¿Qué significa ser indígena en el contexto sociopolítico en los tiempos contemporáneos?

El habitante kechua, aymara y amazonense a pesar de que es sujeto de adjetivaciones, sigue sufriendo las injusticias de toda naturaleza.

09/03/2021
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En la hora presente, intelectuales, académicos y políticos vienen esbozando distintas opiniones acerca de los primeros habitantes del llamado continente americano y quedan entrampados en reflexiones teóricas embetunadas dentro de los valores culturales del colonialismo mental republicano de origen euroccidental, de manera particular en la hoy llamada “América del Sur”, ancestral territorio tawantinsuyano.  Las repúblicas latino sudamericanas son espacios territoriales que sustituyeron a las encomiendas, los repartimientos y otras formas de organización territorial del virreinato, que trajo consecuencias sociopolíticas de discriminación, exclusión, explotación y usurpación de derechos, sobre todo, la negación de los derechos ancestrales de LO JUSTO, en los que convivían comunitariamente los primeros habitantes constructores de la Gran Civilización Comunitaria de Ayllus del Tawantinsuyu.

 

Antecedentes etnohistóricos de la negación de la identidad pluricultural de los pueblos y naciones del Tawantinsuyu

           

            Las distintas identificaciones que imprimieron los intelectuales de Europa y América Latina, tienen su punto de partida en los hechos históricos, políticos y religiosos que se dieron a partir del 12 de octubre de 1492; así a los primeros habitantes de las islas caribeñas de los Wanahany, los identificaron como “indios” y al territorio como “San Salvador”, por todo lo que narra los escritos de Cristóbal Colón y los escribidores de la historia colonizadora euro-latina.

 

            Desde la fecha lúgubre para los habitantes del Nuevo Mundo (1492) y particularmente de los habitantes del territorio tawantinsuyano (1526), la invasión y colonización impuesta por españoles y portugueses ha significado y significa la desestructuración de todo el proceso civilizatorio de los florecimientos culturales regionales, que forjaron los mochikas, chimús, nazkenses, parakenses, pakaikasences, waris,  chachapoyenses, shipibos, wanbisas y otros pueblos amazónicos. Dentro de este proceso de desestructuración, lograron anular la lógica de pensamiento cósmico tawantinsuyano de la vida y la sociedad, imponiendo la lógica escolástica medieval de la vida y la sociedad vía la cristianización y castellanización de “salvajes indios”, a quienes había que civilizar para la gloria de Dios y beneficio del Rey.

 

            Cristóbal Colón les dio el arma muy sutil a los invasores colonizadores Euro-Españoles, para que la colonización mental anidara y diera sus frutos en el proceso de colonización y enajenación de los recursos naturales de los pueblos y naciones invadidas y colonizadas del Tawantinsuyu. Pizarro y su soldadesca llegaron al Tawantinsuyu en 1526, pensando no en encontrar pueblos y naciones civilizadas, sino, pensando únicamente en el oro, la plata, piedras preciosas que abundaban y ornamentaban los centros ceremoniales a lo largo y ancho del territorio invadido. Durante el recorrido genocida de los españoles, los mal llamados “indios”, los tawantinsuyanos de lengua kechua, aymara y otras lenguas son forzadamente arrinconados en repartimientos y encomiendas, donde eran adoctrinados en las santas palabras del dios judío-cristiano y los valores culturales de los castellanos.

 

            El primer concepto o adjetivo descalificador del ser tawantinsuyano, era la palabra “indio” hasta muy entrada el siglo XX, que utilizaron los criollos y mestizos sudamericanos, especialmente en las encomiendas modernizadas del Ecuador, Perú y Bolivia. Los nuevos encomenderos republicanos, no escatimaron esfuerzos para seguir sojuzgando al “indio” de la república, para convertirse en terratenientes, latifundistas como lo hicieron sus padres los españoles durante la época del virreinato.

