Un viaje por el desierto, entre momias, petroglifos y la sigla ACAB, para «descubrir» Chile

02/03/2020
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La interrogante se me había planteado en Santiago: ahí aparecían varias pintadas en las calles, cerca y lejos de la rebautizada Plaza de la Dignidad, obviamente contra la represión de Carabineros y el gobierno de Sebastián Piñera y su cohorte de “dueños de Chile”. Y fueron totalmente frustrados y fracasados los intentos por descifrar qué significaba la sigla ACAB.

 

Uno

 

La sorpresa mayor fue recorrer 2050 kilómetros del desierto más árido del mundo para llegar a la norteña Arica, la que antes de la Guerra del Pacífico o del Salitre era parte de Perú, y ver allí también la misma sigla estampada por toda la ciudad.

 

 

Al final, un barbado documentalista me sacó de mi ignorancia (en este asunto nada más): ACAB era una sigla usada por los hinchas futboleros europeos, quizá en un principio sólo por los hooligans británicos, y significaba, literalmente “all cops are bastards”. O sea, todos los policías son bastardos. Acabé de entender.

 

Sin duda, los Carabineros y los militares chilenos se habían ganado durante los últimos 37 años, incluidos los de la dictadura pinochetista y la sucesión de la Concertación. En Arica, la sigla no sólo firmaba los graffitis anticarabineros (el más popular, “pacos culiados”), sino también algunos “actos vandálicos”, como los calificó la televisión hegemónica.

 

Dos

 

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En la avenida costanera de Arica, a metros del Océano Pacífico, fue erigido en 2011 el monumento moldeado-escultórico, con el aporte financiero de las grandes empresas de la zona, en homenaje al asalto y toma del Morro de Arica, el 7 de junio de 1880.

 

El monumento, un sólido pedestal de piedra, de unos cuatro metros de largo, consta(ba) de cuatro bustos de concreto de los héroes chilenos del Morro de Arica, acompañados por una gran placa metálica que lleva la siguiente inscripción como homenaje a su memoria: “A los bravos de Arica cantemos”.

 

Los cuatro bravos eran los coroneles Pedro Lagos Marchant y Ricardo Silva Arriagada, y los teniente-coroneles Juan José San Martín Penrose y Luis Solo de Zaldívar Alemparte, que miraban el océano, dando la espalda al Morro.

 

Hasta que llegó la ola antimiltarista y los cuatro fueron decapitados por ignotos ciudadanos, que dejaron su firma: ACAB.

 

Tres

 

Dos milenios antes que los egipcios, la cultura chinchorro practicó en el norte de Chile sofisticadas técnicas mortuorias. El Museo Antropológico de la estatal Universidad de Tarapacá, en Arica, en San Miguel de Azapa, sigue las huellas de los restos de adultos, bebés e incluso embriones que vivieron en el año 7000 antes de Cristo

 

Un grupo de pescadores, cazadores y recolectores convirtieron a sus muertos en obras de arte durante más de 3.500 años (entre el 6000 y el 1500 antes de nuestra era). Tenían unos extraordinarios conocimientos de anatomía, química y biología, y lo hicieron 2.000 años antes que los egipcios.

 

 

La civilización chinchorro no legó grandes edificios ni novedosos métodos de cultivo, pero sus momias —conservadas gracias a avanzadas técnicas de embalsamamiento— nos cuentan hoy cómo se vivía entonces, por qué momificaban a sus muertos y cómo lo hacían. Ahora aspiran a ser declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco. El pueblo chinchorro era democrático: sus momias no estaban reservadas a los reyes.

 

San Miguel de Azapa, es uno de los pocos valles, un oasis de árboles en medio del desierto de Atacama en una quebrada conocida por sus olivares y su producto estrella: las aceitunas de Azapa, de color morado oscuro y sabor amargo. Cerca del Museo está el Cementerio, donde cada familia tiene su propio mausoleo, de madera, donde recuerdan y veneran a sus muertos, y conversan con ellos, en busca de sus consejos.

 

“Yo siempre fui socialista, pero del Chicho Allende, no del Guatón Insulza”, me dice don Ramiro, un campesino lleno de años y arrugas, de facciones aymaras, que cultiva olivas, cerca del cementerio. “Usté me habla de las momias, yo de los momios, que son de los que nos tenemos que defender”. Para él, Insulza, senador socialista por Arica y ex secretario general de la OEA, es un momio.

 

Cuatro

 

Volver a Santiago. Otros 2050 kilómetros de desierto por una supercarretera entre Chiloé y Arica, construida para beneficio de los propietarios de decenas y decenas de minas, de salitre, cobre, oro, plata y otros minerales, chilenos y trasnacionales, para que puedan sacar sus minerales hacia los puertos, dejando montañas mochas.

