Cuando los pueblos se sublevan y no dejan huellas profundas

30/10/2019
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
chile_movimientos_protestas.jpg
-A +A

Las dos grandes movilizaciones de los últimos tiempos en América Latina son, sin lugar a dudas, el de los pueblos de Chile y Ecuador. Y si los miramos de cerca, ellos se hermanan en un mismo dolor: ingresos monetarios irrisorios, subempleo masivo y desempleo. Si ampliamos nuestro horizonte, no podemos dejar de mencionar, y por los mismos motivos, a la gran movilización de los chalecos amarillos en Francia.

 

Estos fenómenos de la sociedad moderna deberían ser el primer objetivo de todo movimiento o partido político serio. Sin embargo, que yo sepa, por ejemplo en el Perú, no existe ningún movimiento o partido político que enuncie como prioridad la eliminación del desempleo, del subempleo y un incremento significativo de los ingresos monetarios de las personas que trabajan. Un aumento del salario mínimo que alcance al estándar internacional de los salarios mínimos.

 

A pesar de no tener el nivel científico y tecnológico con el que ahora contamos, nuestros antepasados, los pueblos originarios del Tawantinsuyo, en ningún momento de sus vidas sufrieron de desempleo, menos aún de subempleo masivo. Y ellos gozaron, en condiciones más o menos iguales, de la totalidad del resultado de su actividad económica.

 

No es posible que, ahora, desarrollando la actividad económica con un proceso de trabajo que es capaz de generar “n” puestos de trabajo, se viva en desempleo y en un masivo subempleo. La juventud que ni estudia ni trabaja supera el 25% de dicha población. El subempleo supera el 60% de la población económicamente activa. Y ya no hablemos de las personas con más de 50 años que pierden su trabajo. Ya no encontrarán un lugar decente para obtener ingresos que les permita vivir.

 

Una sociedad más cruel que ésta es imposible imaginarla. Y los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda, hacen los oídos sordos y miran pero no ven. Sus programas políticos nos hablan de todo, menos de los dolores más profundos de millones de seres humanos. Y los gobernantes piden perdón de sus actos, pero sin considerarse culpables.

 

Ante tal magnitud de la problemática, las medidas progresistas solamente nos conducen al desaliento. El problema queda intacto. Como prueba ahí lo tenemos a los gobiernos “progresistas” de Lula, Evo Morales, Correa-Moreno, Chávez-Maduro… Lo único que vemos florecer es la corrupción y un manejo venal del erario nacional; un uso malsano de instituciones como el de la Presidencia de la República, del Congreso, del Poder Judicial, de las Fuerzas Armadas…

 

La actividad económica que fomentan en prioridad estos villanos no apunta a resolver los problemas cotidianos de la población, menos aún a darle una visión de futuro a la juventud. No se está creando sociedad con lazos fuertes de confraternidad, cooperación y motivación. Sólo impera la idea estúpida del enriquecimiento inmediato y por cualquier medio.

 

Este comportamiento perverso de personas, empresas y políticos, tiene su origen en algo simple de comprender. Sin embargo, todos lo miramos pero no queremos ver. Todos los sentimos pero no hacemos ningún esfuerzo de reflexión. Estamos sumidos en un modelo socio-económico que nos deprava, desde hace diez mil años en el viejo mundo, y desde hace seis siglos en América Latina.

 

Se trata de lo siguiente. Por un lado, la actividad económica moderna ya no piensa en todos los integrantes de la sociedad. Tiene como objetivo único el de hacer dinero y más dinero. Para ello usa hasta la última gota de sangre del trabajador para producir los bienes económicos que le producirán una alta rentabilidad. Por otro lado, esta actividad económica está controlada por un reducidísimo número de familias, a nivel mundial.

 

Es decir, el dueño de un acto económico es el propietario de la totalidad del resultado de la actividad económica. No solamente es dueño absoluto de las utilidades que genere su empresa, sino también incluso del salario que supuestamente pertenece a los trabajadores. La masa salarial de un país no lo manejan los trabajadores. Es por ello que, mientras perdure este modelo de hacer actividad económica, los salarios seguirán siendo irrisorios como lo fueron desde el inicio.

 

Recientemente, el profesor Thomas Piketty lo ha expresado con claridad, y con cifras en mano. La institución Oxfam Internacional agregó algo que es, ni más ni menos, un cuento de horror. Oxfam nos dice con toda claridad y dureza que, ¡solamente 8 personas tienen una riqueza acumulada igual a la riqueza acumulada por la mitad de la población mundial! Son ellos, los verdaderos gobernantes a nivel local, nacional, regional y mundial.

 

Espero equivocarme, y qué bueno que así fuera. Pero, hasta el momento, los pueblos se sublevan, con gran pérdida de vidas humanas, realizan grandes revoluciones que han asombrado a muchas generaciones, pero luego vuelven al letargo, a la sumisión, a la pobreza y el desempleo.

 

Y todo ello porque nuestras grandes movilizaciones no apuntan a transformar el modelo socio-económico responsable de esta tristeza humana. Mientras siga este comportamiento de las masas y sus dirigentes, seguiremos siendo asesinados por las balas que nosotros mismos producimos, y seguiremos siendo el pasto que alimenta los grandes negocios de los grandes multimillonarios.

 

Saint-Nazaire, Francia, 30 de octubre del 2019

 

Dr. Hugo Salinas

salinas_hugo@yahoo.com

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/202982?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS