La vuelta a las aulas: del sueño a la pesadilla

01/09/2020
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Desde que en Venezuela se detectó el primer caso positivo de COVID-19, los centros de educación en todos sus niveles han permanecido cerrados y sus actividades fueron reprogramadas para ser dictadas a distancia, con los recursos disponibles en cada caso. Esta medida, aunque universal tiene un impacto especialmente fuerte en los primeros tramos de la educación donde los niños y niñas deben desarrollar habilidades básicas.

 

Este cambio impactó a las familias al modificar el uso del tiempo, la distribución de los roles entre la casa y la escuela, así como en el hecho educativo de manera trascendental. Sin embargo, pese a que podemos hacer mil cuestionamientos de esta modalidad, su empleo permitió que no se perdiera un solo día de clases, por lo que el año escolar terminó cuando estaba previsto en la programación original.

 

Ahora, se trata de pensar juntos el regreso a clases, el cual va a producirse en septiembre y cuya modalidad está en debate. Así, poco a poco se han venido exponiendo posturas que valoran distintos elementos a considerar para tomar esta decisión en medio de la trastocada realidad que vivimos cuando el COVID-19 sigue presente en nuestras comunidades.

 

  1. La pandemia no se ha superado

 

En el momento original, en marzo de 2020, cuando se optó por suspender las clases se estimó que en el país se vivía una situación extraordinaria, al presentarse los primeros casos de una enfermedad de mucha gravedad y amenaza que se diseminaba por el mundo. En agosto de 2020, según las fuentes internacionales hay 25.1 millones de personas contagiadas de esta enfermedad de las cuales 844 mil han fallecido. Actualmente, el segundo país con más contagios es Brasil, con el que limitamos al sur y por cuyas fronteras, de manera legal e ilegal, hay personas que ingresan a Venezuela.

 

Según el portal Patria, en Venezuela actualmente se han detectado casi 45.000 casos de COVID-19, 375 fallecidos y la línea que se traza tiene una empinada subida, muy distinta a nuestra aspiración a mantener la curva de la enfermedad aplanada.

 

En este contexto, Venezuela ha tenido una gestión de la enfermedad que se diferencia por mantener índices más bajo, lo cual se explica por el estricto acatamiento de las recomendaciones de la OMS para evitar el contagio. Por eso, empezamos por considerar cuál es la opinión de la multinacional sobre las clases presenciales.

 

Sobre ello, el 5 de agosto, el director de Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mike Ryan, afirmó que reabrir las escuelas en aquellos países donde la transmisión del coronavirus aún sea alta "sólo empeorará la situación”.

 

Adicionalmente a esto, pese a los esfuerzos que se están realizando, principalmente en Rusia para crear una vacuna contra la enfermedad, que nosotros pudiésemos aspirar a obtener en cantidades suficientes como para inmunizar a la población, la misma no se encuentra disponible por los momentos, por ende, abrir las clases ahora contando con su próxima disponibilidad sería tan peligroso como “contar los pollitos antes de nacer”.

 

Por ello, nosotros estimamos que la ponderación originalmente hecha entre el derecho a la salud y el derecho a la vida frente al derecho a la educación, mantiene las mismas razones, en especial si consideramos la diferencia de casos existentes en marzo y con los que luchamos en agosto 2020.

 

  1. La vuelta a clases ha sido una experiencia complicada

 

Uno de los Estados que decidió temprano el regreso a las aulas fue Israel. Sin embargo, a pocas semanas de haberlo hecho tuvo que revocar la medida en tanto tenía más de 16.000 estudiantes y profesores en cuarentena, un centenar de escuelas debió cerrar y se localizaron más de 360 casos positivos desde el regreso a las aulas. Algo muy similar a lo que ocurrió en Corea del Sur donde el 26 de agosto, se anunció que todas las escuelas de Seúl y su zona metropolitana, cerrarían nuevamente y retornarían a las clases virtuales debido al incremento de casos de coronavirus en el país, especialmente en esa región. La ministra de Educación, Yoo Eun-hae, dijo que al menos 150 estudiantes y 43 docentes se infectaron de covid-19 en las últimas dos semanas en la capital surcoreana.

