El caso de México

Capitalismo y envejecimiento: las personas mayores ante la pandemia por COVID-19

Entre las personas mayores la tasa de letalidad por COVID-19 es del 30%, es decir que de cada 10 personas que se contagian, 3 personas de 60 años y más pierden la vida

03/03/2021
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Foto: https://bajopalabra.com.mx
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La pandemia por COVID-19 pone de manifiesto las dinámicas de un modo de producción que es incompatible con la vida. En plena era digital, en el que el desarrollo tecnológico avanza a pasos agigantados, gran parte de la población mundial sufre las consecuencias de la miseria y la marginación. La civilización y la barbarie se complementan, se acompañan de manera permanente, se vuelve una certeza el antiguo adagio: “Sin barbarie no hay civilización!” (Benjamin, 1940).

 

            Son tiempos caóticos, las crisis económicas, políticas, sociales y ambientales se nos presentan, a primera vista, como simples errores de cálculo, malas decisiones, o como procesos naturales que la humanidad atraviesa de vez en cuando. Encubriendo los efectos inherentes a la forma de producción capitalista, los cuales se desprende de la feroz lucha de los capitalistas por obtener una mayor tasa de ganancia a cualquier costo, incrementando la plusvalía, monopolizando la producción, exportando capitales de los países centro a las periferias donde ocupan la mano de obra precarizada, metabolizan los recursos naturales con el fin de generar una mayor acumulación de capital.

 

En los últimos meses hemos escuchado de manera repetitiva una idea fuerza que plantea que la pandemia por COVID-19 es la causante de todos los males económicos, políticos, sociales, etc. Sin embargo, lo que podemos apreciar, es que la propagación e impactos del SARS CoV-2, es producto de la acumulación de los efectos de las crisis anteriores, de las desigualdades y del colapso ambiental, lo que ha provocado un inherente proceso de muerte de magnitudes colosales. Las respuestas de los países centrales y periféricos ante la pandemia que se inició en 2020 se han presentado de múltiples maneras, intentando contener la expansión de contagios y defunciones mostrando resultados poco favorables, ejemplo de ello es América Latina y el Caribe, la cual históricamente ha sido el escenario de múltiples despojos y con los mayores índices de desigualdad en el mundo. 

 

Visto de esta forma, desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020) declaró la pandemia por COVID-19, las farmacéuticas hegemónicas han competido por el desarrollo de una vacuna, la respuesta se ha presentado velozmente, diversos compuestos químicos se han puesto en oferta. Las campañas nacionales oficialistas de vacunación en América Latina se han visto interferidas por la geopolítica, los países centrales concentran cerca del 95% de la producción total, dejando el resto a las regiones periféricas. En América Latina, las vacunas han llegado a cuentagotas, es la región más débil de la cadena presupuestaria.

 

La naturaleza propia del capitalismo de poner como fin último a la ganancia por encima de la vida misma, la mercantilización y la precarización de los servicios de salud hoy en día, limitan la atención digna y eficiente de las personas con coronavirus, y pone como carne de cañón al personal médico que con austeridad en equipo e instrumental realizan lo humanamente posible. Ante ello, después de los aplausos y vitoreos en los balcones, el personal médico son los primeros en ser considerados dentro de los planes nacionales de vacunación, “el capitalismo también puede ser humano” (sic).

 

Ante este contexto, el caso de México ha sido uno de los países que más problemáticas en tiempos de COVID-19 ha tenido. Los hogares mexicanos están de luto constante, hacinados, desempleados, precarizados, sin acceso a servicios de salud, etc., todo ello entre la violencia en las calles y la pandemia. La prioridad ha sido otra históricamente: “la economía debe seguir funcionando”, esta frase se escucha en los templetes tomados por políticos, en los medios de comunicación controlados por élites económicas, en las redes antisociales que determinan lo moralmente aceptable. Este país presenta uno de los índices de letalidad más altos a nivel mundial (8.8%), con aproximadamente 2 millones de contagio y 180 mil defunciones (OMS, 2021).

 

Dentro de este orden de ideas, las personas mayores son las que más han experimentado los impactos de la pandemia por COVID-19, en este sentido, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2021) residen en México 15.4 millones de personas de 60 años y más, la sociedad mexicana presenta una tendencia de envejecimiento poblacional acelerado producto de las transiciones demográficas y epidemiológicas que se han desarrollado desde la década de 1970. Entre las personas mayores la tasa de letalidad por COVID-19 es del 30%, es decir que de cada 10 personas que se contagian 3 personas de 60 años y más pierden la vida (Secretaría de salud, 2021).

