A 75 años del lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima
- Opinión
Se cumplen hoy 75 años desde que el 6 de agosto de 1945, para poner un fin triunfal a la guerra que mantenía con el Japón, los Estados Unidos de América lanzaran una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima provocando la muerte de unos 166.000 pobladores como parte de un genocidio que continuara tres días más tarde, el 9 de agosto, cuando fuera arrojada una segunda bomba sobre Nagasaki, esta vez con 80.000 muertos, lo que hizo un total de 246.000, a los que deben añadirse una cantidad similar de heridos. Desde entonces los EUA se convirtieron en el único país del mundo que lanzase bombas atómicas sobre una población civil.
La bomba, denominada “Little Boy” (niño pequeño) fue arrojada sobre Hiroshima desde una aeronave conducida por el teniente coronel Paul Warfield Tibbets desde unos 9.450 metros de altura y explotó a las 8.15.45 horas cuando se encontraba a una altitud de 600 metros. La aeronave utilizada fue un bombardero B-29 bautizado como “Enola Gay”.
Hasta el momento de su lanzamiento el tipo de esa bomba no había sido probado. Fue esa su experimentación. Con anterioridad, el 16 de julio de 1945, 21 días antes, se había hecho explotar otra en Trinity, en las cercanías de Álamo Gordo, en el estado de Nueva México. Ésta fue diseñada en base a plutonio, pero para “Little Boy” se utilizó uranio. Se trataba de un aparato alargado que pesaba unos 4.400 kilogramos de color verde oliva, cuya dimensión era de tres metros de longitud por 71 centímetros de diámetro con alerones cuadrados en sus costados en los que estaban instalados sensores de radar y barométricos.
Estaba ligada a la nave con unos ganchos especiales. Su poder explosivo era del orden de los dieciséis kilotones, unas 16.000 toneladas de TNT. Tibbets tuvo que hacer recorrer toda la pista para poder lograr el despegue exitoso del B-29 Enola Gay transportador de la “Little Boy”. La lanzada sobre Nagasaki fue denominada “Fat Man” (hombre gordo). Tras esta segunda, seis días más tarde, el Imperio del Japón anunció su rendición. Desde entonces los efectos de la radiación generaron nuevas muertes por enfermedades como la leucemia y el cáncer.
Con el acta final de la rendición del Japón, el 2 de septiembre siguiente, se concluyó la Segunda Guerra Mundial que ya había cesado en Europa tras la capitulación de Alemania poco antes. La participación nipona en la misma, como aliada del Eje, fue la consecuencia de los perjuicios económicos que los EUA le habían causado como restricciones al comercio exterior, a la navegación de sus barcos y al suministro de combustibles. Por todo eso el 5 de noviembre de 1941 el entonces emperador Hirohito le declaró la guerra y el 7 de diciembre desde la flota japonesa se lanzó un ataque aéreo sobre Pearl Harbor. Un día antes, el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt había autorizado un proyecto secreto denominado “Manhattan Engineerind District”, luego conocido como “Proyecto Manhattan”, que diera lugar a la producción de las bombas atómicas.
Influyó en ello la carta enviada por el alemán Albert Einstein, considerado por muchos como el más destacado científico del Siglo XX, al mismo presidente Roosevelt. En la misma recomendó prestar atención a las investigaciones del italiano Enrico Fermi y del húngaro Leó Szilárd, ambos radicados en los EUA. En la misma señaló Einstein: “Recientes trabajos realizados por Enrico Fermi y Leó Szilárd, cuya versión manuscrita ha llegado a mi conocimiento, me hacen suponer que el elemento uranio puede convertirse en una nueva e importante fuente de energía en un futuro inmediato […] se ha abierto la posibilidad de realizar una reacción nuclear en cadena en una amplia masa de uranio mediante la cual se generaría una gran cantidad de energía. Este nuevo fenómeno podría conducir a la fabricación de bombas y, aunque con menos certeza, es probable que con este procedimiento se puedan construir bombas de nuevo tipo y extremadamente potentes”. El desarrollo del proyecto estuvo a cargo del físico estadounidense Julius Robert Oppenheimer, un hombre de izquierda luego devenido a cierto pacifismo. Cuando se eligieron las ciudades a atacar fue uno de los que propusieron Hiroshima.
Por entonces Hiroshima era una ciudad de alguna importancia industrial y militar. En los bombardeos previos realizados sobre poblaciones japonesas por la aviación de los EUA no había sido atacada con el fin de realizar luego un adecuado análisis de los efectos de la bomba atómico que más tarde se iba a lanzar. Vivían en ella 381.000 personas, y en el momento del ataque 255.000 de las que murieron alrededor del 65 por ciento.
La fecha del ataque se demoró unos días por razones climáticas. Finalmente, la nave salió de la base aérea de North Field, en Tinian, una de las islas Marianas. El viaje duró unas seis horas siendo el Enola Gay acompañado por otras dos naves, The Great Artiste y Necessary Evil, desde las que se realizaron algunas tareas logísticas complementarias. Además, la bomba había sido desactivada por los riesgos anteriores al despegue de manera que fue rearmada durante el vuelo por el capitán William Sterling “Deak” Parson, de la Armada, y diez minutos de su lanzamiento el ayudante del mismo, el subteniente Morris Richard Jeppson, quitó a la misma los dispositivos de seguridad.
Debido a que era un día muy ventoso la bomba se desvió 244 metros y así, en lugar de explotar sobre el puente Aioi lo hizo sobre la Clínica de Shima generando una temperatura ambiente superior al millón de grados centígrados lo que generó una bola de fuego que pronto llegó a los 274 metros. Al ver el resultado, el capitán Robert Alvin Lewis, copiloto de la nave, aterrorizado, exclamó: “Dios mío, ¿qué hemos hecho?”.
