La memoria de los dioses
Los dioses representan la esperanza, y es bien sabido que ésta es la última que se pierde.
- Opinión
A través de nuestros rasgos, palabras, y apenas algunas costumbres se reflejan las historias de pueblos que fueron sometidos, conquistados y esclavizados. Reyes y reinas, con sus ejércitos, muy diferentes a los que conocemos de los cuentos de hadas, pero no menos maravillosos, no menos fieros, no menos interesantes, donde la naturaleza y hombre eran uno solo, donde no se necesitó dominarla para ser grande.
Pero la belleza de estos pueblos no los salvo de la desgracia, no les evitó el dolor, sufrieron en carne viva el destierro, vieron destruido y violentado todo aquello que amaban y protegían, a punta de azotes fueron doblegados, forzados a obedecer, pero lo más terrible de todo es que fueron forzados a olvidar.
Un día, como si nada, se les prohibió hacer otra cosa que no fuera trabajar de sol a sol, maltratando su cuerpo hasta quebrantarlo. Durante tanto dolor, nuestros antepasados africanos e indígenas, con la poca fuerza de espíritu que les quedaba, para no morir se aferraron a sus dioses.
Para los esclavistas arrebatarles las tierras y la libertad no fue suficiente, para terminar de volverlos más máquinas que hombres, terminaron también por arrebatarles sus creencias, imponiéndoles a cambio las suyas; nuestros pueblos no tuvieron opción y adoraron (o eso parecía) a los dioses de sus opresores, aquellos dioses que habían permitido que les arrebataran la libertad. Les adoraron de boca para afuera pues en forma de resistencia disfrazaron su adoración y la emplearon a su manera, dedicándoselas en secreto a sus dioses, los dioses de sus antepasados, ,de sus padres los que les hacían sentir la esperanza de que algún día se reunirían con sus seres queridos, con aquellos que no habían logrado sobrevivir a tanta tragedia.
Para nuestros pueblos fue imposible resistirse a la esclavitud, lo intentaron, pero nada pudo con la tecnología militar de sus esclavizadores, aunque a la hora de renunciar a su fe, a la devoción que sentían para con sus dioses, nuestros pueblo resistieron, de forma muy sutil e inteligente, pero resistieron, no les quedaba nada más que su espíritu quebrantado y para alimentarlo debían proteger su fe religiosa.
Tenemos la prueba de cómo nuestros pueblos lograron rescatar la memoria de sus dioses, y nunca mejor dicho ¿Qué memoria más eterna que la de un dios? En Venezuela, aun en la actualidad, en el sur del lago de Maracaibo y parte de los Andes, escuchamos el repique de los chimbangles en honor a San Benito, culto que viene del Golfo de Guinea, el antiguo reino Dahomey (hoy Senegal), por otro lado, en la costa central del país, el culto a San Juan Bautista proveniente de lo que sería Nigeria y El Congo también nos demuestra la forma en la que aún perduran los dioses africanos en nuestra sociedad. El culto a la reina Yara también conocida como la diosa María Lionza empleado en todo el país e incluso a sus afueras y el culto a San Antonio donde su forma de expresión con el Tamunangue conmueve a más de uno, también nos demuestra que no solo los dioses africanos, sino también los indígenas han sobrevivido en la historia, aún pese a los intentos que se han hecho por arrancarnos la memoria, existen raíces como estas que se aferran a la vida y precisamente nosotros debemos contribuir a preservarlas.
Un pueblo sin memoria es como un árbol sin sus raíces, que pronto caerá y morirá, pero por el contrario con ellas mantenemos vivo el legado de nuestros antepasados, siendo esta la forma en que agradecemos la manera en la que resistieron e intentaron luchar en contra de la esclavitud. Los dioses representan la esperanza, y es bien sabido que ésta es la última que se pierde.
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