 

Se ha argumentado que el impacto del coronavirus a la población de edad avanzada es producto de los cambios fisiológicos que sobrevienen con la vejez, que aumentan el riesgo de padecer enfermedades respiratorias, cáncer, cardiopatías y una alta probabilidad de presentar más de una enfermedad crónico-degenerativa e infecciosa al mismo tiempo (comorbilidad). Asimismo, se expresa que las personas mayores presentan menos capacidad de atención a la respuesta inmunitaria innata, lo que provoca que el cuerpo envejecido responda a la infección viral, dando ventaja y propiciando la propagación del coronavirus (Rendón-Rojas y Reyes-Hernández, 2020).

 

Sin duda, el proceso de envejecimiento individual se reconoce como un avance hacia crecientes riesgos de enfermedad, discapacidad y pérdida de autonomía (Zetina, 1999). Sin embargo, el perfil epidemiológico que presentan las personas mayores, y el impacto que experimentan en el contexto de la pandemia por SARS-CoV-2, se deben a distintas consecuencias asociadas a interacciones dinámicas y permanentes entre el sujeto y su medio. Es decir, con la relación desigual entre la esperanza de vida al nacer y la esperanza de vida saludable; con las condiciones de pobreza, y con la ausencia de los instrumentos de protección social, especialmente de los tres pilares básicos: pensiones, atención a la salud y servicios sociales para la autonomía son un asunto pendiente en el país.

 

Las personas mayores se han enfrentado a la falta de atención oportuna que se debe en gran medida a la posición social disminuida que tienen las personas mayores en la sociedad, producto de la visión estereotipada y negativa de la vejez que subordina a quienes la experimentan y genera una relación de opresión entre la sociedad y las personas mayores, así como una asimetría entre sus necesidades de atención y las respuestas institucionales. En general, en México las personas en edad avanzada se encuentran en una situación de vulnerabilidad frente a la pandemia. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de Política de Desarrollo Social (2018) en el año 2010 el 40.8 por ciento de la población se encontraba en situación de pobreza y 6 por ciento en pobreza extrema, las principales carencias que presenta la población son al acceso a la seguridad social (55.3%), a la salud (40%) y al acceso a la alimentación (31.1%).

 

Las condiciones materiales, económicas y sociales de las personas mayores, tiene incidencia en el estado de salud y en gran medida determina las capacidades para hacer frente a las enfermedades. El ejecutor no sólo ha sido la pandemia, se trata de un modelo económico que nos ha dejado con la espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas. Y uno de los grupos poblacionales que más ha padecido durante esta crisis sanitaria (y desde hace tiempo atrás) han sido las personas mayores, las cuales carecen de lo indispensable para poder vivir dignamente. Es momento de replantearnos la vida misma, y el envejecimiento deberá ser una de nuestras prioridades en un mundo post-pandemia.

 

Bibliografía

 

Benjamin, W. (1940). “Sobre el concepto de la historia”. En Obras completas. Libro II/2. (págs. 303-318). Madrid: Abada.

 

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social . (2020). Medición de la pobreza 2008-2018. Obtenido de https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/PobrezaInicio.aspx

 

INEGI, Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (25 de Febrero de 2021). Censo de Población y Vivienda 2020. Obtenido de https://censo2020.mx/

 

OMS, Organización Mundial de la Salud. (2020). COVID-19: cronología de la actuación de la OMS. Ginebre, Suiza. Obtenido de https://www.who.int/es/news/item/27-04-2020-who-timeline---covid-19

 

OMS, Organización Mundial de la Salud. (25 de febrero de 2021). Panel de control de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) de la OMS. Obtenido de https://covid19.who.int/table

 

Rendón-Rojas, L., & Reyes-Hernández, M. R. (Julio-Septiembre de 2020). La mortalidad en los tiempos del COVID-19 y el envejecimiento demográfico en el Estado de México. Economía Actual(3), 5-13.

 

Secretaría de Salud. (25 de febrero de 2021). COVID-19, México. Información general. Obtenido de https://coronavirus.gob.mx/datos/#DOView

 

Zetina, G. (1999). Conceptualización del proceso de envejecimiento. Papeles de Población, 23-41.

 

 

 

Ángel Iranhi Barreto Anaya

Maestro en Población y Desarrollo por la FLACSO-México.

 

Ángel Octavio Dorantes Zamora

Estudiante de Doctorado en el Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211196
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