 

            La identificación territorial de parte de los Euro-Españoles, obedeció en cierta manera a la disputa colonizadora de españoles, portugueses y franceses, es dentro de esta disputa que encontramos al “Cenáculo de Saint Dié”, dirigido por el poeta Ringman, quién propone  a sus miembros identificar al Nuevo Continente con el nombre de “América”, como homenaje a Américo Vespucio, por haber permitido la definición del continente y porque demostraba que era la cuarta parte del mundo, que se interpone entre Europa y Asia. En 1507 por primera vez aparece el nombre de América, identificando definitivamente al Nuevo Continente o Continente Indio, en el prefacio denominado “Cosmographie Introductio”, redactado por Ringman en la colección del libro de “Geografía de Tolomeo”, finalmente consagrado por Mercator en su Mapamundi de 1538.

 

            Este hecho histórico mundial lo tengo ampliamente explicado en mi tesis doctoral: Le Tawantinsuyu Dans la Retrospective Ethno Historique de L´Indianisme, Pág. 345-348, Tomo II. De esta manera el Nuevo Continente se viene en llamar “América” y consecuentemente, el territorio tawantinsuyano en “América del Sur”, hecho colonial que niega nuestra pertenencia territorial, que va ligado a la negación de nuestra identidad pluricultural y nuestra personalidad etnohistórica como pueblos y naciones, que la colonización externa e interna ha impuesto la identificación de “indio” al ser humano tawantinsuyano, luego de acuerdo a las coyunturas políticas de la colonización en “indígenas”, “campesinos” y “proletarios”. Identificaciones que niegan la identidad cultural, la pertenencia territorial y nuestra personalidad etnohistórica, fracturando nuestra unidad en la diversidad y creándonos falsos nacionalismos que nos enfrentan hermano contra hermano.

 

El Estado-Nación republicano y la política indigenista

 

            Los españoles americanos: criollos y mestizos fieles herederos de la colonización española, asumieron todos los vicios y virtudes de los colonizadores, para seguir manteniendo el poder invasor y colonizador de las nuevas encomiendas, manteniendo todos los prejuicios contra los pueblos y naciones kechuas, aymaras y amazonenses herederos de la civilización tawantinsuyana. Los gobiernos republicanos de los primeros decenios no dejaron de llamar “indios” a los kechuas y aymaras, incluso ese adjetivo se siguió utilizando hasta el 1980, en que aparece movimientos indios, asumiendo el término “indio” como una respuesta política a la presencia política de la derecha y la izquierda colonizadora dogmatizante.

 

            En la ciudad de México en 1940 se celebró el Primer Congreso Interamericano, en la ciudad de Pátzcuaso que instauro la celebración del DÍA DEL INDIO, el 1º de mayo en México, el 24 de junio en el Perú, el 4 de agosto en Bolivia, 19 de abril en Brasil, continuándose esta celebración en otros países latinoamericanos, desde una perspectiva de la asimilación paternalista del “indio”. Los gobiernos acogieron los postulado sancionados en el evento e instituyeron el Instituto Indigenista Interamericano, que los gobiernos la instalaron en algunas dependencias gubernamentales, así en el Perú se instaló como parte del Ministerio de Trabajo, que a la fecha ya no existe. De esta manera se desarrolla todo un programa de asimilación paternalista, gracias a las demandas de los indigenistas provincianos (1920-1930) que acompañaron la lucha de los pueblos indios en contra de la política de usurpación de las tierras comunitarias de producción por parte de los terratenientes y latifundistas, que amparados en las autoridades locales, regionales y nacionales cometían los atropellos más inhumanos que la historia republicana los registra a lo largo y ancho de sudamérica.

