Refutación del fundamentalismo religioso

19/05/2020
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Según el sociólogo, filósofo, economista, jurista, historiador y politólogo alemán Max Weber, considerado uno de los fundadores del estudio moderno de la sociología y la administración pública, el protestantismo es uno de los elementos constitutivos del origen del capitalismo. A partir esa misma lógica del desarrollo, es evidente que la reaccionaria y tradicional iglesia neo pentecostal –nacida en y exportada por Estados Unidos– es parte fundamental de la actual fase neoliberal del capitalismo, la que promueve que el Estado no intervenga en la sociedad, que sea partidario del individualismo más cruel, ajeno a toda solidaridad social y que privilegie el control confesional incluso sobre la salud de la población.

 

Aproximadamente así lo aprecia el doctor en ciencias económicas, sociólogo, investigador, docente, periodista y poeta argentino Jorge Elbaum en su artículo  “Pastores del Virus”.

 

El modelo de los pastores carismáticos multitudinarios fue exportado por Estados Unidos a América Latina en los años 1970 para debilitar a la Teología de la Liberación, corriente de la Iglesia católica comprometida con el destino de los más pobres.

 

El pastor Gerard Glenn, referente de la congregación New Deliverance Evangelistic de Richmond, desafió recomendaciones de aislamiento social afirmando que “Dios es más grande que este temido virus” y advirtió que no iba a consentir el cierre temporal de su templo. “Soy esencial como predicador, porque hablo con Dios”, manifestaba. Glenn falleció el 22 de marzo último por coronavirus, pero su esposa pelea aún contra la enfermedad.

 

El mismo destino lo sufrió Landon Spradlin, líder de la comunidad evangélica de Virginia, quien se convirtió en un acérrimo defensor de los postulados de Donald Trump. El 25 de marzo último murió a los 65 años, poco después de afirmar que la cuarentena tenía como objetivo básico “manipular la vida de los ciudadanos estadounidenses” y que su comunicación a través de los medios estaba produciendo “un innecesario terror”.

 

A mediados de abril la editorial Life Way Christian Resources de Tennessee reprodujo los resultados de una encuesta sobre la percepción de los pastores, en relación con la pandemia: el 81 % de los consultados indicó que “el amor de muchos creyentes se está disipando como producto del distanciamiento social”, razón por la cual se debían mantener abiertas sus congregaciones.

 

En Corea del Sur, la Iglesia de Jesús –conocida como la congregación de Shincheon, promovente de asambleas multitudinarias– se convirtió en el epicentro de los contagios con COVID en ese país. Su máximo referente, el pastor Lee Man-Hee, impulsó a sus seguidores a oponerse a las rigurosas medidas de aislamiento ordenadas por el gobierno. El 60 % del total de los infectados de ese país pertenecen a ese colectivo.

 

En situaciones de crisis como la actual, los fundamentalismos religiosos (de todas las confesiones) se oponen a las regulaciones humanas a la ley de dios, exigiendo obediencia a mandatos divinos que supuestamente interpretan y gestionan. Sus reclamos aperturistas se aprecian motivados por las expectativas de pérdidas en la recaudación proveniente de las contribuciones y los diezmos de los feligreses. Los líderes de la ortodoxia confesional consideran que la falta de ingresos puede llevar a la quiebra de sus empresas comerciales. El lógico temor que genera la pandemia permite a los líderes fundamentalistas apelar al discurso apocalíptico y aconsejar a los pecadores un regreso a la verdad revelada.

 

En América Latina la tradición neopentecostal se consolidó difundiendo la denominada teología de la prosperidad, que sostiene que la riqueza es un don divino. Los multimillonarios, para esa tradición, son sujetos que han sido recompensados por la deidad y carecen de responsabilidad por la inequidad que originan. Según sus referentes, no se les puede acusar de mezquindad por aquello de que al acumular riquezas someten al resto de la humanidad a la miseria. Desde ese posicionamiento ideológico se defiende el sexismo y el patriarcado, y se agrede a las identidades LGTBI, a los movimientos feministas y/o a quienes promueven la interrupción voluntaria del embarazo.

 

Según el sociólogo Max Weber, el protestantismo es uno de los elementos constitutivos de los orígenes del capitalismo. En esa misma lógica, aparece como evidente que la reaccionaria tradición neo pentecostal –nacida en y exportada por Estados Unidos– es parte fundamental de su actual fase neoliberal, que promueve tanto un Estado indiferente (no intervencionista) como la preeminencia de un individualismo cruel, ajeno a toda solidaridad social, privilegiando el control confesional por encima, incluso, del gubernamental en materia de atención de la salud de la población.

 

Publicado originalmente en el diario ¡POR ESTO! de Mérida, México.

Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.com/

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206640?language=es
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