La mejor descripción de lo sucedido la dio el artillero de cola del Enola Gay, George Robert “Bob” Caron. Este fue su relato: “Una columna de humo asciende rápidamente. Su centro muestra un terrible color rojo. Todo es pura turbulencia. Es una masa burbujeante gris violácea, con un núcleo rojo. Todo es pura turbulencia. Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas. Comienzo a contar los incendios. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… catorce, quince… es imposible. Son demasiados para poder contarlos. Aquí llega la forma de hongo de la que nos habló el capitán Parsons. Viene hacia aquí. Es como una masa de melaza burbujeante. El hongo se extiende. Puede que tenga mil quinientos o quizá tres mil metros de anchura y unos ochocientos de altura. Crece más y más. Está casi a nuestro nivel y sigue ascendiendo. Es muy negro, pero muestra cierto tinte violáceo muy extraño. La base del hongo se parece a una densa niebla atravesada con un lanzallamas. La ciudad debe estar abajo de todo eso. Las llamas y el humo se están hinchando y se arremolinan alrededor de las estribaciones. Las colinas están desapareciendo bajo el humo. Todo cuanto veo ahora de la ciudad es el muelle principal y lo que parece ser un campo de aviación”.
Pasadas dieciséis horas el presidente estadounidense Harry S. (una letra que se había agregado él a su nombre pero que no era una inicial) Truman, se enorgulleció del genocidio y amenazó con ampliarlo, como hiciera tres días más tarde en Nagasaki. Esto es lo que dijo: “Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto el golpe multiplicado. Con esta bomba hemos añadido un nuevo y revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas. En su forma actual, estas bombas se están produciendo. Incluso están en desarrollo otras más potentes. […] Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir completamente el poder de Japón para hacer la guerra. […] El 26 de julio publicamos en Potsdam un ultimátum para evitar la destrucción total del pueblo japonés. Sus dirigentes rechazaron el ultimátum inmediatamente. Si no aceptan nuestras condiciones, pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra”.
Desde entonces mientras pasada la guerra el gobierno japonés reconstruyese Hiroshima como una “Ciudad de la Paz”, la tragedia fue retomada por la cultura que homenajea a las víctimas y denuesta el genocidio. Así el compositor polaco Krzysztof Eugeniusz Penderecki se hizo famoso en todo el mundo al ganar un premio internacional en 1960. Más tarde, en 1971 el grupo británico Wishful Thinking, de pop rock, publicó el álbum “Hiroshima”; en 1980 el también británico George Andy McCluskey dio a conocer la canción “Enola Gay” de la que se vendieron más de cinco millones de copias.
En 1983 la banda española de heavy metal “Barón Rojo” lanzó su tema “Hiroshima”, duramente crítico del bombardeo; en 1900 Sandra, cantante alemana de pop, gravó también llamada “Hiroshima”; a comienzos de este Siglo XXI el grupo punk estadounidense adoptó el nombre Box Car Racer tomando como epónimo al B-29 Bockscar que bombardeara Nagasaki;en 2006, la banda sueca “Power Mateal Sabaton” incluyó esa temática en un álbum; y entre 2007 y 2010 la banda alemana de música electrónica “Tangerine Dream” dio a conocer dos álbumes integrados por canciones referidos a esos bombardeos.
También la cinematografía se ocupó de condenar los hechos. Así surgieron los files “Godzilla”, en 1954, de Ishiro Honda; “Hiroshima mon amour”, en 1959, de Alain Renais; “Hiroshima”, en 1983, de Mori Masaki; “Hiroshima Maiden”, en 1988, de Robert Een; “La tumba de las luciérnagas”, también en 1988, de Isao Takahata; “Lluvia negra”, en 1989, de Shohei Imamura; “Creadores de sombras”, en también en 1989, de Roland Joffe; “Rapsodia en agosto”, en 1991, de Akira Kurosawa; “Hiroshima”, en 1995, de Koreyoshi Kurahara y Roger Spottiswoode; “H. Story”, en 2001, de Nobuhiro Suwa; “The Wolverine”, en 2013, de James Mongold; y, por último, “Little Boy”, del mexicano Alejandro Gómez Monteverde. Como se observa la mayoría de los directores son japoneses, pero no faltan algunos estadounidenses y un famoso francés.
Existen también documentales. Los primeros de ellos fueron producidos por organismo gubernamentales estadounidenses para mostrar la eficacia de sus ataques. Ambos fueron realizados a poco de concluir la guerra. Uno fue “The Atom Strikes”, del United States Army Signal; y otro “A tale of two Cities”, del Departamento de Guerra de los Estados Unidos de América. Más recientemente, y con otros criterios, pueden citarse “Trinity and Beyong”, en 1995, de Peter Kuran; “Hiroshima”, en 1996, de Paul Wilmshburst; “Helfire: A Jouney from Hiroshima”, en 1996, de John Junkerman; “The Mushroom Club”, en 2005, de Steven Okazaki; y producidos por el canal HBO, los denominados “Hiroshima”, en 2005 y “White Light/Black Rain: The Destruction of Hiroshima and Nagasaki”, en 2007.
No faltaron realizaciones en manga, el cine animado, que en 1983 produjo “Hiroshima (Hadashi no gen)” en base a una suerte de autobiografía del escritor Keiji Nakazawa; y “Yúnagi no machi, sakura no kuni”, de Fumiyo Köno, en 2018.
Todos ellos recordando un terrible genocidio inadmisible aun en el marco de una guerra que buena parte de la humanidad tendrá eternamente grabado en su historia.
- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
https://marcelobonelli.cienradios.com/a-75-anos-del-lanzamiento-de-la-bomba-atomica-en-hiroshima/
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