Los crímenes de la Bélgica colonial en el Congo
- Opinión
El historiador belga Éric Toussaint hace un repaso a la dominación del Congo por parte del Rey Leopoldo II, tras ser retirada una de sus estatuas en Amberes en el contexto de las protestas globales Black Lives Matters.
Gracias a las movilizaciones Black Lives Matters que tuvieron lugar a escala internacional contra el racismo en general, y la negrofobia en particular, cada vez más personas buscan la verdad sobre el pasado tenebroso de las potencias coloniales y la continuidad neocolonial en los tiempos presentes. Se están retirando algunas estatuas de personajes emblemáticos del colonialismo europeo o que fueron objeto de denuncias. Y pasa lo mismo con estatuas de personajes que en Estados Unidos simbolizan la esclavitud y el racismo. El CADTM se congratula de todas las iniciativas y todas las acciones que tienen por fin denunciar los crímenes coloniales, que buscan establecer la verdad sobre las atrocidades pasadas, que ponen en evidencia los instrumentos del neocolonialismo y todas las formas de resistencia desde el pasado hasta hoy.
Perspectiva histórica de la colonización del Congo
A fines del siglo XVIII (1776), o sea más de un siglo antes que el comienzo de la colonización leopoldina del Congo, las 13 colonias británicas de América del Norte, y después de una guerra de independencia, se liberaron de la corona británica. Gran Bretaña, en otra parte del planeta, reforzaba su influencia, imponiendo la colonización de Asia del Sur, India en un sentido amplio, desde fines del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. Por su parte, los holandeses reforzaban su dominación sobre Indonesia. Aquellos que luchaban por la liberación, por la supresión de las colonias, no eran solo descendientes de europeos —recientemente inmigrados— como los que obtuvieron la independencia de las 13 colonias británicas de América del Norte para fundar en forma conjunta, en 1776, los Estados Unidos de América. Un pueblo extremadamente valiente, un pueblo negro descendiente directo de africanos, el pueblo de Haití, conquistó también su independencia en 1804 contra la dominación francesa. Durante los siguientes veinte años, se libraron las guerras de independencia en América Latina. Fueron dirigidas por personas como Simón Bolívar que derrotó, en muchas batallas, a las tropas españolas que dominaban una parte de América Latina.
Menciono esto porque, a fines del siglo XVIII y hasta comienzos del siglo XIX, mientras muchas naciones conquistaban su independencia en todo el continente americano, el África subsahariana no estaba todavía totalmente colonizada por los europeos. Eso no le impidió sufrir los efectos de la colonización de los otros continentes por medio del comercio triangular y la trata de negros. Varias decenas de millones de africanos fueron reducidos a la esclavitud y transportados a la fuerza hacia las Américas, entre los siglos XVII y mediados del siglo XIX.
Fue en los últimos 25 años del siglo XIX que la África subsahariana cayó completamente bajo el yugo colonial de los países europeos: Gran Bretaña, Francia, Portugal, Alemania, Bélgica… principalmente.
Primero, Leopoldo II pensaba colonizar una parte de Argentina, luego se dirigió a Filipinas y pidió precio a los españoles. Pero este era muy elevado y no lo podía pagar. Y, finalmente, le echó el ojo a la inmensa cuenca del río Congo. Para lograrlo, utilizará la astucia con el fin de no entrar en conflicto con las grandes potencias europeas que ya estaban allí. Estas importantes potencias coloniales tenían los medios para reducir a la nada las ambiciones coloniales de Bélgica, que llegaba tarde para reclamar su parte del pastel.
Antes de ser rey, Leopoldo II había recorrido una parte importante del mundo colonial: Ceilán, India, Birmania, Indonesia. Y, durante sus viajes, quedó admirado ante los métodos de los holandeses en Java, Indonesia. Java era para él el modelo a seguir y es el que aplicará durante su colonización en el Congo. El modelo javanés se basaba en la mano de obra forzada.
En el siglo XIX, los argumentos utilizados por los europeos para colonizar África y Asia eran, principalmente, los siguientes: Cristianizar a los paganos; aportar a todo el mundo los beneficios del libre comercio (y eso sigue siendo muy actual…) y en el caso del África subsahariana, acabar con la trata de esclavos realizada por los árabes. Y, a partir de 1865, cuando Leopoldo II accedió al trono, comenzó a emprender numerosas iniciativas para dotar de una colonia a Bélgica.
