Sobre el despertar y la porfiada memoria

03/04/2020
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  • Opinión
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Aníbal Ortizpozo
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Chile, medio siglo de violación a los derechos humanos.

 

“… hace ya treinta años que la Concertación de
Partidos por la Democracia, volviendo la espalda a sus
principios históricos, comenzó a administrar la herencia
pinochetista con ortodoxa eficiencia neoliberal.”
¿No habremos esperado demasiado?

Gabriel Salazar

 

La sabiduría, el poder de nuestros pueblos, especialmente los originarios, radica en su silencio consensuado, su porfiada memoria y un perdón sin olvido. Desde afuera se ven como pueblos dormidos, derrotados. Sin embargo, inmóviles, resisten estoicos los abusos, las agresiones, las mentiras y promesas, el robo descarado de la corrupción, la burocracia, la ineficiencia, en general la injusticia social, la cual los gobernantes la presentan como “crisis económica”, disfrazándola de “medidas necesarias, urgentes” donde abundan las sugerencias del FMI con sus llamados “a apretarse el cinturón” reduciendo o eliminando los programas sociales de los gobiernos.

 

Pueden trascurrir años, muchos años, hasta que un día cualquiera sin previo aviso, irrumpen indignados, como volcanes o terremotos, los “reventones sociales” encabezados por los más jóvenes, para decir “¡basta!”, total, ellos no tienen nada que perder; no tienen, trabajo ni recursos económicos para estudiar, a menos que se arriesguen a endeudarse de por vida.

 

Así de simple, ese día llegó en Chile el 18 de octubre del 2019, calificado ampliamente en los medios de comunicación y redes sociales, como “Chile despertó” para ejercer el derecho legítimo a protestar masiva y pacíficamente (también los hay quienes perdieron la paciencia y piensan “no más piedras contra fusiles” o “lo que igual no es trampa” buscando las armas para enfrentarse con los militares y policías). Pacos (Carabineros) que, en aproximadamente cinco meses, ya tienen un abultado prontuario de heridos, a balines y perdigonazos, contaminados con aguas tóxicas, jóvenes con ojos, reventados por disparos a “quema ropa” de bombas lacrimógenas, mujeres, estudiantes, niños, adolescentes violadas(dos), muertos por carabineros y miles privados de su libertad.

 

Se acabó entonces ese oasis, el paraíso suramericano y no por decreto del Vaticano. Se vino abajo ese castillo de naipes del diálogo político corrupto; tampoco ya son las ideologías políticas, lo que moviliza y propulsa las protestas. Eso de “izquierdas y derechas” ya no le importa a una multitud enardecida, abandonan sus banderas partidarias, las que ya no se ven en fotografías ni vídeos. Han tomado la calle para terminar con un monstruo poderoso: el sistema económico neoliberal y sus leyes que privatizan todo, violando los más elementales derechos humanos. Leyes y reglamentos que en Chile están amparadas por la írrita e ilegal Constitución, hija de una dictadura sangrienta y vigente desde hace 30 años, creada y negociada con su autor el criminal dictador Augusto Pinochet y su equipo, para que se permitiera la consulta plebiscitaria, (que pierde) estableciéndose  “que se vaya el dictador”,…….desde luego… a la vista y paciencia de todos, no se fue, se quedó en el poder, con una nueva constitución bajo el brazo, que protegía sus crímenes y corrupción, ejerciendo el cargo de General en Jefe del Ejército, Senador Vitalicio y héroe que “nos salvó del comunismo”.

 

Estupor: se va el dictador, sin irse. Muchos chilenos regresaron al país porque supuestamente “volvió la democracia”, los que dudamos que así fuera, no regresamos. Recuerdo, como anécdota personal, que ofrecía una entrevista a una televisora del Perú, con motivo de una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo del Cusco, de pronto, Manuel Jibaja, destacado artista plástico, conductor/ director  del programa,  me sorprende estando  el programa al aire: “Aníbal, y ahora que murió Pinochet,  ¿qué va a cambiar en Chile?, sin pensarlo mucho, mi respuesta más que profética, fue realista:  “Nada cambiará mientras los crímenes de lesa humanidad sigan impunes y esté vigente la “Constitución Pinochetista” que él instauró. Este “muerto de mierda” -como lo definió Mario Benedetti-, que ya estaba muerto en vida, es además un “muerto de mierda” que se va sin castigo. Seguiremos luchando y apostaremos porque la muerte de este asesino y sus cómplices en la oligarquía chilena, no le gane a la justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos.

 

Por favor, no nos engañemos, no se ha cerrado un capítulo con la muerte de este violador de los derechos humanos, porque la derecha fascista en Chile no es la que ha muerto. Que las celebraciones por su muerte sin honor, no se conviertan en perdón y olvido. Chile no cambiará automáticamente, no habrá reconciliación ni reencuentros entre los chilenos, mientras el legado de muerte del Dictador se mantenga impune y no se sigan los procesos a los responsables que aún están vivos.”, y así ha sido.

