Intimados a cumplir con el “bien vivir”
- Opinión
Ahora estamos seguros: ¡El covid 19 ha venido para quedarse como enfermedad permanente y peligrosa! Las promocionadas vacunas están lejos de satisfacer la seguridad: en España y en Francia, y más ampliamente en Europa, la mitad de la población rechaza ser vacunada, porque no se sabe a ciencia ciertas las consecuencias que puede traer a largo plazo. Las vacunas son una inversión multimillonaria muy rentable a largo plazo.
Comencemos diciendo que esta pandemia la hemos creado nosotros los humanos por nuestras malas maneras de vivir y convivir, destruyendo la naturaleza sin piedad, irrespetando nuestro propio cuerpo llevándolo a límites inconcebibles, multiplicando las violencias entre personas, pueblos y continentes, relegando nuestra dimensión espiritual como seres humanos, descuidando nuestra salud mediante una alimentación llena de químicos dañinos, proscribiendo la construcción de relaciones humanas constructivas, contaminando el medio ambiente sin límite, amontonando escandalosamente riquezas a costa del hambre, la miseria y la muerte de millones de personas… Hemos enfermado el planeta al punto que nos enferma a nosotros mismos… ¡sin remedios! Esa es la realidad que ahora no podemos ocultarnos. Y ninguna vacuna va a resolver estos problemas.
Por otra parte, siendo la vacuna una novedad en su creación científica, los laboratorios no pueden saber nada de las consecuencias que se van a producir a corto y largo plazo, ya que se necesitaría años para comprobarlo. Ahora nos han condicionados a pensar y decir: “¡La vacuna, la necesitamos ya, a cómo sea!” Las diarias y millonarias propagando nos lo hacen exigir… sin saber “a ciencia cierta” a qué futuro debemos atenernos.
Las vacunas que nos proponen son de una “nueva generación” porque, por primera vez, van a transformar nuestras células y nuestros genes al punto que éstos puedan producir anticuerpos contra el covid 19. Pero se ha creado un ansia de vacuna anticovid tal que nos olvidamos que la mortandad provocada por el covid es inferior a otras enfermedades. Por ejemplo, en Ecuador, se acaba de informarnos que, en la contabilidad anual de los fallecidos, además de los muertos del covid hay más de 25,000 defunciones para las cuáles no se sabe la causa… ¿Por qué no hay más preocupaciones por estos muertos, cuya cifra es bastante elevada, sin hablar de los que van a seguir muriendo, desconociendo el motivo? ¿No nos parece grave esta situación?
Para el covid, está claro: hay inmensas ganancias aseguradas para los laboratorios y las farmacias y eso para largo, a pesar de que se nos dice que van a ser con un bajo costo y hasta gratuitas: ¡alguien ha de pagar los costos y las ganancias, que no es más que el contribuyente que somos! Retomando el caso de Francia: si a la mitad de la población se le va aplicar la vacuna, ¡esto representa 35 millones de dosis!... la primera vez, porque ya preparan una segunda y tercera vacuna ¡por si acaso!...
La cuestión fundamental no se limita a cómo salir de la pandemia, sino también cómo salir de la desinformación y de la manipulación mediática, y sobre todo como emprender una nueva manera de vivir individual y colectiva, material y espiritualmente, y con la naturaleza y el cosmos que nos proteja de nuevas y peores pandemias. Para orientarnos en este sentido, la última carta del papa Francisco, “Todos somos hermanos y hermana”, nos da una hoja de ruta que debería ser el camino de todas y todos nosotros. Nos invita el papa a tareas no directamente religiosas, sino fundamentalmente humanas y humanitarias: Conformar una hermandad universal mediante una fraternidad sin frontera ni barrera, una amistad social abierta a todos y un amor político que derribe las estructuras deshumanizadoras y destructora de la naturaleza. Si tomamos siquiera unos instantes para pensar en estas orientaciones, ¿por qué no nos decidimos a reunirnos y unirnos para apoyarnos a entrar en esta manera de ‘bien vivir’, sabiendo que será un beneficio y una salvación para todos nosotros? Lastimosamente dejamos que la indiferencia, los vicios y la maldad nos dominen y nos llevan a nuestra destrucción individual, colectiva y planetaria.
Por la pandemia vamos a vivir la Navidad de una manera bien distinta a lo acostumbrado religiosa y culturalmente. Al nivel religioso, ¡ya no habrá concurridas “misas del gallo” ni “amontonamientos de Niños Dios”! Tampoco habrá abundantes cenas de la Nochebuena o de Fin de año. Eso tal vez eso nos obligue a preguntarnos: “Pero, en definitiva, ¿qué es la Navidad?” Si tomamos un poco de tiempo a reflexionar individualmente, en familia, entre vecinos o con otros cristianos, descubriremos que el mensaje de Navidad coincide adecuadamente con lo que acaba de escribirnos el papa Francisco: “Hermandad, fraternidad, amistad y amor”.
¡Ojalá esta compañía permanente y peligrosa del covid nos sacuda para que emprendamos otra manera de vivir, más conforme a nuestra naturaleza humana individual, a nuestra necesaria convivencia social armoniosa, a nuestra comunión vital y saludable con la naturaleza y a nuestra relación alegre y liberadora con el Misterio divino de la Vida y del Amor! Sí, estamos intimados a cumplir con el “bien vivir”: ¡Es cuestión de vida o de muerte! ¡Que la estrella de Belén nos encamine a este humanismo salvador!
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