 

En estos países la vuelta a clases estuvo acompañada de medidas de bioseguridad y de alejamiento, nuevas para las escuelas, similares a las que se usaron en China, donde también se observó un rebrote de Covid-19. Para esta semana, estaba anunciado el regreso a clases presenciales en Francia y ahora se espera sean suspendidas ante los nuevos casos de los últimos días.

 

  1. La dotación escolar: Un asunto económicamente difícil

 

Según el Banco Mundial, la economía mundial se contraerá este año un 5,2%, el mayor desplome desde el fin de la II Guerra Mundial en 1945, como consecuencia del "rápido y enorme" golpe provocado por la pandemia del coronavirus. Siendo que la caída de Latinoamérica está siendo advertida por organismos como la CEPAL que estiman alcanzará el 9,1% mientras que otros afirman que podría ser de hasta un 13%. En Venezuela, todo esto ha de medirse considerando que ocurre luego de años de caída de nuestra economía y en medio de la durísima insuficiencia del salario para las familias.

 

Por eso, considerar el regreso a la educación presencial debe hacerse pensando también en la economía de las familias cuya economía está afectada por esta situación generalizada. En tanto, el regreso a clases significa el deber de adquirir bienes de uso obligatorio que suelen ser muy onerosos. En estas materias, a veces las preguntas más sencillas encierran las mayores respuestas: ¿están disponibles los uniformes y las familias tienen con qué comprarlos en este momento?, ¿han hecho las escuelas y las familias gastos para hacer frente a un nuevo período escolar a distancia?

 

De igual forma, dado el poco tiempo que queda para que empiecen las clases, nosotros podríamos suponer que las aglomeraciones tradicionales de la temporada en las librerías, ventas de tela, zapatos y consumibles, no son recomendables por los potenciales focos de contagio que se generarían.

 

En este sentido, nosotros podemos preguntarnos si la pandemia no podría servir para readecuar el calendario escolar y ajustarlo al empleo del tiempo más ordinario en el país y sería esta una buena ocasión para que estas actividades se desarrollen en el marco del año calendario y no arrancando en septiembre, lo que complica algunos de los procesos económicos asociados a la educación.

 

  1. La educación a distancia: un asunto a mejorar

 

Son infinitas las críticas que podemos hacerle –y que le hemos hecho- al formato de educación a distancia. En especial, porque la educación a distancia es un concepto en sí mismo y no la simple traslación de la dinámica del aula al hogar. De este modo, los materiales que se usan, los aprendizajes que se imparten y los esquemas pedagógicos deben pensarse y no tan sólo limitarse a mandar tareas a niños que sufren el estrés de estar confinados y aislados.

 

De igual forma, el tema del acceso a la educación debe ser atendido con urgencia, porque las diferencias socioeconómicas se acentúan enormemente entre aquellos que tienen espacios físicos adecuados y quienes no; entre quienes tienen padres educados y disponibles para coadyuvar con el proceso y quienes no; entre quienes tienen internet en casa y quienes no.

 

Sin embargo, consideramos que este tiempo debería destinarse a corregir las fallas del período anterior, a mejorar la dotación de estudiantes y profesores para entrar en estos formatos, en pensar cuáles son los conocimientos que pueden impartirse de esta manera y cuáles serían objeto de un proceso posterior de recuperación cuando la situación se supere.

 

Esto porque es evidente que un reemplazo permanente del esquema presencial a la educación a distancia comprometería la calidad de la educación, incrementaría la desigualdad y la exclusión. Por lo cual, no consideramos que esto deba plantearse menos con la precariedad del servicio de telefonía y electricidad que transitamos actualmente. Sin embargo, la educación a distancia es una forma de mantener alguna prestación de educación en tiempos donde las reuniones, el uso del transporte público, el contacto físico con personas o superficies de uso común, significan un riesgo vital individual y colectivo. Desde esa perspectiva, es una alternativa a considerar en una ponderación de los derechos e intereses que deben considerarse en esta extraordinaria situación que nos ha tocado vivir.

 

Por lo pronto, parece que la vuelta presencial a las clases seguirá siendo el sueño de los niños, padres y maestros, pero para poder hacerse realidad requiere que existan condiciones mínimas de seguridad para todos los involucrados en tan delicado proceso porque –como enseña la sabiduría popular- de la prisa sólo queda el cansancio y en este caso, son demasiados los riesgos.-

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/208733?language=en
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