Por ejemplo, en 1876, organizó en el palacio real una conferencia geográfica internacional. Según este rey, el objetivo era —en forma coherente con el pretexto que se utilizaba en esa época—: “Abrir a la civilización la única parte de nuestro globo donde todavía no ha penetrado, traspasar las tinieblas que envuelven a poblaciones enteras, es, oso decir, una cruzada digna de este siglo de progreso. (…) Me ha parecido que Bélgica, un Estado central y neutro, sería un terreno bien elegido para esta reunión. (…) ¿Tengo necesidad de decirles que, convidándolos a Bruselas, no estoy guiado por visiones egoístas? No, Señores, si Bélgica es pequeña, es feliz y está satisfecha de su suerte; no tengo otra ambición que servirla bien”. Y explica que, con esa sociedad internacional de geografía, donde había convocado a una serie de grandes exploradores, se trataría de construir rutas, que se abrirían, sucesivamente, hacia el interior, y puestos hospitalarios, científicos y pacificadores que constituirían otros tantos medios para abolir la esclavitud, establecer la concordia entre los jefes, procurar árbitros justos, desinteresados. Ese era el discurso oficial. Muy poco tiempo después, contrata al explorador Stanley quien acababa de atravesar África de este a oeste siguiendo el río Congo hasta su desembocadura.
La Conferencia de Berlín de 1885 y la creación del estado independiente del Congo
En 1885, después de múltiples maniobras diplomáticas, Leopoldo II obtuvo en Berlín la autorización de crear un Estado Libre en el Congo. El canciller Bismarck dijo en la clausura de la conferencia de Berlín, en febrero de 1885: “El nuevo Estado del Congo está destinado a ser uno de los más importantes ejecutantes de la obra que pensamos llevar a cabo, y expreso mis mejores deseos para su desarrollo rápido y para la realización de los nobles propósitos de su ilustre creador”.
Paralelamente a sus discursos en las grandes conferencias, Leopoldo II mantiene otro tipo de propósitos: los documentos que envía a las personas en las que delegó la tarea de valorizar el Estado Libre del Congo, o las declaraciones que hace a la prensa. Por ejemplo, el 11 de diciembre de 1906, aparece una entrevista en el diario de Nueva York Publisher’s Press donde dijo: “Cuando uno trata una raza compuesta de caníbales desde hace miles de años, es necesario utilizar los métodos que mejor sacudirán su pereza y hacerles comprender el aspecto sano del trabajo”.
Desde el momento en que, en 1885, Leopoldo II pudo crear desde cero el Estado Libre del Congo, que era su Estado personal, dictó un primer decreto fundamental: todas las tierras consideradas vacantes (terra nullius) serán propiedad del Estado. Así que Leopoldo II se apropió de las tierras, aunque el objetivo del Estado Libre del Congo era permitir a los jefes congoleños entenderse y defenderse con respecto a los árabes que los reducían a la esclavitud. En realidad, el rey acordó una serie de tratados, vía Stanley, con una serie de jefes tribales del Congo, por los cuales estos jefes tribales transferían la propiedad de la tierra de sus aldeas o de sus dominios al jefe del Estado Libre del Congo, Leopoldo II. Las otras tierras, un inmenso territorio, fueron declaradas vacantes (terra nullius) y se convirtieron también en propiedad del Estado Libre del Congo.