 

La guerra del Pacífico, en 1879, por la cual Chile se apoderó de extensos territorios peruanos y bolivianos (quitándole incluso la salida al mar a éstos). El propósito era conquistar el desierto de Atacama, ubicado en la costa boliviana, y el departamento peruano de Tarapacá.

 

Ambos territorios eran ricos en salitre, huano, plata y otros recursos minerales. El enfrentamiento bélico fue iniciado de hecho por Chile el 14 de febrero de 1879 al invadir y ocupar por la fuerza el territorio boliviano de Antofagasta. Posteriormente, el 5 de abril de 1879 Chile declaró formalmente la guerra a Perú y Bolivia.

 

La Catedral de San Marcos es la principal iglesia católica de Arica, ubicada en el centro de esa ciudad, frente a la plaza Colón La construcción fue encargada en el siglo XIX, cuando la ciudad formaba parte del Perú, a los talleres del francés Gustave Eiffel (el mismo que construyó la torre que lleva su nombre en París).

 

 

La estructura metálica proveniente de Francia llegó a Arica en 1875 y fue armada por técnicos franceses. La iglesia fue inaugurada en 1876 sobre los escombros de la colonial iglesia que estuvo en pie 226 años hasta que fue destruida por el terremoto de 1868.

 

Cinco

 

Más allá del repetido escenario de montañas y valles del desierto, hay joyas que el viajero en avión se pierde, como el arte rupestre, las manifestaciones plásticas de imágenes y símbolos gráficos que contienen un significado conceptual abstracto y complejo, que da lugar a las más diversas interpretaciones que llegan a la presencia de seres extraterrestres.

 

 

En el desierto de Atacama existe una gran cantidad de petroglifos (grabados sobre piedra o roca, en los que se utilizaron técnicas sobre relieve, bajorrelieve o delineado de las figuras) y pictografías (pinturas que dan forma a

representaciones simbólicas del hombre y su medio ambiente)

 

Dicen los expertos que para crearlas se utilizaron herramientas como brochas, pieles, maderos, o los dedos o las manos de manera directa. En los que datan del año 3000 antes de nuestra era, prevalecen la representación de llamas, guanacos y vicuñas con un aspecto naturalista. Los más notables se encuentran en el parque Petroglifos en Cerro Pintados

 

En otros, influidos por la cultura Tiwanaku (400 al 900 de nuestra era), se destacan las figuras de animales de la zona y humanos con atuendos de la cabeza y la utilización de técnicas de percusión y raspado.  Asimismo, otros (anteriores al 1470 de nuestra era) se caracterizan por personajes ataviados con camisas y penachos, realizados con un grabado poco profundo, así como hombres sujetando cabezas de ganado con cuerdas.

 

Seis

 

Antes de llegar a Antofagasta, desde la carretera uno puede ver el ignominioso Campo de Prisioneros Chacabuco, un campo de concentración parda prisioneros políticos, creado en noviembre de 1973, poco después del golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet, rodeado de alambrados de púas y minas antipersonales

 

El campo se ubicaba a unos 100 kilómetros de Antofagasta, en las instalaciones abandonadas de la antigua Oficina Salitrera Chacabuco, en una superficie de 36 hectáreas. Paradojalmente había sido declarada Monumento Nacional el 26 de julio de 1971, durante el gobierno de Salvador Allende.

 

Este campo de concentración destinado sólo para hombres estuvo en funcionamiento hasta abril de 1975, bajo el control de la Primera División del Ejército, con apoyo de la Fuerza Aérea y de Carabineros.

 

Allí soportaron los 40 grados de calor unos 1400 dirigentes y militantes políticos de todo el país, entre ellos Luis Corvalán, Alberto Gato Gamboa, Julio Palestro, Ángel Parra y mi querido amigo Manuel Cabieses, director de Punto Final.

 

Final

 

Viernes en Santiago. Los chicos toman la Plaza Dignidad, los Carabineros reprimen con chorros de agua, golpizas y gases. Los comercios de la Alameda (avenida O´Higgins) cerrados con cortinas metálicas ad-hoc, con una sola pequeña puerta abierta para atender a los clientes.

 

Las paredes, con las consignas pintadas que desde mediados de octubre acompañan el estallido social. Y la misma firma: ACAB.

 

 Aram Aharonian

Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y susrysurtv.

 

http://estrategia.la/2020/03/01/un-viaje-por-el-desierto-entre-momias-petroglifos-y-la-sigla-acab-para-descubrir-chile/

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205003
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