Sentir bolivariano

La rebelión necesaria

14/07/2020
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Foto: https://www.capital.cl
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I

 

Iniciamos en este mes de julio, en tiempos que nos convocan a seguir reafirmando nuestros valores Patrios, y a recordar que la lucha por el sueño bolivariano de la integración y la independencia, está más vigente que nunca; un nuevo seriado, en el que abordaremos los acontecimientos que, como parte de nuestra historia contemporánea, tuvieron lugar durante el período comprendido entre el 4 de febrero de 1992 y el 11 de abril de 2002; abordaje a partir del cual continuar reconstruyendo el proceso de consolidación de lo que, sin duda alguna, es una de las principales fortalezas de la Revolución Bolivariana: la unión cívico-militar.

 

Ello, por supuesto, a partir del análisis previo que hemos venido realizando sobre su génesis, lo cual nos sitúa en los últimos meses de 1991, caracterizados por una profusa actividad del MBR-200, bajo el liderazgo del Comandante Hugo Chávez, en materia de captación de oficiales, contacto permanente con organizaciones de la izquierda y, por parte del “ala civil” del Movimiento, la realización de trabajo político-cultural en comunidades, universidades y otras instancias donde hacían vida lideresas y líderes que tenían arraigo popular y no militaban en los partidos políticos tradicionales; así como en la continuidad de las reuniones de debate y planificación estratégica del Proyecto Nacional “Simón Bolívar”, en las que se dieron los toques finales al documento denominado “Gobierno de Salvación Nacional: Líneas Generales para su Construcción”; que puede decirse, era una síntesis del Árbol de las 3 Raíces.

 

II

 

En ese momento estábamos ya, como lo expresara el propio Chávez, en un “punto de inflexión histórico”, en el que las condiciones objetivas y subjetivas habían madurado lo suficiente para llevar a cabo la insurrección cívico-militar que permitiría impulsar las grandes transformaciones que requería el país.

 

En diciembre de 1991, nuestro Comandante Eterno nos decía: “no se puede esperar demasiado; o es ahora o pasarán otros cien años para que se pueda organizar un movimiento parecido y se presenten condiciones similares”.

 

De ello, debatimos bastante Hugo y yo en Barinas, aprovechando que él pudo estar con la familia para el fin de año. Ambos estuvimos de acuerdo en que el desarrollo de los mismos acontecimientos que tenían lugar entonces, nos permitiría decidir el momento propicio para la acción; y en que, en todo caso, la insurrección no debía tener lugar más allá del primer semestre de 1992.

 

Así, el 03 de enero de ese año nos despedimos con un gran abrazo, lleno de esperanzas, compromisos y, al mismo tiempo, de grandes incertidumbres. El quedó en avisarme, empleando las claves establecidas, la fecha que se decidiera para actuar; lo cual finalmente no ocurrió, debido a que las circunstancias precipitaron la acción militar de aquel 4 de febrero.

 

III

 

El país no podía seguir en tal estado de deterioro moral, económico y social; las cosas tenían que cambiar. En las líneas generales del Proyecto Nacional “Simón Bolívar” habían sido definidos un conjunto de objetivos que estaban relacionados directamente con las consideradas necesidades elementales del ser humano, tanto en lo individual como en lo colectivo; y que trascendían el ámbito material, considerando aspectos de orden espiritual, político y cultural.

 

En lo social, nuestro proyecto enarboló desde un primer momento la bandera bolivariana de la suprema felicidad, contemplando, entre otros objetivos, lo relativo a la armonización del medio ambiente para la vida y el trabajo, la justa distribución del ingreso, la masificación deportiva, el establecimiento de medios de recreación, y la garantía de la aplicación adecuada y oportuna de la justicia; mientras que como parte de los objetivos culturales se incorporaron aspectos relacionados con el rescate de la identidad nacional, la educación y la instrucción, y la generación de oportunidades para la creatividad y la invención artística y científica.

 

Asimismo, y como parte de los propósitos políticos definidos por el Movimiento Bolivariano, se resaltan elementos como la defensa de la soberanía e independencia nacional, y los esfuerzos por realizar para que nuestro país desempeñara un rol más activo en el escenario internacional, con énfasis en Nuestra América Latinocaribeña; así como la participación del Pueblo en la toma de decisiones, la ampliación de las libertades políticas y el impulso de una auténtica democracia.

 

Por otro lado, y para dar inicio a la revolución, una vez triunfara la rebelión cívico-militar, se habían redactado un conjunto de decretos de aplicación inmediata, entre los cuales se contemplaba la designación de un Consejo General Nacional, integrado por civiles y militares, que tendría entre sus funciones poner en marcha un programa de gobierno de emergencia, convocar elecciones para una Asamblea Constituyente, que desde el comienzo fue idea fundamental de nuestro proyecto bolivariano; y echar las bases para un proceso de profunda transformación nacional, tanto en el orden jurídico-político, como en lo económico-social.

 

Bajo estos preceptos, prácticamente a contracorriente de las tesis neoliberales que imperaban en el mundo, sobre todo por la caída de la Unión Soviética; el MBR-200 decidió, por la coyuntura del momento, desatar la acción insurgente la madrugada del 4 de febrero de 1992.

 

@adancoromoto

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/207853
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