El modelo de Java aplicado por la Bélgica de Leopoldo II en el Congo
Fue entonces que Leopoldo II comenzó a aplicar el modelo de explotación holandesa de Java: una explotación sistemática de la población, que había logrado dominar especialmente por la creación de la Fuerza pública, exigiendo a esa población que recolectara látex (caucho natural), colmillos de elefantes y que proveyese los alimentos necesarios para los colonos. El rey se otorgó un monopolio sobre casi todas las actividades y riquezas del Congo. Su modelo implicaba la recolección máxima de las riquezas naturales del Congo por medios que no tienen nada que ver con métodos directamente modernos de producción industrial. Se trataba de obligar a la población congoleña a recolectar el látex y aportar obligatoriamente una determinada cantidad por cabeza y a cazar para aportar enormes cantidades de colmillos de elefantes. Leopoldo II mantenía una fuerza colonial dotada de un ejército compuesto, principalmente, por congoleños y comandado exclusivamente por belgas, para imponer el respeto al orden colonial y el respeto a las obligaciones de rendimiento en el trabajo. El rey utilizará, sistemáticamente, métodos de una absoluta brutalidad. Por cabeza de habitante se debía aportar una cantidad determinada de caucho. Para obligar a los jefes de aldea y a los hombres a salir a recolectarlo, encarcelaban a las mujeres en campos de concentración en los que eran, regularmente, sometidas a maltratos sexuales por parte de los colonos o de los congoleños de la Fuerza pública. Si no se obtenían los resultados y las cantidades obligatorias, los mataban como ejemplo, o se los mutilaba. Fotos de la época muestran a personas víctimas de esas mutilaciones, que tenían un significado totalmente preciso. Los soldados de la Fuerza pública debían dar prueba de que habían utilizado cada cartucho de manera correcta: servía para matar un congoleño.
La visión política de Leopoldo II, rey de los belgas y representante de los intereses de Bélgica, correspondía, por lo tanto, a un modelo de colonización extremadamente brutal. Por otro lado, este rey decía a propósito del modelo de colonización que “sostener que todo lo que el blanco hará producir en el país debe ser consumido únicamente en África y en beneficio Beneficio Resultado contable positivo neto fruto de la actividad de una sociedad. El beneficio neto es el beneficio después de impuestos. El beneficio a distribuir es la parte de aquél que puede ser repartido entre los accionistas. de los negros es una verdadera herejía, una injusticia y un error que, si se pudiera traducir en hechos, detendría en seco la marcha de la civilización en el Congo. El Estado, que sin el concurso activo Activo En general, el término “activo” hace referencia a un bien que posee un valor realizable o que puede generar ingresos. Por el contrario, hablamos de “pasivo”, es decir la parte del balance compuesta por los recursos de los que dispone una empresa (capital propio aportado por los socios, provisiones por riesgos y gastos, así como las deudas). de los blancos no hubiera podido convertirse en un Estado, debe ser útil a las dos razas y dar a cada una su justa parte”. Manifiestamente, la parte correspondiente a los congoleños era el trabajo forzado, el látigo y las manos cortadas.
Sobre la explotación salvaje del caucho, daré solamente algunas cifras: la explotación del caucho comienza en 1893 y está ligada a la necesidad de neumáticos de la naciente industria del automóvil y del desarrollo de la bicicleta. Se produjeron 33.000 kilos de caucho en 1895, se recolectaron 50.000 kilos en 1896, 278.000 kilos en 1897, 508.000 kilos en 1898… Estas cosechas absolutamente enormes aportaron, por lo tanto, unos beneficios extraordinarios a las sociedades privadas que Leopoldo II había creado, y de las cuales era el accionista principal, para gestionar los asuntos del Estado Libre del Congo. El precio del kilo de caucho en la desembocadura del río Congo era 60 veces inferior a su precio de venta en Bélgica. Y eso nos recuerda cuestiones muy actuales como los diamantes y el coltán “recolectados” ahora.
La campaña internacional contra los crímenes de Leopoldo II
Esa política finalmente generó una inmensa campaña internacional contra los crímenes perpetrados por el régimen leopoldino. Fueron los pastores negros de Estados Unidos los que se rebelaron contra ese estado de cosas, y luego el famoso Morel. Este trabajaba para una sociedad británica en Liverpool, que le hacía viajar regularmente a Amberes. Donde hizo la constatación siguiente: mientras que Leopoldo II pretendía que Bélgica hacía intercambios comerciales con el Estado Libre del Congo, los barcos transportaban desde el Congo colmillos de elefantes y miles de kilos de caucho, y repartían esencialmente con armas y alimentos para la fuerza colonial. Morel pensó que se trataba de un comercio muy raro, de un intercambio muy curioso. Los belgas de la época que apoyaban a Leopoldo II no reconocieron nunca esa realidad. Ellos afirmaban que Morel representaba los intereses del imperialismo británico y solamente criticaba a los belgas para ocupar su lugar. Paul Janson, cuyo nombre lleva el principal auditorio de la Universidad libre de Bruselas, dijo: “Jamás criticaré la obra de Leopoldo II [era diputado en la cámara] ya que aquellos que lo critican, especialmente los británicos, solo lo hacen por la política de sal de ahí que me meto yo”.
