travestis que ejercen igual actividad).

 

Pero aquí no nos ocupamos de paliativos, como lo son también para el trabajador que sufre la esclavitud asalariada en el capitalismo, la mejora del salario y/o de sus condiciones de trabajo. Aquí vamos al fondo de la cuestión. Y así, si el ecomunitarismo rechaza y pretende superar la esclavitud asalariada vigente en el capitalismo mediante un nuevo orden socioambiental sostenible que, entre otras cosas, se caracteriza por organizarse sobre la base de una economía ecológica y sin patrones, de la misma manera rechaza la prostitución crematística.

 

El punto de partida de nuestra postura es una simple relación matemática que reza: si a=b entonces b=a. Para nuestro caso eso significa que cuando en el capitalismo se dice que la prostituta (o el prostituto) es una trabajadora asalariada, se reconoce implícitamente que el trabajador asalariado es una prostituta. Y la verdad es que ello es así. Porque en la esclavitud asalariada capitalista, el trabajador, a cambio de un cierto monto de dinero, al igual que la prostituta, vende su cuerpo a otro durante una cierta duración de tiempo (diaria, semanal y/o mensual), para que ese otro lo use en su propio provecho. A cambio del salario que paga por la jornada de trabajo (que teóricamente debería cubrir el valor de la fuerza de trabajo que el trabajador pone a su disposición) el capitalista ocupa al trabajador en la tarea que se le ocurra a los efectos de maximizar su ganancia.

 

Es cierto que algunas leyes vigentes en el capitalismo ponen límites a esa discrecionalidad, pero no cambian la esencia de esa relación; la prueba de ello es que a veces el capitalista “se confunde” y en nombre de su “derecho” casi discrecional quiere usar también sexualmente a su asalariada o asalariado (es el llamado “asedio sexual”, muchísimo más frecuente y numeroso que los escasos casos que salen a la luz). De la misma manera, la ley que limita la libertad de quien paga puede disponer que el “cliente” no tiene derecho a torturar a la prostituta, pero ello no cambia la esencia de la relación entre ambos: dinero a cambio del placer del cliente mediante el uso del cuerpo de la prostituta.

 

En ambas relaciones hay degradación humana de quien recibe, y provecho egoísta a cambio de dinero, de quien paga.  Contra y más allá de todo eso, de lo que se trata es de asegurar a cada persona la vigencia diaria del principio ecomunitarista que reza: “de cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”; nótese que en su primera parte ese principio lleva embutido otro viejo lema que reza: “quien no trabaja no come”. Pero aquí ese “trabajo” ya no es más la tortura capitalista que aliena e impide el desarrollo integral del individuo, sino, al contrario, una actividad garantizada, rotativa y equilibradamente dispuesta por la comunidad en la que cada participante tiene voz y voto, y practica alternadamente sus múltiples vocaciones en un tiempo obligatorio que tiende a cero, para permitir el desarrollo de cada un@ como individuo universal; desarrollo éste hecho posible gracias a lo que cada un@ recibe a cambio de su aporte productivo, del Fondo Comunitario, que l@ provee de todo lo necesario para una vida frugal pero digna, incluyendo su enriquecimiento cultural, deportivo, y el derecho al ocio en el que simplemente un@ se siente vivir y goza de la vida.

 

Ahora bien, si no negamos que haya casos de “prostitución vocacional” (o sea, de personas que la ejercen porque “les gusta”), sostenemos al mismo tiempo que en la casi totalidad de los casos la prostitución resulta del hecho de que la sociedad no ofrece a muchos individuos las posibilidades de estudio y trabajo que les permitan tener una vida con las necesidades básicas satisfechas, de forma estable y permanente; o sea, que en el capitalismo es la falta de estudios, el desempleo y los salarios miserables los que empujan  a la prostitución.

 

Y la experiencia de la Revolución cubana es una muestra, parcial, pero significativa, del valor de la postura ecomunitarista en el tema que aquí abordamos, y también de nuestra última aseveración. En efecto, cuando al triunfo de dicha Revolución se abolió la propiedad capitalista de casi todos los medios de producción, que fueron asumidos por el Estado en nombre de una sociedad que con el Che apostó a la educación de un Ser Humano Nuevo,  y se le ofreció ampliamente a las mujeres las posibilidades de trabajar por una retribución digna y de estudiar hasta los grados superiores (muchas llegaron a ser médicas, ingenieras, etc.), la masiva prostitución reinante en la época batistiana prácticamente desapareció de Cuba; y volvió en números expresivos sólo después de que tras la caída de la URSS que le prestaba gran apoyo, Cuba entró en un período de serias dificultades de alimentación cotidiana (el Período Especial, que en gran medida se prolonga hasta hoy), y, simultáneamente y para paliar el bajón económico, la Isla abrió ampliamente las puertas al turismo internacional; como resultado de esa combinación se vio a muchas cubanas (las jineteras) ejerciendo la prostitución en beneficio de “demócratas” turistas españoles, franceses, italianos, canadienses, o de otras nacionalidades.

 

Esa experiencia nos lleva a reafirmar la posición ecomunitarista: garantícese de forma estable y a un nivel de tranquila dignidad la satisfacción de las necesidades básicas de las personas (empezando por la alimentación), y se eliminará la prostitución de forma casi completa (restando sólo escasísimos casos de “prostitución vocacional”, de los que podrán ocuparse con libertad los psicólogos y los “humanitarios” defensores de las y los “trabajadoras-es sexuales”).

 

Bibliografía mínima 

 

Sirio López Velasco (2009). Ética ecomunitarista, Ed. UASLP, México, disponible gratuitamente en https://issuu.com/filopoiesis/docs/etica_mexico_final_2009 y en https://rebelion.org/download/etica-ecomunitarista-etica-para-el-socialismo-del-siglo-xxisirio-lopez-velasco/?wpdmdl=654430&refresh=5ffa00fe3411b1610219774 

 

Sirio López Velasco (2017). Contribuição à Teoria da Democracia: uma perspectiva ecomunitarista, Ed. Fi, Porto Alegre, Brasil, disponible gratuitamente en https://www.editorafi.org/196sirio 

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211609?language=es
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