 

Por otra parte, lo paradójico es que previo al plebiscito, se había creado la llamada “Concertación de Partidos por la Democracia” que incluyó partidos de la Unidad Popular, golpistas de la Democracia Cristiana, más los renegados que traicionaron el pensamiento y proyecto socialista de Allende. La Concertación impuso los “gobiernos democráticos” de la llamada post dictadura…donde, increíblemente los presidentes que gobernaron Chile: Patricio Aylwin, Eduardo Frei(hijo), Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera en más de 30 años, legitimaron, la Constitución pinochetista, profundizando la economía neoliberal de la dictadura y sus empresas nacionales y transnacionales.  Respaldados en la Constitución privatizaron todo, hasta el agua, (Seguro Social con las AFP, educación, servicios públicos, etc.) … La trampa, el anzuelo fue otorgar tarjetas de créditos “para tutilimundi”, tuvieran o no tuvieran con qué pagar las cuotas de sus gastos.

 

Hoy día, en un acto de retoma de conciencia, el pueblo chileno, ha entendido que no puede seguir así endeudado y endeudándose... usando la tarjetita de plástico en la compras de los mercados diarios o hasta para comerse una “sopaipilla” con kétchup, antes o después del trabajo, como lo he visto tristemente, en las calles de Santiago.

 

La lucha por una nueva Constitución para Chile es sin duda, un fuerte desafío revolucionario, que en primer lugar es cultural y prolongado, donde no basta sólo con indignarse, salir y permanecer en las calles con protestas pacíficas permanentes, aunque se haya alcanzado más de un millón y medio de manifestantes.

 

Es público y notorio, que estos movimientos y protestas han sido propulsados sin líderes visibles, ni dirigentes de partido político alguno y han sido sometidos a una represión inclemente por parte del Gobierno y sus instituciones policiales con modernos equipos de control.

 

Incluso, los organismos del Estado, crearon acciones encubiertas, autoatentados, saqueos, violencia y destrucción contra bienes públicos materiales (metro, edificios etc.) para culpar al pueblo y para justificar la sangrienta represión.  El gobierno fortalece a la policía, intenta militarizar el país con la excusa de velar por la seguridad de los edificios públicos del estado, implementa leyes absurdas específicamente contra cualquier tipo de manifestación pública, garantizándole la impunidad a los agresores, incluso felicitándoles por su “sacrificada” actuación durante las protestas.

 

 …A pesar de todo esto, las marchas, protestas y manifestaciones continuaron, incluso con mayor intensidad, finalmente, el gobierno asustado cambia algunos ministros (entre ellos el Ministro del Interior) y de forma oportunista, pide perdón públicamente e implementa junto al poder político parlamentario el llamado “Acuerdo de paz” donde participan senadores y diputados estableciendo condiciones que son aceptadas por ellos, como: la realización de un PLEBISCITO CONSTITUCIONAL.

Pero, este “acuerdo” está condicionado: fija el porcentaje de participación de parlamentarios a un 50%; cambia el término de Asamblea Constituyente por “Convención Constituyente”; mantiene el sistema electoral vigente; permite las propuestas realizadas desde la Presidencia de la república y limita la consulta al “Aprueba”  o “Rechaza” una nueva Constitución para el país; establece el calendario para la realización del Plebiscito, el 26 de ABRIL del 2020; (hoy postergado por la cuarentena COVID19, supuestamente para fines de año).

 

Naturalmente el pueblo chileno que masivamente continuaba en la calle protestando y organizándose en agrupaciones territoriales, colectivos, asambleas municipales, si bien es cierto, que votaría por una Nueva Constitución, rechaza en forma rotunda las condiciones establecidas por el poder político, que en realidad lo que planifica es redactar una “Reforma Constitucional” que le permita mantenerse en el poder, sin cambiar el sistema económico neoliberal chileno.

 

La postergación del plebiscito sobreviene cuando cae sobre el planeta una ola de pánico creada por las medidas tomadas ante la presencia del COVID19, que son consideradas exageradas y contraproducentes, al calificarse el virus, como una “pandemia”. Lo cual ha sido bien aprovechado por el gobierno para ganar tiempo, aislar a los ciudadanos confinándolos en sus casas y terminar con las protestas y organizaciones comunitarias, a quienes sólo les quedan las redes sociales en internet, donde la lucha continúa.

 

El pueblo chileno permanece en la incertidumbre y debatiéndose en el quehacer político plebiscitario, entre la aprobación, el rechazo o la abstención. Amanecerá y veremos.

 

http://ortizpozo.blogspot.com/

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205672
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