Lacalle vs Lacalle: Dos presidentes, un modelo

26/05/2020
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El apellido Lacalle forma parte de una de las familias patricias del Uruguay. Se puede rastrear al menos en 1873 cuando Luis Alberto de Herrera nació. Fue uno de los caudillos del Partido Nacional y como su apellido lo dice, fundó la línea que se denomina “herrerismo”, el ala más conservadora de este partido tradicional.

 

Su nieto, Luis Alberto Lacalle fue presidente en la oscura noche neoliberal de los 90. Precisamente entre 1990 y 1995. Este pasado 2019, su hijo, Luis Lacalle Pou ganó las elecciones en coalición con cuatro partidos más del arco de la derecha. Asume este 2020 en medio de una pandemia inusual pero que a pesar de ello sigue con su plan de ajuste y de transferencia de los de abajo hacia los de arriba.

 

Dos políticos que forman parte del mismo linaje, dos presidentes en escenarios distintos, pero con un proyecto en conjunto.

 

Reminiscencias noventosas

 

Es difícil comparar un gobierno que finalizó con otro que apenas está llegando a su primer trimestre, pero podemos trazar puntos en común, porque la oligarquía uruguaya tiene un proyecto que trasciende a lo electoral, aún cuando –igualmente- la disputa del Estado es central en su camino.

 

Empecemos por caracterizar el gobierno de Luis Alberto Lacalle Herrera. Asumió el primero de marzo de 1990. El 39% del electorado votó al Partido Nacional pero solo el 22% optó por Lacalle. La ley de lemas de ese entonces le permitió ponerse la banda presidencial.

 

A los 15 días de haber asumido firmó una carta de intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Según James Raymond Vreeland, especialista en economía política e instituciones internacionales, el caso del Uruguay de ese entonces fue único y raro. Luego de haber estudiado todos los países que habían firmado cartas de intención con el FMI desde 1952 al 2000, Vreeland llegó a la conclusión de que Uruguay no necesitaba hacer ningún acuerdo con esta entidad.

 

Dos curiosidades. La primera vez que Uruguay firmó una carta de intención con el FMI la hace en el primer gobierno del Partido Nacional en el año 1960. El negociador con el FMI en la década del 90 fue Ernesto Talvi que hoy se desempeña como Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Lacalle Pou.

 

 Siguiendo con Vreeland, el gobierno de Lacalle Herrera se autoimpuso las condiciones de ajuste fiscal y no al revés como sucede generalmente entre gobiernos y el FMI.

 

Según la página gobiernopartidonacional.com el PBI, en el quinquenio 1990-95, creció un 23,5%, pero no disminuyó la desigualdad social. Lacalle limitó el incremento salarial a 15% cuando la inflación era de 33%. Es más, a finales de 1990 un estudio de la CEPAL reveló que el 50% de los hogares uruguayos vivía en la pobreza.

 

En 1992 se produjo una huelga policial sin precedentes en Uruguay.  En enero de 1993 se cometió el crimen de Eugenio Berríos ((bioquímico de la Dirección Nacional de Inteligencia chilena que habría inventado el gas sarín)). En el mismo estuvieron involucrados militares uruguayos en ejercicio. Uno de ellos integró una de las listas del novel partido de ultraderechas Cabildo Abierto.

 

En agosto de 1994 acontecieron los hechos en las inmediaciones del Hospital Filtro que popularmente es conocida como “la masacre del Filtro” donde la policía reprimió y el resultado fue de dos fallecidos y cientos de heridos. Hasta el día de hoy no hay condenados por estos hechos.

 

A grandes rasgos, el gobierno de Lacalle Herrera se dedicó a liberalizar la economía, recortar el gasto público, subir los impuestos, eliminar los Consejos de Salarios, buscó eliminar el derecho a huelga, reformar la seguridad social y privatizar las empresas públicas. Esto último fue revertido por votación popular en un referéndum que le dijo no a las privatización con un contundente 72% versus 23%.

 

Su gabinete estaba compuesto por personajes que mostraban el talante de ese gobierno. En el Banco Central, Ramón Díaz, el intelectual orgánico del neoliberalismo por excelencia de estas tierras. En inteligencia militar al General (r) Mario Aguerrondo, vinculado a la dictadura y para completar la plana, Enrique Braga al frente del Ministerio de Economía, un representante de la oligarquía financiera.

 

Punto aparte merece la larga lista de altos mandos del gobierno procesados: incluso el apellido Lacalle estuvo salpicado por casos de corrupción.

 

La pregunta que queda: ¿Lacalle Pou finalizará el proyecto inacabado de su padre Luis Alberto Lacalle?

 

 Ayer es hoy

 

Llegamos a 2020. El proyecto del “bloque social de la restauración” como dice el periodista de Brecha, Víctor Hugo Abelando, vuelve a tomar las riendas del gobierno luego de coaligar cinco partidos políticos para vencer al Frente Amplio.

 

Esta victoria fue vitoreada por la Asociación Rural del Uruguay, el movimiento social-rural “Un Solo Uruguay”, el diario conservador El País, las cámaras empresariales y los medios de comunicación privados. Son los mismos sectores que apoyaron al gobierno “blanco” de los 90.

 

Lacalle Pou ha definido la agenda de su gobierno como de Provida. En su investidura como Presidente asistió a una misa que brindó el Cardenal Sturla. La última vez que un presidente asistió a un evento como éste fue hace 100 años, en la misma época en la que el Estado se separó de la Iglesia.