Sin embargo, las críticas iban creciendo, con libros como el de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas y un libro demasiado desconocido de Arthur Conan Doyle (el escritor que inventó a Sherlock Holmes) The crime of the Congo. Una campaña internacional contra la explotación del Congo se tradujo en manifestaciones en Estados Unidos y en Gran Bretaña y terminó por producir efectos. Leopoldo II se vio obligado a constituir una comisión investigadora internacional en 1904 que se desplazó al Congo para recoger testimonios. Estos eran irrefutables. Se pueden encontrar en forma de manuscritos en los archivos del Estado belga.
Durante los últimos veinte años, se dieron muchas conferencias y se publicaron libros para denunciar el tipo de Estado que Leopoldo II, rey de los belgas, había instaurado en el Congo. Y, actualmente, se añade una amplia literatura seria a los documentos de la época.
Nos hemos enterado, por ejemplo, que la parte del presupuesto que el Estado Libre del Congo destinaba a los gastos militares oscilaba, de acuerdo al año, entre el 38 % y el 49 % de los gastos totales. Eso habla de la importancia del látigo, de los fusiles modernos para instaurar una dictadura utilizando sistemáticamente el arma de la brutalidad y de los asesinatos…
Podemos considerar, sin correr el riego de errar, que el rey de los belgas y el Estado Libre del Congo, que dirigía con el consentimiento del Gobierno y del Parlamento belga de la época, fueron responsables de «crímenes de lesa humanidad» cometidos de manera deliberada. Esos crímenes no constituían simples atropellos, eran el resultado directo de un tipo de explotación a la que el pueblo congoleño estaba sometido. Algunos autores, y no los menores, hablaron de genocidio. Propongo que no se abra un debate que se focalice sobre esa cuestión porque es difícil establecer exactamente datos numéricos. Algunos autores serios estiman que la población congoleña en 1885 alcanzaba los veinte millones y que en el momento en que Leopoldo II debió transmitir su Congo a Bélgica en 1908, para formar el Congo belga, quedaban diez millones de congoleños. Son cálculos de autores serios pero difíciles de probar ya que no había censo de la población.
Si en lugar de millones de víctimas, el número fuera de decenas de miles o de centenas de miles de víctimas inocentes de la actividad colonial, continuaría siendo un crimen de lesa humanidad, y es fundamental restablecer la verdad histórica. Los ciudadanos, y especialmente los jóvenes, que entran en el vestíbulo del Ayuntamiento de Lieja, o que van de la «rue du Trône» hacia la plaza Royal de Bruselas, pasan por una placa que elogia la obra colonial o ante una estatua ecuestre de Leopoldo II. La gente pasa delante de la estatua de Leopoldo II erigida en Ostende, en frente del mar, y ven un Leopoldo II majestuoso y más abajo un grupo de congoleños agradecidos, que tienden sus agradecidas hacia él, con un único comentario: el rol civilizador de Leopoldo II al liberar a los congoleños de la trata de esclavos… Es urgente restablecer la verdad histórica y dejar de mentir a nuestro hijos, de mentir a la ciudadanía belga, dejar de insultar la memoria de las víctimas, de los descendientes de las víctimas y de los descendientes de los congoleños que sufrieron en carne propia, en su dignidad, una dominación absolutamente terrible.
Este deber de memoria también se tiene que hacer en otros lados. Se debe evitar un debate del tipo “no hacéis otra cosa que criticar a Bélgica, pero os calláis sobre lo que pasó en otros lados”. Comencé mi exposición situando el contexto: Gran Bretaña dominó brutalmente Asia del Sur; los Países Bajos dominaron con extrema violencia la población de Indonesia; antes de eso, se habían exterminado las tres cuartas partes de la población de lo que llamaban, en esa época, las Américas. Y durante el siglo XVI se exterminó casi el 100 % de la población del Caribe. Por lo tanto, el Estado belga no tuvo, en absoluto, el monopolio de la brutalidad, pero en Bélgica, como ciudadanos belgas, con nuestros amigos congoleños, con la gente de diferentes países que viven en Bélgica, es fundamental hacer un deber de memoria y restablecer la verdad histórica.
Eric Toussaint doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM Internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia.
http://cadtm.org/Los-crimenes-de-la-Belgica-colonial-en-el-Congo
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