La gripe española y la derrota de Emiliano Zapata
- Opinión
La historia es indudablemente una maestra. Como tal, nos ayuda a entender el presente y reflexionar sobre el futuro. Hace aproximadamente 100 años se presentó en el mundo también una pandemia que tuvo impactos brutales al infectar a 500 millones de personas y al provocar de 50 a 100 millones de decesos. La mayor parte de los muertos fueron indígenas y campesinos pobres, que vieron cómo la gripe española llegaba a sus tierras, les provocaba profundo dolor y se llevaba la vida de sus seres queridos. Punto de interés particular fue lo que sucedió con las tropas de Emiliano Zapata y la forma en que fueron diezmadas por la enfermedad, lo que influyo en el desenlace de la Revolución Mexicana.
Por ejemplo, Francisco Pineda en su libro la Guerra Zapatista 1916-1919[1] retoma como la llegada de la pandemia provocó la muerte de mucha gente zapatista, debido al hambre y la guerra de exterminio que sufría el Ejército Libertador del Sur por parte de los intereses del capitalismo agrario que defendía Venustiano Carranza.
Anota el relato de Macedonio García teniente de caballería:
“Muchos, muchos se murieron de enfermedades . Llegamos hasta tener una enfermedad que, dicen, se llama influenza española. Eso ya fue en 1919.También se murió mucha gente zapatista, mucha. Y a mí también me dio esa enfermedad, cosa que tenía yo así las manos y no las podía yo hacer así. Me dolía harto, me dolía toda la pierna y en la planta de los pies…No dormía yo, no podía yo pararme. Todo esto me dolían las costillas, las quijadas. Para hablar, hablaba yo quedito. El caso es que, al otro día que llegó este general Beltrán, en la mañana dice: “Uh, ya se murió este, se murió este otro”. Unos cuantos que estábamos. “¡Ya se murió fulano, ya se murió zutano! ”A levantar los muertos, que ya se habían muerto de esa influenza española”
En el bando rival, el general Estanislao Mendoza informaba, por su parte, que la gripe había desarrollado caracteres alarmantes y que habían encontrado muchos enfermos en las poblaciones del norte y el occidente de Cuernavaca. Las campañas contra las tropas zapatistas por los rumbos de la sierra del Atoyac y Ayutla en el estado de Guerrero, también se vieron suspendidas por la fuerza de la epidemia en esas zonas.
El territorio zapatista se convirtió así en el espacio social adecuado para la reproducción de la pandemia: la fatiga de las tropas y de los pueblos ante la guerra, el hambre que asolaba las regiones, al ausencia de agua potable y las necesarias migraciones de personas hicieron como relata John Womack[2] que:
“En los pueblos y ciudades los cadáveres se acumulaban más rápidamente de que lo que se les podía enterrar. En diciembre, no había en Cuautla más de ciento cincuenta civiles. Cuernavaca era un refugio de menos de cinco mil. En el campo, en chozas hechas a la carrera, hombres, mujeres y niños se estremecían de fiebre durante días, sin medicinas o alimentos, hasta que morían unos tras otros”.
Mientras la tragedia sumía a los campesinos e indígenas zapatistas, el encabezado de un periódico de la época señalaba que “la influenza española continua su obra pacificadora de Morelos”. Señala Womack cómo las patrullas federales descubrieron pueblos enteros abandonados literalmente a la “paz de los sepulcros”.
Adolfo Gilly[3] anota en su libro La Revolución Interrumpida como:
“Murieron por miles , civiles y soldados zapatistas, en diciembre. Apenas quedaba población en Cuautla y Cuernavaca y aldeas enteras en el interior fueron abandonadas por sus habitantes quienes, después de enterrar a sus muertos, huyeron a otros climas”.
En los hechos la influenza logró, lo que no pudieron los federales en varios años, entrar a territorio zapatista y apoderarse de Morelos con más de 11 mil soldados, lo que obligó a Emiliano Zapata a refugiarse en las montañas.
Con la ocupación territorial vino el proceso de despojo. Dentro de las primeras acciones de Pablo González fue la invitación a las personas para que se trasladaran a Morelos, ofreciéndoles pasajes y fletes gratis. A los comerciantes les prometió hasta furgones enteros para transportar sus mercancías. Con el avance de las tropas federales los campesinos huían y dejaban pendiente la cosecha de sus cultivos. Fueron despojados así de los productos de las tierras que habían trabajado y ellas fueron devueltas a los latifundistas. De tal forma que los porfiristas regresaron a disfrutar sus antiguas propiedades. La lógica del capitalismo agrario se impuso a la comuna del sur de México, el proyecto más revolucionario que se ha construido en México. Lo que hizo posible la derrota fue ese ser minúsculo diminuto: el virus.
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