 

Como agregado, en una de sus cadenas nacionales encubiertas de todos los días por la pandemia, dijo que los femicidios son “daños colaterales” de la cuarentena. El componente conservador se expresa claramente.

 

El primer mandatario empezó marcando la cancha desde un principio. El primero de mayo le negó la cadena nacional a la central de trabajadores PIT-CNT aduciendo que las mismas cayeron en desuso y son anticuadas. Pronto en las redes sociales, aparecieron tuits del presidente pidiendo por cadenas nacionales cuando era oposición.

 

 La misma resolución tomó con respecto a la histórica Marcha del Silencio, manifestación convocada por los familiares de desaparecidos de la última dictadura todos los 20 de mayo. La negativa vino acompañada de que ese mismo día y a la misma hora el jerarca anunció el retorno a clases.

 

Esto no solo generó crispación en el colectivo de familiares sino en gran parte de la población. La indignación parece que llegó a las oficinas de la Torre Ejecutiva (de la Presidencia)  y Lacalle Pou decidió posponer un día más el anuncio.

 

Todo esto nos lleva a presentar varias interrogantes. ¿El presidente no sabía de la Marcha del Silencio? En caso de estar al tanto, ¿no previó que su anuncio podía dividir la atención de la marcha con su conferencia de prensa? Si no estaba al tanto, es un mandatario al menos distraído.

 

Si estaba al tanto y realizó el retiro del anuncio, ¿fue para mostrarse como un mandatario con oídos abiertos y con capacidad de diálogo como una estrategia comunicativa duranbarbista? Los antecedentes lo condenan porque en más de una entrevista declaró que de ser por él no retomaría las excavaciones en busca de los cuerpos de desaparecidos durante la dictadura.

 

Ahora sí, la cadena nacional para el Ejército este 18 de mayo pasado fue realizada. Quizá en concordancia con su argumento. Una cadena nacional anticuada para una institución anticuada.

 

El mercado y el garrote

 

Este gobierno no solo posee la Biblia católica sino también la neoliberal. Por más que se ha mostrado flexible a otras ideas y autodefinido como pragmático y no ortodoxo, sigue a pie juntillas los mandamientos del Dios Mercado.

 

El gobierno se inauguró con un recorte de 15% del presupuesto estatal ejecutado con respecto al del año 2019. En esos primeros días el dólar aumentó más de seis pesos uruguayos junto con aumento de las tarifas de servicios básicos. Se suma a ello los más de 150 mil trabajadores enviados al seguro de paro debido a la caída de la actividad económica por la pandemia.

 

No hemos hablado aún del caballito de guerra del gobierno: la Ley de Urgente Consideración (LUC). No voy a hondar en los detalles de la misma pero sí creo pertinente analizar lo que es la LUC como movimiento táctico de un proyecto estratégico que implica que los capitalistas puedan elevar su tasa de ganancia quitando lo más posible la incidencia del Estado en sus negocios. Salvo cuando precisen ser asistidos en algún salvataje a la banca, o cuando el agro reclama por inundaciones o sequías.

 

La LUC es el proyecto del gobierno contenido en 501 artículos. ¿Se está guardando para el resto de los cuatro años? ¿La apuesta del gobierno será un all-in especulando que se aprueben la mayor cantidad de artículos?

 

Otro punto de conexión que podemos ver entre los últimos dos gobiernos blancos es que, a poco tiempo de haber tomado las riendas, a través de distintos mecanismos, intenta generar políticas que cambien drásticamente por medio de un shock (la doctrina del shock como diría Naomi Klein) para conquistar sus objetivos.

 

Por si quedaban dudas de que viene a terminar con la tarea no acabada de la última década del siglo XX, es que ya para el 2021 el gobierno está preparando un proyecto de reforma de la seguridad social, tal como exigen los mandamientos neoliberales.

 

La reacción

 

Es necesario también separar el proyecto que tiene el Partido Nacional, ya que intentará poder repetir gobierno (cosa que nunca logró en su historia); del proyecto conservador que puede hacerlo, como resultó desde los inicios de nuestra República hasta el 2004 con la victoria del Frente Amplio.

 

En el 2024 es sumamente posible que el proyecto conservador repita gobierno, pero esta vez encarnado quizás en el partido de ultraderechas Cabildo Abierto. Es arriesgado aventurar el destino del país de aquí a cuatro años, pero cabe dentro del universo de lo posible.

 

La coalición es frágil y la une el espanto de “la izquierda”, “el comunismo” y “el chavismo”. Cabildo Abierto la usará como trampolín para llevar a cabo su proyecto. La paradoja en esto es que lo más conservador tiene un futuro prometedor en la arena política y va a desempolvar un proyecto moral-cristiano en el país más laico de América Latina.

 

“Está bueno cambiar”, rezaba el slogan del Partido Nacional en campaña. Cambiar con promesa de futuro, pero no se hizo más que retroceder treinta o cuarenta años en derechos conquistados. Las pistas ya las dejó el propio Presidente de su propia boca. Al ser consultado si poseía la misma ética y moral del padre, el mandatario expresó: “el fruto no cae lejos del árbol.”

 

Lo único que puede cambiar a Lacalle, es la calle…

 

Nicolás Centurión

Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

 

http://estrategia.la/2020/05/26/lacalle-vs-lacalle-dos-presidentes-un-modelo/

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206805?language=es
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