 

            Ahora bien, el habitante kechua, aymara y amazonense a pesar de que es sujeto de adjetivaciones, sigue sufriendo las injusticias de toda naturaleza, lo que provocó grandes insurgencias que terminaron en asesinatos, encarcelamientos y persecuciones, acusados de ser enemigos de la patria. La década del 20 y del 30 del siglo XX, ha sido la época más violenta y de luchas reivindicativas de los pueblos kechuas, aymaras y amazonenses por la recuperación de sus tierras y sus derechos, asumiendo estratégicamente el adjetivo de “indígena”, en mérito a la política paternalista indigenista de los gobiernos oligárquicos.

 

            El habitante llamado indio y/o indígena de América del Sur, particularmente en los Estados-Nación republicano, donde el kechua, el aymara y el amazonenses representan más del 70% de la población nacional, como consecuencia de la política discriminadora de las autoridades, aceptan como un mal menor ser identificados como indígenas y aceptan las normas que supuestamente reconocen derechos, como aquel referida a las comunidades campesinas y nativas en el caso del Perú, que en los otros países también se sigue esa misma lógica, por cuanto la colonización interna es el mismo fenómeno con pequeñas diferencias.

 

            El kechua, aymara y amazonense son identificados de distinta manera de conformidad a las coyunturas políticas en cada uno de los países latinoamericanos, así por ejemplo en Bolivia a partir de la revolución nacionalista del MNR, es identificado como campesino, de la misma manera en el Perú se declara el Día del Campesino, anulándose de esta manera el día del indio. Sin embargo, la oligarquía gobernante y los criollos y mestizos indistintamente han venido identificando de “indio”, “Indígena”, “campesino” a los habitantes mayoritarios del país, que profundiza la confusión y la afirmación de ser sudamericanos peruanos, bolivianos, ecuatorianos y de esta manera aceptar la negación de su identidad pluricultural, su pertenencia territorial y su personalidad etnohistórica.

 

Las Naciones Unidas y la declaración de los derechos indígenas del mundo

 

            Las Naciones Unidas como todos sabemos nacieron para garantizar la paz, la solidaridad de los pueblos y garantizar la convivencia humana sin violencia, después de las dos grandes catástrofes bélicas, que rego de muertos la faz de la tierra, como consecuencia de dos guerras mundiales, que tienen su continuidad en la hora actual con las guerras provocadas por los Estados Unidos, anglosajón sefardita de América y las fuerzas militares de Europa, Asía y África, que tienen su asiento en las  Naciones Unidas y son ellos los que definen el destino de los pueblos y naciones del mundo.

 

            Durante la década del 80 del siglo pasado, en la “América del Sur” se celebró el más grande acontecimiento político de los pueblos y naciones del Tawantinsuyu. Acontecimiento que se llevó a cabo en la ciudad ceremonial de Ollantaytambo-K´osk´o (Cusco-Perú) capital milenaria de la civilización comunitaria de ayllus del Tawantinsuyu. Los impulsores de este acontecimiento político, fueron el Consejo Mundial de Pueblos Indios (CMPI), el Movimiento Indio Peruano (MIP) y otras organizaciones indias del Cono Sur.

 

            Este acontecimiento sorprendió a todas las organizaciones de izquierda y derecha, como a los intelectuales izquierdistas que vieron como un peligro a los pueblos indios del subcontinente, asumiendo un rol histórico, político y jurídico, sobre todo, asumiendo el concepto “INDIO”, como un arma ideológico y político traducido en el INDIANISMO, sancionado en Ollantaytambo-Cusco-Perú. Desde ese acontecimiento, los pueblos “indios” y sus organizaciones de lucha, enarbolaron el indianismo para enfrentar la lucha política a los gobiernos oligárquicos y a los partidos dogmatizados de la izquierda que en coro con los derechistas, condenaban este movimiento continental como si fueran agentes del imperialismo y para los otros, agentes del comunismo, sin haber entendido los postulados ideológicos y políticos emanados del Congreso de Ollantaytambo.

