Elecciones Taiwán 2020: Los salvavidas de Tsai Ing-wen (II)

07/01/2020
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El balance de gestión de la presidenta Tsai Ing-wen es modesto. Su partido, el PDP (Partido Democrático Progresista) presume de haber tramitado 745 proyectos de ley en cuatro años impulsando la reforma democrática del sistema político. En su haber, la promoción de la justicia transicional o la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. También bajo su administración, Taiwán ha experimentado un crecimiento durante 14 trimestres consecutivos. De ser reelegida, profundizaría los lazos económicos con los países a los que dirige la Nueva Política hacia el Sur, firmando más acuerdos bilaterales de inversión y construyendo nuevas cadenas de suministro, ampliando su distanciamiento de China continental.

 

Desde una perspectiva internacional, le guste o no al opositor Kuomintang (KMT), se ha elogiado el papel histórico de Tsai como la primera mujer presidenta de Taiwán. Ni los EE. UU., la única superpotencia del mundo, ni Japón, la civilización más avanzada de Asia, han elegido una mujer presidenta o primera ministra, lo que demuestra la importancia de Taiwán en el desarrollo de las democracias. Aún así, perdió siete aliados diplomáticos en cuatro años.

 

El desgaste producido por algunas reformas de índole social (como la de las pensiones o de la jornada laboral) le pasó factura en noviembre del año pasado, cuando sufrió una gran derrota en las elecciones locales. Su nivel de aprobación estaba por los suelos. La situación empezó a cambiar en enero y de manera más pronunciada en verano. ¿Qué pasó?

 

Paradójicamente, el presidente chino Xi Jinping es el primer responsable de ese cambio de tendencia al insuflar nueva vida a la campaña de reelección de la presidenta. Cuando en enero de 2019 hizo un importante discurso para remarcar la voluntad de unificar a Taiwán bajo la bandera de “un país, dos sistemas”, Tsai se plantó y lo rechazó de cuajo. Esto formaba parte de la retórica habitual y previsible a ambos lados del Estrecho. La realidad tomó otro carisma cuando estallaron las protestas masivas en Hong Kong que causaron consternación y preocupación en la isla dañando gravemente la credibilidad de la promesa de Beijing de otorgar a Taiwán una gran autonomía en caso de que alguna vez haya un acuerdo negociado para unir a los dos lados del Estrecho. Entonces, muchos vieron en Tsai la protección contra una deriva similar que ya no era una posibilidad teórica sino una amenaza real que podría igualmente acontecer en Taiwán de aplicarse los planes de Xi.

 

Apoyándose en dicha tendencia, el PDP basó su estrategia electoral en la denuncia de la “injerencia china” en el proceso electoral a favor del KMT. A las alertas relativas a ataques informáticos sumó una controvertida iniciativa legislativa contra la infiltración (que afecta a donaciones u otras fórmulas de apoyo financiero, entre otras) y sobre la prevención de la intervención de fuerzas hostiles extranjeras en el sistema político democrático y en los comicios. Para el PDP, China continental no solo supone una amenaza militar para Taiwán, sino también social, “pues se ha infiltrado profundamente en la sociedad taiwanesa, forjando alianzas con confesiones y partidos políticos”. Todo este clima ha sido denunciado por el KMT como “interesado”. Y también la comunidad empresarial taiwanesa en China se ha quejado por cuanto incita a la hostilidad y restringe los intercambios normales intimidando y castigando a quienes optan por tomar parte en estas dinámicas ahora, sin prácticamente excepción, bajo sospecha.

 

La proliferación de fake news, la oportuna confesión (en Australia) del presunto espía Wang Liqiang sobre el modus operandi de la injerencia china en la isla, las redadas contra entidades pantalla que facilitaban el ingreso como turistas de funcionarios del gobierno chino y espías, etc., han establecido un ambiente de mucha inquietud, extremado por esa iniciativa legislativa anti-infiltración en un intento de incitar a la hostilidad y capitalizar la desconfianza. La oposición le acusa al unísono de eludir los procedimientos democráticos para forzar la aprobación del proyecto de ley, denunciando que tal enfoque no es diferente del macartismo. Otra de las voces contrarias a esta ley es el empresario Terry Gou, fundador de FoxConn, quien acusó al gobierno de aprobar la ley a toda costa, sin negociarla, para deshacerse fácilmente de la oposición.

 

Tsai tiene una ventaja de dos dígitos en puntos porcentuales contra el alcalde de Kaohsiung, Han Kuo-yu, el candidato presidencial del KMT, en varias regiones, lo que ha aumentado exponencialmente la confianza del partido en la posibilidad de ganar incluso la mayoría legislativa. Atrapado en el juego de tensiones con China continental, las acusaciones nacionalistas de que Tsai está bajo control de la facción supuestamente radical y disuelta de New Tide, apenas tienen repercusión.

 

Por lo tanto, Tsai parece encaminada a una fácil reelección. La única pregunta es si su PDP puede retener el control del Yuan Legislativo, lo cual le permitiría continuar con sus políticas de reforma por otros cuatro años. El candidato del KMT, Han Kuo-yu, sigue mal en las últimas encuestas. El perenne candidato marginal azul James Soong puede desviar valiosos votos de Han lo cual facilitará la victoria de Tsai.

 

En suma, el discurso de Xi y las protestas de Hong Kong son claves para entender el impulso de Tsai cuando todo apuntaba en la dirección opuesta. Y, de confirmarse, la victoria de Tsai supondrá un revés para Beijing y puede alentar las tensiones en el Estrecho. China ansía un cambio de rumbo antes del centenario de la fundación del PCCh en 2021. Esta es su gran oportunidad, pero todo apunta a que los problemas político-territoriales seguirán agitando las aguas de la política china.

 

- Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China. Autor, entre otros, de “Taiwán, el problema de China” (La Catarata, 2005).

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/204074?language=en
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