 

            Los posteriores años del 80 del siglo XX se constituyó en el escenario de debates y demandas a los gobiernos, a resolver los problemas que afectaban los derechos ancestrales y contemporáneos, sobre todo, fue la afirmación de “lo indio”, como categoría de lucha ideológica y política. Categoría que los indigenistas de izquierda y de derecha a través de sus organizaciones corporativas urbanas y rurales, señalaban que asumir el concepto “indio” era aceptar el desprecio y el racismo de los españoles, por lo tanto deben afirmar su condición de indígena campesino y fortalecer los sindicatos agrarios y los partidos clasistas, únicos instrumentos de la revolución socialista, sepultureros del estado burgués.

 

            La ONU ante el torrente político indianista de la época, abre sus puertas para acoger a los movimientos indios, campesinos e indígenas del mundo a participar de las asambleas convocadas por ellos, sobre diferentes temáticas de la problemática socio-económica y cultural que enfrentaban los miembros de las Naciones Unidas. Los Movimientos indios ante esta apertura, presentaron documentos a ser atendidos y dentro de ellos se presentó el Primer borrador de los Derechos de los Pueblos “Indios”, que provocó desconcierto e impotencia a los especialistas de indios de la ONU, que tuvieron que constituir una Comisión que se ocupe de definir como se les debe denominar a estas organizaciones que se definían como “indios”. El antropólogo mexicano Cobo, será quién en su informe definirá el término INDIGENA, como la categoría de uso oficial de la ONU y sus miembros, para identificar a la pluralidad de pueblos y naciones del mundo, confirmándose de esta manera la negación de la identidad pluricultural, plurilingüe y plurinacional.

 

            Las Naciones Unidas y los estados y gobiernos representados en ella, utilizaban oficialmente “poblaciones indígenas”, en todos los documentos que se referían a la problemática del “indio”. Sin embargo, se constata que en varios documentos jurídicos de la ONU, como la OIT,  y otras organizaciones miembros de las Naciones Unidas ya identificaban a los primeros habitantes del continente como indígenas, sin que haya variado lo ya sancionado en 1940. Con la declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, proclamado el 13 de septiembre de 2007, lo indígena se consolida y da pie a que los gobiernos entren en la neo-indígenización de sus normas y de esta manera emprender políticas de gobierno neoindigenistas de carácter reformista nacionalista de izquierda latinoamericana en particular.

 

Lo indígena en la hora actual

 

            Como se comprenderá, la identificación de los primeros habitantes de nuestro continente y de los pueblos y naciones kechuas, aymara hablantes del territorio tawantinsuyano, han sido identificados en un primer momento como “indios”, luego como Indígenas y campesinos. Serán muchos intelectuales europeos y latinoamericanos que escribirán libros referentes al “indio”, pero esa literatura no llega a los directos interesados del problema del “indio”, sino a los pequeño-burgueses mestizos que se condolieron de la suerte miserable en que vivían los kechuas, aymaras y amazonenses de sudamérica.

 

            Después de la revolución bolchevique de 1917, los marxistas asentados en distintos países de sudamérica, particularmente en Perú, Bolivia y Ecuador, difunden los postulados marxistas para la revolución socialista, haciendo ver que el campesino es el aliado natural del proletariado en la revolución socialista, que hoy ya no saben cómo validar la alianza obrero-campesino para la revolución socialista. Se terminó el discurso revolucionario y la dictadura del proletariado, como consecuencia del fracaso de la construcción del “socialismo científico” en la Europa del Este y su matriz en la Ex-URSS y, ni que decir de la China Popular que ha dado el salto cualitativo hacia el social imperialismo comunista.

 

            Este panorama político internacional, repercute al interior de las repúblicas, que ejercen el colonialismo interno a partir de la dogmatización del liberalismo nacionalista y el socialismo ateo, que a nivel latinoamericano tienen dos personalidades que de alguna manera se acercaron al “indio”, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, que tenían como sus antecesores a los anarquistas que fueron los primeros en denuncias los abusos de los terratenientes en contra de los “indios”. Sobre estos ideólogos de la derecha y la izquierda latinoamericana existen muchísimos escritos que testimonian su quehacer político en el siglo XX.

 

            Hoy de cara al tercer milenio observamos en la militancia política de los izquierdistas latinoamericanos, su apego hacia los llamados “indígenas”, en una clara actitud oportunista inspirada por la ONU y su declaración de los derechos indígenas, impidiendo de esta manera que sean los directos interesados en estos temas, los que decidan su destino político, empezando por definir o redefinir su identidad pluricultural, su pertenencia territorial y su personalidad etnohistórica. Identidad pluricultural es sustituida por la identificación monocultural que hacen los colonizadores de este tiempo, asumiendo las disposiciones impuestas por los pensantes de euro-occidentales y replicados por los latino-sudamericanos en particular.

 

            Los intelectuales de derecha como de izquierda, nunca se han preguntado si realmente son latinos, americanos o hispanos, aceptando ser criollos o mestizos ecuatorianos, peruanos o bolivianos, homogeneizándose como sudamericanos o latino sudamericanos. Este hecho colonial arrastra a los kechuas, aymaras, amazonenses a asumir las identificaciones que les crea un falso nacionalismo republicano. Ser ecuatoriano o colombiano, chileno o boliviano significa ser un encomendado más de las encomiendas republicanas modernizadas, que no dan opción a ser lo son los pueblos y naciones herederos de las grandes civilizaciones ancestrales del Tawantinsuyu en particular.

 

            Lo indígena se ha impuesto en todo el quehacer político, cultural, social y religioso, sin mayor discusión o controversia, pues, es más fácil aceptar la realidad colonial dogmatizante y seguir siendo conejillos de indias o en el peor de los casos pongos políticos inconscientes, adormecidos por falsos evangelios que discurren por medio de una sociedad colonial sin historia ni dignidad. Dentro de este problema socio-político y cultural no resuelto, algunos kechuas, aymaras y amazonenses pugnan como herederos de los pueblos y naciones ancestrales del Tawantinsuyu, revertir el colonialismo interno republicano y constituirse en ser ejecutores de su destino político de cara al siglo XXI.

 

En estos últimos tiempo se puede observar, como tímidamente, lo indígena va ingresando en los centros académicos universitarios, sin que el estudiante aymara, kechua e indio-mestizo asuman plenamente su identidad, sino, su identificación en algunos casos como indígena y otros como migrantes campesinos, dejando de lado su ser social tiwanakota o tawantinsuyano. Esta realidad lacerante contra la identidad pluricultural, la pertenencia territorial y la personalidad etnohistórica, debe ser revertida para reemprender la reconstitución del modelo de vida y sociedad comunitaria de ayllus, como reto a los paradigmas del siglo XXI. Finalmente nos preguntamos y preguntamos a la intelectualidad contemporánea, ¿las organizaciones indígenas corporativas clasistas son depositarias de la soberanía del Pueblo o de sus organizaciones partidarias y sindicales?

 

La Paz, 20 de enero del 2021.

           

Bibliografía consultada:

 

  • Escárzaga Fabiola/Raquel Gutiérrez.  México, 2005.
  • Millones, Luis: Perú Indígena. Lima, 2008.
  • Serrano Emilio: Indios y Criollos. Cuba, 1992.
  • Turpo Choquehuanca, Aureliano: De indio a campesino e indígena en el mundo politiquero mestizo. La Paz-Bolivia, 2014.
  • Uriel García, José: El Nuevo Indio. Lima-Perú, 1930
  • Valdez, Abraham: El Indio. Bolivia, 1985.

 

Dr. Aureliano Turpo Choquehuanca

Etnólogo Antropólogo Kechua

Docente de la Carrera de Sociología

UPEA.

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211290?language=en
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